viernes, 18 de octubre de 2024

Una mirada positiva a los inmigrantes desde el artículo “Vindicación de Cuba”

 Hace 135 años, la prensa en Estados Unidos publicó un artículo ofensivo acerca de los cubanos, lo que me hace recordar   expresiones de Donald Trump sobre los inmigrantes que llegan de América Latina y otras regiones del mundo a ese país.

El artículo, publicado por el periódico The Manufacturer, de Filadelfia, y reproducido en el Evening Post de Nueva York, corresponde a  marzo de 1889, cuando se discutía en los círculos de poder estadounidenses la posibilidad de que Cuba fuera anexada.

En el artículo se afirmaba que los cubanos no serían capaces de establecer un gobierno propio, pues no solo eran inútiles, perezosos, cobardes, sino también afeminados. Con ello, no solo  intentaba justificar que al gobierno norteamericano no le quedaría otro camino que  gobernar aquel país, cuando ya había hecho ofertas a España (y las volvería a hacer) de comprar la Isla.

La ofensiva editorial, bajo el título “¿Queremos a Cuba?” resaltaba las ventajas geográficas que conllevaba poseer la Isla, pero insistía en las deficiencias de sus pobladores con evidente desprecio hacia su mestizaje, con un tono parigual al que hoy algunos políticos, siguiendo la retórica de Donald Trump, utilizan para referirse a los inmigrantes.

Conocemos aquel artículo  por la inmediata respuesta que le dio José Martí, quien entonces vivía en Nueva York. Lo hizo en una carta a   The Evening Post fechada el 25 de marzo de 1889, en la que primero aclara que no era el momento de discutir el tema de la anexión, ante la urgencia de reivindicar el verdadero carácter y virtudes de sus compatriotas.

En la misiva, José Martí no solo destaca el valor de los cubanos que viven en la Isla, sino el de los emigrados, lo que sirve hoy para valorar a los inmigrantes de todas nuestras tierras. Así, dice el cubano:

“Los cubanos, dice The Manufacturer, tienen aversión a todo esfuerzo, no se saben valer, son perezosos.  Estos ‘perezosos que no se saben valer’, llegaron aquí hace veinte años con las manos vacías, salvo pocas excepciones; lucharon contra el clima; dominaron la lengua extranjera; vivieron de su trabajo honrado, algunos en holgura, unos cuantos ricos, rara vez en la miseria; compraron o construyeron sus hogares; crearon familias y fortunas (…) Un puñado de trabajadores cubanos levantó a Cayo Hueso. Los cubanos se han señalado en Panamá por su mérito como artesanos en los oficios más nobles, como empleados, médicos y contratistas. Un cubano, Cisneros, ha contribuido poderosamente al adelanto de los ferrocarriles y la navegación de ríos de Colombia. Márquez, otro cubano, obtuvo, como muchos de sus compatriotas, el respeto del Perú como comerciante eminente. Por todas partes viven los cubanos, trabajando como campesinos, como ingenieros, como agrimensores, como artesanos, como maestros, como periodistas. En Filadelfia, The Manufacturer tiene ocasión diaria de ver a cien cubanos, algunos de ellos de historia heroica y cuerpo vigoroso, que viven de su trabajo en cómoda abundancia. En New York los cubanos son directores en bancos prominentes, comerciantes prósperos, corredores conocidos, empleados de notorios talentos, médicos con clientela del país, ingenieros de reputación universal, electricistas, periodistas, dueños de establecimientos, artesanos. El poeta del Niágara es un cubano, nuestro Heredia. Un cubano, Menocal, es jefe de los ingenieros del canal de Nicaragua. En Filadelfia mismo, como en New York, el primer premio de las Universidades ha sido, más de una vez, de los cubanos. Y las mujeres de estos ‘perezosos que no se saben valer”, de estos enemigos de “todo esfuerzo”, llegaron aquí, recién venidas de una existencia suntuosa, en lo más crudo del invierno: sus maridos estaban en la guerra, arruinados, presos, muertos: la “señora” se puso a trabajar: la dueña de esclavos se convirtió en esclava; se sentó detrás de un mostrador; cantó en las iglesias; ribeteó ojales por cientos; cosió a jornal; rizó plumas de sombrerería; dio su corazón al deber; marchitó su cuerpo en el trabajo; ¡éste es el pueblo ‘deficiente en moral!’”.

Únicamente me he fijado en algunos aspectos de este artículo martiano. Es extenso y debería leerse íntegro una y otra vez, no como escrito por un cubano, sino por un hispanoamericano, para que en él se sientan representados los emigrantes de toda nuestra América; y más, porque en él caben todos los emigrados del mundo, los millones de hombres y mujeres que han sido obligados por la miseria, las guerras, las dictaduras, los desastres naturales, a tener que irse del lugar en que nacieron que es en sí mismo un sacrificio, para esforzarse en la búsqueda de un futuro mejor a su familia. Hombres y mujeres que, en su mayoría y en casi todos los lugares donde han llegado, no solo han alcanzado sus propósitos familiares, sino que han contribuido, contribuyen, a hacer más prósperos los sitios donde han sido acogidos.

Que ahora algún político, con más insidia que razonamiento, encuentre en algún crimen cometido por un inmigrante un pretexto para condenar su condición de expatriado no es solo inhumano, sino profundamente  pernicioso  a la sociedad.

viernes, 4 de octubre de 2024

Se inaugura en Ybor City el edificio José Martí

 El pasado 27 de septiembre, quedó inaugurado en Ybor City un hermoso edificio que ha sido nombrado José Martí, un tributo merecido a quien es considerado con justicia uno de los grandes ­hombres de América.

