El ansia de justicia impulsa a su búsqueda incluso con actos de crueldad, cuando el maltrato excesivo obnubila el cerebro de quien es humillado en su condición humana y, al rebelarse, extiende la venganza incluso a aquellos que dentro de la clase dominante no comparten los métodos de sojuzgar. Desde este ángulo me asomo a la rebelión de afroamericanos estadounidenses guiada por Nat Turner, hace casi doscientos años.
Entonces,
se había cumplido medio siglo de la independencia y proclamación de la
constitución estadounidense, nacida con un canto a la libertad cuando los
propios redactores de la Carta Magna de la nación tenían esclavos, cuyos
derechos humanos fueron excluidos del texto fundador.
Nat Turner |
No hay una
biografía amplia sobre Turner, pero la historiografía estadounidense ha
conservado muchos datos sobre su vida y el cine presentó su actuación en la
breve rebelión que encabezó a través del filme
“The Birth of a Nation” (2016), donde el actor Nate Parker protagonizó
al héroe negro. Por ello, sabemos que nació en el condado citado, en el año
1800 y algunos ubican la fecha exacta el 2 de octubre. Se dice que mostró gran
inteligencia desde la primera niñez, cuando
aprendió a leer y escribir por sí mismo. También, que era muy sensible a
la religión y podía vérsele frecuentemente orando y ayunando. Después de su
muerte, muchos contaron que se veía a sí mismo como un mensajero de Dios y que
poseía la rara capacidad de oír mensajes que creía les eran transmitidos desde
lo Alto. Muchos, cuando le veían rezar o caminar ensimismado, le llamaban “El
Profeta”.
En
realidad, Nat Turner no pudo soportar el grado de humillación que pesaba sobre
su raza y, en su justa indignación, culpó de la esclavitud a todos los hombres
blancos. Su primera reacción fue huir de la plantación esclavista, lo que hizo
teniendo 21 años. Pero, en sus profundas cavilaciones en solitario, creyó
recibir un mensaje a través de un eclipse solar que se observó en Virginia el
12 de febrero de 1831. El vio en aquel fenómeno astronómico el aviso de que
debía preparar una rebelión contra los hombres blancos que maltrataban a su
raza e, inmediatamente, regresó a fomentarla desde la plantación a la que
perteneció.
Con su gran
capacidad de persuasión, convenció a algunos esclavos y negros libres y llegó a
movilizar a unos cincuenta, quienes a pie y a caballo se lanzaron a la
rebelión. La fecha del levantamiento también la tomó el líder como un aviso
celestial, cuando interpretó el tono azulado de una turbulencia atmosférica
como una señal divina. El 21 de agosto, los rebeldes, bajo su mando, salieron
casa por casa liberando esclavos y matando a los dueños que encontraron con
machetes, hachas, cuchillos y cuánta arma blanca tuvieron a la mano. La orden,
tan terrible como la propia esclavitud que soportaban, era “matar a todos los
blancos”, sin importar sexo ni edad.
Naturalmente,
una rebelión de esa naturaleza, frente al inmenso poder económico, político,
militar e incluso religioso de los dueños de la plantación –de la nación–,
quienes habían amparado en la Constitución el derecho de tener armas, no podía
extenderse más allá de su comarca y de las decenas de afroamericanos sumados.
Enseguida una milicia de blancos, bien armados, alcanzó a los rebeldes y los
derrotó. Aunque a los dos días ya habían sido vencidos, capturados y muertos
los complotados, Nat Turner logró escapar de la persecución blanca unos dos
meses. Finalmente, lo capturaron el 30
de octubre de ese año e inmediatamente fue juzgado y llevado a la horca. Le
pusieron un abogado que no podría salvar su vida –Thomas Ruffin Gray–, pero el letrado tuvo el acierto de publicar
un folleto en que plasmó las ideas transmitidas por Turner antes de morir.
Turner
murió en la horca el 11 de noviembre de 1831, en un poblado de Virginia llamado
Jerusalén, como si el nombre del lugar pudiera relacionarse con el mensaje
cristiano que creyó oír. Su cuerpo no fue crucificado, pero sí decapitado,
descuartizado, vejado, con todo el grado de violencia impuesto por los autores
y beneficiarios del sistema de explotación esclavista. Con todo, Nat Turner
dejó un ejemplo de resistencia de los negros ante la explotación a que fueron
sometidos por los blancos.
Hoy, cuando
persisten rezagos de discriminación entre seres humanos de diferentes razas y
que en Estados Unidos está provocando diversas manifestaciones, podríamos
encontrar en la acción de Nat Turner una doble enseñanza: es justa la protesta
frente a la injusticia, pero no es
legítimo atacar indiscriminadamente la infraestructura y superestructura de la sociedad donde vivimos.
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