viernes, 24 de octubre de 2025

Tampa en la novela El secreto de la andaluza

 

–¿Y el paso por Tampa? –insistí, sabiendo que lo iba a mentar.

–Bueno, no les quiero aburrir con cosas ya lejanas, pero de Tampa siempre hay que hablar. No he visto un sitio donde nos quieran tanto a Martí, más que en muchos lugares de su propio país. La oportunidad, que no me cansaré nunca de agradecer, me la brindó uno de los estudiantes que renunció a días de vacaciones para atender a los maestros cubanos. Lo he  mencionado en esta casa muchas veces, a Vittorio Guerrieri*, un siciliano que aplaudió los discursos de Martí siendo apenas un niño. Cuando nos presentaron en Harvard, antes de darnos las manos lo mencionó.

–Yo conocí a Martí –dijo, como si fuera suficiente para ser mi amigo.

Y fue suficiente. Cuando estábamos en Nueva York para regresar a Cuba, él me dice:

–Oye, ¿por qué no te vas a Tampa conmigo y de allí sigues a La Habana? Es fácil.

Dicho y hecho. Hablamos con Fryer** y, aunque costó convencerlo, lo logramos. Al día siguiente estábamos montados en un tren que, dos días y medio después, estaba pitando su inmediato arribo al andén de Ybor City. Antes de llegar, yo iba tan embelesado con los pinos que, en un momento, no sabía si estaba leyendo su discurso o si la realidad ahogaba la imaginación de presentirlos.

–Llegamos, Ángel.

Me detuve en el escalón, con miedo de poner un pie en el mismo ladrillo donde él puso el suyo. ¿O los ladrillos rojizos se movían o mis piernas temblaban? Al entrar en la Séptima Avenida, traje de la memoria: Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas y, sin sacudirse el polvo del camino y sin preguntar donde se comía o se bebía, preguntó cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar.

–¡Ese es Martí! –dijo Vittorio.

–Somos nosotros, mi amigo, que antes de sacudirnos el polvo del tren vamos al lugar sagrado donde él dijo sus discursos.

–Aquí es. Aquí fue el Liceo Cubano, Ángel, de aquí salió su voz al universo.

Yo me quedé sin voz al ver que su imagen brotaba de las ruinas del caserón de madera y se elevaba delante de mis ojos, como un padre cuando se le acerca un hijo. De allí pasamos frente a la casa de Paulina y Ruperto Pedroso, que ya estaba metiéndose en la noche. Vittorio me dijo:

–Mañana pasamos para que los conozcas.

Seguimos y al pasar frente a la fábrica de Vicente Martínez Ybor, imponente con su vestido de ladrillos bermejos, nos detuvimos frente a la escalera de hierros que asciende hacia su puerta de entrada. Entonces Vitto me confesó con creciente emoción, como si hubiera dejado para ese momento su mejor recuerdo.

José Martí en la escalera de entrada de la fábrica
de tabacos de Vicente Martínez Ybor. 

–Una tarde, Martí salió de ahí adentro rodeado de líderes cubanos y tabaqueros. Se detuvieron en la escalera, porque uno de ellos dijo que iba a tomar una fotografía. Yo andaba con otros chicos y nos pusimos delante, ¡quién sabe si un día aparece esa imagen! Después me acerqué a aquel hombre con cuerpo de muchacho, porque su mirada me daba confianza. Puso su mano en mi cabeza y me pareció que Cristo me estaba bendiciendo.

–¡Claro! –saltó Pepito–. Es la única foto conocida de Martí en Tampa. La he visto. También  aparece el general Serafín Sánchez. Y es verdad que hay algunos niños en primera fila.

–Ah, quiero verla. Si pudiera enviarle una copia a Vittorio, aunque desde que regresó a Sicilia no he sabido de él –comentó Ángel, siempre tan buen amigo.

–Pero no lo interrumpan –dije–, que hoy nuestro Ángel está inspirado y nos puede contar más acerca de Martí en ese lugar.

–Bueno, pues me fui a West Tampa con Vittorio, pues cuando le pregunté por un hotel, respondió que el hotel era su casa. Muy cariñosa su familia, entre ellos un primo suyo que enseguida se paró del piano.

–Stefano Guerrieri***, para servirle –me dijo, estrechándome la mano.

Ahora es un músico importante y ha estrenado sus óperas hasta en Nueva York, pero no me quiero salir de Martí, que es del que quieren saber. Me alegré de ir a Tampa, fue como un sueño cumplido. Al día siguiente caminamos por West Tampa desde temprano, porque Vittorio quería enseñarme la biblioteca donde estuvo el Céspedes Hall, donde se reunieron tantos cubanos ilustres. De allí seguimos a la fábrica donde se torció el tabaco para ocultar la Orden de Alzamiento y, muy cerca, la casa donde vivió Fernando Figueredo. Vittorio lo sabía todo de los cubanos, hasta de una casita donde vivió unos dos meses la madre de Martí.

–¿Cómo que la madre de Martí vivió en Tampa?, ¿pero de dónde has sacado eso? –pregunté.

–Pues sí –afirmó Ángel–. Fue a mediados del 98, cuando la guerra se estaba acabando. Vivió allí con La Chata, una de las hijas, en la calle Chesnut. Cuando estuve allí, todavía muchas personas la recordaban.

–¿Por qué no escribiste sobre eso, tío? –preguntó Pepito.

–Eso es para ustedes, los historiadores –se defendió, para empatar el cuento–. De allí montamos en el tranvía hasta Ybor City, porque insistí en conocer a los Pedroso. Cuando llegamos a la casita de madera, allí estaban los dos, con la duda de si era prudente regresar a Cuba en ese momento.

–En este cuarto durmió él más de una noche –dijo Paulina, que ya tenía más de cincuenta años, pero se le veía vigorosa y jovial.

–Y es verdad que estuvo enfermo y que aquí vino a curarlo el médico Barbarrosa?

–Ay, m’ijo, ¿tú no lo has oído decir? Trataron de envenenarlo. Dos malvados le brindaron una copa de vino aquí mismo, al doblar de la esquina. Él, de buenazo, les creyó. A esos malvados los compró el español. Yo me asomé y lo vi doblado del dolor, mordiéndose los labios. Casi lo traje a cuestas y lo acosté. Ruper corrió a buscar a Don Miguel, un médico de nosotros. Con un purgante, enseguida vomitó hasta la hiel. Parecía que se iba a quedar sin tripas. Estaba blanco como un papel y no lo dejamos moverse de esta casa durante tres días.

–¿Y los tipos, Ruperto?

–No lo vas a creer. Ya sabíamos del que le dio la copa. A los dos días, por la tardecita, Martí lo distinguió entre tres o cuatro que pasaron frente a la casa. Yo fui a coger la escopeta y me detuvo: Llámelo, por favor. Entró y se sentaron a hablar. Él le hablaba despacito, casi hasta con cariño, mientras el hombre bajaba la cabeza. Pues aquel mulato fue de los primeros expedicionarios que salieron para la guerra. Debió pelear muy duro, porque llegó a comandante. Su nombre es Valentín Castro Córdova, tal vez usted pueda encontrarlo por allá.

–Mire usted quién era Martí. Ese hombre era un santo –afirmó Paulina con lágrimas en los ojos.

–¿Y no van a regresar a Cuba? –les pregunté.

–Estamos esperando a ver si llega la república que él quería, pero tenemos muchas dudas –dijo Ruperto y continuó–: Aquí mismo ya no es como cuando él reunió a todos los cubanos, sin distinción de color, profesión, creencias. Ahora ya no está el Liceo Cubano donde él habló. Están fundando un Círculo Cubano, pero ese es para gente blanca y de plata. Los prietos nos estamos agrupando en otra asociación. La llamaremos Martí-Maceo, uno blanco y otro mulato, porque ellos fueron un ejemplo de que la división racial, como todas las divisiones, van contra la humanidad. Yo no sé ustedes en Cuba, porque todavía le están dando vueltas a una Constitución que traiga un gobierno propio, pero no tengo buenas señales.

Esa misma tarde conocí a Ramón Rubiera y hablamos mucho de Martí, pero no les voy a cansar más.

Citas:

*Se refiere a un estudiante ficticio de la Universidad de Harvard, institución que ofreció un curso de verano a maestros cubanos en 1900 en la que participa el protagonista que, muchos años después está contando esta experiencia en un grupo familiar al que pertenece la andaluza. En la novela hay información histórica acerca de este acontecimiento casi olvidado.

**Alexis Frye es también una figura histórica. Fue superintendente de escuelas en Cuba durante la ocupación estadounidense en la Isla entre 1899 y 1902. Fue quien propuso y organizó el curso a los maestros cubanos en EE. UU.

***Stefano Guerrieri es una figura histórica de la que hemos escrito en esta columna. Fue un músico italiano que vivió en West Tampa (Ver: https://gabrielcartaya.blogspot.com/search?q=Stefano+Guerrieri). Su primo Vittorio, sin embargo, es un personaje de ficción.

Nota: La novela El secreto de la andaluza, puede adquirirse en Amazón.

 

martes, 21 de octubre de 2025

Diálogo con Rodolfo Alpízar, fecundo traductor, lingüista y escritor cubano

 Rodolfo Alpízar Castillo (La Habana, 1947) es un reconocido traductor, lingüista y escritor cubano. En cada uno de estos tres campos ha cultivado una extensa obra que, en su conjunto, ha llegado –con o sin su presencia física– a Europa, África, Estados Unidos, Latinoamérica, a través de decenas de sus artículos, ensayos, conferencias, novelas, cuentos.