La imagen y la palabra del prócer cubano –quien desde una tribuna a escasos metros del edificio que nace con su nombre convocó y organizó la última guerra hispanoamericana por la independencia–, resaltan en cada uno de los espacios interiores de esta obra que enriquece el rostro urbanístico de Tampa.

Obra del escultor Yoandy Orama 

En el momento de la emotiva inauguración, se destacó a quienes tienen el mérito de haber propiciado su nacimiento. Se agradeció a Darryl Shaw, un apasionado inversionista al que la ciudad de Tampa debe la construcción o remodelación de varios inmuebles  y obras como BluePearl Specialty & Emergency Hospital for Pets, reconocido a nivel nacional. Asimismo, se destacó la labor de Ariel Quintela, quien forma parta del equipo de inversionistas que están cambiando el rostro de Ybor City y a quien se le debe el bautizo de algunos inmuebles, remodelados o creados, con el nombre de patriotas cubanos que acompañaron a José Martí en su obra redentora de alcance universal.

Emiliano Salcines habla sobre José Martí. Al fondo, estatua
de José Martí creada por el escultor cubano Villa Soberón.

El mismo Ariel, en las palabras inaugurales se refirió con gratitud a quienes han contribuido a hacer realidad este edificio situado entre las calles 12 y 13 y 7.ª y 8.ª avenida, con 127 apartamentos modernos, cómodos y hermosos, así como un amplio espacio comercial cuyo destino pudiera ser un restaurante. A su lado, también quedó inaugurado otro  edificio con el nombre de Juan Gualberto Gómez, el patriota cubano a quien se le enviaría desde Tampa la Orden de Alzamiento firmada en Nueva York por José Martí para dar inicio a la guerra de independencia. Así, los dos hombres que entonces se unieron en búsqueda de una patria libre, en la libertad unen sus imágenes en estos edificios que les honran.

Sobre las 21 visitas de José Martí a Tampa

Desde entrar al edificio José Martí, se siente su presencia en todos sus recodos. En un amplio pasillo interior entre las dos torres que componen, sobresale una estatua a tamaño natural realizada por el escultor cubano José Ramón Villa Soberón, rodeada de un jardín donde prevalecerán las rosas blancas. Frente a ella, el honorable juez retirado Emiliano Salcines Jr., quien fue invitado a decir unas palabras sobre Martí –lo que hizo con la sapiencia y emoción que acostumbra– tuvo la inspiración de recordar aquellos versos: “Cultivo una rosa blanca/ en julio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca…”, lo que hizo, con una rosa de ese color en la mano.

Ariel Quintela en la inauguración del edificio José Martí

También allí, la compañía de teatro infantil La Colmenita, que vino de Cuba guiada por su padre, Carlos Cremata, entonó canciones con versos de Martí y dijo frases suyas, adelantándose a un momento en que, ya dentro del edificio, ofreció un momento artístico profundamente martiano. Ya caminando por su interior, se disfruta la presencia de aquel Maestro universal, en todo el entorno. Con un equilibrado sentido de los espacios, la diseñadora colombiana Carolina Crobo embelleció las paredes con imágenes y frases relacionadas con la obra de Martí en Tampa –señaladamente sus 21 visitas a la ciudad–. En la decoración interior, resalta el trabajo realizado por Yoandy Orama,  a quien se le debe una estatua de Martí (sentado con las piernas cruzadas) que llama la atención desde la entrada por la 7.ª avenida a esa sala convertida en una especie de museo martiano. También se distingue la fachada en relieve de la fábrica de tabacos de Vicente Martínez Ybor, realizada por Junior del Pozo.  Asimismo, una pintura de Martí, obra de Vicente Castro, contribuye al nivel artístico y educativo con que se honra “al hombre sincero/ de donde crece la palma” y a quienes, como él, dedicaron lo mejor de su vida a que la humanidad sea cada vez mejor.

Ante obras como esta que inauguramos en Ybor City, cada uno de los que contribuyó a su feliz realización –desde el primer inversionista hasta quien puso el último ladrillo– puede sentir que, como hombre  o mujer de su tiempo, está trabajando también por el mejoramiento del mundo. 

 

lunes, 23 de septiembre de 2024

En Tampa, Carlos Alberto Cremata y su Colmenita

 El próximo 27 de septiembre, en ocasión de la inauguración del edificio José Martí en Tampa, tendremos la oportunidad de disfrutar de la presentación de La Colmenita, la famosa compañía de teatro iInfantil de Cuba que dirige Carlos Alberto Cremata. 

Cremata, licenciado en Dirección Teatral en la Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte de Cuba, ha recibido diversos premios en su profesión, pero es en el quehacer pedagógico y artístico de La Colmenita, con más de 30 años de labor, donde más ha vertido su talento y dedicación.

Previo a su visita a Tampa, la próxima semana, nos respondió gentilmente unas preguntas, cuyas respuestas  damos a conocer.

Para un cubano, y para muchos en el mundo, oír nombrar La Colmenita no representa una colmena de abejas pequeñas, sino la compañía de teatro infantil de la que eres fundador y director  hace más de treinta años. ¿Aprecias en esa obra tu consagración definitiva como director teatral?

Pues sí, La Colmenita no es solo mi consagración, es mucho más, es desde hace casi 35 años el sentido todo de mi vida útil. Siempre me he sentido en La Colmenita, en palabras de Martí, “como un niño que juega en la cuna con un rayo de luz”.

Creo que La Colmenita nace en el difícil momento de la caída del campo socialista y del llamado período especial en Cuba. ¿Influyó en su realización la crisis que se derivó de esos acontecimientos o fue una motivación para el crecimiento espiritual en el marco de un retroceso material?

