Durante los
últimos días, hemos visto en la televisión imágenes que muestran el derribo de
diversas estatuas, destruidas en segundos frente al aplauso enfebrecido de una
multitud. En Estados Unidos, algunas efigies ahora deshechas corresponden a
figuras que durante la Guerra Civil se alinearon con las tropas que defendieron
la conservación de la esclavitud, cuando el incipiente capitalismo que se abría
paso en los estados del norte demandaba la abolición como una necesidad de
contar con mano de obra asalariada. Quienes en aquel momento estuvieron en el
lado equivocado de la historia, por muy valientes generales que llegaran a ser
–mérito de guerra que le hizo merecer de sus obstinados contemporáneos una
estatua que los salvara del olvido– están siendo reevaluados por una
generación rebelada contra continuas
muestras de discriminación racial que prevalecen y cuyas raíces vienen
de la esclavitud.
Estatua de Cristóbal Colón, derribada en St. Paul, Minessota |
Es
comprensible que una rectificación razonada de la historia enjuicie a aquellos
que defendieron la esclavitud, pero la evaluación necesaria y útil requiere
interpretar los hechos a la luz de la mentalidad del tiempo en que se
produjeron. En el marco de las protestas contra cualquier tipo de rebajamiento
de un ser humano por pertenecer a un grupo considerado absurdamente “minoría”
–donde la totalidad demográfica es la suma de diversos orígenes–, podría
comprenderse la actitud hacia quienes combatieron por preservar la esclavitud.
Sin
embargo, es un extremo que se derribe una estatua de Cristóbal Colón, el intrépido navegante europeo que unió al
viejo continente con el mundo americano. Es verdad que el encuentro supuso el
posterior sojuzgamiento y aniquilación de millones de seres humanos en América,
pero esa mancha no corresponde al
Almirante, sino a las estructuras dominantes que financiaron su empresa
y cuya ambición de riqueza y poder le pasaron la cuenta al propio
“descubridor”.
A la hora
de pensar una hipotética evolución de América sin el arribo de Colón, habría
que considerar los niveles de desigualdad existentes en sus diferentes
regiones, las guerras fratricidas que se sucedían y la existencia de diversas
formas de esclavitud que se practicaban.
Puede
mirarse a Colón como el pionero en el
encuentro de dos civilizaciones. Él ni siquiera vaticinó que podría encontrarse
con un nuevo continente al tropezar con América cuando iba para la India, ni de
llamarle indios a los habitantes de estas tierras por creer que había cumplido
el destino para el que enfiló sus naves. Atribuirle el rostro negativo de la
conquista y colonización de América, sería como culpar a Einstein de las bombas
atómicas que fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagazaki, sólo porque el
científico desbrozó el camino hacia la energía nuclear. Colón y Einstein
abrieron un camino al desarrollo de la humanidad, aunque su obra fuera también
utilizada contra una parte de ella.
La
civilización antigua se erigió con mano de obra esclava. Entonces los esclavos
eran blancos, pues la expansión griega y romana esclavizó a millones de hombres
en los pueblos conquistados. Los sitios
arquitectónicos hoy venerados en aquellos lugares –el Partenón, el Coliseo, por sólo citar dos–
fueron construidos por esclavos.
¿Habría que derribarlos por ese origen? Porque en la construcción de la Gran Murralla China murieron miles y
miles de hombres sojuzgados, ¿necesitaríamos destruirla para eliminar esa
vergüenza? ¿Cuál quedaría en pie de las maravillas de la humanidad? ¿Podríamos
seguirle diciendo “maravilla” a una obra levantada con la sangre de tantos
seres humanos?
Está bien
revisar la historia y pedirle cuentas para entender el por qué a esta altura de
la civilización prevalecen formas de discriminación racial. Pero es entendiendo
los procesos que condujeron a su evolución, a base de educación y razonamiento,
como vamos a conseguir que el mundo sea mejor cada día. No es condenando a
Colón como símbolo del hombre blanco que sojuzgó a América como vamos a eliminar
los prejuicios raciales que subsisten. Es verdad que la esclavitud de los
africanos que se impuso en el continente en los siglos posteriores al mal
llamado “descubrimiento de América”, tuvo en su viaje el primer antecedente,
pero lo es también que muchos líderes africanos cazaban como animales a sus
propios coterráneos para venderlos como esclavos a los traficantes europeos.
Fue una etapa de la historia en verdad cruel, pero la mentalidad de su tiempo
legitimaba esa barbarie desde un fundamento económico avalado moralmente por la
política y la religión.
En la
historia de la humanidad, el hombre ha sido quien ha aniquilado a más seres
humanos. Miremos sólo las guerras mundiales del siglo XX. Los mismos héroes que
pululan en estatuas en todo el mundo, cuánto exterminio humano provocaron en
nombre de una ideología, religión, orgullo
nacional y, esencialmente, afán de riqueza y poder. Si en aras de una
rectificación histórica se aniquilan las imágenes de todo el que tenga en su
biografía una hoja sangrienta, ¿cuántas podrían conservarse?
Desde el
nivel de desarrollo que ha alcanzado hoy la humanidad, desde la mentalidad cada
vez más inclusiva que se va abriendo
paso a través del ejercicio de la educación, desde una mirada cada vez más
comprensiva a todo el que nos acompaña
en el corto viaje por el mundo, es perentorio concentrarse en cuanto hoy
lastima al ser humano y educar a todos en la observancia de su plena dignidad.
Excelente comentario.Negar a Colón es como negarnos a nosotros mismos.
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