Hace
unos días, mi amigo Emiliano Salcines me llamó por teléfono desde una Universidad de Filadelfia, donde asistía a la graduación de uno de sus nietos.
Con su siempre atenta sensibilidad hacia la historia, quiso compartir conmigo
la rememoración de que en la Facultad de Medicina de esa institución se graduó
hace 166 años el científico cubano Carlos Juan Finlay Barrés. Aunque la novedad
que lo inspiró a llamarme fue enterarse que la República de Cuba había donado
un busto del prestigioso médico a la Universidad de Tampa en 1955, nos
extendimos en la conversación recordando a quien descubrió que la fiebre
amarilla era trasmitida a los seres humanos a través del mosquito Aedes
aegypti.
Conversando
con alguien que ama tanto a esta ciudad, no podíamos dejar de recordar que
Carlos J. Finlay estuvo unos días en Tampa, hecho que quiero compartir con los
lectores de esta columna, porque es una página que corresponde a la historia de
este pueblo. Pero fijémonos primero en la trayectoria y dimensión de la figura
que, en 1898, caminó por las calles de Ybor City y West Tampa.
Carlos
J. Finlay tenía 65 años cuando visitó nuestra ciudad, cuando gozaba de un gran
prestigio como médico e investigador. En 1881 presentó por primera vez su
teoría sobre la trasmisión de la fiebre amarilla, lo que hizo en Washington
D.C. en el marco de una Conferencia Sanitaria Internacional.
Finlay
nació en Camagüey, el 3 de diciembre de 1833, hijo de un médico inglés casado
con una trinitaria de origen francés. Mostró talento desde sus primeros grados
y a los 11 años sus padres lo enviaron a estudiar a Le Havre, en Francia.
También recibió clases en Alemania y Londres antes de regresar a Cuba.
En 1850
matricula en Jefferson Medical College, en Filadelfia, donde se gradúa cinco
años después. Allí, a través del científico John Kearsley Mitchell, tuvo los
primeros indicios teóricos relacionados con la enfermedad cuyo origen se
dedicaría a investigar.
Aunque
volvió a París entre 1860 y 1861 a profundizar sus estudios, es en Cuba donde
se consagra a la investigación científica. Se casó en 1865 en La Habana con
Adela Shine –nativa de la isla de Trinidad– con la que tuvo tres hijos. Durante
años, partiendo de la teoría metaxénica de la transmisión de enfermedades por
agentes biológicos, la aplicó a la hipótesis de que un mosquito era el
transmisor de la fiebre amarilla. Hizo esta propuesta en 1881, cuando ningún
científico lo había hecho en el mundo.
Al año siguiente identifió al aedes egipty como el transmisor e hizo
recomendaciones para el control de su población como una vía para erradicar la
enfermedad.
Hubo
que esperar casi 20 años para la confirmación de esa verdad, lo que hizo la
Walter Reed Commission en 1900, pero sin reconocerle totalmente a Finlay la
autoría. No fue hasta la aprobación unánime de la moción presentada por la
delegación cubana al X Congreso Internacional de Historia de la Medicina,
reunido en 1935 en Madrid, cuando se reconoció al cubano Carlos J. Finlay como
el primero en demostrar científicamente el principio transmisible de esa enfermedad
por el mosquito Aedes aegypti.
A
mediados de abril de 1898, en el barco que llegó a la bahía de Tampa procedente
de La Habana, en el que venía el general estadounidense Fitzhugh Lee, llegó
también el eminente científico Carlos J. Finlay y su hijo Jorge, junto a un
grupo de distinguidos cubanos. Es probable que en la emigración cubana de Tampa
no se conocieran los grandes méritos del científico camagüeyano, pues no se
hizo un reconocimiento público a su obra, aunque su nombre es realzado entre
los invitados de Fernando Figueredo a un importante acto en el Club Federico de
la Torre, lo que publicó el periódico Patria el 23 de abril de 1898.
De
Tampa siguió a Washington, con el fin de apoyar al Jefe de la Sanidad Militar,
el Dr. Sternberg, quien era su amigo, recomendando las medidas sanitarias a
tomar durante las operaciones militares en Cuba. El propio Finlay viajó a
Santiago de Cuba durante el sitio a esa ciudad. Su plan contra la fiebre
amarilla en el marco de la Guerra Hispanoamericana fue también un arma de
salvación. Con el nacimiento de la República de Cuba, en 1902, Finlay fue
nombrado Jefe Superior de Sanidad.
En
nuestro tiempo, a Carlos J. Finlay se le reconoce en todo el mundo como el gran
científico que descubrió el modo de transmisión de la fiebre amarilla, el
premio anual de Microbiología que ofrece la UNESCO lleva su nombre y el Día de
la Medicina Panamericana se celebra en homenaje a él. Por esas y tantas
razones, nos honra que haya sido uno de los visitantes ilustres a la ciudad de
Tampa y que la ciudad le conserve en la memoria.
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