Cuando
escuchamos las primeras noticias sobre la pandemia que desde China se extendió
velozmente al mundo, no presentimos la intensidad de los daños que se nos
avecinaban. La ascendente cifra de muertos con que Italia, España y otros
países de Europa fueron informando de la catástrofe nos sobrecogió antes de
experimentar su llegada a Estados Unidos y su rápida expansión por el país. El
confinamiento necesario, el cierre de miles de restaurantes, industrias,
escuelas, los millones de desempleados
y, lo más
triste, la muerte de tantas personas, con todo su dramatismo, descolocó la vida que hemos construido
alrededor de la familia y el entorno social.
El golpe
cobra una definición palpable y más honda cuando la desaparición –de persona o lugar– se produce alrededor nuestro, interrumpiendo
una relación a la que hemos estado acostumbrados. En Ybor City ha ocurrido con
el cierre del restaurante Tropicana, que a los 57 años de vida anuncia su
imposibilidad de sobrevivir al coronavirus.
Ariel Quintela (a la izq., de pie) juntoa trabajadores de Tropicana |
El pasado
miércoles sirvió su último almuerzo, como un sentido homenaje a sus
trabajadores. La delicia del congrí, pechugas de pollo, picadillo y platanitos
maduros fritos indica al olfato y el paladar de los presentes la salud con que
perece un emblemático restaurante de la 7.ª Avenida de Ybor City. Alrededor de
las mesas la mayor parte de sus trabajadores de los últimos años conversan,
sonríen y buscan en el salón una palabra de optimismo con que aliviar la
adversa realidad. Algunos, como Boby Caballero, acumulan más de treinta años en
ese lugar y cuando a él se le invita a decir unas palabras, expresa con visible
emoción que este restaurante ha significado para él familia, bienestar,
seguridad, orgullo.
El nombre
Tropicana se incorporó al vocabulario de Ybor City desde 1963, cuando Frank
Hipólito lo fundó. Dos años después lo compró Ángel Menéndez “BeBe” y lo
trasladó a la acera del frente, que sería su destino. El nuevo dueño lo hizo
famoso a base de exquisitos frijoles negros, papas rellenas, picadillo, ropa
vieja, croquetas de jaiba y unos desayunos donde el café con leche y las
tostadas con mantequilla se hicieron imprescindibles. Al extenderse el olor y
la voz agradecida, quienes llegaban a Ybor City comenzaron a visitarle,
quedando satisfechos de su servicio los más exigentes tampeños y huéspedes de
la ciudad, como el alcalde Dick Greco o el presidente George Busch.
El emblemático restaurante Tropicana, en la 7.ª Ave. de Ybor City |
En la
década de 1970, se hizo común la presencia de Roland Manteiga en Tropicana,
cuando ya ostentaba la dirección del periódico La Gaceta. Periodista de fino
tacto político, encontró en una mesa de Tropicana el lugar ideal para conversar
un almuerzo con importantes figuras de la política estadounidense y mundial. La
costumbre se impuso y hasta la actualidad existe allí la simbólica mesa,
rodeada de fotografías que constituyen trozos de la historia de la ciudad.
Ojalá y esa fuerza patrimonial se salve en el nuevo destino que tome ese
edificio.
La familia Menéndez
fue dueña del restaurante Tropicana hasta 2016, cuando los inversionistas Jacob
Buchman, Joe Capitano, Darryl Schaw y Ariel Quintela lo adquirieron como parte
del proyecto de desarrollo de Ybor City. Pero no es el propósito de estas
líneas adentrarse en la historia de este sitio, sino destacar el daño
inesperado causado por el Covid-19 a la ciudad de Tampa, al interrumpir con sus
efectos el funcionamiento de uno de sus restaurantes de valor patrimonial. Y,
especialmente, agradecer a sus trabajadores por tantos años de excelente
servicio a la ciudad y sus visitantes.
Su último
gerente, Gio Peña, nos ha dicho que todo iba bien hasta la llegada de la
pandemia. Esa verdad la siento en el rostro de los trabajadores que le rodean:
Bobby Caballero, Debby Lozurdo (también con 35 años allí), Mónica Caballero,
Susam Skurja, Margie Smith, James
Phylips, Lisa Reverón, Greisy Arbona.
El dolor
por la pérdida del restaurante es visible en el almuerzo de despedida. Así lo
expresó Patrick Manteiga, que en breves palabras recordó el significado de ese
lugar para La Gaceta, Ybor City y Tampa. Así lo reconoció Ariel Quintela y
finalmente Bobby Caballero, en cuyas palabras se pudo percibir un pesar
semejante al que se experimenta cuando muere un ser querido. Porque eso se nos
va con el cierre de Tropicana, un lugar querido.
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