viernes, 12 de septiembre de 2025

Una agradable conversación con Luis Fernando Cardona

 Luis Fernando Cardona es el director de la Biblioteca Francisco ­Umbral desde su fundación, en São Paulo, Brasil. En una reciente visita a esa ciudad, tuve el placer de visitarla, en la céntrica Avenida Paulista, donde pude conversar con él.

 La amplia sala –en cuyos estantes existe una significativa muestra de literatura hispanoamericana ordenada por países alfabéticamente– está vinculada al Instituto Cervantes radicado en la ciudad.

Después de una agradable charla, le pedí responder  unas preguntas con el fin de contribuir, desde La Gaceta,  a mostrar un espacio en que, sin ser el español la lengua del país,  se defiende y divulga su literatura de servicio universal.

En la Biblioteca Francisco Umbral, de izq. a der.:
 Luis Fernando Cardona, Daniel Gallego Arcas
 (director del Instituto Cervantes en São Paulo),
Gabriel y Haydée Cartaya. 

Desde la creación de la Biblioteca Francisco Umbral en 2024, usted ha sido su organizador y guía. ¿Podría hablarnos de las razones, ambiente, instituciones y personas que hicieron posible su fundación?

El Instituto Cervantes de São Paulo inició sus actividades en 1998 como un Centro de Formación de Profesores, operando sin sede convencional y ejerciendo de manera itinerante con el propósito de formar docentes de español en diversas regiones de Brasil.

En 2004, este centro fue elevado a la categoría de sede oficial del Instituto Cervantes en la ciudad de São Paulo, lo que le permitió contar con instalaciones propias en el edificio Eloy Chaves, ubicado en la emblemática Avenida Paulista. Ese mismo año entró en funcionamiento el Espacio Cultural del instituto, ubicado en la planta baja, que comprendía una sala de  exposiciones, un auditorio y, en noviembre de 2004, la Biblioteca Francisco Umbral.

Posteriormente, el 24 de febrero de 2005 tuvo lugar la inauguración oficial del Instituto Cervantes de São Paulo, en un acto presidido por los Príncipes de Asturias y el ministro de Educación de Brasil, Tarso Genro, entre otras autoridades. En esa ocasión, la biblioteca fue formalmente establecida como parte integral del Espacio Cultural.

La Biblioteca Francisco Umbral se concibió como un referente cultural para las culturas hispánicas en São Paulo, con un énfasis en la promoción del idioma y la literatura española y latinoamericana. Su especialización se refleja en una colección de aproximadamente 25 mil documentos.

Este acervo se enriquece constantemente mediante adquisiciones y donaciones provenientes tanto de particulares como de instituciones comprometidas con la difusión de la cultura hispánica. La biblioteca no solo respalda la enseñanza del español y la difusión cultural, sino que también apoya la investigación y estimula una lectura crítica y reflexiva.

La creación y consolidación de la Biblioteca Francisco Umbral resultaron de la colaboración entre varias instituciones clave: primeramente, el Instituto Cervantes, como órgano promotor dependiente del gobierno español, quien ha sido el principal responsable de su implementación, gestión y financiación.

Participaron también entidades públicas y culturales del gobierno español, representación simbólicamente reforzada mediante actos protocolares, así como del gobierno brasileño, especialmente en la inauguración formal del Instituto, donde estuvieron presentes figuras como el ministro de Educación, Tarso Genro, entre otros.  Además, el desarrollo de la colección fue favorecido por donaciones de particulares y de instituciones culturales, lo cual contribuye al crecimiento y diversificación del fondo bibliográfico.

Las autoridades que asistieron a la inauguración formal del Instituto –incluidos los Príncipes de Asturias, el ministro Tarso Genro y otras figuras relevantes– dieron peso institucional y visibilidad pública al proyecto en su conjunto.

¿Por qué el nombre de Francisco Umbral?

La Biblioteca del Instituto Cervantes de São Paulo lleva el nombre Francisco Umbral como reconocimiento simbólico a su destacada contribución literaria y, sobre todo, por haber sido galardonado en el año 2000 con el Premio Miguel de Cervantes, el más importante de las letras en lengua española.

La elección de este nombre fue claramente intencional y conmemorativa: al inaugurarse la biblioteca en noviembre de 2004 como parte del nuevo Espacio Cultural del Instituto Cervantes en la Avenida Paulista, se le dio el nombre de Francisco Umbral.

Este acto de nombramiento fue ratificado y refrendado en un momento muy importante para el Instituto: durante la inauguración oficial de la sede el 24 de febrero de 2005, la biblioteca fue formalmente designada con ese nombre, y se creó además un fondo especial dedicado a su obra. En resumen, la biblioteca lleva ese nombre por el prestigio literario de Francisco Umbral y su condición de Premio Cervantes 2000, lo cual le aporta identidad cultural y visibilidad destacada.

El Instituto Cervantes tiene una biblioteca en cada una de sus sedes. Si es así, ¿hay intercambios bibliográficos entre ellas en respuesta a exigencias de sus usuarios?

Sí, efectivamente, el Instituto Cervantes dispone de bibliotecas en muchas de sus sedes alrededor del mundo, integradas en la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes (RBIC). A través de esta red, se gestionan intercambios bibliográficos para satisfacer las necesidades de los usuarios.

El préstamo interbibliotecario es un servicio disponible para los socios de cualquiera de las bibliotecas del Instituto Cervantes, quienes pueden solicitar documentos (libros, artículos, etc.) que no se encuentran disponibles en su acervo local, pero sí en el de otras bibliotecas de la red.

 El usuario realiza la solicitud mediante un formulario electrónico en la web de la biblioteca donde es socio.  Se abona una tarifa que varía según la biblioteca solicitada y el país de origen.  La biblioteca destinataria gestiona la petición y notifica al usuario vía correo electrónico cuando el material está disponible. En muchos casos, los documentos prestados solo pueden consultarse dentro de la biblioteca prestataria, aunque algunas obras pueden salir, si la biblioteca lo permite. Los plazos, condiciones y costos específicos (envío, devolución, reproducciones) son definidos por la biblioteca que facilita el material.

La biblioteca del Instituto Cervantes en São Paulo participa activamente de este servicio.  Los usuarios pueden solicitar obras que no estén en su colección local, solicitándolas desde otras bibliotecas de la red del Instituto Cervantes o incluso de otras bibliotecas españolas.  Además, la sede de São Paulo ofrece su propio acervo a todas las demás bibliotecas que lo necesiten, mediante una solicitud formal (postal o electrónica). El préstamo estándar es de un mes, prorrogable por un mes más si es necesario.