Alpízar tiene el mérito de haber dado a conocer en español a importantes autores africanos de lengua portuguesa, así como traducir a un autor del prestigio de José Saramago, único Premio Nobel de Literatura de Portugal. Como especialista de la lengua española, es autor de Para expresarnos mejor (1985), Estudios de gramática del español (1987), El léxico de la terminología. Intento de sistematización (1996) y otras obras. Como narrador, entre varias novelas ha publicado Sobre un montón de lentejas (2008), La sublime embriaguez del poder (2008), Empecinadamente vivos (2010) Brindis por Virgilio (2012), Entre príncipes y habaneras (2018) y otras.

Con una obra tan extensa, entrevistar a quien ha sido miembro de la Federación Internacional de Traductores,  Miembro fundador de la Asociación de Traductores e Intérpretes de Cuba, conferencista en diversas universidades del mundo y tan fecundo escritor, es un privilegio que nos concede Alpízar a todos los lectores de La Gaceta.

Rodolfo, sé que has alcanzado reconocimiento como escritor, lingüista y traductor. Me gustaría empezar a hablar sobre esta última especialidad, ¿podrías hacer un breve resumen de la historia de la traducción en tu país?

Desde finales del siglo XVIII, y en especial en el XIX y parte del XX, muchos creadores cubanos practicaron la traducción como una manifestación más de su producción literaria. En las revistas culturales del siglo XIX aparecían textos traducidos del francés, del inglés, del alemán, e incluso del latín. En ocasiones se trataba de retraducciones o de versiones resumidas de las obras originales, pero gracias a esa labor en Cuba la intelectualidad criolla estaba actualizada en cuanto a la obra de los principales autores contemporáneos de Europa y Estados Unidos.

Para hablar de traducciones en el siglo XIX cubano son imprescindibles los nombres de grandes figuras de la literatura cubana, como José María Heredia, Antonio Bachiller y Morales, Gertrudis Gómez de Avellaneda y, sobre todo, los hermanos Antonio y Francisco Sellén. Para la primera mitad del XX, los miembros del Grupo Orígenes Eliseo Diego, Virgilio Piñera y José Rodríguez Feo. No obstante, la dedicación de los creadores literarios a la traducción disminuyó en el siglo XX y lo que va del XXI, en comparación con el XIX.

En los años 60 del siglo XX se crearon las primeras escuelas para traductores (nivel medio), y a mediados de los 70 se creó la Facultad de Lenguas Extranjeras, que forma traductores de nivel superior. En mayo de 1994 se fundó la Asociación Cubana de Traductores e Intérpretes, que agrupa además a terminólogos, profesores de traducción e intérpretes de lengua de señas, y forma parte de la Federación Internacional de Traductores (FIT) desde 2002. Varios de sus miembros han recibido premios internacionales, seis de ellos otorgados por la FIT. En el panorama internacional, los traductores e intérpretes cubanos son bien conceptuados.

Para finalizar, me gustaría resaltar tres curiosidades del siglo XIX cubano, más importante para la historia cultural de lo que se suele recordar:

José del Perojo (político e intelectual e introductor del neokantismo en el área hispánica, nacido en Santiago de Cuba) tradujo al español, por primera vez, directamente del alemán, el texto completo de la Crítica de la razón pura, de Kant (1883).

Felipe Poey Aloy, naturalista y profesor universitario, además de dedicar muchas páginas a la creación literaria y el estudio del español, realizó traducciones de textos científicos o literarios y publicó varios artículos sobre la traducción.

Néstor Ponce de León, editor, publicó en Nueva York, en 1884, el Diccionario tecnológico inglés-español y español-inglés, obra que fue durante muchas décadas de obligada consulta para los traductores técnicos en lengua española.

Cuando se habla de escritores hispanoamericanos que, a su vez, fueron buenos traductores, es frecuente que se mencione el nombre de Jorge Luis Borges. Sin embargo, no todos señalan a José Martí. ¿Hay razones para incluirlo como un excelente traductor?

Para los traductores cubanos, al menos para quienes pertenecemos a la Asociación Cubana de Traductores e Intérpretes, y muchos otros, Martí es una especie de guía o padre espiritual, tanto por haber sido un destacado traductor en su tiempo, como por sus comentarios sobre el proceso de traducción. Al respecto, hay un verbo creado por él que hemos hecho nuestro: transpensar. Considero que es más fácil entender y aplicar ese verbo que explicarlo, y no me atrevería a proponerle (¿acaso “pensar desde el otro”?, ¿con el otro?), pero me identifico con él pues siento que es lo que hago en mis traducciones (se entiende que hablamos de traducción literaria, la científico-técnica tiene otras exigencias).

Quien se ciña a conceptos propios de los tiempos actuales (con otros gustos, modas literarias y formas de encarar la traducción y la literatura), quizás no reconozca que Martí fue excelente traductor, no solo brillante escritor. Pero las traducciones de Martí funcionaron en su momento (cumplieron su cometido cultural) y funcionan hoy en día. Cualquier obra literaria, traducida u original, con tal condición, es excelente. Para mí, pues, Martí, por el volumen de su obra y por lo que escribió sobre el tema, clasifica entre los excelentes traductores del siglo XIX cubano.

Admito, no obstante (y esta afirmación disgustará a algunos de mis colegas), que en sus traducciones hay un elemento (presente en muchos de sus contemporáneos, que no comparto): llevan demasiado evidente su impronta estilística. Dicho de otro modo: me parece que lo leo a él, no al autor del texto original.

En 1856, Felipe Poey Aloy, antes mencionado, advertía contra las traducciones literales, porque, afirmaba, alteran el sentido y destruyen la eufonía. A la vez, insistía en que “si traducimos a Cicerón es menester que el lector encuentre algo de lo que se conoce con el nombre de estilo ciceroniano”. Martí no es un traductor literal, y sus traducciones son hermosas y agradables al oído (la eufonía exigida por Poey). Pero no me parece que él permita “encontrar el estilo ciceroniano” mencionado por Poey, pues realiza, ante todo, versiones o adaptaciones de las obras originales…, como tantos en su tiempo.

En conclusión, sí, para mí, Martí debe ser considerado entre los grandes traductores del siglo XIX, tanto por su obra como por sus conceptos sobre la traducción. Al respecto, recomiendo la lectura del texto Martí y Ramón Piña: algunas ideas sobre la traducción, de Yoandy Cabrera Ortega, cubano residente fuera del país (2008, lamento no poder ofrecer la ficha bibliográfica completa).

Se te reconoce como uno de los principales pioneros en Cuba de la literatura africana en lengua portuguesa. ¿Cómo un licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de La Habana se convirtió en un traductor del portugués que tiene entre sus logros haber llevado al español parte de la obra de José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998?

Sí, tengo el honor de haber introducido en Cuba varios autores africanos lusófonos de los más renombrados, y estoy muy orgulloso de ello. Entre otros, he traducido a los premios Camões Pepetela (angolano, cuya noveleta Las aventuras de Ngunga fue mi primera traducción literaria, allá por 1978, cuando no imaginaba que me convertiría en traductor profesional), Germano Almeida (caboverdiano), Mia Couto y Paulina Chiziane (mozambicanos; Mia, además, ya ha sido nominado al premio Nobel). Salvo Paulina, a los demás he tenido ocasión de conocerlos personalmente.

Rodolfo Alpízar (izquierda) junto a Marcelo Rebelo de Sousa,
presidente de Portugal. 

También he tenido oportunidad de traducir y conocer personalmente a importantes autores portugueses, entre ellos a José Saramago, premio Nobel de Literatura.

Para quien juzga el pasado desde el presente, parte de la respuesta puede no gustar, pero es la realidad: En 1976 me alisté voluntariamente (reitero: voluntariamente; quien no vivió aquellos tiempos puede no entenderlo, pero fueron miles los voluntarios en aquel momento) para ir a defender la naciente república de Angola, enfrentada a una invasión de Sudáfrica, Zaire y grupos de mercenarios de diversas nacionalidades, aliados con antiguos grupos guerrilleros rivales del que proclamó la independencia.

Como mi especialidad militar era la sanidad, fui con un hospital de campaña a una provincia al sur del país, pero a los veinte días de estar allí (subutilizado, pues había enfermeras y enfermeros mejor preparados que yo) me trasladaron a una escuela de especialistas menores de Logística, en Luanda, la capital. Allí, un pequeño equipo de profesores, de los cuales solo cuatro o cinco eran militares, incluido el jefe, teníamos a nuestro cargo instruir a jóvenes en distintas especialidades; la mía, desde luego, la sanidad militar.

Al llegar a Angola me prometí que, si salía vivo de allí, llevaría como ganancia vital haber aprendido la lengua portuguesa en la práctica (años antes había estudiado siete semestres de francés, y otros tantos de ruso, aunque de este idioma no había aprendido casi nada, y uno de alemán —lo aprobé con nota mínima y me di cuenta de que no congeniábamos).

Ya instalado en Luanda, rodeado a diario por entre cien y trescientos jóvenes (la cifra variaba en dependencia de los cursos; los grupos de sanidad militar solían ser de entre veinte y cuarenta alumnos) que usaban el portugués como lengua vehicular, varias circunstancias me obligaron a convertirme en traductor empírico: Yo era el único cubano con formación superior en letras; constantemente buscaba conversación en portugués con los alumnos para aprender la lengua (los demás cubanos se hacían entender como podían, sin esforzarse demasiado); estudiaba los textos de enfermería, en portugués, para preparar las clases, y, leía la prensa y alguna literatura facilitada los alumnos. Y ocurrió algo trascendental: Me enamoré de la lengua portuguesa. Un a amor a primera vista que ha crecido con el paso de los años.

