El domingo pasado, supe por las redes
sociales que Gabriel “Puly” Sequeira Romeu había fallecido el día antes. En ese
instante, rememoré las veces en que pude conversar con él. La imagen inicial
con que emergió al recuerdo fue la de su rostro amistoso, sonriente, jovial,
con un perceptible halo de timidez.
La primera vez que
vi a Puly fue en su hogar, en la calle Habana. Al vivir en una vía con el
nombre de la ciudad donde llegó a la vida en el lejano 1933 y en una casa llena de música cubana, parecía que aún
estaba en el ambiente musical isleño en que creció, rodeado de sus ilustres
familiares. De ello hablamos enseguida esa tarde, de su abuelo Armando Romeu
–célebre pianista y director de orquesta–, del virtuoso tío abuelo Antonio
María Romeu, compositor de más de 500 danzones; de su madre Zenaida Romeu,
maestra de piano de figuras como Chucho Valdés; de su hermana Zenaidita, actual
directora de la Camerata de Cuba.
La
conversación, acompañada de un exquisito
café cubano, entre decenas de viejos discos atesorados por él, derivó hacia su
propia historia cuando nuestra insistencia (compartí la visita con Marcel
Ferrer, entonces productor del programa televisivo “Buenos días latino”, del
entonces CNN en español en Tampa). Allí, supe de sus inicios en la música,
primero estudiando piano, después
autodidacta y en la década de 1950 como técnico de radio y locutor en la
emisora CMQ. Al inaugurarse la televisión en Cuba –primer país de América Latina
en hacerlo– él fue uno de los primeros en sumarse, trabajando en Unión
Radio Televisión, el canal que lanzó la
primera señal, en 1950. En el año 1954, Puly fue uno de los 9 cubanos
contratados para montar una estación de televisión en Bogotá, Colombia, entrenando
al personal que echó a andar la televisión de ese país.
En 1960, con 27
años, emigró de Cuba y se instaló en Miami. Allí, como músico, compartió
escenarios con relevantes figuras que entonces iniciaban su carrera artística,
entre ellos Wyly Chirino. En 1963 se mudó a Tampa, donde encontró su hogar para
el resto de su larga vida, pues de los 87 años que llegó a vivir, 57 fueron en
esta bella ciudad, tal vez la de más profunda historia cubana en Estados
Unidos.
En Tampa, el nombre
de Puly Sequeira estará eternamente vinculado a la historia de la radio, pues hizo grandes aportes a los inicios de la
programación hispana en la ciudad. Se le recuerda en La Latinísima, en Radio Progreso, en La Tremenda
Musicalísima, en el programa “Puntos de vista”, presentado por el músico cubano
Roberto Ferrer y otros espacios radiales.
Después de la
primera conversación, muchas veces me encontré con Puly Sequeira, las primeras
en aquel canal de televisión y después en diversos lugares donde él acudía a
tocar el piano, especialmente en Ybor City y West Tampa. En todas las ocasiones
me saludó con la misma sonrisa y siempre le oí palabras pletóricas de optimismo
y fe. En una ocasión compartimos un programa de radio y en otra comentamos, in
situ, un concierto ofrecido por Roberto
Ferrer, su amigo de muchas décadas y con quien compartió la producción de más
de cuarenta discos.
De Puly, también me
queda un recuerdo personal, debido a su infinita bondad. Le pedí el favor de
mirar un piano que requería afinamiento y al día siguiente tuve el placer de
verlo llegar a mi casa y presentarlo, con honda satisfacción, a mi familia.
Con todo, el tiempo
que más compartí con Puly fue alrededor de una extensa entrevista que le hice
para La Gaceta en febrero de 2016. Estuvo varias horas en mi sala de trabajo,
me contó con mucho orgullo sobre su familia, me mostró dos extensos catálogos con
la obra de su abuelo Armando Romeu y me ofreció muchos detalles acerca de su
larga vida en esta ciudad.
La entrevista,
titulada “Puly Sequeira y la más grande dinastía musical cubana”, la concluí
entonces con las siguientes palabras: “Gracias a Puly Sequeira Romeu, a sus
ancestros y descendientes, por la riqueza musical con que su familia ha
enriquecido el alma de la nación cubana y, desde ella, contribuido a la cultura
universal”.
He leído en las
últimas horas diversas expresiones de tristeza y conmoción por la muerte de
Puly. “Es uno de esos seres que quisiéramos
fuera eterno. Un hombre cabal, íntegro, amable, simpático, cariñoso,
hijo y nieto ejemplar, esposo, padre, el familiar preferido que todos tenemos
(…) Te vamos a extrañar enormemente”, escribió en Facebook Armando Romeu, un
primo suyo. “Vivo orgullosa de mi padre”, confesó su hija Gladys, recordando
con emoción que en la celebración de los 15 años de sus hijas, el abuelo bailó
con ellas un danzón criollo.
Ahora nos falta en
Tampa su voz noble y cariñosa, unas notas musicales de rica cubanía, un ademán
de ayuda a los más necesitados, una
sonrisa franca y solidaria; pero nos acompaña el recuerdo de un hombre bueno,
eternamente inmortalizado en su familia, en los amigos y en la memoria de una
ciudad que hizo suya y a la que sirvió
como ciudadano ejemplar.
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