Edificio en la Avenida Paulista de São Paulo donde
 radica el Instituto Cervantes y su Biblioteca Francisco Umbral.

Pude observar en sus estantes que disponen de una muestra significativa de la literatura de países hispanoamericanos. ¿Qué fuentes principales le han permitido su obtención y que dificultades han limitado su enriquecimiento?

La presencia destacada de literatura hispanoamericana en los estantes de la Biblioteca Francisco Umbral del Instituto Cervantes de São Paulo se debe a la sólida estructuración de sus acervos, sostenida por varias fuentes clave, aunque también enfrenta algunas limitaciones.

Las principales fuentes de obtención de la colección son las adquisiciones directas La biblioteca cuenta con unos  25 mil documentos, mediante compras específicas de obras representativas de la cultura española e hispanoamericana. Asimismo, las donaciones son un aporte valioso que proviene de particulares e ­instituciones  ­interesadas  en promover la cultura hispánica. Estas donaciones permiten diversificar y enriquecer el acervo.

Las principales dificultades y limitaciones para el enriquecimiento tiene que ver con los recursos financieros y capacidad adquisitiva.  La dependencia de compras y donaciones implica que el crecimiento del fondo puede estar limitado por el presupuesto asignado y la disponibilidad de donantes.

¿En cuáles actividades de las que organizan hay más participación?

La Biblioteca Francisco Umbral del Instituto Cervantes de São Paulo ofrece una variada programación cultural y formativa, entre la cual los Círculos de Lectura destacan por su frecuencia y participación activa. Se realizan dos veces por semana. Cuando es posible, se organiza una exposición bibliográfica centrada en el autor del mes, con el fin de facilitar el acceso a sus obras. Esta programación semanal expresa claramente su relevancia y continuidad dentro de la oferta cultural de la biblioteca.

Entre otras actividades, resaltan El Club del Libro, Club Virtual de Lectura, visitas guiadas y formación de usuarios.  Entre otros servicios continuos se encuentran los audiolibros, el acceso a Internet, la consulta en sala y el uso de bases digitales, que están disponibles de forma ininterrumpida para los usuarios con carné.

Las actividades con mayor periodicidad y, muy probablemente, con mayor participación, son los Círculos de Lectura, debido a su frecuencia semanal y enfoque participativo. El Club del Libro y el Club Virtual de Lectura, por su parte, complementan la oferta con propuestas bimensuales y digitales, respectivamente, con menor periodicidad y convocatoria más específica. Otras acciones, como las visitas guiadas y los recursos digitales, tienen un carácter más puntual o funcional dentro de la biblioteca.

¿Qué escritores han visitado la biblioteca y contribuido con sus libros y opiniones a su crecimiento?

Varios escritores se han hecho presentes en la biblioteca, con sus visitas y su participación en las actividades que realizamos. Me gustaría mencionar a algunos: María Dueñas, Rosa Montero, María Oruña, Jesús Barquet, Jorge Franco, Pilar Quintana, Melba Escobar, Alfonso Mateo-Sagasta, Pedro Mairal, Pia Barros, Jorge Edwards, etc.

Comentábamos en la conversación que sostuvimos en la biblioteca que, cuando una persona organiza y dirige por mucho tiempo una institución de esta naturaleza, la identificación entre la obra y el autor termina dándoles un inocultable parecer. ¿Cuánto tiene la Biblioteca Francisco Umbral de Luis Fernando Cardona?

Más que de Luis Fernando Cardona, la biblioteca tiene mucho de lo que puede aportar un bibliotecario colombiano que aunque se formó en Brasil, tiene una visión amplia de la cultura en español y que intenta que la biblioteca sea el reflejo de la cultura de los 21 países que tienen el español como lengua oficial. Y que además sabe que las lenguas indígenas de América y las lenguas cooficiales de España también necesitan estar contempladas en sus fondos.

Me siento satisfecho. Creo que de alguna manera voy poniendo mi granito de arena para que el mundo sea un poco mejor. Todo lo que podamos hacer para que la cultura llegue a las personas es un aporte a la mejora de la humanidad y las bibliotecas yo diría que son los pulmones de la cultura: hay que protegerlas, defenderlas, crear otras.

Por favor, ¿podría dirigir unas palabras a los hispanohablantes que viven en Estados Unidos?

En primer lugar, saludarlos desde São Paulo, Brasil. En segundo lugar, hablarles como un hispanohablante que se fue a vivir a otra cultura con otra lengua: vuelvan a sus orígenes culturales, vuelvan a su cultura de origen. Lean en español a autores españoles e hispanoamericanos. Sientan orgullo de la cultura en español. Recuperen su lengua materna, cultívenla. Volver a nuestra cultura primera es rencontrarnos con nosotros mismos. El español es riquísimo y cada vez va ganando más presencia internacional. Si tienen hijos, anímenlos a aprender español.

 

 

viernes, 5 de septiembre de 2025

Palabras del escritor Manuel Vázquez Portal, al presentar en Miami El secreto de la andaluza

 El sábado pasado, se hizo en Miami una presentación de la novela El secreto de la andaluza. La reunión tuvo lugar en un amplio zaguán de  la casa  del escritor Gumersindo Pacheco, a la que ya sus contertulios llaman El consulado de Cabaiguán. Allí, el escritor y poeta Manuel Vázquez Portal, autor de Donde madura el limonero, entre otras obras, leyó unas palabras que comparto con los lectores de esta columna.

Palabras de Vázquez Portal (fragmento)

Gabriel Cartaya acaba de publicar una novela tramposa. Llena de sobresaltos, trapisondas, acechanzas, embocadas literarias e históricas. Una novela que es historia y una historia que es novela. En ella, ficción y realidad se amalgaman como se juntan las aguas del Cauto y el Contramaestre hacia una eternidad llamada Dos Ríos. No se sabe si la historia calza a la novela o la novela pone en horma a la historia. El caso es que se trata de una novela tramposa y linda como la gaditana que pila café en un Diario que se torna evangelio.