Acabo de mencionar que leía libros que me facilitaban los angolanos. Pues bien, por ello ocurrió algo mágico:

Un día, acompañado de un colega, me vi tocando a las puertas de Artur Pestana, Pepetela, por entonces viceministro, comandante y joven escritor. No recuerdo cómo llegamos hasta su casa ni por qué nos recibió, solo que acababa de leer Las aventuras de Ngunga y me gustó tanto que en las horas vagas puse la novela en español, para leérsela a mi niña cuando regresara a casa. A Pepetela le gustó mi trabajo, y me ayudó con algunas observaciones sobre costumbres y cultura angolanas.

Esa es la historia, no muy corta, pero tampoco tan larga, de cómo me convertí en traductor de portugués.

Si tu prestigio como traductor y lingüista es avalado por una obra publicada y premiada internacionalmente, tu faceta como narrador y ensayista es también extensa y exitosa. Al mirar algunos títulos, asombra apreciar la fecundidad con que has utilizado el tiempo. ¿Qué es para Rodolfo Alpízar la creación literaria, después de una obra tan amplia?

No estoy seguro de haberme preguntado alguna vez, así, directamente, qué es para mí la creación literaria. No podría responder de manera categórica, pues le encuentro varios significados, o los he ido teniendo en el transcurso de mi vida. De algo sí estoy seguro: la creación literaria es parte de mi manera de ser y de vivir. Es, a la vez, una forma de amor y manera de amar. Comencemos porque amo la palabra. Amo la escritura, el arte de unir letras, unas con otras, y reproducir en el papel (o en la pantalla) lo que las personas dicen, hacen, ven, sienten. O digo, hago, veo y siento yo.

La magia de la escritura me sedujo desde muy pequeño, al punto de haber aprendido a leer sin maestro, jugando con mi hermano Rafael, un año menor que yo. Tendría yo seis años, si no menos, y él cinco, o menos. Nos lanzábamos una pelota de goma con una inscripción: CANCANEÍTO, regalada como parte de la campaña electoral de algún político de barrio, allá por el Cotorro, donde vivíamos por entonces (nunca pude saber quién era él; me hubiera gustado. Que una campaña política sirva para que dos niños aprendan a leer por sí solos demostraría que, a fin de cuentas, los políticos pueden servir para algo). Supongo que de ahí me viene el deslumbramiento por el arte de combinar letras, palabras, oraciones, párrafos…

Con estos antecedentes, casi resulta innecesario declarar que, para mí, escribir contiene cierto grado de misticismo y mucho de realización personal: Me siento en otra dimensión cuando estoy inmerso en la escritura, como cualquier jovencito enamorado ante el objeto de su amor; no necesito entornos ni rituales especiales para escribir: Algo de tranquilidad me es suficiente.

Creo en la inspiración como un estado alterado de conciencia que me permite sobreponerme a la realidad circunstante y crear mundos. Cuando ella, la inspiración, se me hace presente, nada alcanza a estar suficientemente mal para mí: escribo, la escritura me rescata de la cotidianeidad.

Acaso por ello se me convierte en acto casi fisiológico, necesario para sentirme bien dispuesto. No exagero al afirmar que me siento extraño, en un estado cercano a la depresión (sin nunca llegar a serlo del todo), cuando no tengo nada que escribir, sea mi obra, sea una traducción, sea la revisión de textos ajenos (forma esta última, valga la aclaración, de ganarme la vida, porque las demás no me lo garantizan).

Una muestra de esta relación, medio mística, medio fisiológica, con la escritura es que mantengo en estos momentos tres columnas, una semanal, una quincenal y una mensual, en una revista digital, todas ad honorem, todas por la satisfacción que me produce hacerlo.

Si la relación de mis textos publicados te parece extensa, entérate de que está incompleta: tengo inéditas tres novelas y me dispongo a escribir una pequeña mientras llega el año próximo, cuando planeo dedicarme a una más ambiciosa, sobre un personaje real.

¿Qué caracteriza tu obra?

No es el autor el más indicado para hablar de su escritura; para eso están los críticos y los especialistas. No obstante, puedo asegurar con plena conciencia que, ante todo, a mi obra la caracteriza la sinceridad.

Hace años una brillante recién graduada de letras, con toda la petulancia que caracteriza a quien acaba de recibirse con buenas notas, me criticó con dureza porque, según ella, la sinceridad no es una categoría científica. Ciertamente no lo es, pero también es cierto que no escribo novelas a partir de categorías científicas, sino desde un impulso interior que escapa a mi propio raciocinio.

Esa acientificidad, desde luego, no elimina la responsabilidad por el resultado: puesto el punto final (provisional) a una obra, paso, una y otra vez, la mirada crítica por sus páginas, para encontrar la ­mejor expresión, eliminar modificadores innecesarios (¡no solo los adjetivos!), repeticiones no justificadas, banalidades y cacofonías (con las limitaciones que impone ser el autor de la obra revisada, por supuesto). La pretensión es entregar la mejor obra posible al lector, a quien respeto y considero mejor preparado que yo para juzgar mi obra (incluso mejor que el crítico profesional).

Por otra parte, mis temas son variados, aunque me dicen amigos que mi estilo se identifica en casi toda mi narrativa.

Tengo algunos cuadernos de cuentos (el último publicado, Tercera edad y otras aberraciones, es posiblemente el último que escriba), pero mi mundo son las novelas. Algunas se refieren a temas cubanos (Sobre un montón de lentejas, Entre príncipes y habaneras, Evangelios, encuentros y desencuentros, Robaron mi cuerpo negro, Empecinadamente vivos –históricas, o con apoyo en hechos históricos varios–, Viviendo con Lesbia María y Memoria sin casa –especie de crónicas sobre la realidad actual del país, con fuerte carga autobiográfica–,  otras a temas universales, no situadas en un territorio nacional en particular La sublime embriaguez del poder –tema de los dictadores, tratado en tono de novela picaresca–, Estocolmo –maltrato a la mujer–, Brindis por Virgilio –alcoholismo en la mujer–, Habrá milagro –especie de novela de amor…, pero no rosa–.

En cuanto a la escritura como resultado de la acción de escribir, lo mencioné antes, desde mi niñez tengo una relación de deslumbramiento y de amor con ella, así como la tengo con mi idioma y con el portugués. Como buen amante, cuido al objeto de mi amor. Intento que mis textos sean pulcros, sin maltrato a la ortografía y la sintaxis ni redacción descuidada, lo cual considero irrespeto al lector. Por ello aprecio mucho el trabajo de los editores, con quienes sostengo discusiones muy productivas; eso sí, como soy consciente de mi dominio de las herramientas lingüísticas, y me siento responsable de lo bien o mal que las utilice, les exijo que hasta el cambio más insignificante los consulten conmigo.

Algo más sobre el lenguaje: Alguien me criticó, en forma personal y amistosa, que en Robaron mi cuerpo negro los esclavos hablen correctamente. Mi respuesta fue que no es una novela para demostrar mis conocimientos lingüísticos o sobre el folclor (alguna vez, cuando era lingüista, realicé el estudio de un documento de 1795 sobre la lengua de los negros bozales), sino para tratar sobre hombres y mujeres que luchaban por su libertad. Además, conozco la relación entre pensamiento y lenguaje: Al caracterizar determinados personajes (en este caso, protagónicos) con un lenguaje insuficiente, se los caracteriza, consciente o inconscientemente, como personas con pensamiento insuficiente. ¡Y eso nunca voy a hacerlo!

Hay otros elementos que caracterizan mi obra y que conozco bien, pues algunos son totalmente intencionales, pero prefiero que los lectores los descubran.


¿Algún mensaje a los lectores tampeños de La Gaceta?

Ante todo, deseo agradecerte por la invitación a dirigirme a los lectores de una publicación que ya pasa de los cien años. Es un honor que no hubiera imaginado. A sus lectores agradezco sinceramente la atención que puedan prestarme. Si mis palabras les han gustado, o no, sepan que participan de la misma sinceridad que me exijo en mi obra y en mi vida. No soy el indicado para declarar cuán buen o mal escritor soy, pero sí les puedo asegurar que intento que mi obra esté bien escrita y aporte algo positivo a quien la lea. Que pongo amor en lo que escribo. Y que aspiro a que ese amor que entrego sea recibido por los lectores.

Para terminar: escribir impone algún sacrificio. Por ejemplo, si imagino que una frase, un párrafo, una página o un capítulo es hojarasca para el lector, y no fruto, como debió ser, lo elimino (¡a veces duele!), porque la satisfacción que la obra aporte al lector es más importante para mí que el placer que sentí al escribirla. Un lector satisfecho es la mayor recompensa a que aspiro cuando escribo.

En fin, mi obra está ahí, buena parte se encuentra disponible en sitios diversos de Internet. Aprovecho para invitarlos a encontrarse con ella. Si, además, alcanzo a conocer que les aportó algo de bueno, sería una extraordinaria recompensa para mí.

Muchas gracias.

 

 

miércoles, 15 de octubre de 2025

Un Narciso martiano: la obra que dialoga con la muerte

Por Alberto Sicilia

En esta obra reciente, Alexis Miguel Pantoja Pérez –uno de los pintores más reconocidos de la plástica cubana contemporánea– nos enfrenta a una imagen que es, al mismo tiempo, íntima y profundamente polémica. La figura central, José Martí, se sumerge parcialmente en aguas oscuras, con los ojos cerrados y un gesto sereno, casi funerario. Una pluma blanca se erige como estandarte, mientras la vegetación acuática crea un marco de quietud.

Alexis Pantoja. Bajo el silencio profundo,
 murmura el arroyo manso. Lienzo, 48X70 cm.)

