Cuando una tarde del lejano 1885 Vicente Martínez Ybor se paró en una explanada enmarañada al este del poblado de Tampa, sabía que había llegado al lugar donde levantaría su fábrica de tabacos. Y aunque entonces no imaginara que allí estaba al nacer una ciudad que lo honraría con su nombre, le dijo a su amigo Gabino Gutiérrez que enterrara un poste para señalar donde iba la primera construcción y que, caminando hacia el poniente, fuera marcando la calle que hoy es la 7.ª Avenida de Ybor City.
Más de un siglo y cuarto después, el
constructor Ariel Quintela se detuvo en la misma esquina en que lo hiciera el
emprendedor valenciano y con similar voluntad y optimismo se dijo que en aquel
viejo inmueble que sustituyó a la construcción original, abandonado y ruinoso,
renacería una hermosa edificación que llevaría por nombre Casa Socarrás.
Entre
uno y otro hecho, ¡cuánta historia acumulada! Aquel caserón de madera, al que
llegaron las primeras ramas de tabaco de la isla de Cuba en 1886, dos años
después se convirtió en el Liceo Cubano. El venerable industrial, al inaugurar
su potente edificio de ladrillos donde radicaría El Príncipe de Gales, pensó
que los trabajadores de su fábrica de tabacos necesitaban un lugar donde
reunirse, distraerse y soñar. Entonces les ofreció aquella casa de madera de
dos pisos, que ellos convirtieron en teatro, sala de juegos, lugar de reuniones
y, finalmente, en el Liceo Cubano que significó, como ellos decían, un Templo
de la Patria.Liceo Cubano en Ybor City, donde José Martí dijo los discursos
Con todos y para el bien de todos y Los Pinos Nuevos
Aquel
Liceo, en la esquina de la 7.ª Avenida y la Calle 13, se transformó en el centro
donde, desde Tampa, los cubanos de la ciudad se unieron en el ideal de una
patria libre. Allí, los miembros de la Liga Patriótica Cubana, el Club Ignacio
Agramonte y otros, recibieron a José Martí y de sus labios oyeron los discursos
“Con todos y para el bien de todos”, “Los Pinos Nuevos” y muchos más que,
lamentablemente, no se conservaron. Allí aprobaron las Bases del Partido
Revolucionario Cubano y entregaron todas sus fuerzas, talento y entusiasmo en
aras de fundar en Cuba una república libre, democrática y justa. Entre ellos,
los nombres de Néstor y Eligio Carbonell, Ramón Rivero, Juan Arnao, Carolina
Rodríguez, Paulina Pedroso, Esteban Candau, Cornelio Brito, Bruno Roig, Joaquín
Granados, y muchos más, emergen en la grandiosa constelación de abanderados
hacia un mundo mejor.
Cuando
uno se detiene en esa esquina y mira hacia los cuatro puntos cardinales, piensa
en aquel español que, con 67 años, miró a los matorrales arenosos donde
pululaban insectos y reptiles y convirtió en realidad el sueño de crear allí un
pueblo nuevo. Y, consciente de que un asentamiento humano está incompleto sin
un espacio para el arte y la cultura donde se nutre el espíritu, propició a la
naciente población la creación de su primer teatro, que fue también escuela.
Casa Socarrás, en el lugar donde estuvo El Liceo Cubano |
Ahora, volviendo la vista hacia los cuatro lados, miramos la ciudad que renace de décadas de abandono. Vemos recién inaugurada la Casa Socarrás, con iluminadas oficinas detrás del amplio portal y confortables apartamentos; oímos, muy cerca, a los constructores afanados en la culminación de la Casa Pedroso, otro edificio revivido y nombrado así en honor al matrimonio que brindó amorosa cobija al Apóstol desterrado. Y, muy cerca, el movimiento de tierra para un edificio nuevo que se llamará José Martí. Seguramente, entre estos bellos edificios, renovados o nuevos, surgirá un espacio donde se cuide la historia y se fomente el arte, la cultura, el espíritu. Ese fue el legado de Martínez Ybor y es lo que legaremos al futuro.
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