Cuando digo tramposa, digo llena de ardides narrativos propios de un novelista maduro que sabe hilar una progresión dramática matizada con subjetividades y suspensos, con misterios y revelaciones que rebasan los límites de la novela y se adentran en el alma nacional. La linda gaditana es protagonista y narradora a la vez. El punto de vista está ubicado en sus vivencias y memorias, mientras la trama gira alrededor de unas páginas perdidas que serán la aguja con que se va tejiendo una historia de amores y lealtades, traiciones y desencantos.

Emilia Sánchez Collé es la primera emboscada narrativa que nos tiende Cartaya. Parece que ella será el pretexto para desarrollar una de las tantas hipótesis sobre la páginas perdidas del Diario de campaña de José Martí, pero pronto comprendemos que es el hilo conductor de una historia que va más allá de anécdotas, pasiones y recuerdos personales, una historia que involucra a la independencia, la república, la nación y las personalidades que la harán avanzar o retroceder a través del tamiz que ella guarda como secreto: el criterio martiano de república “con todos y para el bien de todos”.

La novela puede adquirirse en Amazón

La pérdida de las páginas del Diario trajo consigo un aluvión de hipótesis sobre quién las sustrajo y por qué razón. Pero todas no sobrepasaron el carácter especulativo. Los que achacaron el acto a Ramón Garriga nunca tuvieron una prueba fehaciente, quienes culparon a Máximo Gómez de haberlo hecho nunca lo probaron. Otros apelaron a la bondad y grandeza del propio Martí, quien, para no zaherir a los héroes de la dimensión de los involucrados en la conversación de La Mejorana, las arrancó de mano propia. Y es esta última hipótesis la que abraza Cartaya para regalarnos El secreto de la andaluza.

La estratagema literaria de un amor secreto entre Emilia y Martí, recién llegado este al Puerto de Cádiz tras su encarcelamiento y deportación, mucho antes de conocer al heroico y bueno de Rosalío Pacheco, es el detonador de una historia de amor y lealtad que irá sazonando la verdadera historia que se desea reflotar: la historia de una república inconclusa que Emilia corrobora con su vida a lo largo de un siglo.

El dilema entre civilidad y militarismo, entre caudillismo y democracia, que hizo de la reunión de La Mejorana un cónclave ríspido e incómodo y, que al perecer es el tema de las páginas perdidas del Diario, subyace a lo largo de toda la novela. Emilia aspira a una republica idealizada por un iluminado mientras vive una república real que avanza y retrocede, según el liderazgo de turno. Ella se ilusiona y desilusiona continuamente porque todos para llegar al poder apelan al sagrado legado de un apóstol que luego traicionan o no pueden llevar a la práctica. Así el secreto de la andaluza se va convirtiendo más en metáfora que en verdadero secreto. Pasa a ser un secreto a voces y se convierte en ideario popular: Martí no debió de morir. Lo que hace del sueño de Emilia y la aspiración de la nación una historia contrafáctica donde Martí sigue siendo un monte de espumas, un anhelo inalcanzable.

Luego de tres generaciones observando los vaivenes de una república que cojea, pero avanza, Emilia tiene la última revelación, según el misticismo espiritista muy popular en la zona oriental cubana y que ella parece descubrir en la ancianidad: “Lo imperdonable es que, en la búsqueda de la república deseada, soñada, se sustituyera la que tenemos por una extranjeriza, ajena a nuestra cultura, tradición y rica diversidad. Muy nocivo sería que se imponga un gobierno en el que, en nombre de todos, una persona ocupe el lugar de todos. Y siempre, siempre, habrá que levantar la bandera de la república soñada, poniendo empeño en mejorar cada día la que se ha logrado”.

Todo ello desde el punto de vista temático, porque desde el punto de vista formal El secreto de la andaluza recorre caminos diversos. Va de una prosa poética con verdaderos hallazgos en la trasformación del lenguaje coloquial en lírica delicada y sugerente, a una coloquialidad expositiva y ensayística en los diálogos donde se teoriza sobre tendencias políticas y filosóficas de la época y en los cuales participan personalidades reales de reconocida trayectoria cultural y política, pasados por descripciones de un erotismo galopante, pero sin vulgaridades que afeen el acto de amar, hasta llegar a una serenidad narrativa que hace de su lectura un trascurrir ameno por la vida de sus personajes y la historia de un país.

viernes, 8 de agosto de 2025

Dania Ferro presenta en Tampa su última novela

 El próximo 17 de agosto, la escritora Dania Ferro presentará en Tampa la novela  Mi esposa y yo tenemos amantes. La autora, de origen cubano y radicada en Fort Myers, ya había llamado la atención con Me cansé de compartir a mi pareja, una polémica novela donde también el erotismo se expresa con desinhibida franqueza.

La literatura erótica, sin ser un género en sí mismo, expresa desde la antigüedad la relación íntima del amor de pareja, si bien los patrones morales impuestos por la sociedad –establecidos mayormente por la religión– han limitado  su libre expresión durante siglos. Si la novela El amante de Lady Chatterley, de D.H. Lawrence (1885-1930), fue prohibida durante décadas en varios países por ser considerada obscena, hoy se le evalúa como una obra cumbre del erotismo literario. Es solo un ejemplo para ilustrar la resistencia a tratar la experiencia sexual humana en los libros que se ofrecen al público y la osadía de sus autores, especialmente cuando se trata de una mujer. Pero Dania Ferro (1984) ahonda con esmero en las pasiones amorosas con espontaneidad, sin ocultar el lenguaje del cuerpo en los latidos del corazón.

Esperando su presencia en Tampa en una presentación organizada por Tampa Lector en el Club Cívico Cubano, le pedimos a Dania nos respondiera unas breves preguntas para La Gaceta, a lo que accedió con manifiesta gentileza.

¿Frente a qué desafíos nace y crece la escritora que hay en ti?

La escritora en mí nace del silencio y del desamor. Nace en una infancia sin grandes celebraciones, donde no se hablaban las emociones y donde había tantas carencias emocionales como materiales. Creció como un refugio frente al abandono, como una forma de encontrar sentido a lo que dolía.

Escribir fue primero una necesidad, luego una salvación y, más adelante, una decisión consciente de contar lo que muchas callan. Mi literatura crece entre los escombros de lo no dicho, de lo prohibido, de lo íntimo y lo social que a veces se entrelazan.

¿Cómo se equilibran –o pugnan– el goce del cuerpo, la satisfacción del espíritu y las exigencias morales en Mi esposa y yo tenemos amantes?