La pintura recuerda a un Narciso que no se contempla por vanidad, sino por desconcierto. Es el rostro de un ideario que se impone: el pensamiento martiano, proclamado como raíz moral y enarbolado en 1953 como bandera del “Centenario”. En aquel año, se presentó como el inicio de una gesta que pretendía rescatar y materializar la República soñada por Martí. Sin embargo, el devenir histórico mostró una deriva en la que, para muchos, ese ideario fue reinterpretado y, finalmente, vaciado de su esencia.

En el lienzo, el agua turbia y el silencio visual sugieren no solo la muerte física del Apóstol en Dos Ríos, sino también la muerte simbólica de la “República martiana” en la práctica posterior. El gesto inmóvil de Martí en la pintura es el de un visionario que, ante el fracaso de sus principios, se sumerge en un exilio definitivo bajo la superficie de la historia.

La obra de Pantoja, marcada por un realismo onírico y una técnica depurada, se distingue por su capacidad de conectar símbolos universales con referencias culturales profundamente cubanas. Su pintura explora la memoria, la identidad y las contradicciones entre los ideales y la realidad vivida. Aquí, el autor no solo recrea un retrato, sino que construye una narrativa visual que obliga al espectador a reflexionar: ¿es esta la imagen de una derrota definitiva o el llamado a rescatar la pureza de un proyecto inconcluso?

Más allá de la Isla, este tipo de propuestas artísticas dialogan con una problemática común en América Latina: la tensión entre las utopías fundacionales y su realización histórica. El lenguaje visual de Pantoja, con su carga simbólica y su anclaje en la historia nacional, trasciende lo local para insertarse en un debate continental sobre la pérdida, la memoria y el poder. En los circuitos internacionales, su obra ocupa un lugar sobresaliente, no solo como expresión estética, sino como testimonio crítico de una época donde las promesas políticas se diluyen en la marea oscura de la historia. Una obra que nos obliga a reflexionar sobre la causa, el efecto y la trascendencia, para aliviar el castigo colectivo y la culpa individual.

viernes, 26 de septiembre de 2025

Una conversación con el escritor Denis Fortún

 Denis Fortún es un poeta y escritor cubano que ha alcanzado reconocimento en ambos géneros durante las últimas décadas. Con varios libros publicados e incluido en diversas antologías, su nombre se incorpora a una pléyade de autores que desde la diáspora representan la amplitud y riqueza literaria de la mayor de las Antillas. Así ha de considerarse, pues tanto la mejor poesía y narrativa que se escriben dentro de la Isla como fuera de ella –sin presiones extraliterarias–, expresan en sus temas, formas de expresión, idiosincrasia y aspiraciones, su histórica evolución.

A Fortún, radicado en Miami, se le cita a menudo por el libro de décimas Zona desconocida (2007), como por su cuaderno de cuentos El libro de los Cocozapatos (2011), pero a ellos se le suman  Diles que no me devuelvan -crónicas- (2013),  la novela 324 Mendoza ( 2018), Los hijos de Sobek  –cuento– (2024) Alma vieja –poesía– (2025) y otras obras en las que ha mostrado su calidad como escritor.

Conocí a Fortún recientemente en Miami y en medio de una animada conversación le invité a responder unas preguntas para que en Tampa, donde tanto se lee, se conozca más acerca de su obra.

Una agradable conversación con el escritor Denis Fortún

Denis, aunque no te iniciaste muy temprano en el mundo de la escritura, hoy tienes ya varios libros publicados. ¿Cómo descubriste e impulsaste al escritor que hay en ti?

Escribir, puedo asegurarte que se trata de una pasión que traigo conmigo desde niño. Recuerdo que, en la enseñanza primaria, en particular en el quinto grado, mis mejores notas eran en español –a los números siempre les he tenido antipatía, excepto a los números de la Lotto, pero estos al parecer sí me tienen fobia–.

Disfrutaba hacer composiciones y, a veces, mi profesara decía que resultaban demasiadas largas, más de dos párrafos, que por lo general era la norma. Ya en sexto, a los once años, mi madre me regaló Los conquistadores del fuego, de J. H. Rosny. Leer era otra pasión, igual con sus momentos de pausa al no dedicarle el tiempo suficiente, pero tuve la suerte de crecer con un par de libreros enormes en la casa, con autores todos de lujo, universales, de asiento de palco, que nombrártelos representa una lista inmensa, y siempre acababa yo atrapado por alguno, ya fuese por mi voluntad o por sugerencia de mi abuela, que era una lectora empedernida. A esto súmale que en el aula existía la costumbre entre un grupo de alumnos que a la hora de almuerzo nos dedicábamos a leer. Aunque te confieso, yo no me entregaba con la fuerza y pasión de los otros muchachos, que sí se pasaban las dos horas del receso embobecidos con sus libros.

Siempre estuve propenso a disociarme cuando de jugar y jeringar su poquito se trataba, lo que le costaba a mi madre ir a ver a la maestra más de las veces que ella y yo hubiésemos gustado. Ahora bien, aquella novela de Rosny me cautivó –le siguió El león de las Cavernas  y recuerdo que al terminarla me dije que alguna vez iría a escribir historias, y te reitero, “me dije”, porque no se lo comenté a nadie y por varios años fue mi mejor secreto.

Sin embargo, después del entusiasmo que me provocara las aventuras de Naoh, Nam y Gau en busca del fuego, esa suerte de ­asignatura ­pendiente o fantasía dejé de tomármela en serio, otras prioridades más terrenas en mi adolescencia me atrapaban, aún sin olvidarme que lo de escribir no tenía dudas que me atraía muchísimo. Claro, existe un detalle importante, este es un ejercicio que precisa de soledad y a esa edad adoraba yo el bullicio, la compañía de los amigos del barrio, los de la escuela y, llegado el momento –y qué momento–, la compañía de la novia.


Pero por fin pasó, a la edad de treinta y seis años, un vicio que hasta hoy me persigue, eso sí, sin mucha disciplina, la que merece realmente. ­Coincidieron por esa época varios momentos que marcaron mi vida, y amigos que me impulsaron a hacerlo. En poesía, la confianza y saber de Jesús Candelario y Alberto Sicilia; en narrativa, la pasión, la manera de contar sus historias, y la admirable disciplina de Armando de Armas –irónico, ¿no?, pues he dicho en más de una oportunidad que no soy lo suficientemente disciplinado–. Y, quien me dio el impulso final para llegar hasta acá en cuanto a las letras se refiere, impulso que le voy a agradecer siempre, fue Helen Ochoa, mi esposa en esa época. Ella me aseguró que, más que poder, debía intentarlo de manera seria y sin temor a críticas y traspiés, que los habrá siempre. Y así, con una que otra piedra en el camino, digamos que más piedras de las que deseas o supones, con gente que me veía como un advenedizo, mucho más aquellos que “gozaban” de un nombre, conseguí publicar algunos poemas y uno que otro cuento en revistas impresas y digitales de Cienfuegos.

Un buen día vino la noticia de que quedaba finalista en un importante concurso nacional de narrativa, cuentos cortos propiamente, donde recibí mención especial. El cuento se publicó en una antología que hiciera Letras Cubanas y la Editorial Luminaria. Fue este el segundo cuento que publiqué en Cuba, hubo uno anterior antologado en un volumen que hiciera Atilio Caballero, un cuaderno que trae por título Como el aire en la orejas, título tomado de un cuento de Juan Francisco Pulido. Lo curioso es que esos dos cuentos salieron cuando ya estaba viviendo en Miami. 

La mayor parte de tu obra escrita la has realizado fuera de Cuba. De alguna manera, ¿te ha dinamitado, como escritor, vivir fuera de tu país?

Por supuesto, y la primera razón es la censura que aún persigue a muchos en la Isla, y que yo para ellos no era lo suficiente confiable. Mi currículum estaba muy lejos por aquel entonces de que me consideraran un escritor, y mi “proyección” política les preocupaba demasiado. Asimismo,  venía de un mundo diferente en apariencias, para que los “consagrados” me diesen su visto bueno y no contaba con las relaciones adecuas para el gran salto. Para ello, debía representar una genuflexión que no estaba dispuesto a practicar.

Estando acá, todo se presentó diferente y tuve la suerte de que al llegar a Miami mi buen amigo Armando de Armas me ubicara en la zona donde lograse yo conseguir un espacio, lo mismo en la literatura que en programas de televisión –luego vinieron España y México, en antologías y revistas–. Siempre le voy a agradecer a Mandy que estuviese delante, abriéndome puertas. Pero fue justamente en Miami donde comencé a publicar escritos que traje de Cuba, casi todos inéditos: poemas, cuentos y de otros géneros, como crónicas, novela, reseñas…, ya estos escritos acá.

Entonces, retomando tu pregunta, vivir fuera de Cuba me dio la oportunidad no solo de continuar escribiendo, sino de hacerlo por primera vez con total libertad; publicar sin preocuparme de que lo que fuese a contar tuviese connotaciones que pudiesen censurarse. La autonomía es fundamental para ejercer la escritura, a pesar de que todavía ves a algunos escritores que se “cuidan” y se autocensuran, que es la peor de todas las formas de reprobación y crítica.

Eres poeta y narrador. ¿Se complementan, o se excluyen esas manifestaciones en la elección expresiva?

Digamos que cada una, en mi caso, en apariencia cuentan con su motor impulsor propio, lo que ofrece la imagen de una supuesta exclusión al instante de elegir, pero en realidad pasa sin mucha diferencia para cada forma.