Silvio Rodríguez, nuestro genial cantautor y poeta, dijo que “los períodos de crisis siempre generan fenómenos valiosos y necesarios, y quizás por eso se creó La Colmenita, en ese momento”, cuando se asomaba el Período Especial, aquella crisis material terrible de los noventa.

 Ante las catástrofes materiales, siempre nos salvó, nos salva y nos salvará el soplo de vida de la cultura, la infancia y la belleza. Martí advirtió: “Emplearse en lo estéril cuando se puede hacer lo útil; ocuparse en lo fácil cuando se tienen bríos para intentar lo difícil, es despojar de su dignidad al talento. Todo el que deja de hacer lo que es capaz de hacer, peca”.

Carlos Alberto Cremata rodeado de miembros de
La Colmenita durante varias presentaciones realizadas
en Nueva York en octubre de 2011
.

¿Cuáles han sido los momentos culminantes de La Colmenita?

Cuando visitamos con los grandes espectáculos colmeneros (estrenados en salas fastuosas), los sitios más recónditos de Cuba y el mundo, las sierras y montañas, las zonas de silencio, los barrios vulnerables, los pueblitos y barrios en desventaja social... y nos entregamos con la misma o quizás con más pasión que en el Teatro más encumbrado de París, New York, La Habana o Estambul... Es, en esos momentos, siempre mágicos, cuando nos sentimos más cerca de la esencia de Martí, para la que se creó La Colmenita...

Recordamos con entrañable cariño una función en La Bajada (Pinar del Río) donde éramos 21 niños sobre el escenario, y solo había 14 niñitos espectadores en aquella humildísima comunidad, pero eran todos los que vivían en esos parajes (o sea la totalidad de su población infantil), o en La Isabelita (muy intrincada en las montañas de la Sierra Maestra), donde el muy reducido número de pequeños espectadores no aplaudió nunca ni coreó las canciones, porque no pudieron salir tampoco nunca de una pose cuasi inmóvil de asombro gigantesco... o las innumerables veces que fuimos hechizados por los seres maravillosos que habitan la Ciénaga de Zapata. Siempre Martí: “el arroyo de la sierra, me complace más que el mar”.

¿Es la propuesta estética lo determinante en el prestigio alcanzado por esta Compañía de Teatro Infantil?

La visibilidad estética es solo la punta del iceberg, lo esencial, que, ya sabemos, “es invisible a los ojos”. Es el crecimiento ético, la educación en valores humanos, el intentar vivir con la sed y el hambre imperiosa de hacer el bien, todos los días, de manera consciente... Practicamos, como fe de vida, lo que le escribiera Pepe Julián a su carnal Fermín: “Aprieta un poco la garganta, pero da luz por dentro... y atúrdete haciendo el bien, que es ya, para nosotros, el único modo de vivir”.

Fuera de Cuba, ¿en qué espacios ha tenido La Colmenita mayor aceptación?

En los Festivales Mundiales de la Asociación Internacional de Teatro hecho por Niños (Japón 2000, Alemania 2002 y 2006, La Habana 2004 y Moscú 2008), donde se reunían cada dos años grupos y compañías de teatro de 21 países diferentes de los 5 continentes; también en Estambul y Ankara (Turquía) hemos reincidido por “la fascinación que despiden los cubanitos”, pero también en las Villas Miserias de Buenos Aires, en las Colmenitas de los 31 departamentos de la República de El Salvador y en todos los estados de la República Bolivariana de Venezuela, en la hermana Haití, en Vietnam y en Bangladesh...

¿Desde qué edad se inician los integrantes de La Colmenita y en cuáles alcanzan su mayor esplendor?

Se inician desde los 4, 5 y 6 años, y alcanzan ese esplendor desde los doce años hasta los dieciséis...

Sé que en el cine la actuación de miembros de La Colmenita ha sido relevante. Particularmente resultó impactante la actuación de algunos de sus miembros en el filme “Viva Cuba”, dirigido por tu hermano Juan Carlos. ¿En qué otros logros del séptimo arte hemos disfrutado a tus niños?

En los excelentes filmes “Habanastation” (de Ián Padrón) y en “Y sin embargo” (de Rudy Mora).  Además, en varios excelentes documentales, uno de los cuales –”Esencias” (de Roberto Chile)–, narra la histórica e inolvidable visita en el 2011 a Washington, New York y San Francisco.

Recuerdo que actuaron en Tampa hace unos años y recibieron grandes aplausos. ¿Qué esperas de esta próxima visita?

Fue en el 2013, junto a la Orquesta de Adalberto Álvarez. Pero ahora llegaremos más cerquita de nuestro Martí, porque estaremos junto a tantos buenos en la inauguración de ese nuevo edificio que nos sembrará más al Maestro en el alma. Porque José Julián Martí Pérez no es solo para los niños colmeneros de todas las edades el Héroe Nacional, es  “el hombre más puro de la raza” y el más universal de los cubanos.

 Lo hemos incorporado a nuestros melíferos corazones como un abuelo del alma, y tenemos dos razones que nos amparan, Gabriela Mistral dijo de él: “Era muy niño, el muy varón”... y él mismo profetizó en sus inmortales Versos Sencillos:

Yo sé las historias viejas

del hombre y de sus rencillas;

y prefiero las abejas

volando en las campanillas.

Y...

Duermo en mi cama de roca

mi sueño dulce y profundo,

roza una abeja mi boca

y crece en mi cuerpo el mundo.