En Mi esposa y yo tenemos amantes, esas tres fuerzas no solo pugnan, se abrazan, se contradicen, se confiesan. El cuerpo pide placer, el alma exige conexión, y la moral interfiere como un juez interno que a veces se cuestiona a sí mismo. No hay respuestas cerradas en esta novela, porque está escrita desde la complejidad del ser humano real. La voz narrativa, masculina y profundamente vulnerable, nos lleva por un camino donde lo correcto no siempre es lo que se elige, pero lo elegido siempre deja una huella. Mi literatura no da lecciones, plantea preguntas.

 ¿A cuánto has renunciado y cuánto has ganado (no en términos monetarios, claro) en el ­camino de la literatura?

He renunciado a la comodidad, a encajar, al silencio, a ciertas relaciones que no supieron sostener la intensidad de mis sueños. La escritura me ha costado horas de sueño, me ha enfrentado a mi propia sombra, me ha hecho cuestionar mis recuerdos y, muchas veces, abrir heridas que ya estaban cerradas con cinta adhesiva.

Pero he ganado verdad, comunidad, una voz propia y la posibilidad de tocar otras almas con la palabra. He ganado libertad, y eso vale más que cualquier estabilidad.

¿A qué autores debes más como escritora?

Les debo mucho a los autores que han escrito desde la herida, desde la piel y la entraña. A Jaime Baylye e Isabel Allende, por su forma de entretejer historia y emoción; a José Martí, una pluma que tanto amo y respeto; a Elena Poniatowska, por darle voz a las mujeres silenciadas; a Eduardo Galeano, por hacer poesía con la política. Y también a Clarice Lispector, por enseñarme que lo íntimo es tan literario como lo épico.

Pero también le debo a mis abuelas, a las mujeres que escuché contar historias de la vida real con una intensidad literaria sin saberlo.

Eres una escritora joven, ¿hacia dónde vuelan tus sueños?

Mis sueños vuelan hacia el cine, hacia los escenarios, hacia el corazón de cada lector que se atreve a reconocerse en lo que escribo. Quiero seguir contando historias que incomoden y sanen, que sacudan y abracen.

Sueño con una literatura más honesta, menos domesticada. Con libros que no necesiten aprobación para existir, y con mujeres que se reconozcan en mis páginas y digan: “Esto también me pasó a mí”.

De tus labios, alguna frase a la ciudad de Tampa...

Tampa es para mí el umbral de lo posible. Fue en esta ciudad donde me invitaron por primera vez a una feria del libro. Aquí han florecido tantos cubanos, lejos de sus raíces, pero sin olvidar su origen.

A esta ciudad le digo: Gracias por acoger mis palabras como si también fueran tuyas, por ser testigo del renacer de una mujer cubana que escribe para no olvidar de dónde viene, pero también para imaginar hacia dónde puede ir.

 

 

lunes, 4 de agosto de 2025

Hablar en Tampa del Círculo Cubano

 


El pasado sábado, el director de la emisora de radio CMQ 1300, Armando Echeverri,  me pidió hablar a su audiencia sobre la historia del Círculo Cubano de Tampa. El programa, que transmiten desde el Centenial Park de Ybor City todos los sábados, entre las 10 a. m y las 2 p. m., tiene entre sus propósitos divulgar la historia de la ciudad y la presencia hispana en ella.

Qué decir del Círculo Cubano, ubicado en ese hermoso edificio  de estilo  neoclásico, imponente por más de cien años en el corazón de Ybor City, orgullo del patrimonio arquitectónico de la ciudad, enclave de la evolución de la cultura cubana anunciada desde el busto de José Martí en su pórtico y sitio acogedor de la comunidad tampeña y visitantes a nuestra hermosa bahía.

Para hablar de este lugar registrado entre los sitios históricos de la nación, hay que empezar por su antecesor, El Liceo Cubano  creado en 1890 en  la 7.ª avenida y calle 13, edificio de madera donado por Vicente Martínez Ybor a los trabajadores de su fábrica de tabacos. Allí se reunieron las organizaciones cubanas Club Ignacio Agramonte y Liga Patriótica, convirtiéndolo en el centro de sus actividades patrióticas y culturales. A ese lugar llegaba José Martí en cada una de sus visitas a Tampa, desde la primera vez en que fue invitado a la ciudad. La primera vez, el 26 de noviembre de 1891, pronunció el discurso “Con todos y para el bien de todos”, uno de los más profundos y hermosos del ideario hispanoamericano.

El Liceo Cubano de Ybor City  no solo fue el lugar donde nació el Partido Revolucionario Cubano, sino el centro desde el que se dio apoyo en Tampa a la preparación, inicio y desarrollo de la Guerra de Independencia de Cuba. Al terminarse el conflicto armado, la mayoría de los cubanos que vivían en la ciudad regresaron a la Isla, entre ellos quienes habían ocupado un papel dirigente entre su comunidad, como es el caso de Ramón Rivero, Néstor y Eligio Carbonell y muchos de los que fueron fundadores del Liceo Cubano.

En el Círculo Cubano, durante la grabación de un programa
 de radio en español de la  emisora WALT, en 1946. 

Pero quedaron en la ciudad cientos de cubanos, asentados para siempre con su familia en la tierra que les dio abrigo y donde muchos eran profesionales, empresarios, trabajadores. Por ello, en 1900 decidieron crear una nueva institución, una especie de continuidad de lo que había sido el glorioso Liceo. Así, un grupo de patriotas, entre los que figuraban Manuel Granado, Joaquín Álvarez, Guillermo Sorondo, Alberto Varona,  Juan Llépe y otros, propusieron fundar el Club Diez de Octubre, nombrado así en homenaje a la fecha en que Carlos Manuel de Céspedes  inció la Guerra de Independencia de su país. En un edificio de madera, ubicado en la calle República de Cuba (14) con esquina a la avenida Palm, fue inaugurado aquel “centro de instrucción y recreo”, según su primera declaración.

Hay que decir toda la verdad. La nueva institución, a diferencia de la que le antecedió, no vendría a acoger a todos los cubanos por igual, dando prioridad a las  jerarquías sociales y piel blanca. Eran días oscuros en que la segregación racial era atizada por leyes como las de Jim Crow y, alejados del clima unificador potenciado en torno a un ideal independentista, penetró en las nuevas directivas del Club un componente racista. Ello provocó que, a su vez, los cubanos de visible mezcla africana fundaran su propia organización, a la que llamaron Unión Martí-Maceo, juntando significativamente al mayor líder de procedencia blanca con el cimero adalid de piel negra de su historia.