La narrativa, al momento de crear, en un principio es menos visceral que la poesía, aunque no por eso le concedo menos pasión y termina cargando su “toque poético”, porque si bien prosa y verso se apartan en ocasiones, no llegan a establecer una ruptura evidente porque la prosa (la historia), carga también con esa proporción que nace de los sentimientos. Es acaso el yo poético, ese que me asiste y más que desplazar al narrador, lo disfraza. Ahora bien, reconozco que el poema en sí es otra manera o lenguaje al segundo de manifestarse, entre otras razones porque se me antoja como si alguien, alguna “entidad”, me dictase versos, una especie de posesión, aunque ese poema cuente una historia; soy de los que piensan que la poesía puede narrar al amparo de su lenguaje; sin embargo, esa poesía tiene que ver más con mi estado de ánimo.

Ahora bien, tengo textos en narrativa que han sido desarrollados a partir de una idea que tuve para poemas, y poemas con los que ha sucedido algo similar desde la otra perspectiva: la inspiración me ha tocado a través de la prosa. Luego, como soy yo el que las escribe, las manifestaciones expresivas a las que haces referencia, más que fragmentarse se complementan. Tengo un poema, por solo citarte un ejemplo, publicado en Noticia en desarrollo (ediciones Éxodus, Miami, que dirige nuestro amigo Callejas), que en un inicio fue una crónica escrita luego de un viaje que hice a New Orleans.

¿Cómo se entrelazan ficción y realidad en tus novelas?

Mis novelas, tengo dos escritas, una ya publicada –324 Mendoza–, y otra terminada que vengo revisando por mucho tiempo y se titula Cueros contemporáneos. El caso es que esta última toca un tema muy recurrente en la literatura cubana después de 1959: la dictadura, sus muertos, sus miserias, su drama, el exilio, el desgarramiento de dejar atrás a los afectos, los amores, la gente que quieres, que al final, es eso a lo que se reduce la percepción de Patria.

Mucho se ha escrito sobre ese tema, muy bueno y muy malo, lo que lo convierte en demasiado recurrente, y eso es justamente lo que me hace dudar, y mucho, y hasta hoy no acaba de salir.

Por supuesto, no puedo dejar de mencionar a mi excelente editora Yovana Martínez –CAAW Ediciones, con quien publiqué 324 Mendoza–, quien me ha ayudado enormemente en el momento de revisar y cambiar, incluso desechar; hablo de un libro con más de 400 páginas. Pero respondiendo a tu pregunta, la ficción y la realidad, más que entrelazarse, para mí se funden, son una sola. Quien escribe y no va a buscar en su vida, a revisar su existencia como una suerte de archivo, a mi modo de ver no resulta honesto, y es precisamente la honestidad la que le da el color definitivo a una historia. La ficción llega como un bordado, sea enjundiosa o ligera, es una suerte de envoltura que has de ir rompiendo para descubrir la verdad que pretende contar el autor.

En fin, como lo veo, la realidad viene a ser la masa del pastel, la ficción el merengue que lo envuelve. Y se sabe, lo que más se disfruta del pastel es lo que trae dentro.

Si tuvieras que recomendar solo uno de tus libros, ¿con qué argumentos lo elegirías?

Pues lo haría con la misma recomendación para todos: soy yo en la mayoría del texto, o los versos, y en cada una de sus palabras está mi verdad, mi vida. Si te interesa, claro está, –le diría al lector–, puedes abrir el libro.

¿Escribir para vivir o vivir para escribir?

Vivir, y si escribir forma parte de tu vida, entonces escribe lo que vives con la credibilidad como estandarte, que ya te dije, se reduce a tu honestidad y a tu vida, no importa que sea invención. Te lo mencioné antes en la pregunta que me haces sobre la ficción y mis novelas, la primera herramienta es vivir, después narrar o hacer versos con la desvergüenza de contarle a la gente que no te conoce.

Disfrutar de ese ejercicio impúdico de mostrase uno, aun envuelto en la fábula más inflamada, entiéndase un merengue más espeso para el pastel, que siempre lo habrá y digamos que la ficción da su toque especial; que, parafraseando a Armando de Armas, escribir no es una pose, se trata de un acto de fe, de ser uno lo que es, y hasta lo que no.

Y, digo yo, todo acto precisa de entrega, y porque vivir, insisto, es la columna vertebral de ese trance y eso presupone otorgar, todo se reduce a un desembolso provechoso que conlleva a ser honesto. No dudo que Julio Verne haya ido a la luna, o viajado 20000 leguas en la profundidad del mar; que Kafka fue testigo de una metamorfosis real; que Poe hablase con los cuervos; que Saint-Exupéry se hubiese tropezado con aquel chiquillo que se decía Príncipe. En fin, aun contando historias fantásticas, tu verdad debe estar siempre presente y con ella lo vivido, que es lo que corrobora finalmente. Sí, mi estimado Cartaya, vivir y observar, estar pendiente a todo lo que nos ofrece ese lapso que llamamos existencia.

Muchas gracias.

viernes, 19 de septiembre de 2025

Entrevista a Daniel Gallego Arcas, director del Instituto Cervantes de São Paulo

 El español Daniel Gallego Arcas es, desde 2019, el director del Instituto Cervantes de São Paulo. Al conocerlo, en esa inmensa ciudad brasileña, encontré en su palabra el significado de una institución diseminada por diversas ciudades del mundo donde el idioma oficial no es el español.

Gallego Arcas es un prestigioso economista, graduado en la Universidad de Granada –su ciudad natal–, así como un gestor  cultural  que  acumula  una notable experiencia al trabajar para el Instituto Cervantes en Budapest, Tel Aviv, Brasilia y San Salvador de Bahía, cuya sede dirigió antes ser nombrado director de la entidad en São Paulo.

Al conversar brevemente en la Biblioteca Francisco Umbral, adscripta a este Instituto,  le solicité responder a un cuestionario que permitiera divulgar a través de la sección en español de La Gaceta el trabajo que el Instituto Cervantes realiza a favor de nuestro idioma y cuyos alcances apreciaremos en sus valiosas respuestas.

En el Instituto Cervantes de São Paulo,
con Daniel Gallego Arcas, su director.

A pesar de solo tener 34 años de fundado, el Instituto Cervantes, hoy extendido a 43 países,  ha alcanzado un alto reconocimiento en todo el mundo. ¿Cómo usted, actual director de esta institución en São Paulo, valora la contribución de su sede al alcance de esa estima?

La sede central del Instituto Cervantes, ubicada en Madrid –en el emblemático edificio de las Cariátides y con su segunda sede en Alcalá de Henares– ha jugado un papel clave en consolidar el prestigio global de la institución y sus sedes en todo el mundo. Aquí te explico sus principales aportes:

-Marca de calidad y diplomacia cultural. La sede central actúa como eje estratégico y simbólico de la institución, definiendo estándares de calidad tanto académica como cultural. Gracias a ella,  el Instituto Cervantes se ha erigido como una marca de prestigio y excelencia en el ámbito de la enseñanza del español y la cultura hispana y su imagen internacional se proyecta como equivalente global a otras instituciones culturales como la Alianza Francesa, el Instituto Goethe o el British Council.

-Coordinación de red global y expansión. Desde Madrid se orquesta la expansión de la red global en apoyo a su ampliación, hasta superar las 100 ciudades en más de 50 países. Asimismo, supervisa el fortalecimiento institucional: aumento de matrículas, certificaciones DELE, actividades culturales y procesos de digitalización.

-Fomento de alianzas e innovación institucional. La sede central lidera colaboraciones estratégicas y proyectos institucionales que elevan el perfil del conjunto:  Acuerdos emblemáticos con instituciones académicas como la UNAM (México), el Instituto Caro y Cuervo (Colombia) y el Centro Cultural Inca Garcilaso (Perú), mediante delegaciones y centros de estudio en Madrid.  Participación en redes internacionales como ALTE, EUNIC, CANOA y SICELE, reforzando la cooperación cultural, la certificación y la visibilidad del español.

-Garantía de calidad mediante acreditación. Desde la sede central se gestionan los mecanismos de acreditación de centros:  El SACIC (Sistema de Acreditación de Centros del Instituto Cervantes) asegura estándares elevados en enseñanza, personal docente, recursos y gestión. Ser “Centro Acreditado por el Instituto Cervantes” proporciona reconocimiento internacional, visibilidad y compromiso con la excelencia.

-Plataforma cultural de alto impacto. La sede central es el punto de partida de iniciativas culturales de alto impacto: Promueven exposiciones, ciclos, premiaciones y actividades de difusión del legado hispánico, como los Premios Eñe o la Caja de las Letras. Activa el Centro Virtual Cervantes, espacio digital esencial para la educación y promoción del español a nivel global.

¿Qué  significa  para usted ­–granadino como Federico García Lorca, uno de los poetas más grandes de la lengua española– dirigir el Instituto Cervantes en São Paulo?

Dirigir un centro del Instituto Cervantes en el extranjero puede ser profundamente significativo para un español desde varias dimensiones esenciales: profesional, personal, cultural y diplomática.

Primero, es una labor de diplomacia cultural y proyección nacional. El Instituto Cervantes es hoy un pilar de la diplomacia pública española. Dirigir un centro en el extranjero implica ser embajador cultural, promoviendo el español y la cultura hispánica como instrumento de entendimiento global; contribuir al fortalecimiento de la marca país, comunicando los valores democráticos y plurales de España; participar activamente en la diplomacia no oficial, tejiendo vínculos con colectivos locales, instituciones académicas y otros actores clave.

Asimismo, asumir la dirección de un centro del Cervantes suele revestirse de prestigio y responsabilidad.  A menudo, los directores son personas con trayectoria cultural o literaria, como escritores, académicos o gestores consolidados.  Este rol les permite combinar su vocación cultural con competencias de gestión internacional, coordinando cursos, actividades, eventos y alianzas institucionales.  A nivel institucional, se reconoce la importancia estratégica de estos puestos dentro de la red global del Instituto.

