viernes, 25 de marzo de 2016

El embrujo del primer verdor

Por Gabriel Cartaya
                                                                                                                                            Para Yeyé

  En el preámbulo del sueño, comenté anoche a mi novia –nombre que persiste a los 30 años de casados–, que aún no había elegido el tema del que hoy debía escribir para la columna Líneas de la memoria. Entonces dijo, como para salir del paso: Pues escribe de la primavera, que estamos a 21 de marzo.
  Entonces comprendí que hoy nos levantaríamos con el alba primaveral, inaugurando la estación del año más bendecida de los dioses, mitos, leyendas y esperanzas consagradas a ella en el curso verde de la humanidad.
    El frío del invierno cede al estallido de la luz y la metáfora de la plenitud vuelve a resplandecer, cumpliéndose cada año la alegoría mitológica de los antiguos griegos, cuando Hades permite a la joven Perséfones abandonar una breve temporada el averno donde la mantiene cautiva, para que acompañe a la madre –Deméter, diosa de las cosechas–, momento en que los campos volvían a florecer.
   La primavera es hermosa desde su construcción semántica, al nacer con la suma de las voces primer y verdor. Astronómicamente, su equinoccio se produce entre el 20 y el 21 de marzo en el hemisferio norte, para finalizar con el solsticio de verano el 21 de junio. Mientras, en el hemisferio sur se marca entre el 21 y el 23 de septiembre, extendiéndose hasta el 23 de diciembre. Hay todavía otra región, la intertropical del hemisferio sur, donde la primavera se registra desde el 23 de septiembre hasta el 21 de marzo.
"La primavera" (1479), obra de Sandro Botticelli
  Pero a pesar de sus variaciones espaciales, técnicas, climáticas o circunstanciales, lo cierto es que su impacto ha marcado a todas las culturas, al identificar  esa etapa del año con la renovación, la juventud, el florecimiento, tiempo en que cada quien alcanza a vivir “en la flor de la vida”. Seguramente, no hay otra estación del año con mayor presencia en la literatura, la pintura y en todas las expresiones del arte, que ésta en que el nacimiento del sol se ha desplazado del sudeste al este, para caer a las doce horas hacia el oeste.
  En la mitología de los egipcios, es en primavera cuando Isis consigue resucitar a su esposo Osiris, para que en la luna llena inmediata a su equinoccio pueda embarazarla. También es la estación cuando el pueblo judío se libera de la esclavitud en Egipto, en el mes del Nisán o del “primer brote”,  consagrada en la actualidad a celebrar la Pascua que coincide con la luna llena que sigue al equinoccio,  cuando se incorporó la conmemoración de la resurrección de Cristo, a partir del domingo posterior a esta luna.
  Los celtas guardan un ritual para recibir la primavera, que dice: “Ahora expulso de mí las tinieblas del invierno y del pasado y sólo contemplo lo que tengo ante mí. Me ha llegado el momento de plantar semillas tanto en el plano físico como en el mental y el espiritual”. En la India, la primavera es acogida con la fiesta a que llamam Holi, famosa por la explosión de colores intensos y su variedad de significados: el verde se identifica con la armonía, el rojo con el el amor, mientras el azul es vitalidad y el naranja ­optimismo. En Centroamérica, los rituales mayas de bienvenida a la primavera se mantienen vivos, así como en Perú la fiesta de la primavera incaica goza de una secular tradición.
  Es evidente en todas las culturas la fuerte presencia del advenimiento de la primavera, pero basta con abrir la ventana de nuestra habitación al amanecer, para sentir con el asalto de la luz matinal un aire nuevo, el reverdecer de las hojas que nos rodean, el trinar de los pájaros atentos a la renovación del follaje, el murmullo de la tierra abierta a la siembra, la purificación del agua, toda la naturaleza equilibrando los sentidos en la poética que todas las alegorías de la primavera  expresan en cada renacer.
  Los poetas han sido pródigos ante los encantos y símbolos que nos regala esta temporada. Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura, le dedicó un extenso poema titulado “Oda a la primavera”, que aquí pueden volver a leer:
Primavera
temible,
rosa
loca,
llegarás,
llegas
imperceptible,
apenas
un temblor de ala, un beso
de niebla con jazmines,
el sombrero
lo sabe,
los caballos,
el viento
trae una cara verde
que los árboles icen
y comienzan
las hojas
a mirar con un ojo,
a ver de nuevo el mundo,
se convencen.
Todo está preparado,
el viejo sol supremo,
el agua que habla,
todo,
y entonces
salen todas las faldas
del follaje,
la esmeraldina,
loca
primavera,
luz desencadenada,
yegua verde,
todo
se multiplica,
todo
busca
palpando
una materia...
que repita su forma,

el germen mueve
pequeños pies sagrados,
el hombre
ciñe
el amor de su amada,
y la tierra se llena
de frescura,
de pétalos que caen
como harina,
la tierra 
brilla recién pintada 
mostrando 
su fragancia 
en sus heridas,
los besos de los labios de claveles,
la marea escarlata de la rosa.
Ya está bueno! 
Ahora, 
primavera,
dime para qué sirves
y a quién sirves.
Dime si el olvidado
en su caverna
recibiò tu vista,
si el abogado pobre
en su oficina
vio florecer tus pétalos
sobre la sucia alfombra,
si el minero
de las minas de mi patria
no conociò
más que la primavera negra
del carbòn
o el viento envenenado
del azufre.

Primavera, 
muchacha,
te esperaba!
Toma esta escoba y barre 
el mundo.
Limpia
con este trapo
las fronteras,
sopla
los techos de los hombres,
escarba
el oro
acumulado 
y reparte
los bienes
escondidos,
ayúdame 
cuando 
ya
el 
hombre
esté libre
de miseria,
polvo,
harapos,
deudas,
llagas,
dolores,
cuando
con tus transformadoras manos de hada
y las manos del pueblo,
cuando sobre la tierra
el fuego y el amor
toquen tus bailarines
pies de nácar,
cuando
tú, primavera,
entres
a todas
las casas de los hombres,
te amaré sin pecado,
desordenada dalia,
acacia loca,
amada,
contigo, con tu aroma,
con tu abundancia, sin remordimiento
con tu desnuda nieve
abrasadora,
con tus más desbocados manantiales
sin descartar la dicha
de otros hombres,
con la miel misteriosa
de las abejas diurnas,
sin que los negros tengan
que vivir apartados
de los blancos,
oh primavera
de la noche sin pobres,
sin pobreza,
primavera
fragante,
llegarás,
llegas,
te veo
venir por el camino:
ésta es mi casa,
entra,
tardabas,
era hora,
qué bueno es florecer,
qué trabajo
tan bello:
qué activa 
obrera eres, 
primavera, 
tejedora, 
labriega, 
ordeñadora, 
múltiple abeja,
máquina 
transparente, 
molino de cigarras, 
entra
en todas las casas, 
adelante,
trabajaremos juntos 
en la futura y pura 
fecundidad florida.