 

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Sale a la luz el libro Carlos Camargo, de la línea instintiva a la obra de arte

 La semana pasada, la Editorial Classic Subversive, dirigida en Tampa por el poeta Alberto Sicilia, dio a conocer la publicación del libro Carlos Camargo, de la línea instintiva a la obra de arte, fruto de mi autoría con la colaboración de Lianny Sánchez y otros autores que aportaron breves reseñas sobre el quehacer del artista colombiano radicado en Tampa desde hace casi 20 años. A través de esta columna y como invitación a conocer un libro que contiene más de cien imágenes de escuturas, pinturas  y   dibujos  de  Camargo, damos a conocer el epílogo que intenta resumir el contenido de este texto.

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La obra de Camargo Vilardy no ha sido estudiada suficientemente por críticos que justiprecien los valores que encierra, si bien Márceles Daconte, entre otros autores, la ha incluido en su libro Recursos de la imaginación. Las artes visuales del Caribe colombiano, destinado a relevantes exponentes de las artes plásticas en esa región. Asimismo, varios críticos de arte han ofrecido opiniones breves sobre algunas de sus series, los cuales en su mayoría han sido citados en este texto que constituye el primer esfuerzo por detenerse en la creación artística del escultor colombiano. Por consiguiente, precedidos de una anotación biográfica que permite conocer y contextualizar su origen y evolución, nos hemos asomado a su creación con el interés que despierta su diversidad, belleza y preeminencia.

En el esfuerzo hacia una visión crítica desde otra mirada, invitamos a la especialista de arte Lianny Lisett Peña a escribir unas cuartillas para este libro e incluimos anotaciones breves de algunos autores que han abordado un momento determinado de su trabajo, una serie específica o realizaron un examen sucinto de su creación. Asimismo, las opiniones del artista se hacen imprescindibles en este texto, por lo que se insertan confesiones autobiográficas y, al final, declaraciones artísticas que acompañaron sus exposiciones.

Cuando en el siglo III a.n.e. Plotino afirmó que “el ojo no podría ver el sol si no fuera un sol en cierto modo”, estaba enviando un mensaje al ojo del pintor de todos los tiempos y de él se ha posicionado Camargo al situarse frente al desafío de convertir el asalto de su imaginación en una obra de arte. Un milenio y medio después, Dante expresó en su Canzoniere: “Quien ha de pintar una figura, si no puede convertirse en ella no puede dibujarla”. En esta dualidad, en que el artista es el origen de la creación y, a su vez, se vierte en ella, se establece la correspondencia entre el credo y el ejercicio estético (espíritu y materia) por intermedio del dibujo, la pintura, la escultura y el grabado en los que este autor funde su entrañable quehacer en su realidad y su tiempo.

Es oportuno destacar que las diferentes series a las que se alude en este libro –Herederos de derrotas, De las aguas y los cielos, El Circo y Wayuu– no constituyen la totalidad de la creación de nuestro artista. Estas colecciones, a excepción de la primera, se han ido incrementando con trabajos posteriores y, seguramente, seguirán enriqueciéndose. Otras producciones, como los grabados, se suman a un horizonte inexplorado del ingenio creativo de Camargo Vilardy.

Mariposa de agua

Tal vez el azar, siempre pertinaz, quiso que al llegar al epílogo de este libro el artista hubiera concluido la escultura monumental Caracol, realizada en la Universidad de Tampa, como si quisiera afirmar el paso del tiempo y su eterna continuidad mediante la figuración de ese molusco gasterópodo cuyo caparazón representa también el resguardo de la vida. En esa preciosa obra, que exhibe su esplendor en la contraportada de este texto cómplice, podremos adentrarnos en esa espiral, ciclo, tiempo, fertilidad, resurrección, vida eterna o, según detecte el espíritu de quien se acerque a ella, transformarla en amuleto protector de la felicidad.

Debo confesar que este libro ha sido posible gracias a la constante colaboración del artista con la propuesta del autor. Las continuas reuniones de trabajo, aclaraciones, confesiones, muestras de sus obras y apuntes autobiográficos han resultado de impredecible valor para su culminación. Si el texto no consigue expresar todos los significantes que contiene su fructífera labor creativa es por las limitaciones de quien escribe, no por la riqueza de significados que atesora.

Si al contemplar una obra de nuestro artista, deteniéndonos en una línea, en la sugerencia de un rasgo, en la gama de colores que condicionan nuestras percepciones, en un fragmento de piel cobriza, en una espiral de elevación, sientes que –entre luces y sombras, entre el vacío y el espacio visiblemente ocupado, entre la forma figurada o abstracta de un ave, un pez, un mago, una amerindia desnuda, un ser real o imaginario– es parte de ti, entonces has llegado a la región más entrañable del artífice, de la manera que llega un amigo. Desde esa sencillez, descubrimos que su creación no nos propone mensajes herméticos con el fin de desafiar nuestro intelecto, más bien legitima la apertura del pensamiento hacia propuestas estéticas y conceptuales que enriquecen el conocimiento y comprensión del mundo. Definitivamente, cuando alguien se detiene frente a una obra de arte y desde el fondo de su espíritu murmura “es hermosa”, ha resumido en dos palabras todo lo que hemos querido expresar en estas páginas.

 


viernes, 30 de agosto de 2024

Ha muerto Rafael Martínez Ybor, quien sigue vivo en la memoria de Tampa

El jueves de la semana pasada, 22 de agosto, murió Rafael Martínez Ybor, un nombre que desde  pronunciarlo despierta admiración y respeto, porque nos remite al fundador del pueblo que lleva su apellido, aquel intrépido español que convirtió un terreno estéril en el hermoso pueblo que es Ybor City. Y también, por la dignidad con que vivió sus 95 años un hombre que, con su trabajo, servicio a la comunidad, integración útil a instituciones como el Club Rotario y esmerado cuidado a la tumba y la memoria de su bisabuelo,  ganó el cariño de todos los tampeños que apreciaron en él la presencia viva de su honorable estirpe.