Este cargo ofrece crecimiento integral y retos únicos:  La exposición a culturas, estructuras de trabajo y realidades sociales distintas fomentan una experiencia profesional intercultural muy enriquecedora.  La vida en el extranjero pone a prueba capacidades como la negociación, el liderazgo multicultural y la resiliencia, tal como lo expresan directores que han vivido “estrés cultural” al principio, pero también satisfacción por logros como la apertura de nuevos espacios o el impulso de redes locales.

También, el cargo puede ser compatible con la labor artística o académica, como muestran varios directores que seguían escribiendo o produciendo mientras gestionaban el centro. El Instituto Cervantes depende del Ministerio de Asuntos Exteriores y es, por tanto, un instrumento estratégico de la acción exterior.  Dirigir un centro implica colaborar de forma estrecha con la misión diplomática española local, coordinando acciones con embajadas.  También implica crear y fortalecer redes culturales que contribuyen al softpower de España, facilitando el diálogo y la influencia cultural en escenarios internacionales.

Edificio donde radica el Instituto Cervantes de São Paulo, en la Avenista Paulista

Brasil es el país donde existe una mayor cantidad de Institutos Cervantes. Además de su extensión territorial y población que lo justifica, ¿ha contribuido su gobierno a esta expansión?

Sí, el Gobierno español ha desempeñado un papel fundamental en la expansión del Instituto Cervantes en Brasil, aportando respaldo político, diplomático y operativo en diferentes omentos clave. Aquí te detallo cómo ha sido esa contribución:

1. Anuncio oficial de expansión por parte del Gobierno de España.  En enero de 2005, el entonces presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció desde Brasilia la apertura de nuevas sedes del Instituto Cervantes en Brasil, en ciudades como Brasilia, Recife, Curitiba, Salvador de Bahía, Florianópolis, Porto Alegre y Belo Horizonte. Esto consolidaría a Brasil como el país con mayor presencia del Cervantes en el mundo, incluso por delante de Marruecos.

Posteriormente, en noviembre de 2005, el director general del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, reafirmó esta expansión, anunciando la apertura de ocho nuevas sedes en Brasil (entre otras, Brasilia, Florianópolis, Salvador y Curitiba), resaltando la importancia de que la enseñanza del español se fuera incorporando en el sistema educativo brasileño.

2. Apoyo diplomático y cultural sostenido. En una visita oficial, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, encabezó un convenio con el Ministerio de Educación brasileño. El acuerdo incluía la colaboración para la formación  a  distancia de docentes mediante el apoyo del Instituto Cervantes, como parte de la implementación de la “Ley del español” en Brasil,  impulsada por el Gobierno brasileño en 2005.

 El apoyo de España también ha sido clave en momentos regulatorios: en diversas gestiones diplomáticas, el Gobierno español trabajó para mitigar presiones internacionales (por ejemplo, de Francia e Italia) que obstaculizaran la reintroducción del español como lengua de enseñanza obligatoria en colegios brasileños.

Muchas de las primeras sedes en Brasil (más allá de São Paulo y Río de Janeiro) fueron inicialmente gestionadas por la AECID y la Sociedad Cultural Brasil-España, con el apoyo del Gobierno español. Posteriormente, mediante un convenio entre AECID, el Instituto Cervantes y otros organismos, se incorporaron oficialmente a la red del Cervantes y se estandarizaron en cuanto a currículo y organización.

Brasil se ha consolidado como el país con más centros del Instituto Cervantes en el mundo, alcanzando ocho sedes: São Paulo (1998), Río de Janeiro (2001), Brasilia, Salvador de Bahía, Curitiba, Porto Alegre (todas inauguradas en 2007), además de Recife (2008) y Belo Horizonte (2009).  Desde su establecimiento, los centros del Instituto Cervantes en Brasil han tenido una actividad académica y cultural sostenida, con millones de diplomas DELE otorgados, miles de actividades realizadas, y sinergias con instituciones como la Embajada de España, la AECID, la Fundación Carolina o ICEX.

Daniel Gallego Arcas

¿Cómo se vincula el Instituto Cervantes con la Academia de la Lengua Española y las Academias Americanas relacionadas con ella?

La relación del Instituto Cervantes con la Real Academia Española (RAE) y las Academias Americanas (ASALE) se desarrolla a través de convenios y colaboración institucional.  En marzo de 2000, el Instituto Cervantes y la RAE firmaron un convenio para promover conjuntamente el uso correcto del español. Esto incluyó colaborar en programas divulgativos, apoyar el Diccionario Normativo de Dudas y coordinar el Segundo Congreso Internacional de la Lengua Española. En febrero de 2013, los directores del Cervantes y la RAE firmaron otro convenio en Panamá para celebrar el VI Congreso Internacional de la Lengua Española, con el Instituto Cervantes como secretaría general.

Asimismo, en mayo de 2014, firmaron un acuerdo tripartito con el Gobierno de Panamá, reafirmando su cooperación para proyectos educativos y culturales, difusión de los Diplomas DELE, formación del profesorado y propagación de publicaciones de la RAE y la ASALE.

También,  mediante la organización de congresos lingüísticos, el Instituto Cervantes y la RAE han coorganizado varios Congresos Internacionales de la Lengua Española, contando con la participación de la ASALE.

El Instituto Cervantes frecuentemente invita a la RAE y a academias americanas a sus sedes para eventos culturales, como la presentación de ediciones del Diccionario de la RAE, por ejemplo en Nueva York y Chicago.  En el ciclo Costumbres, modales y lenguaje, organizado junto con Casa de América y la RAE, participaron académicos de varias academias americanas, como parte del diálogo lingüístico e intercultural.

La sede de la ASALE, la RAE y la sede central del Instituto Cervantes están ubicadas en Madrid, lo que facilita la colaboración permanente y el intercambio eficiente entre estas instituciones.

¿En cuáles de las diversas actividades que realizan alcanzan mayor participación?

En el Instituto Cervantes de São Paulo, las actividades culturales gratuitas tienden a ser las que atraen mayor participación del público. Varias iniciativas destacan por su capacidad de convocar y ­conectar con diversas audiencias. Entre los eventos culturales que ­generan gran afluencia se encuentran:

-Festivales y celebraciones abiertas al público.

-Ciclos de cine y muestras audiovisuales.

 -Exposiciones y actividades interdisciplinarias. 

-Cursos culturales abiertos y talleres.

Desde su apreciación, ¿cree que en la confluencia del portugués que se habla en Brasil y el español de la creciente inmigración de países hispanohablantes se enriquece el idioma?

Sí, definitivamente el contacto entre el español (especialmente el de la creciente inmigración hispanoamericana) y el portugués brasileño está generando una convivencia lingüística que enriquece ambos idiomas, particularmente en las zonas fronterizas y en contextos de migración. Aquí te explico cómo sucede y qué efectos lingüísticos surgen de esta confluencia:

En regiones fronterizas como con Uruguay, Paraguay y Argentina, surge una variedad popular conocida como “portuñol”, mezcla espontánea de español y portugués, indicadora de un intercambio activo entre ambas lenguas.

 El Mercosur y el papel de Brasil en esta integración fomentan una percepción del español como herramienta útil, ampliando su presencia social y educativa.

Estudios históricos muestran que el español y el portugués comparten hasta el 95 % de su léxico básico, lo que sugiere un léxico ibérico común con áreas de convergencia en ambos idiomas.

 Además, se detectan palabras híbridas, resultado de la fusión de raíces y sufijos de ambas lenguas: “cuzineira” (cocinera/cozinheira), “mest ro” (maestro/mestre), “ine iro” (enero/janeiro).

Hay influencias gramaticales y morfológicas. Entre hablantes inmigrantes, se observa cómo el uso de verbos como ser y estar se desplaza, influenciado por el portugués: se tiende a usar ser en contextos donde en español predomina estar. También hay interferencias en morfología verbal, por ejemplo: “quier” por quiere, “so” por soy, “vo” por voy, evidenciando adaptación de raíces flexivas del portugués al español.

En cuanto a los rasgos fonéticos y ortográficos, existen interferencias y tendencias a usar grafías y sonidos del portugués al escribir o hablar español, como nasalización, reducción de diptongos, uso de grafías como “nh” (ej. punho, campanha), o incluso construcciones como fuido por huido.

Estudios fonéticos también identifican cómo la pronunciación del español puede verse afectada por la consonántica del portugués en contextos de inmigración.

Alternancia de códigos y bilingüismo.  En comunidades donde coexisten ambas lenguas, se presenta una variabilidad en el dominio del español o del portugués, dependiendo del entorno familiar, escolar y social. No todos alcanzan un bilingüismo ­coordinado; algunos se mantienen en una “variedad regional híbrida”.

Este fenómeno representa un enriquecimiento en varios niveles:

-Léxico compartido y creativo: se generan neologismos y formas híbridas que reflejan la cultura de contacto.

-Flexibilidad narrativa y expresiva: la proximidad de las estructuras lingüísticas permite adaptar registros y ampliar recursos de comunicación.

-Creación de identidad lingüística fronteriza: se consolidan variedades propias con matices sintácticos, fonéticos y culturales que expresan identidades híbridas.

¿Ha tenido el Instituto Cervantes, en São Paulo específicamente, alguna influencia en la revalidación de los títulos a profesionales procedentes de países de habla hispana?

No, el Instituto Cervantes en São Paulo no tiene un rol directo en la revalidación de títulos profesionales extranjeros provenientes de países hispanohablantes. Su enfoque y funciones están claramente delimitados en el ámbito de la enseñanza del español, la formación docente, la evaluación lingüística y la promoción cultural, según su política institucional.

