El próximo 27 de septiembre, en ocasión de la inauguración del edificio José Martí en Tampa, tendremos la oportunidad de disfrutar de la presentación de La Colmenita, la famosa compañía de teatro iInfantil de Cuba que dirige Carlos Alberto Cremata.
Cremata, licenciado en Dirección Teatral en la Facultad de
Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte de Cuba, ha recibido diversos
premios en su profesión, pero es en el quehacer pedagógico y artístico de La
Colmenita, con más de 30 años de labor, donde más ha vertido su talento y
dedicación.
Previo a su visita a Tampa, la próxima semana, nos respondió
gentilmente unas preguntas, cuyas respuestas
damos a conocer.
Para un cubano, y para muchos en el mundo, oír nombrar La
Colmenita no representa una colmena de abejas pequeñas, sino la compañía de
teatro infantil de la que eres fundador y director hace más de treinta años. ¿Aprecias en esa
obra tu consagración definitiva como director teatral?
Pues sí, La Colmenita no es solo mi consagración, es mucho
más, es desde hace casi 35 años el sentido todo de mi vida útil. Siempre me he
sentido en La Colmenita, en palabras de Martí, “como un niño que juega en la
cuna con un rayo de luz”.
Creo que La Colmenita nace en el difícil momento de la
caída del campo socialista y del llamado período especial en Cuba. ¿Influyó en
su realización la crisis que se derivó de esos acontecimientos o fue una
motivación para el crecimiento espiritual en el marco de un retroceso material?
Silvio Rodríguez, nuestro genial cantautor y poeta, dijo que
“los períodos de crisis siempre generan fenómenos valiosos y necesarios, y
quizás por eso se creó La Colmenita, en ese momento”, cuando se asomaba el
Período Especial, aquella crisis material terrible de los noventa.
Ante las catástrofes
materiales, siempre nos salvó, nos salva y nos salvará el soplo de vida de la
cultura, la infancia y la belleza. Martí advirtió: “Emplearse en lo estéril
cuando se puede hacer lo útil; ocuparse en lo fácil cuando se tienen bríos para
intentar lo difícil, es despojar de su dignidad al talento. Todo el que deja de
hacer lo que es capaz de hacer, peca”.
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Carlos Alberto Cremata rodeado de miembros de La Colmenita durante varias presentaciones realizadas en Nueva York en octubre de 2011. |
¿Cuáles han sido los momentos culminantes de La Colmenita?
Cuando visitamos con los grandes espectáculos colmeneros
(estrenados en salas fastuosas), los sitios más recónditos de Cuba y el mundo,
las sierras y montañas, las zonas de silencio, los barrios vulnerables, los
pueblitos y barrios en desventaja social... y nos entregamos con la misma o
quizás con más pasión que en el Teatro más encumbrado de París, New York, La
Habana o Estambul... Es, en esos momentos, siempre mágicos, cuando nos sentimos
más cerca de la esencia de Martí, para la que se creó La Colmenita...
Recordamos con entrañable cariño una función en La Bajada
(Pinar del Río) donde éramos 21 niños sobre el escenario, y solo había 14
niñitos espectadores en aquella humildísima comunidad, pero eran todos los que
vivían en esos parajes (o sea la totalidad de su población infantil), o en La
Isabelita (muy intrincada en las montañas de la Sierra Maestra), donde el muy
reducido número de pequeños espectadores no aplaudió nunca ni coreó las
canciones, porque no pudieron salir tampoco nunca de una pose cuasi inmóvil de
asombro gigantesco... o las innumerables veces que fuimos hechizados por los
seres maravillosos que habitan la Ciénaga de Zapata. Siempre Martí: “el arroyo
de la sierra, me complace más que el mar”.
¿Es la propuesta estética lo determinante en el prestigio
alcanzado por esta Compañía de Teatro Infantil?
La visibilidad estética es solo la punta del iceberg, lo
esencial, que, ya sabemos, “es invisible a los ojos”. Es el crecimiento ético,
la educación en valores humanos, el intentar vivir con la sed y el hambre
imperiosa de hacer el bien, todos los días, de manera consciente...
Practicamos, como fe de vida, lo que le escribiera Pepe Julián a su carnal
Fermín: “Aprieta un poco la garganta, pero da luz por dentro... y atúrdete
haciendo el bien, que es ya, para nosotros, el único modo de vivir”.
Fuera de Cuba, ¿en qué espacios ha tenido La Colmenita
mayor aceptación?
En los Festivales Mundiales de la Asociación Internacional
de Teatro hecho por Niños (Japón 2000, Alemania 2002 y 2006, La Habana 2004 y
Moscú 2008), donde se reunían cada dos años grupos y compañías de teatro de 21
países diferentes de los 5 continentes; también en Estambul y Ankara (Turquía)
hemos reincidido por “la fascinación que despiden los cubanitos”, pero también
en las Villas Miserias de Buenos Aires, en las Colmenitas de los 31
departamentos de la República de El Salvador y en todos los estados de la
República Bolivariana de Venezuela, en la hermana Haití, en Vietnam y en
Bangladesh...
¿Desde qué edad se inician los integrantes de La
Colmenita y en cuáles alcanzan su mayor esplendor?
Se inician desde los 4, 5 y 6 años, y alcanzan ese esplendor
desde los doce años hasta los dieciséis...
Sé que en el cine la actuación de miembros de La
Colmenita ha sido relevante. Particularmente resultó impactante la actuación de
algunos de sus miembros en el filme “Viva Cuba”, dirigido por tu hermano Juan
Carlos. ¿En qué otros logros del séptimo arte hemos disfrutado a tus niños?
En los excelentes filmes “Habanastation” (de Ián Padrón) y
en “Y sin embargo” (de Rudy Mora).
Además, en varios excelentes documentales, uno de los cuales –”Esencias”
(de Roberto Chile)–, narra la histórica e inolvidable visita en el 2011 a
Washington, New York y San Francisco.
Recuerdo que actuaron en Tampa hace unos años y
recibieron grandes aplausos. ¿Qué esperas de esta próxima visita?
Fue en el 2013, junto a la Orquesta de Adalberto Álvarez.
Pero ahora llegaremos más cerquita de nuestro Martí, porque estaremos junto a
tantos buenos en la inauguración de ese nuevo edificio que nos sembrará más al
Maestro en el alma. Porque José Julián Martí Pérez no es solo para los niños
colmeneros de todas las edades el Héroe Nacional, es “el hombre más puro de la raza” y el más
universal de los cubanos.
Lo hemos incorporado
a nuestros melíferos corazones como un abuelo del alma, y tenemos dos razones
que nos amparan, Gabriela Mistral dijo de él: “Era muy niño, el muy varón”... y
él mismo profetizó en sus inmortales Versos Sencillos:
Yo sé las historias viejas
del hombre y de sus rencillas;
y prefiero las abejas
volando en las campanillas.
Y...
Duermo en mi cama de roca
mi sueño dulce y profundo,
roza una abeja mi boca
y crece en mi cuerpo el mundo.
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