Durante una visita de Rafael a La Gaceta

Conversé varias veces con Rafael, aunque no todas las que hubiera querido. Sé que en sus últimos meses de vida la tristeza lo fue arrinconando en su hogar, porque al morir su esposa, él comenzó a morir. Sin Cecilia Martínez Torres, que lo acompañara durante más de 60 años, creía que era  hora de acompañarla donde su espíritu, lleno de amor, le estaría esperando. Una vez me dijo, en La Gaceta, que debía llegar temprano a la casa, porque su novia lo necesitaba. Al faltar ella, no se animó a salir más, sino que prácticamente dejó de hacerlo, tal vez para no encontrase con el vacío al regresar.

Me gustaba oír a Rafael por la emoción con que hablaba no solo de su bisabuelo, de quien mucho se sabe, sino también por la delicadeza con que recordaba a su bisabuela Mercedes, de quien se habla menos. Pero  Mercedes de las Revillas fue una heroína cubana, en cuya casa atendió a decenas de expedicionarios cuando iban para la guerra de independencia en Cuba y prestó innumerables servicios a esa causa redentora.

También me hablaba de Rafael, el abuelo, igualmente un rostro sobresaliente en la memoria de Ybor City. Llegó con sus padres y hermanos en 1886, cuando apenas tenía seis o siete años. Jugó en las calles del pueblo recién fundado cuando aún eran de tierra, aprendió a leer y escribir, oyó hablar a los expedicionarios –muchas veces cenando en su casa–, en vísperas de partir para la guerra en Cuba.

Rafael podía hablar de su tía abuela Amalia Elena,  que se casó con un hijo del Mayor General Calixto García. En todas las charlas, desbordaba tanto orgullo por sus orígenes como  cuidado en que su comportamiento se correspondiera con ese honor. Y lo lograba a tan alto nivel, que por donde quiera que pasaba podía decirse: ahí va Martínez Ybor. Lo percibí muchas veces, como en una ocasión en que almorzábamos en el restaurante Columbia y más de uno se acercó a saludarle. Otros, le señalaban desde su mesa,  comentando a su acompañante:  es el biznieto de Vicente Martínez Ybor.

En algún momento, Rafael me llamó por teléfono a decirme que había leído esta columna, a veces con una felicitación desmedida. Otras veces me envió fotografías y escritos sobre sus ancestros y, también, más de una vez, me invitó a su casa para conversar y  mostrarme documentos relacionados con su familia. Ese propósito se interrumpió por el Covid que duró mucho tiempo; después, porque la enfermedad de su esposa   le consumía el quehacer del hogar. Ahora,  ha llegado la noticia de su muerte y por mucho que relacionamos su acercamiento con la longevidad, es siempre inesperada. Me queda transmitirle el respeto y  admiración que siento por él y, desde esta página, decirle que ese es el sentimiento de Tampa hacia él, hacia su familia, hacia su apellido, que es un apellido de la ciudad.

Paz eterna a Rafael Martínez Ybor en el edén donde ahora se reúne con su esposa y  con sus gloriosos antepasados.

viernes, 19 de julio de 2024

Nos visita el pintor Nelson Domínguez

En el rico catálogo de la pintura cubana, el nombre de Nelson Domínguez ocupa un lugar distinguido. El artista, con una extensa obra en pintura, grabado, escultura y cerámica, se incluye entre quienes han realizado una mayor contribución al desarrollo del arte contemporáneo en su país.

Domínguez, quien recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2009, ha expuesto sus trabajos en todos los continentes. Asimismo, aparecen obras suyas en colecciones privadas de personalidades como  la reina de Holanda, Steven Spielberg, Robert Redford y otros.

Asimismo, Domínguez ha contribuido como profesor a la formación de destacados pintores cubanos. Esta semana tenemos su visita en Tampa, donde presenta la exposición Martí: monte de espumas (abierta el 18 de julio, a las  6 p.m. en  el 1624  E 7.° Avenida, Ybor City). Aprovechamos la oportunidad para solicitarle una entrevista, a la que accedió afectuosamente.

Con Nelson Domínguez, en la exposición
Monte de espumas, dedicada a José Martí

Estuve leyendo una entrevista que te hizo Amaury Pérez hace unos años y me llamó la atención el significado que le das a las primeras impresiones con la luz del sol, a la descomposición de la luz entre los árboles. ¿Qué impacto tiene en tu obra pictórica la infancia campesina?

En la realidad, el hombre piensa cómo vive y cómo vivió y la formación de la infancia es decisiva en el resultado final.  Por eso, todos tenemos formas diferentes de ver la vida y en cuanto abrimos los ojos empezamos a verla de un modo diferente y por eso también yo creo que no debemos tener temor como algunos nihilistas que piensan que el arte acaba.

No lo creo así, siempre que hay un cromosoma nuevo, un nacimiento nuevo, está la presencia del arte. A mí, en sentido general, la infancia no me golpeó nada, mi infancia fue muy libre, muy abierta, muy de correr desnudo bajo el agua, bajo la lluvia, de deslizarme por yaguas en las montañas, de montar a caballo al pelo, de meterme en el río, de pensar que existían los güijes en los ríos, de pensar que había unas brujas que chocaban con la antena del radio que estaba en el techo de la casa  de zinc y todo ese tipo de imaginación infantil fue conformando, aunque uno no quiera, toda la imaginería que posteriormente sale convertida en una obra.