El Instituto Cervantes no interviene en procesos de revalidación de títulos en Brasil.  En una declaración específica, el Instituto Cervantes en Río de Janeiro (que representa  institucionalmente a Brasil) aclara que no negocia ni participa en la habilitación profesional o titulación de profesores para sistemas educativos brasileños. Subraya que esas competencias corresponden exclusivamente a las instituciones brasileñas.  En consecuencia, no ofrece asesoramiento ni influencia en los procesos legales o administrativos de revalidación de títulos extranjeros en Brasil.

¿Qué es lo que más aprecia -y disfruta- de su trabajo como director del Instituto Cervantes de São Paulo?

Lo que más valoro de mi labor como director del Instituto Cervantes de São Paulo es, en primer lugar, la oportunidad de conectar y difundir la cultura hispánica. La proyección cultural constituye el sello distintivo de nuestra institución. Ver cómo esta riqueza cultural cobra vida en otro país –mediante encuentros con escritores, ciclos de cine, exposiciones y conciertos– genera una satisfacción profunda. Coordinar iniciativas de este tipo en São Paulo resulta especialmente gratificante, ya que permite mostrar la diversidad y vitalidad de la cultura española en un entorno contemporáneo y vibrante.

En segundo lugar, aprecio profundamente el establecimiento de vínculos institucionales y humanos. Valoro sobremanera la relación cercana y colaborativa con consulados e instituciones locales, que incluso durante la pandemia se tradujo en innovaciones que beneficiaron a la comunidad cultural. Esta experiencia cobra aún más relevancia en São Paulo, donde el contacto estrecho con museos, galerías y centros culturales brasileños y latinoamericanos amplía el alcance del Instituto y enriquece nuestra labor colectiva.

La capacidad de innovar y superar desafíos representa otro aspecto enriquecedor de este cargo. Transformar momentos críticos –como los cierres impuestos por la pandemia– en oportunidades creativas ha sido motivo de gran orgullo. En ese período, nuestro equipo se reinventó con rapidez y eficacia, trasladando las actividades culturales a formatos virtuales y expandiendo su alcance para seguir cumpliendo con nuestra misión institucional.

Por último, destaco el intenso trabajo multicultural y el enriquecedor encuentro entre lenguas. La experiencia en el Instituto Cervantes se nutre del contacto con diversas culturas. Este enfoque multicultural en la función directiva permite construir un entorno profesional estimulante, dinámico y enriquecedor, donde la convivencia de lenguas e identidades contribuye significativamente al desarrollo personal y colectivo.

Muchas gracias.

 

 

 

viernes, 12 de septiembre de 2025

Una agradable conversación con Luis Fernando Cardona

 Luis Fernando Cardona es el director de la Biblioteca Francisco ­Umbral desde su fundación, en São Paulo, Brasil. En una reciente visita a esa ciudad, tuve el placer de visitarla, en la céntrica Avenida Paulista, donde pude conversar con él.

 La amplia sala –en cuyos estantes existe una significativa muestra de literatura hispanoamericana ordenada por países alfabéticamente– está vinculada al Instituto Cervantes radicado en la ciudad.

Después de una agradable charla, le pedí responder  unas preguntas con el fin de contribuir, desde La Gaceta,  a mostrar un espacio en que, sin ser el español la lengua del país,  se defiende y divulga su literatura de servicio universal.

En la Biblioteca Francisco Umbral, de izq. a der.:
 Luis Fernando Cardona, Daniel Gallego Arcas
 (director del Instituto Cervantes en São Paulo),
Gabriel y Haydée Cartaya. 

Desde la creación de la Biblioteca Francisco Umbral en 2024, usted ha sido su organizador y guía. ¿Podría hablarnos de las razones, ambiente, instituciones y personas que hicieron posible su fundación?

El Instituto Cervantes de São Paulo inició sus actividades en 1998 como un Centro de Formación de Profesores, operando sin sede convencional y ejerciendo de manera itinerante con el propósito de formar docentes de español en diversas regiones de Brasil.

En 2004, este centro fue elevado a la categoría de sede oficial del Instituto Cervantes en la ciudad de São Paulo, lo que le permitió contar con instalaciones propias en el edificio Eloy Chaves, ubicado en la emblemática Avenida Paulista. Ese mismo año entró en funcionamiento el Espacio Cultural del instituto, ubicado en la planta baja, que comprendía una sala de  exposiciones, un auditorio y, en noviembre de 2004, la Biblioteca Francisco Umbral.

Posteriormente, el 24 de febrero de 2005 tuvo lugar la inauguración oficial del Instituto Cervantes de São Paulo, en un acto presidido por los Príncipes de Asturias y el ministro de Educación de Brasil, Tarso Genro, entre otras autoridades. En esa ocasión, la biblioteca fue formalmente establecida como parte integral del Espacio Cultural.

La Biblioteca Francisco Umbral se concibió como un referente cultural para las culturas hispánicas en São Paulo, con un énfasis en la promoción del idioma y la literatura española y latinoamericana. Su especialización se refleja en una colección de aproximadamente 25 mil documentos.

Este acervo se enriquece constantemente mediante adquisiciones y donaciones provenientes tanto de particulares como de instituciones comprometidas con la difusión de la cultura hispánica. La biblioteca no solo respalda la enseñanza del español y la difusión cultural, sino que también apoya la investigación y estimula una lectura crítica y reflexiva.

La creación y consolidación de la Biblioteca Francisco Umbral resultaron de la colaboración entre varias instituciones clave: primeramente, el Instituto Cervantes, como órgano promotor dependiente del gobierno español, quien ha sido el principal responsable de su implementación, gestión y financiación.

Participaron también entidades públicas y culturales del gobierno español, representación simbólicamente reforzada mediante actos protocolares, así como del gobierno brasileño, especialmente en la inauguración formal del Instituto, donde estuvieron presentes figuras como el ministro de Educación, Tarso Genro, entre otros.  Además, el desarrollo de la colección fue favorecido por donaciones de particulares y de instituciones culturales, lo cual contribuye al crecimiento y diversificación del fondo bibliográfico.

Las autoridades que asistieron a la inauguración formal del Instituto –incluidos los Príncipes de Asturias, el ministro Tarso Genro y otras figuras relevantes– dieron peso institucional y visibilidad pública al proyecto en su conjunto.

¿Por qué el nombre de Francisco Umbral?

La Biblioteca del Instituto Cervantes de São Paulo lleva el nombre Francisco Umbral como reconocimiento simbólico a su destacada contribución literaria y, sobre todo, por haber sido galardonado en el año 2000 con el Premio Miguel de Cervantes, el más importante de las letras en lengua española.

La elección de este nombre fue claramente intencional y conmemorativa: al inaugurarse la biblioteca en noviembre de 2004 como parte del nuevo Espacio Cultural del Instituto Cervantes en la Avenida Paulista, se le dio el nombre de Francisco Umbral.

Este acto de nombramiento fue ratificado y refrendado en un momento muy importante para el Instituto: durante la inauguración oficial de la sede el 24 de febrero de 2005, la biblioteca fue formalmente designada con ese nombre, y se creó además un fondo especial dedicado a su obra. En resumen, la biblioteca lleva ese nombre por el prestigio literario de Francisco Umbral y su condición de Premio Cervantes 2000, lo cual le aporta identidad cultural y visibilidad destacada.

El Instituto Cervantes tiene una biblioteca en cada una de sus sedes. Si es así, ¿hay intercambios bibliográficos entre ellas en respuesta a exigencias de sus usuarios?

Sí, efectivamente, el Instituto Cervantes dispone de bibliotecas en muchas de sus sedes alrededor del mundo, integradas en la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes (RBIC). A través de esta red, se gestionan intercambios bibliográficos para satisfacer las necesidades de los usuarios.

El préstamo interbibliotecario es un servicio disponible para los socios de cualquiera de las bibliotecas del Instituto Cervantes, quienes pueden solicitar documentos (libros, artículos, etc.) que no se encuentran disponibles en su acervo local, pero sí en el de otras bibliotecas de la red.

 El usuario realiza la solicitud mediante un formulario electrónico en la web de la biblioteca donde es socio.  Se abona una tarifa que varía según la biblioteca solicitada y el país de origen.  La biblioteca destinataria gestiona la petición y notifica al usuario vía correo electrónico cuando el material está disponible. En muchos casos, los documentos prestados solo pueden consultarse dentro de la biblioteca prestataria, aunque algunas obras pueden salir, si la biblioteca lo permite. Los plazos, condiciones y costos específicos (envío, devolución, reproducciones) son definidos por la biblioteca que facilita el material.

La biblioteca del Instituto Cervantes en São Paulo participa activamente de este servicio.  Los usuarios pueden solicitar obras que no estén en su colección local, solicitándolas desde otras bibliotecas de la red del Instituto Cervantes o incluso de otras bibliotecas españolas.  Además, la sede de São Paulo ofrece su propio acervo a todas las demás bibliotecas que lo necesiten, mediante una solicitud formal (postal o electrónica). El préstamo estándar es de un mes, prorrogable por un mes más si es necesario.

Edificio en la Avenida Paulista de São Paulo donde
 radica el Instituto Cervantes y su Biblioteca Francisco Umbral.

Pude observar en sus estantes que disponen de una muestra significativa de la literatura de países hispanoamericanos. ¿Qué fuentes principales le han permitido su obtención y que dificultades han limitado su enriquecimiento?

La presencia destacada de literatura hispanoamericana en los estantes de la Biblioteca Francisco Umbral del Instituto Cervantes de São Paulo se debe a la sólida estructuración de sus acervos, sostenida por varias fuentes clave, aunque también enfrenta algunas limitaciones.