Con todo, el Círculo Cubano jugó un papel activo en la representación y apoyo a la comunidad, gracias a su enfoque en la cultura, la educación,  la salud y la recreación.

En 1902, los miembros del Club Diez de Octubre decidieron cambiar su nombre y, desde entonces, se llama Círculo Cubano. Sin embargo, hacia 1907 la edificación sufrió el embate de las llamas y, probablemente, gran parte de su documentación original fue incinerada. A partir de entonces se hizo un esfuerzo en levantar un nuevo edificio en el mismo lugar. En 1914, comenzó la nueva construcción, de ladrillo amarillo, al estilo neoclásico. Su arquitecto fue M. Leo Elliot, a quien debemos su imponente belleza.

El que disfrutamos hoy es el edificio inaugurado en 1917,  con un teatro, cantina, salones amplios, si bien carece en la actualidad de su original biblioteca, salón de lectura, balneario, farmacia y diversos servicios de salud y educación que ofreciera durante muchas décadas.

Las relaciones del Círculo con Cuba siempre fueron estrechas. La biblioteca del centro  mantenía suscripciones con periódicos y revistas de la Isla como Bohemia, Carteles, El Diario de la Marina y otros.  Frecuentemente, venían músicos cubanos a ofrecer espectáculos, entre los que se destaca la visita de Benny Moré, Celia Cruz, La Sonora Matancera, Arsenio Rodríguez, Ñico Saquito y otros artistas de renombre.

En nuestros días, el Círculo Cubano –presidido por Patrick Manteiga–,  mantiene sus puertas abiertas a diversas actividades mediante el alquiler de sus espacios, cuyas ganancias se dirigen a remozar y mantener el edificio en buen estado. Asimismo, acoge eventos culturales y conserva el espíritu de cubanía con el que fue creado, si bien se expande a toda la comunidad sin distinción de clases, orígenes o credos. Así, conserva su esplendor e identidad en el rico escenario arquitectónico, histórico, social y cultural de nuestra ciudad.

viernes, 25 de julio de 2025

Amir Valle sobre El secreto de la andaluza

 La andaluzael secreto y otras miradas humanas a ciertas historias

Por Amir Valle

José Martí es, de muchos modos, un mito controversial. Y es que, sobre esta trascendental figura de la historia de Cuba, se han generado manipulaciones de toda índole, un abuso que ha provocado que muchos cubanos vean al Martí (en ese todo que fue en tanto héroe/patriota/poeta/ser humano) como un arma ideológica en manos del poder político, o como una figura histórica veleta que se sopla a conveniencia del poder político o la oposición. Incluso hay quienes consideran que es una personalidad sobrevalorada e intentan desacreditar su rol en la historia y la literatura.

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Por suerte para quienes seguimos creyendo que fue un ser excepcional y de muchos modos modélico, la literatura cubana está intentando despojar al ser humano llamado José Martí de todos esos esquematismos ideológicos, políticos y hasta chismográficos de su intimidad con los cuales la historiografía y el discurso político han erigido su estatua de mármol o bronce en el ideario del pueblo cubano.

Mucho se ha escrito sobre José Martí, lo cual habla de la excepcionalidad de su figura en la historia nacional. Debemos precisar también que, lamentablemente, se ha escrito “mucho y mal”, pues entre tan múltiple y numerosa bibliografía son raros los acercamientos que no padezcan de sesgos que enrarecen la grandeza de un hombre que apenas en 42 años de existencia se inscribió en el gran libro de la historia hispanoamericana. Pero en los últimos dos años he tenido el privilegio de editar dos excelentes novelas cubanas que buscan humanizar la tan vapuleada figura de quien ha sido ensalzado, con igual rabia o pasión, en términos místicos como “apóstol”, patrioteros como “héroe nacional”, y hasta propagandísticos como “autor intelectual del Moncada”… Me refiero a las novelas La noche bella no deja dormir, de Froilán Escobar (Ilíada Ediciones, 2023), y Cuba y la noche, de Yandrey Lay (Ilíada Ediciones, 2024). Ahora llega a mis manos, esta novela, El secreto de la andaluza, del historiador y escritor cubano Gabriel Cartaya, editada en Estados Unidos por Classic Subversive Editions, que dirige el poeta cubano Alberto Sicilia.

Y nótese que, al hablar del autor de esta novela, dije primero “historiador”. Porque esta novela está edificada capítulo a capítulo sobre la base de hechos, evidencias y detalles históricos en torno a la existencia de Martí, que Gabriel Cartaya conoce a la perfección porque lleva años investigando todas esas áreas tan dispersas y discutibles de nuestra historia patria. Ese conocimiento profundo de los detalles es el primer gran mérito que tiene El secreto de la andaluza: en la novela, entrelazados dramáticamente, el hecho comprobado, la suposición histórica basada en análisis de evidencias y hasta el rumor de veracidad posible, configuran la humanidad de Martí, en su más íntima y pública actuación, para ofrecer un retrato creíble de sus virtudes y defectos, léase de su más natural posible comportamiento como individuo. Pero, además, aquí se reconstruye el escenario de esa Cuba enrarecida que vivieron los cubanos, mambises o de pueblo llano, tras la muerte de Martí en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, la entrada de los norteamericanos en la guerra cubana contra España, las imposiciones impuestas por Estados Unidos a los guerrilleros mambises una vez terminada la guerra, y muchas de las manquedades, oscuridades y vergüenzas históricas con las que nació nuestra República. Una reconstrucción hecha desde la perspectiva de los de abajo, esos que ganaron la guerra contra España, pero, al final, no obtuvieron la victoria que soñaban. Y mucho menos, el reconocimiento que merecían.

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El contrapunteo que Cartaya establece todo el tiempo entre Martí y otras grandes personalidades de la historia cubana –digamos, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Guillermo Moncada, Flor Crombet, Jesús Rabí, por solo citar algunos– no se utiliza en esta novela para reafirmar la grandeza de este catálogo de héroes, sino para desnudar sus más pequeños actos humanos: la fidelidad, la envidia, la honestidad, los celos, la complicidad, las desavenencias, la confianza, las dudas… imperfecciones y virtudes que equilibran incluso la presencia novelada de los personajes menos relevantes en la historia aquí contada y les quitan, a todos, protagonistas o secundarios, esa pátina de estatua fría y muerta con la que los estudios historiográficos suelen pintar a ciertos personajes históricos y a ciertos momentos de la historia patria.

