Cuando se menciona al puertorriqueño Luis Muñoz, es común que el nombre se complete con el segundo apellido, por el impacto que tuvo en la historia de ese país la figura de Luis Muñoz Marín, quien fuera gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico entre el 2 de enero de 1949 y el 2 de enero de 1965. Su legado se relaciona con profundos cambios económicos sociales, políticos y culturales en la Isla del Encanto, si bien la relación de dependencia de Estados Unidos adoptara la ambivalencia del “libremente asociado” con que sigue hasta la actualidad.
Pero no es de
Muñoz Marín, sino de su padre Luis Muñoz Rivera, de quien tratamos en estas
líneas, para rendir homenaje a través de ellas al poeta antillano en el 163 aniversario
de su nacimiento, felizmente acaecido en Barranquitas, el 17 de julio de 1859.
Como el cubano José Martí, fue hijo de españoles y como su contemporáneo se dio
a conocer como poeta, orador, periodista y político. En este campo, se destacó
en las luchas autonomistas, especialmente con sus publicaciones en el periódico
La Democracia, fundado por él en 1890.
Bajo el dominio
colonial estadounidense, Muñoz fundó, en 1899, el Partido Federal de Puerto
Rico. En ese tiempo, creó el Diario de Puerto Rico, publicación desde la que
denunció los errores del gobierno impuesto, especialmente la Ley Foraker, norma
judicial aprobada por el Congreso de Estados Unidos para organizar el gobierno
civil de la Isla.
En 1901, se mudó
a Nueva York, donde comenzó a publicar el periódico bilingüe The Puerto Rico
Herald, desde el que defendió un cambio de régimen de gobierno en su patria. En
1904, de regreso a San Juan, fundó con otros líderes autonomistas el Partido
Unión de Puerto Rico, por el que fue elegido delegado a la Cámara en 1906 y
reelecto dos años después. En 1911, lo nombraron Comisionado Residente en
Washington, cargo que ocupó hasta 1916. En ese tiempo se esforzó en pedir a los
políticos estadounidenses que eliminaran la llamada Ley Foraker, lo que se
consiguió pocos meses después de su muerte, ocurrida en 1916.
Pero más que al
político y periodista constante, cuyo legado mayor se realizó a través de su
hijo, nos llamó la atención su poesía y específicamente algunos poemas donde él
expresa sus sentimientos hacia la isla hermana de Cuba. En general, su obra
poética está entretejida en sus preocupaciones sociales y políticas y se ubica
en los límites de un realismo de mayor fuerza descriptiva que lírica, más a
tono con el Romanticismo heredado que con el Modernismo que entonces afloraba
en Hispanoamérica.
Así como se
piensa en Muñoz Marín cuando se dice su nombre, también se recuerda más a Lola
Rodríguez Tió cuando se acude a la poesía para afirmar la cercanía
cubano-puertorriqueña, por los emblemáticos versos “Cuba y Puerto Rico son/ de un pájaro las dos
alas”. Sin embargo, en varias composiciones poéticas de Muñoz Rivera, cuya obra
está publicada en varios volúmenes, emerge la patria de Martí, como muestra este poema, correspondiente al 22 de junio de 1907.
Cuba, el país de las cañas,
de las selvas seculares,
de las profundas marismas
y de las vegas feraces,
supo arrojar en sus campos
ardientes lluvias de sangre,
para afirmar sus derechos
y salvar sus libertades.
Cuba, la sílfide indiana
envuelta en níveos celajes,
triste como el sol que muere,
bella como el sol que nace,
se yergue fiera y altiva
al sentir en el semblante,
más que la traza del golpe,
la ignominia del ultraje.
Cuba, la tierra bendita
de los poetas brillantes,
de las mujeres heroicas
y de los dulces cantares,
graba con buril de fuego
en páginas de diamante
las fechas de sus victorias
y los nombres de sus mártires.
Cuba, la esclava orgullosa,
alzándose formidable
con empuje soberano,
romperá un día su cárcel;
porque hay plomo en sus
montañas;
porque hay acero en sus
valles,
porque en sus campos hay
pueblo,
porque en sus venas hay
sangre.
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