Las principales fuentes de obtención de la colección son las adquisiciones directas La biblioteca cuenta con unos  25 mil documentos, mediante compras específicas de obras representativas de la cultura española e hispanoamericana. Asimismo, las donaciones son un aporte valioso que proviene de particulares e ­instituciones  ­interesadas  en promover la cultura hispánica. Estas donaciones permiten diversificar y enriquecer el acervo.

Las principales dificultades y limitaciones para el enriquecimiento tiene que ver con los recursos financieros y capacidad adquisitiva.  La dependencia de compras y donaciones implica que el crecimiento del fondo puede estar limitado por el presupuesto asignado y la disponibilidad de donantes.

¿En cuáles actividades de las que organizan hay más participación?

La Biblioteca Francisco Umbral del Instituto Cervantes de São Paulo ofrece una variada programación cultural y formativa, entre la cual los Círculos de Lectura destacan por su frecuencia y participación activa. Se realizan dos veces por semana. Cuando es posible, se organiza una exposición bibliográfica centrada en el autor del mes, con el fin de facilitar el acceso a sus obras. Esta programación semanal expresa claramente su relevancia y continuidad dentro de la oferta cultural de la biblioteca.

Entre otras actividades, resaltan El Club del Libro, Club Virtual de Lectura, visitas guiadas y formación de usuarios.  Entre otros servicios continuos se encuentran los audiolibros, el acceso a Internet, la consulta en sala y el uso de bases digitales, que están disponibles de forma ininterrumpida para los usuarios con carné.

Las actividades con mayor periodicidad y, muy probablemente, con mayor participación, son los Círculos de Lectura, debido a su frecuencia semanal y enfoque participativo. El Club del Libro y el Club Virtual de Lectura, por su parte, complementan la oferta con propuestas bimensuales y digitales, respectivamente, con menor periodicidad y convocatoria más específica. Otras acciones, como las visitas guiadas y los recursos digitales, tienen un carácter más puntual o funcional dentro de la biblioteca.

¿Qué escritores han visitado la biblioteca y contribuido con sus libros y opiniones a su crecimiento?

Varios escritores se han hecho presentes en la biblioteca, con sus visitas y su participación en las actividades que realizamos. Me gustaría mencionar a algunos: María Dueñas, Rosa Montero, María Oruña, Jesús Barquet, Jorge Franco, Pilar Quintana, Melba Escobar, Alfonso Mateo-Sagasta, Pedro Mairal, Pia Barros, Jorge Edwards, etc.

Comentábamos en la conversación que sostuvimos en la biblioteca que, cuando una persona organiza y dirige por mucho tiempo una institución de esta naturaleza, la identificación entre la obra y el autor termina dándoles un inocultable parecer. ¿Cuánto tiene la Biblioteca Francisco Umbral de Luis Fernando Cardona?

Más que de Luis Fernando Cardona, la biblioteca tiene mucho de lo que puede aportar un bibliotecario colombiano que aunque se formó en Brasil, tiene una visión amplia de la cultura en español y que intenta que la biblioteca sea el reflejo de la cultura de los 21 países que tienen el español como lengua oficial. Y que además sabe que las lenguas indígenas de América y las lenguas cooficiales de España también necesitan estar contempladas en sus fondos.

Me siento satisfecho. Creo que de alguna manera voy poniendo mi granito de arena para que el mundo sea un poco mejor. Todo lo que podamos hacer para que la cultura llegue a las personas es un aporte a la mejora de la humanidad y las bibliotecas yo diría que son los pulmones de la cultura: hay que protegerlas, defenderlas, crear otras.

Por favor, ¿podría dirigir unas palabras a los hispanohablantes que viven en Estados Unidos?

En primer lugar, saludarlos desde São Paulo, Brasil. En segundo lugar, hablarles como un hispanohablante que se fue a vivir a otra cultura con otra lengua: vuelvan a sus orígenes culturales, vuelvan a su cultura de origen. Lean en español a autores españoles e hispanoamericanos. Sientan orgullo de la cultura en español. Recuperen su lengua materna, cultívenla. Volver a nuestra cultura primera es rencontrarnos con nosotros mismos. El español es riquísimo y cada vez va ganando más presencia internacional. Si tienen hijos, anímenlos a aprender español.

 

 

viernes, 5 de septiembre de 2025

Palabras del escritor Manuel Vázquez Portal, al presentar en Miami El secreto de la andaluza

 El sábado pasado, se hizo en Miami una presentación de la novela El secreto de la andaluza. La reunión tuvo lugar en un amplio zaguán de  la casa  del escritor Gumersindo Pacheco, a la que ya sus contertulios llaman El consulado de Cabaiguán. Allí, el escritor y poeta Manuel Vázquez Portal, autor de Donde madura el limonero, entre otras obras, leyó unas palabras que comparto con los lectores de esta columna.

Palabras de Vázquez Portal (fragmento)

Gabriel Cartaya acaba de publicar una novela tramposa. Llena de sobresaltos, trapisondas, acechanzas, embocadas literarias e históricas. Una novela que es historia y una historia que es novela. En ella, ficción y realidad se amalgaman como se juntan las aguas del Cauto y el Contramaestre hacia una eternidad llamada Dos Ríos. No se sabe si la historia calza a la novela o la novela pone en horma a la historia. El caso es que se trata de una novela tramposa y linda como la gaditana que pila café en un Diario que se torna evangelio.

Cuando digo tramposa, digo llena de ardides narrativos propios de un novelista maduro que sabe hilar una progresión dramática matizada con subjetividades y suspensos, con misterios y revelaciones que rebasan los límites de la novela y se adentran en el alma nacional. La linda gaditana es protagonista y narradora a la vez. El punto de vista está ubicado en sus vivencias y memorias, mientras la trama gira alrededor de unas páginas perdidas que serán la aguja con que se va tejiendo una historia de amores y lealtades, traiciones y desencantos.

Emilia Sánchez Collé es la primera emboscada narrativa que nos tiende Cartaya. Parece que ella será el pretexto para desarrollar una de las tantas hipótesis sobre la páginas perdidas del Diario de campaña de José Martí, pero pronto comprendemos que es el hilo conductor de una historia que va más allá de anécdotas, pasiones y recuerdos personales, una historia que involucra a la independencia, la república, la nación y las personalidades que la harán avanzar o retroceder a través del tamiz que ella guarda como secreto: el criterio martiano de república “con todos y para el bien de todos”.

La novela puede adquirirse en Amazón

La pérdida de las páginas del Diario trajo consigo un aluvión de hipótesis sobre quién las sustrajo y por qué razón. Pero todas no sobrepasaron el carácter especulativo. Los que achacaron el acto a Ramón Garriga nunca tuvieron una prueba fehaciente, quienes culparon a Máximo Gómez de haberlo hecho nunca lo probaron. Otros apelaron a la bondad y grandeza del propio Martí, quien, para no zaherir a los héroes de la dimensión de los involucrados en la conversación de La Mejorana, las arrancó de mano propia. Y es esta última hipótesis la que abraza Cartaya para regalarnos El secreto de la andaluza.

La estratagema literaria de un amor secreto entre Emilia y Martí, recién llegado este al Puerto de Cádiz tras su encarcelamiento y deportación, mucho antes de conocer al heroico y bueno de Rosalío Pacheco, es el detonador de una historia de amor y lealtad que irá sazonando la verdadera historia que se desea reflotar: la historia de una república inconclusa que Emilia corrobora con su vida a lo largo de un siglo.

El dilema entre civilidad y militarismo, entre caudillismo y democracia, que hizo de la reunión de La Mejorana un cónclave ríspido e incómodo y, que al perecer es el tema de las páginas perdidas del Diario, subyace a lo largo de toda la novela. Emilia aspira a una republica idealizada por un iluminado mientras vive una república real que avanza y retrocede, según el liderazgo de turno. Ella se ilusiona y desilusiona continuamente porque todos para llegar al poder apelan al sagrado legado de un apóstol que luego traicionan o no pueden llevar a la práctica. Así el secreto de la andaluza se va convirtiendo más en metáfora que en verdadero secreto. Pasa a ser un secreto a voces y se convierte en ideario popular: Martí no debió de morir. Lo que hace del sueño de Emilia y la aspiración de la nación una historia contrafáctica donde Martí sigue siendo un monte de espumas, un anhelo inalcanzable.

Luego de tres generaciones observando los vaivenes de una república que cojea, pero avanza, Emilia tiene la última revelación, según el misticismo espiritista muy popular en la zona oriental cubana y que ella parece descubrir en la ancianidad: “Lo imperdonable es que, en la búsqueda de la república deseada, soñada, se sustituyera la que tenemos por una extranjeriza, ajena a nuestra cultura, tradición y rica diversidad. Muy nocivo sería que se imponga un gobierno en el que, en nombre de todos, una persona ocupe el lugar de todos. Y siempre, siempre, habrá que levantar la bandera de la república soñada, poniendo empeño en mejorar cada día la que se ha logrado”.

Todo ello desde el punto de vista temático, porque desde el punto de vista formal El secreto de la andaluza recorre caminos diversos. Va de una prosa poética con verdaderos hallazgos en la trasformación del lenguaje coloquial en lírica delicada y sugerente, a una coloquialidad expositiva y ensayística en los diálogos donde se teoriza sobre tendencias políticas y filosóficas de la época y en los cuales participan personalidades reales de reconocida trayectoria cultural y política, pasados por descripciones de un erotismo galopante, pero sin vulgaridades que afeen el acto de amar, hasta llegar a una serenidad narrativa que hace de su lectura un trascurrir ameno por la vida de sus personajes y la historia de un país.