Además de humanizar a los personajes, otro de los méritos de esta novela es colocar en juicio el rumor: en este caso, el más controvertido de los rumores políticos que Martí ha generado, ese que habla de unas páginas pérdidas (o arrancadas a propósito por alguien) en su Diario que mostrarían verdades que otros líderes mambises desearían ocultar a la opinión pública, se aborda mediante un contrapunteo dramático en el que cada uno de los personajes implicados (encabezados magistralmente por Emilia, la andaluza amiga de Martí) juega una carta escondida, que se anuncia al lector mediante el narrador correspondiente, pero nunca se devela del todo. La intriga, de ese modo, crece, se expande de un escenario geográfico a otro, y se erige en leitmotiv de la trama para lanzar un cuestionamiento esencial a la gesta liberadora cubana y al futuro de la Isla: ¿es válido ocultar la verdad, cuando esa verdad pueda generar polémica y división?, ¿está justificada la omisión de ciertos hechos oscuros, bajas reacciones, comportamientos innobles y defectos humanos para no enlodar fines supuestamente más excelsos y trascendentales en la historia nacional?, ¿hasta dónde no exponer las miserias humanas y las equivocaciones humanas sirve para preservar una aspiración futura? El autor, Cartaya, pone aquí a Martí y a otros fieles a su idea de país a cuestionarse ciertos procederes de los líderes que podían afectar la Cuba libre y democrática –y de los cubanos, con los cubanos y para los cubanos– por la que todos decían luchar. Cuestionamiento que junto a otras ocultaciones intrigantes y a maquinaciones cuestionables de algunos de los protagonistas (incluidos Martí y su amiga andaluza Emilia), y, a partir de un punto en el conflicto de la novela: los  retos humanísimos y los titubeos e incertidumbres de la andaluza ante la comisión que Martí le ha dejado en las manos, mantienen el interés por el desarrollo de la trama y colocan ante el lector nuevas preguntas, de las que solo quiero referir una para no adelantar nada sobre esa nueva oleada de conflictos: ¿hasta dónde debe llegar la fidelidad a una promesa y a un recuerdo sentimental cuando se trata de un secreto que podría cambiar la historia?

Cartaya, además de historiador, es un excelente narrador. Ha sabido combinar con excelencia el relato histórico con el relato especulativo sin que se vea afectada ni la HISTORIA, así escrita toda la palabra con mayúscula, ni la credibilidad que debe poseer todo escenario ficcionado que se respete. Ha logrado construir personajes de una singular fortaleza psicológica, muchos de ellos históricos, rompiendo los tópicos con los que la historiografía cubana los había delineado. En el plano lingüístico ha estructurado una novela que oscila entre el lenguaje poético, la inclusión de muy acertados fragmentos de la obra ensayística o de memoria de Martí, y una también muy lograda narración de los sucesos con una visualidad que posibilita recordar grandes pasajes de esta novela. Y en lo concerniente a la dramaturgia de la obra, ha sabido jugar con todos los ganchos de interés en las historias de cada personaje, para imbricarlos en una puesta en escena llena de sensibilidad, estremecimientos, impactos, en torno a una pregunta mayor, de impresionante actualidad: ¿pueden las miserias humanas de los grandes protagonistas de la historia destruir esa república “con todos y para el bien de todos” que tantos cubanos han soñado desde el mismo día en que comenzamos a pensar como nación?

Yo encontré mi respuesta en esta novela y atisbando esa realidad difícil y controvertida que vive hoy la Isla. Ahora deberán ser ustedes, los lectores que seguro tendrá esta exquisita e importante novela de Gabriel Cartaya, quienes aquí, en El secreto de la andaluza, deberán encontrar sus propias respuestas.

 Berlín, 11 de julio de 2025.



viernes, 18 de julio de 2025

El Dr. James López en la presentación de El secreto de la andaluza

 El pasado sábado fue presentada en Ybor City la novela El secreto de la andaluza, en la sala de la Unión Martí-Maceo. Como autor de esa obra, agradezco profundamente la presencia de alrededor de sesenta personas, muchas de las cuales expresaron su motivación a través de comentarios, preguntas y adquisición del libro. Asimismo, a Alberto Sicilia, presidente de Tampa Lector y editor, por la organización del evento y las cálidas palabras en su apertura.

La primera sorpresa consistió en escuchar desde una pantalla el extenso dicurso-video que el escritor Amir Valle hizo llegar desde Berlín, con una opinión positiva acerca de la obra presentada. Su intervención, al enviar también su escrito, la publicaremos en La Gaceta. Esta vez, damos a conocer algunos fragmentos del análisis realizado por el Dr. James López, profesor de literatura en la Universidad de Tampa.


Fragmentos del discurso del Dr. James López

Quienes han tenido el privilegio de leer El secreto de la andaluza sabrán que su punto de partida es tan intrigante como revelador: las páginas perdidas del Diario de campaña de José Martí, aquellas páginas arrancadas por razones misteriosas, aunque no del todo incomprensibles, y que algunos atribuyen al general Máximo Gómez. Esta novela ofrece una versión alternativa de los hechos y de las razones que llevaron a esa notoria omisión, que tanta repercusión ha tenido en la historia cubana. A partir de ese vacío, Gabriel construye una historia alternativa –una contra-historia– que le permite explorar el origen mismo de la República cubana, y su posible evolución (accidentada, por cierto) hacia una democracia moderna, representativa, y fiel al espíritu martiano, antes de ser interrumpida por la Revolución del 59.

Esta estrategia literaria se inscribe en una larga tradición de novelas históricas ­–pensemos en El general en su laberinto de García Márquez, por ejemplo– en donde la literatura despliega su prodigiosa capacidad especulativa para enriquecer y profundizar nuestro sentido histórico, liberando a los grandes personajes históricos del mármol que los ha inmovilizado, y devolviéndoles su humanidad, es decir, su fragilidad, su cotidianidad, sus dolores y sus dudas. En el caso de El secreto de la andaluza, este proceso ocurre casi al revés, y mediante una protagonista inesperada: una mujer andaluza, sencilla en apariencia y ambición, y que, sin embargo, parece encarnar toda la sabiduría popular cubana, articulando en su lenguaje directo y sencillo una visión limpia de ideologías y ambiciones. Esa “linda andaluza” que Martí eterniza en la breve descripción que de ella incluye en las páginas de su Diario, adquiere en la novela de Gabriel dimensiones casi míticas, y a través de su narración nos devuelve el espíritu de Martí, como hombre, como amante, como pensador, y como cubano, como si su voz reemplazara, con ternura y lucidez, las páginas desaparecidas del Maestro.

