Si tomamos el año 1510 como el inicio de la historia de Cuba –considerando prehistoria lo acontecido antes de su conquista y colonización–, y miramos a partir de entonces la formación, evolución y comportamiento de su gobernación política hasta nuestro tiempo, observamos que ha prevalecido un modelo dictatorial en casi toda su existencia. La dominación de España sobre la Isla se mantuvo durante 388 años y en el transcurso de ese tiempo se ejerció el gobierno destinado por la Metrópoli, sin participación de los cubanos en la elección de las figuras que asumieron el más alto poder político.
Si a ello sumamos el período de gobernación estadounidense sobre la Isla (1898 a 1902 y 1906 a 1908), extendemos a 394 la existencia de un gobierno impuesto por el extranjero sobre Cuba.
A ello
hay que agregar algunos que, en medio de la República existente entre 1902 y
1958, se interrumpió dos veces el proceso electoral concebido por la
Constitución, bien por la extensión del tiempo asignado a la presidencia o por
un golpe de estado. En el primer caso, la Prórroga de Poderes de Gerardo
Machado en 1927, incluso cuando el levantamiento popular impidió que éste
extendiera su gobierno e influyera en que desde agosto de 1933 a 1935 el
gobierno del país no respondiera al curso electoral democrático legalmente
establecido. En segundo lugar, el golpe de estado de 1952 dirigido por
Fulgencio Batista, quien se mantuvo en el poder hasta 1958. En este período se
produjeron dos elecciones (1954 y 1958), pero no merecen el calificativo de
democráticas, pues el fantasma de la figura del presidente militar era
demasiado visible detrás de ellas. Con ello, sumamos 8 años más de dictadura a
la cifra indicada anteriormente, elevándola a 402.
En 1959
se interrumpe el ciclo electoral democrático establecido por la Constitución de
1940 –suplantó a la de 1901–, pero no alteró la cifra de cuatro años para la
presidencia de la República, con derecho a una reelección. Aunque el llamado
Pacto de Caracas, firmado en julio de
1958 por Fidel Castro y dirigentes de otras fuerzas políticas, prometía un
gobierno provisional a la caída del régimen de Fulgencio Batista y convocar a
elecciones libres en cuanto se crearan las condiciones adecuadas para ello, los
acontecimientos que se desencadenaron en la Isla, fuertemente influidos desde
el exterior, enrumbaron el destino del país a la orientación socialista, donde
ha prevalecido un tipo de gobierno que se ubica en la clasificación de
dictadura por la existencia de un partido único en la máxima dirección de la
nación.
Hay que
estudiar a profundidad las razones determinantes en que la revolución
triunfante el 1.° de enero de 1959 se convirtiera en socialista tan
abruptamente, cuando el programa con el que triunfó, defendido por su
incuestionable líder, no contenía una propuesta cercana al comunismo y
representaba a las fuerza vivas de la nación, especialmente a la burguesía
media, limitando el poder del latifundio, de la burguesía importadora y de la
oligarquía azucarera que impedía la expansión industrial y la diversificación
que requería la nación. El hecho de que esas fuerzas (burguesía antinacional le
han llamado algunos historiadores cubanos) enfrentara a las revolucionarias
desde el primer día y encontrara apoyo en el gobierno de Estados Unidos, jugó
un papel negativo al provocar que la dirección revolucionaria buscara apoyo en
la Unión Soviética, lo que provocó o precipitó la ubicación socialista del
gobierno encabezado por Fidel Castro.
A la
palabra dictadura no se le temió con la instauración de este tipo de gobierno
en la década de 1960. Al contrario, la proclamación socialista, a tono con los
manuales del marxismo soviético, indicaba que a la primera etapa de la
construcción del socialismo le correspondía la dictadura del proletariado. De
manera que, fieles a la prédica leninista, se asumió el nominativo, siempre que
el apellido del proletariado le acompañara.
Pero el
rechazo a las dictaduras militares en América Latina empañó esa
nominación. Aunque se explicaba desde el
marxismo que la dictadura del proletariado era sólo para la primera etapa de la
construcción socialista y que superada ésta a partir del desarrollo económico,
la conciencia y el bienestar equitativo de los ciudadanos se entraría a una
fase superior de esa sociedad, en Cuba se convocó en 1975 a un congreso del
Partido Comunista que llamó a una nueva Constitución de la que emergerían
elecciones al gobierno del poder popular, con lo que quedaría atrás la
dictadura del proletariado cuando no se habían alcanzado las metas prometidas.
Sin embargo,
prevaleció el Partido Comunista como la única fuerza política legal del país y
lo es hasta hoy. Así lo estableció la Constitución de 1975, la misma que asignó
a la Unión Soviética –considerada entonces indestructible– un papel especial en
las relaciones internacionales de la isla. Ya en la Constitución de 1901 se
había hecho una consideración especial a Estados Unidos con la famosa Enmienda
Platt y ahora se repetía con la URSS en nombre del socialismo. En consecuencia,
puede afirmarse que, a pesar de sus matices, alcances y de los altos niveles de
popularidad que despertó la revolución, hemos sumado 62 años más de gobernación
de una sola fuerza política.
Aunque
las cifras puedan ocultar otros enfoques y no indiquen mecánicamente el mayor o
menor nivel de bienestar o aceptación popular hacia ese modelo de gobierno,
detenerse a pensar que de los 511 años de historia cubana sólo 47 han
correspondido a gobiernos elegidos por el pueblo, puede contribuir a entender
cómo ha influido ese fenómeno político en la mentalidad del cubano, sin incluir
en el análisis el ingrediente caudillista que traemos en las venas.