Roosevelt y su esposa Eleanor |
La nominación no existía en los días que Martha Custis, la
esposa de Washington, estuvo en la Casa Blanca, pues no fue pronunciado hasta
que James Madison (1809-1817) llamara así a su esposa Dolley en una de sus
cartas de amor. Un poco más tarde, cuando James Buchanan ocupa la presidencia
(1857-1861) se crea el título –no oficial– de Primera Dama, ostentado,
curiosamente, no por la esposa sino por su sobrina Harriet Lane, quien utilizó
su posición a favor de causas sociales. Desde entonces, va a ser la esposa del
Presidente quien siempre reciba este nombramiento, en cuyo desempeño han
sobresalido muchas mujeres por la labor que realizaron durante la permanencia de
sus esposos en la presidencia. Veamos algunos ejemplos de las últimas décadas:
la popular Jacqueline Kennedy renovó la mansión presidencial y se preocupó por
las artes; la esposa de Lyndon B.Johnson, Lady Bird, se enfocó en la protección
del medioambiente; Betty Ford defendió la igualdad de género y el derecho al
aborto; la esposa de Jimmy Carter –Rosalyn– centró sus esfuerzos en la salud
mental; Nancy Reagan es conocida por su lucha contra el uso de las drogas;
Barbara y Laura Bush, esposas de George Bush, padre e hijo, se preocuparon por
la alfabetización de los niños e introdujeron innovaciones en las aulas; Hillary
Clinton promovió una reforma sanitaria y Michelle Obama dedicó sus ocho años en
la Casa Blanca, entre otras ocupaciones, a estimular la implementación de dietas
más saludables en los colegios del país y promover la educación de las niñas por
todo el mundo.
En correspondencia con el papel socialmente activo de la primera
dama de Estados Unidos, quiero recordar a Eleanor Roosevelt en el aniversario de
su desaparición física. Nacida en Nueva York en 1884, se casó con Franklyn D.
Roosevelt en 1905. Cuando, a principios de la década de 1920, sufrió una
enfermedad que lo dejó paralítico, fue ella quien más lo animó a que continuara
su vida política. No sólo lo logró, sino que junto a él comenzó a animar
campañas a favor de su programa y a pronunciar encendidos discursos,
contribuyendo a que en 1928 ganara el cargo de Gobernador de Nueva York. Así lo
hizo en las campañas que lo llevaron a obtener la presidencia en las elecciones
de 1933 y lo acompañó mientras estuvo al frente del gobierno hasta su muerte,
ocurrida el 12 de abril de 1945, cuando la II Guerra Mundial estaba llegando a
su fin.
Eleanor ha sido la primera dama que ha estado más tiempo en la Casa
Banca, pues su esposo se mantuvo durante tres períodos en la presidencia a
consecuencia de la conflagración bélica.
Al abandonar aquella posición, relevada
por Elizabeth Virginia Wallace Truman, Eleanor siguió una vida activa en la
política de su nación. Entre 1945 y 1952 fue delegada de Estados Unidos en la
Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue la primera presidenta de la
Comisión de Derechos Humanos y participó en la redacción de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Su papel allí fue tan significativo que el
entonces presidente Harry S. Truman la llamó “Primera Dama del Mundo”. Con más
de 70 años, durante el gobierno de John F. Kennedy, presidió la Comisión
Presidencial sobre el Estatus de la Mujer, avalando sus opiniones con su enorme
prestigio.
Al morir, el 7 de abril de 1962, desaparecía físicamente una de las
mujeres que, siendo primera dama, contribuyó al prestigio y simpatía popular
hacia una nominación que, sin ser un cargo oficial, tiene la posibilidad de
influir en el destino de la nación.
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