Obra de Nelson Domínguez, en la exposición Monte de espumas

 A veces uno desconoce por qué esto, por qué lo otro, hasta el impacto del mundo africano. Me viene eso,  pues en la finca de mi padre recogían café alrededor de veintipico de haitianos. De ahí, de las fiestas vudú que hacían en los cafetales, de la riqueza de color… el color negro de ellos… de ahí me vienen a mí muchas cosas que aunque yo no lo quiera pasaron por mí y pasaron visualmente y conformaron una imagen que quedó grabada y esto creo que es una cosa fundamental, por eso creo que los primeros tiempos del ser humano  hay que cuidarlos mucho, a los hijos hay que cuidarlos mucho, la familia, porque toda la información, todo el archivo imaginario que nace para un artista no le viene solamente de su medio, de sus edulcoraciones personales, eso le viene de las sensaciones que recibió, fueron hechos que sucedieron y  que no se tomaron en cuenta de forma consciente.

Recuerdo que mi madre me decía, mijo, usted nació en el campo de pura casualidad, ella lo decía quizás por la forma de mis gustos, de las cosas, pero sí yo nací en el campo y de esa casualidad nacieron otras casualidades  y de esas casualidades nació mi paso por la escuela de arte donde estudié mi amor por la gran pintura cubana que siempre he dicho que en Cuba hay una gran pintura y  esa es justamente la que me alimenta y es que uno se alienta también de las vidas de otros artistas porque realmente el arte verdadero viene del arte.

¿Ves a la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en el Caney de las Mercedes, como el primer salto al cielo de la creación artística?

Si se considera la enseñanza como parte de la formación y de la cultura como lo es, así mismo la ciudad escolar Camilo Cienfuegos sacó a un  niño de manejar el machete o la guataca a una escuela a estudiar,  a una escuela donde podía saber lo que era la música, lo que era la danza, lo que era el teatro, lo que eran las artes plásticas  y todo esos momentos y toda esa enseñanza que yo recibí pues, obviamente, formaron parte de esa etapa inicial y de saber que existían muchas cosas que yo en el campo las desconocía y las asumí de un modo muy personal y sencillamente me dediqué a leer, a estudiar, a intentar saber cosas, por ejemplo, sobre literatura. Todo aquello nació en esa ­ciudad ­escolar y mi ­segundo paso fue ir a la Escuela Nacional de arte a estudiar donde ya llevaba confirmado en mí un  grupo grande de inclinaciones que dan al traste con mi formación como pintor de Cuba.

¿En qué momento supiste que, definitivamente,  el mundo de las artes plásticas era tu mundo?

Exactamente cuando yo supe lo que quería y entro a la ciudad escolar Camilo Cienfuegos y paso después a la Escuela Nacional de Arte, ya había visto pintura, ya conocía la pintura mexicana, conocía a Leopoldo Méndez, a Siqueiros, a muchos pintores que obviamente fueron los primeros que vi y me interesaron mucho. Me pareció algo muy fuerte aquella pintura, la primera pintura que yo vi fue esa pintura dura, fuerte, pintura social y eso me llamó mucho la atención y después cuando como parte de los programas de la escuela teníamos que visitar los museos  a mí me llamaba poderosamente la atención la obra  de los pintores cubanos, la obra de Antonia Eiriz, la obra de Servando, es decir, la obra de grandes artistas cubanos que fueron grandes y que son grandes hoy día y que sus obras han quedado para la grandeza y para la cultura cubana.

Nelson Domínguez. Amor brujo

¿Cuánto debes a tu formación académica?

No me considero un pintor académico, ya que si analizo lo que es saber dibujar yo creo que no aprendí a dibujar en la escuela ni todavía sé dibujar mucho, pero yo tengo mis maneras de ver las cosas, no soy un pintor académico, me cuesta a veces hacer un retrato, aunque en los últimos tiempos me he dedicado a trabajar el retrato, a ver el cuerpo humano de otro modo. El tema de la Academia no es lo que me llama la atención,  pero sé que es necesaria porque solamente se puede hablar de lo que se sabe, no se pude hablar del cuerpo si no se conoce. Entonces, un artista debe tener un conocimiento importante sobre el dibujo. En la década del 20, ya en Cuba los pintores cubanos habían roto con el espíritu académico, ya Víctor Manuel había roto con ese espíritu académico y muchos artistas que vinieron de otros países a formar parte del claustro de profesores de la escuela se dieron cuenta de que en Cuba ya había pasado ese fenómeno que ellos pensaban que existía y sencillamente lo académico sirvió, lo académico sirve y servirá toda la vida.  Ahora, el salto sobre lo académico es la parte más difícil de un artista, como es tan difícil para un niño saber que existen dos universos: el real y el imaginado. Cuando ellos logran saltar eso, se asoman a otra realidad y son conscientes de eso. Más tarde, pueden quizás ser pintores, si no, el niño no dibuja más. Eso pasa con lo académico, es en las academias donde se aprende el arte, el oficio… eso es lo que se aprende. Después, vemos que muchos artistas han logrado hacer academia con su morfología y lo han logrado por la influencia que ejercen sobre los demás, pero es el caso de algunos artistas de manera especial, por la fuerza que tiene su obra, la influencia es lo normal. Retomo lo que decía, que el arte viene del arte, no hay un escritor que pueda escribir un libro si no sabe el abecedario; entonces, hay cosas que son abecedario para hacer arte y eso es la academia.

Mas allá de encasillamientos, que siempre son reductores, ¿en cuál o cuáles corrientes artísticas se inscribe tu obra?

