Por Gabriel Cartaya
Cuando la semana pasada Andy Celeiro me dijo que el
fundador del Hospital de Town and Country era un médico de origen cubano, de
más de 90 años, y que era recordado por muchas personas en Tampa por la generosidad
con que atendía a pacientes que no tenían dinero para pagar una consulta, quise
saber su nombre y una manera de llegar a él. Al instante, Celeiro oprimió un
número en su teléfono y coordinó con un familiar del doctor para que yo pudiera
visitarle.
Dos
días después, acompañado de mi hijo Pedro Gabriel, que gusta de ayudarne con la
cámara, toqué en la puerta del Dr. José A. Mijares y una hija suya me dio la
bienvenida. Estaba sentado frente a una mesa llena de libros y papeles, con una
sonrisa en los labios y una mirada atenta al visitante, en la que descubrí el
brillo de su inteligencia.
Ya
sabía que, además de su consagración a la Medicina, había dedicado mucho tiempo
a escribir. Sin embargo, no sospechaba que hubiera elaborado una obra de más de
mil páginas sobre la Revolución Francesa, un tema tan alejado de la profesión
que desempeñó toda su vida. De manera que, apartando el breve cuestionario que
concebí para una entrevista y recordando el comentario que me hizo el respetado Sr. Celeiro sobre la atención
gratuita prestada por el Dr. Mijares a personas que sólo podían pagar con la
gratitud, comencé preguntándole:
¿Qué
ha disfrutado más, el ejercicio de la Medicina o la publicación de libros de
Historia?
–La
Medicina, claro–, respondió sin pensarlo.
Entonces, me cuenta
que se graduó en la Universidad de La Habana, en 1943. Al recibir el título
tenía 23 años acabados de cumplir, pues nació en Santa Clara en septiembre de
1920. En ese momento, cuando el presidente constitucional de Cuba era Fulgencio
Batista, la atmósfera internacional estaba ensombrecida con la Segunda Guerra
Mundial. Desde el año 1941, Estados Unidos había entrado en el
conflicto bélico, declarando la guerra
a la Alemania nazi, acto que secundó la República de Cuba. El
joven médico Mijares se incorpora a la lucha contra el fascismo, prestando
servicios como cirujano a bordo de barcos cubanos que hacían operaciones de
vigilancia, en apoyo a la Marina de Guerra estadounidense.
Volvió a servir a Estados Unidos en medio de la Guerra
de Corea, en 1951, lo que recuerda con toda lucidez.
-Sí, trabajé en el Hospital Naval de Portsmouth, en
Virginia, donde trasladaban soldados que habían sido heridos en la guerra con
Corea.
Alrededor de su mesa llena de papeles, converso con el Dr. Mijares |
En un momento en que, hablando de su profesión, yo
pronuncio la palabra médico, él precisa al instante: -Médico cirujano. Entonces
me habla de la la incontable cantidad de operaciones que salieron del bisturí
manejado por sus manos. En algún momento, no estuvo satisfecho con el instrumento que le alcanzaban y su
cerebro no descansó hasta crear el que
requería.
–Se llama “Mijares Allis Forceps”–, confiesa, explicándome
que la motivación que lo llevó a crear la abrazadora quirúrgicafue la necesidad
de encontrar una herramienta que no causara el más mínimo daño a los órganos
del paciente.
–¿Se usa todavía?–, le pregunto.
–Claro-, me dice, con una sonrisa de satisfacción.
El Dr. Mijares vivió en Cuba hasta 1959. Hasta el
año anterior fue Jefe de Cirugía de un hospital habanero, pero el rumbo del
“gobierno comunista” lo apartó del país. Cuando le pregunto las razones de
elegir este sitio para vivir, me dice:
–Unos amigos me trajeron a Tampa y me ha gustado mucho este lugar.
Le digo que fue una suerte para Tampa y él sonríe
con humildad. Pero lo dicen los hechos. En 1966, adquiere la Licencia del
Estado de la Florida para ejercer como médico y en 1970 es certificado por el
Consejo de Cirugía de Estados Unidos. Y
hoy todo el que pasa frente al Hospital de Town and Country, mira la placa que
distingue a sus fundadores, encabezada por José A. Mijares MD, acompañado de
Mercedes M. Miranda, MD, Antonio J. Senra, MD y Robert G. Sherrill, Jr. MD., con una distinction:
“Gracias al esfuerzo, tenacidad y perseverancia del Dr. José A. Mijares fue
creado este hospital”.
Su desempeño como médico en Tampa fue extenso y
eficaz, ejerciendo en el Hospital Saint Joseph, en el Tampa General Hospital y
especialmente en el creado por él.
Ha sido miembro de
asociaciones importantes relacionadas con su profesión, como el Colegio
Americano de Cirujanos, la Asociación
Americana de Medicina y la Asociación Militar de Cirujanos de Estados Unidos,
entre otras.
De la Medicina pasamos a la Historia. ¿Por qué el
interés en la Revolución Francesa?
Toma el grueso libro en sus manos y me dice,
mostrándome el subtítulo: –Porque fue la primera revolución comunista.
Entonces me explica sus criterios sobre
ese sistema, cuya práctica en los países
donde ha sido ensayado, incluída Cuba, no comparte.
Me regala un ejemplar y su hija Ada, solícita, le
acerca una pluma, donde escribe mi nombre con una precisión privilegiada para su edad, con una
palabra de afecto que agradezco. Cuando escribo esta letras, ya he tenido
tiempo de leer unas cuantas páginas, admirando la coherencia descriptiva de la
obra, atenta a detalles aparentemente nimios sobre el acontecimiento más
trillado de los tiempos modernos.
Como para colmar mi asombro, al verme hojear La
Revolución Francesa, me dice:
–Estoy terminando el tomo número dos.
Entonces vuelvo a mirar la mesa repleta de papeles,
libros, anotaciones, y reverencio la
grandeza del hombre que a los 96 años,
desborda un optimismo al que me sumo, sugiriéndole que escriba las memorias de
su extensa y extraordinaria vida.
Publicado en La Gaceta, 19 de agosto, 2016
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