Si bien la novela se titula El secreto de la andaluza, lo cierto es que esa andaluza no guarda un secreto, sino muchos secretos. Secretos que le permiten ver lo que Unamuno llamó la infrahistoria, esa historia que no se encuentra en los libros escolares, sino en las experiencias de vida de quienes desde el anonimato sostienen una nación: los que luchan, aman, sufren y mueren entre los vaivenes de la política doméstica e internacional. Y así es que la andaluza de la novela se convierte en el vehículo para que el autor efectúe una reevaluación de los logros y fracasos de la nación cubana, ofreciéndonos una radiografía lúcida de la República y de muchas de sus figuras conocidas, y muchas otras olvidadas, borradas por la amnesia impuesta tras la Revolución.

Ahora bien, es importante decir que no se trata de una novela solo para iniciados en la historiografía cubana. Es cierto que El secreto de la andaluza es una novela profundamente cubana –conociendo a su autor no pudiera ser de otra manera– y también es verdad que requiere de cierto conocimiento histórico para aprovechar toda su riqueza referencial. Pero también es –como soñaba Martí– una obra “con todos y para el bien de todos”. Por eso no quisiera dejarles con la impresión de que se trata solo de una novela de tesis, o una novela de ideas. Lo es, sin duda, pero también es mucho más que eso.

Porque esta andaluza –que tanto ve, tanto sufre y tanto goza– descubre en la naturaleza, en la forma de hablar de la gente independiente de su procedencia social, en la cotidianeidad familiar, en el contacto humano y lo erótico, la verdadera clave de la felicidad, y la medida de lo esencial. Más que en el discurso político, lo que le da su profunda sabiduría es su capacidad de observación y su sensibilidad.

Y es aquí donde quisiera destacar el talento de Gabriel como escritor, porque si bien el contenido de la novela es importante y valioso, es, después de todo, una novela, una obra de arte, y hay que reconocer su gran valor literario.

Gabriel es un gran pintor; pinta con la palabra. Sus descripciones de la naturaleza cubana, su reproducción del habla popular, comparables a las del propio Diario de Martí, poseen una belleza serena e inigualable. Recuerdo aquí a uno de mis maestros, Ivan Schulman, cuyo primer libro se tituló Símbolo y color en la obra de José Martí. Ese libro me enseñó que para Martí lo poético era inseparable de lo político y de lo ético, y que en la contemplación de la naturaleza y su representación artística se descubre el fundamento de su moral en cuanto modelo de la mesura, la belleza, y lo ideal. Basta con leer los Versos sencillos o el ensayo dedicado a Ralph Waldo Emerson para darse cuenta de ello. Gabriel, por ser un escritor de exquisito gusto y un martiano hasta la médula, ha sabido interiorizar esa sensibilidad poética y esa capacidad para reconocer y reproducir en una prosa clara y deslumbrante el mundo natural de manera que no es solo fotografía verbal sino guía espiritual.

Así pues, aunque El secreto de la andaluza es una novela imprescindible para una consideración renovada de la historia de Cuba, para recorrer algunos de los debates fundacionales de la nación, para reevaluar algunas de sus figuras históricas más estudiadas y recordar otras olvidadas, para entender mejor el largo conflicto entre el civilismo y el personalismo en la Isla, un conflicto que sin duda fue el blanco de esas páginas perdidas del Maestro, y también para contemplar la figura de Martí desde una perspectiva novedosa mediante una fecunda especulación sobre sus últimos días… no he querido dejar de lado este otro aspecto que, para mí, puesto que soy profesor de literatura, es esencial.

Hay una imagen que reaparece una y otra vez en la novela, y es aquella que Martí capta en su poema “Dos patrias”, que no se publicó hasta mucho después de su muerte en Dos Ríos: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche. / ¿O son una las dos?”. Esta imagen se repite a lo largo de la novela, convirtiéndose en una profunda meditación sobre el abismo infranqueable que existe entre lo real y lo ideal, entre lo posible y lo deseado. Ahí se halla el nudo del secreto que guardará la andaluza durante su larga vida. Esa “linda andaluza, subida a un poyo, pilando café” que Martí describe en su Diario poco antes de morir se convierte no solo en la guardiana del último gran secreto del Maestro, sino también en su intérprete. Porque ese secreto no es un documento, ni una teoría, ni un programa político, sino, al fin y al cabo, es un sueño, una visión, un anhelo, es tal vez esa segunda patria a la que alude Martí en su poema. Así lo expresa él mismo cuando visita a la protagonista en un sueño y le dice: “La perfección mata los sueños, porque los sueños son la búsqueda eterna de la perfección”.

Muchas gracias.

 

 

domingo, 13 de julio de 2025

Historia y ficción en El secreto de la andaluza

 El secreto de la andaluza, de mi autoría,  es una recién nacida novela histórica –o una historia novelada, no lo sé bien– cuya primera presentación se hará en Ybor City este 12 de julio, a las 11 a. m., en la sala de Unión Martí-Maceo,  ubicada en la 7.ª avenida y calle 13. A ella invitamos a todos los lectores de esta columna. Sea el azar concurrente lezamiano o un reflejo metafísico del subconsciente, el nombre de este lugar vino a coincidir  con las dos figuras de mayor peso histórico en el desarrollo de una obra que, desde la ficción, intenta desbrozar el misterio más impenetrable que yace en el imaginario de la nación cubana.

La andaluza de Dos Ríos, obra de Alexis Pantoja

El enigma responde a una interrogante objetiva que la historiografía no ha logrado resolver –ni podrá hacerlo, seguramente–. ¿Qué ocurrió con las cuatro páginas que faltan al Diario de campaña de José Martí? La incertidumbre tiene ya 84 años de existencia. Cuando, en 1941, ese hermoso cuaderno que  contiene sus apuntes entre el 11 de abril y el 17 de mayo de 1895 sale a la vista pública, los lectores tuvieron que saltar del 5 al 7 de mayo, pues, para sorpresa de todos,  las dos hojas correspondientes al 6 habían sido arrancadas.