En la realidad, es una pregunta que me cuesta un poco de trabajo, porque me molesta saber que un pintor o un artista solamente pueda aspirar a tener una sola forma de que su obra sea vista. Para mí, los ismos también son  parte de eso, no hablo de estilo, no confundirlo con el estilo, pero sí, los ismos son una manera también del sentimiento, ­ parte de eso. No hablo de estilo, no confundirlo con el estilo, pero sí los ismos son una manera también del sentimiento del hombre que va ajustando un sentimiento a formas de trabajo que corresponden a una corriente de arte que existe o ha existido y yo creo que el artista debe saber. Para mí el ejemplo máximo es Picasso, él tomó sin pena de todo e hizo su obra y pasó a la gloria con obras de él y de los demás. Yo creo que es el ejemplo fundamental y me sirve de estímulo la conducta de este artista como una forma de enfrentarse, porque hay que pasar por los ismos y hay que resumir los ismos y hay que evitar que el sismo de los ismos te mueva el piso.

Aunque en las diferentes disciplinas en que desarrollas tu obra  (pintura, grabado, escultura y cerámica) has alcanzado altos reconocimientos, generalmente se te ubica como pintor. ¿Es porque en la pintura están tus obras más conocidas o, simplemente, porque es un nombre más abarcador?

Tengo el criterio un poco renacentista sobre un artista. Un artista no es un dibujante, no es un pintor, no es un ceramista, no es un escultor, no es un diseñador, no es un fotógrafo, en fin… cuando yo pienso en esta manifestación de ser artista, yo pienso en alguien que tiene la capacidad o, al menos, el esfuerzo de presentarse y trabajar todos los soportes, porque un artista viéndose así, como un dibujante, es un artista limitado. Ese es mi modo de ver … y, claro, yo he sido muy curioso, muy  metiche, como dicen los mexicanos, de meterme en esto y en lo otro porque tengo un espíritu de estudiante, yo soy un estudiante del arte y de las cosas que desconozco. He hecho muchas cosas dentro de las artes visuales, pero en realidad lo que más he hecho es pintar, por eso muchos me consideran pintor; pero quizás otros me consideran mejor cocinero que pintor, porque también me ha dado la curiosidad de meterme en el mundo de  la cocina que también  es un arte, así que el hombre lo  que no puede perder nunca es esa ansiedad, esa necesidad de enriquecerse con lo que han hecho los demás.

Como exponente del arte cubano contemporáneo, ¿qué reconocimientos y difusión has tenido internacionalmente?

He obtenido algunos premios, aunque siempre he tenido mucha duda sobre los premios, porque a veces dependen del jurado… Cambia el jurado y cambia el premio, lo que no puede cambiar nunca es la necesidad del artista de ser su propio juez y pintar. Yo, en primera instancia, pinto para los artistas que son los que conocen del oficio, de morfología y otras cosas. Después que los artistas ven tu obra y te dan el visto bueno, pues la segunda persona para la que se pinta es para el público, para la gente  a la que tú puedes explicarle cosas y enseñarle cosas. Pero, básicamente, pinto por superación, pinto para los pintores amigos que están vivos y para los que están muertos. He estado pintando y mentalmente miro hacia atrás y he imaginado que me estará mirando Servando Cabrera o alguno de mis maestros. Eso lo he pensado muchas veces, no soy creyente, pero quizás sea cierto.

Háblame de la exposición que vas a presentar en Tampa.

Nelson Domínguez. Obra de la serie Monte de espuma.
Primero la palabra Tampa… Tampa es algo que para nosotros los cubanos tiene una importancia sublime, una importancia histórica, es como recordar a alguien que quisimos mucho y queremos y que esa misma persona a su vez vivió aquí y quiso mucho a este pedazo de tierra. Es a partir de aquí su filosofía de la vida, su filosofía de la defensa de su cultura… todo eso nació aquí. Aquí José Martí, que es de quien hablo, se estableció y fue hasta las capas de gente mas pobres, estableció con ellos relaciones, con los tabaqueros de Tampa. Y para un cubano es un honor y para mí también, obviamente, como cubano que soy es un honor tener la posibilidad de presentar mi obra aquí, en esta pequeña y silenciosa ciudad. 

 


viernes, 14 de junio de 2024

Máximo Gómez, en el 119 aniversario de su muerte

 El dominicano Máximo Gómez Báez pudo ser el primer presidente de la República de Cuba, inaugurada el 20 de mayo de 1902. Para las elecciones que siguieron a la Constitución aprobada en 1901, las fuerzas políticas de la Isla se organizaron en dos bandos principales:  el Partido Nacional Cubano y los Independientes, aunque otros partidos, como el Republicano de La Habana o  el Partido Federal participaron de la contienda. En aquellas circunstancias, cualquiera de aquellas agrupaciones que hubiera designado a Gómez como su candidato,  tenía las de ganar.

Buscando su parecer, un día los independientes enviaron a Bernabé Boza, quien había sido su jefe de Estado Mayor  durante la última guerra, y regresó con la respuesta definitiva:  ¿Qué daño le he hecho yo a usted ni a nadie para proponerme una corona de espinas?

Entonces le pidieron que apoyara a alguien, por el influjo que tendría su prestigio. Había sido el militar de más alto grado durante los 30 años de guerras independentistas. Su fama a través de las fuerzas libertadoras empezó desde el combate de Pinos de Baire, en noviembre de 1868, cuando emergió de las sombras al frente de un grupo de cubanos que, machete en mano, hizo huir a dos compañías españolas a pesar de que estas contaban con armas de fuego. La guerra estaba comenzando y los cubanos, aun los que habían recibido el grado de General tras el levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua, no tenían experiencia militar.