¿Por qué tardó tanto en aparecer el Diario? Entre 1895 y 1941 nadie, que sepamos, lo pudo ver, cuando desde la primera década del siglo XX Gonzalo de Quesada venía publicando las letras del Apóstol que lograba reunir. Al ser mostrado por primera vez, ya apenas quedaban testigos de la época en que brotó esa escritura que tanto impresionó a Lezama Lima y a María Zambrano, como nos dice la doctora Madeline Cámara en su precioso escrito “Glosas al Diario de campaña de José Martí sugeridas por María Zambrano y José Lezama Lima”.  Con todo, su aparición fue disimulada en el interior del Diario de Campaña de Máximo Gómez, como un apéndice de este. Dos años después, en 1943, Gerardo Castellanos lo publicó de forma independiente. ¿Qué ocurrió con las páginas del 6 de mayo? Ese día, en la soledad de la alta noche, debió apuntar una honda reflexión sobre la difícil entrevista ocurrida el día anterior en La Mejorana.  

Desde conocerse el Diario, se ha atribuido a Gómez la inexplicable mutilación, tal vez aquejado por juicios sobre el despotismo militarista que debieron coincidir con aquella carta de 1884 donde se le advertía que un pueblo no se manda como se manda un campamento, conducta que afloró en Maceo cuando los tres se reunieron por única vez  en el campo cubano. Si en la página del 5 de mayo Martí escribe que Maceo le hiere y le repugna con una inesperada actitud, ¿que habrá escrito el 6, cuando tuvo mayor serenidad para evaluar el peligro a su proyecto de gobierno para la etapa bélica de la revolución? Hay que recordar que cuando en 1884 se enfrentó a los dos mismos caudillos en Nueva York, esperó dos días para escribir a Gómez, para que su respuesta “no fuera resultado de una ofuscación pasajera”.

Se sabe que a la hora del combate de Dos Ríos el Diario de Campaña de Martí estaba en las alforjas de la montura de Ramón Garriga, entonces su ayudante. De esa suerte no fua a parar a manos del coronel José Ximénez de Sandoval, jefe de la tropa española que dio muerte al líder político aquel 19 de mayo. Desde ese día, Gómez se apropió del cuaderno. No hay testimonios de que el Generalísimo lo mostrara a alguien. Cuando murió, en 1905, quedó en el fondo intocable de sus documentos. Vino a ser 36 años más tarde que sus descendientes lo entregaron a la nación.

Con esa historia de fondo,  El secreto de la andaluza se construye desde la ficción, aunque esta siempre se entrecruza con la realidad. La narración se sostiene en ese soplo invisible, pero creíble, donde un pudo ser se hace tangible y  mejora, orienta o restituye el servicio inconcluso de una aspiración. En esta otra dimensión –que es la novela–, las páginas que faltan al Diario fueron arrancadas por el propio Martí.  Frente a la creciente del río, turbio como La Mejorana, solo podría confiar en una mujer apartada de las pasiones de la tropa. A ella entrega las páginas en un tiempo y espacio alucinantes y le pide ocultarlas hasta el día en que  Cuba tenga una república verdaderamente democrática. ¿Es por ello que aún están perdidas? A ello responderá la lucidez del lector, acompañado de la luz martiana en la búsqueda del imaginario de patria que él puso en la mente de sus compatriotas y desde ellos –todos los cubanos– hacia la humanidad.

De El secreto de la andaluza emerge la pregunta profunda: ¿Democracia o dictadura? Con esa interrogante en la sangre venimos desde el arranque de la propuesta independentista, cuando en Guáimaro, aquel abril glorioso de 1869, se enfrentaron los camagüeyanos a los orientales. En el hueco de esa rivalidad perdimos a Céspedes, el iniciador. Perdimos la guerra de diez años. Se metió el caudillismo en el 95 y desembocó en la república. En la novela, una mujer –la andaluza de Dos Ríos que guarda la propuesta martiana– espera una y otra vez, de gobierno en gobierno, de liderazgo en liderazgo. Con todo, la república avanza y está al develarse el secreto con la Constitución de 1940. Se rompe otra vez, en un golpe de estado. ¿Qué pasará? Al final, ya en la década de 1950 –centenario martiano– ni los sueños premonitorios ni los espíritus vaticinan la democracia verdadera. Es una chispa que espera.

Entre realidad y ficción, hay mucho amor en la novela, para que no le faltara al hombre iluminado que solo pudo vivir 42 años y que tuvo tantas noches sin mujer. Hay mucho amor en estas páginas, amor pasional, amor a una mujer, a la mujer, amor como el que pudo merecer. Y está Ybor City en la raíz del secreto, como las palmas que esperan. Está El Liceo, el mensaje, está la república que esperaba la andaluza para develar el secreto. Y figuras como Ramón Rivero, Fernando Figueredo, Paulina Pedroso, y el ejemplo de Tampa, de la gente que nos antecedió en los sueños de hoy, en esta misma atmósfera, presencia, universo, en unas páginas que apuestan por el mejoramiento humano.

La andaluza, ¿quién es? Era necesario una confianza. Una mujer. En la vida real ella existió. Era Emilia Sánchez Collé, la esposa del capitán Rosalío Pacheco. Martí la pintó en el Diario, al llegar a su casa en Dos Ríos. Él lo escribe: la linda andaluza, subida en un poyo, pilando café. Ella (la real) no falta a Rosalío, a su estirpe, a su tiempo. Nada la empequeñece. Desde el poyo imaginario, es la depositaria de un secreto que está en el horno de la patria, en cada cubano perdido por el mundo, en cada esquina donde se ejerce el encargo de humanidad. Por ello, el secreto de la andaluza es el secreto de cada uno de nosotros.

Hay, todavía, un mensaje final: la república, con todas sus insuficiencias, era perfectible y avanzaba, alcanzado su mayor acercamiento a la aspiración martiana con su última Constitución. La advertencia no era destruirla, sino llevarla al nivel en que el secreto de la andaluza pudiera develarse.

Los lectores, como siempre, son los que saben. Al llegar a la última página, podrían abrazar el conjuro, el secreto largo y angustioso de la andaluza en su nueva identidad.