Entonces le llegó la hora a Máximo Gómez. Había nacido el 18 de noviembre de 1836 en Baní, República Dominicana.  A los 19 años participó en la batalla de Santomé, donde  fuerzas dominicanas se enfrentaron a Haití por la independencia de su territorio. Se logró la independencia, pero en 1861 el presidente Pedro Santana  prefirió anexar el país a España, desatando otro conflicto armado. Esta vez, Gómez se equivocó de bando, combatiendo a favor de España. Pero en 1865 los dominicanos ganaron la guerra y el joven de Baní tuvo que huir del país. Se embarcó hacia el oriente cubano, junto a la madre y unas hermanas, estableciéndose en El Dátil, un pequeño barrio cerca de Bayamo.

Por ello, cuando estalló la guerra de Cuba contra España, Máximo Gómez estaba allí, dispuesto a incorporarse en el lado correcto. Se sumó a la tropa del bayamés José Joaquín Palma, quien le otorgó el grado de sargento. Desde ese día, se convirtió en un maestro de la guerra de guerrillas y en el uso del machete como arma de combate. Saltó todos los grados y en breve el presidente Carlos Manuel de Céspedes lo nombró Mayor General.

Los más grandes combates de la larga Guerra de los Diez Años tienen su nombre, bien porque los guiara  personalmente, como la batalla de Palo Seco (1873) y Las Guásimas (1874), como por haber forjado a los más capaces combatientes que, a su vez, dirigieron grandes combates y alcanzaron los grados más altos en el Ejército Libertador, como es el caso de Antonio Maceo. Al terminar la Guerra Grande, en 1878, Gómez era el único general independentista en Cuba que había dirigido todas las regiones y tropas participantes en la contienda bélica.

Cuando en 1878 comprendió que la guerra se perdía por el regionalismo, caudillismo y otros males entres los insurrectos, lo que dio paso a la Paz del Zanjón, prefirió irse de Cuba antes de inmiscuirse en los enfrentamientos en  las filas independentistas cubanas.  Comenzó, junto a su familia (ya casado con Bernarda Toro y con varios hijos nacidos en medio de la guerra), un largo peregrinaje que lo llevó a vivir en Jamaica, Honduras, Costa Rica y finalmente República Dominicana, su país. Pero, en ese tiempo, participó en los más importantes intentos de reiniciar la guerra en Cuba.

En septiembre de 1892, creado el Partido Revolucionario Cubano, José Martí fue a visitarlo a Montecristi, en República Dominicana, con el propósito de ofrecerle la dirección del ramo militar de aquella organización política que se proponía conquistar con las armas la independencia de Cuba y, por encima de todo, crear una república democrática en la Isla. Martí lo encontró en su finca La Reforma, con un arado en la mano. Fueron tres días de conversación y cuando Martí lo invitó al proyecto que lo alejaría de la paz del hogar, sin más nada que ofrecerle “que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres”, aquel hombre de casi 60 años le respondió afirmativamente.

Después, junto a Martí firmó el Manifiesto de Montecristi, donde se definía el propósito de la guerra como medio para llegar a la república verdadera. Al lado del Apóstol, salió de su casa para Cuba. Desembarcaron juntos en Playitas, el 11 de abril de 1895 y juntos vivieron las alegrías, adversidades, compromisos y aspiraciones de aquella gesta. Caminaron a pie durante 14 días por elevadas montañas, ríos crecidos, enmarañados breñales. Después, a caballo, desde el 25 de abril hasta el 19 de mayo. Cuando cayó Martí en Dos Ríos, Gómez hizo todo lo posible por recuperar el cadáver. No lo logró, pero marcó con piedras del Contramaestre el lugar exacto donde murió el Apóstol.

Después, hizo toda la guerra, libró decenas de combates, enfrentó a la Asamblea de Representantes cuando perturbaba las operaciones militares. Finalmente, cuando desembarcaron las tropas estadounidenses y la guerra finalizaba con la victoria cubana, alertó de los peligros que se avecinaban: el excesivo control de Estados Unidos sobre la Isla, los excesos del caudillismo, personalismo y ambiciones en filas libertadoras.

Aprobada la Constitución de la República, se adhirió a ella con respeto a la ley. Apoyó a Tomás Estrada Palma en su candidatura por los Independientes a la presidencia e hizo campaña por él en diferentes lugares de la Isla. Todos lo aclamaban donde quiera que su cabello blanco  marcaba el sitio de la mayor dignidad. Tantos le daban la mano, una y otra vez, que descuidó curarse un rasguño en la derecha. La infección se agravó en junio de 1905. El día 12 fue   a verlo el general Emilio Núnez. El viejo general le susurró: Se va tu amigo. Núnez empezó a llorar y el moribundo lo consoló. Cinco días después, en su casa de  Quinta y D, en El Vedado habanero, rodeado de su familia y varios amigos, su corazón dejó de latir. Era 17 de junio de 1905. Todo el país se conmovió, en un duelo nacional que duró tres días. Mientras el cadáver del Generalísimo era velado en el Salón Rojo del Palacio Presidencial, el presidente Estrada Palma dio a conocer la siguiente proclama:

“El mayor general Máximo Gómez, General en jefe del Ejército Libertador, ha muerto. No hay un solo corazón en Cuba que no se sienta herido por tan rudo golpe; la pérdida es irreparable. Toda la nación está de duelo, y estamos todos identificados con el mismo sentimiento de pesar profundo, el Gobierno no necesita estimularlo para que sea universal, de un extremo a otro de la Isla, el espontáneo testimonio, público y privado, de intenso dolor”.

El martes, 20 de junio, al escucharse el toque de 21 cañonazos, el cortejo fúnebre fue  saludado por miles de personas, mientras se trasladaba del Palacio Presidencial a la Necrópolis Cristóbal Colón. La prensa informó que nunca se había visto en el país un entierro tan multitudinario. El ilustre dominicano lo merecía.