Victoriano Manteiga, quien se sintió cubano hasta el final de su vida, escribió cientos de páginas en La Gaceta sobre la realidad de su país de origen. Cuando fundó este periódico, en 1922, no había cumplido los 28 años, pero ya llevaba varios en la ciudad de Tampa, a la que llegó por primera vez en 1914.
Desde
la aparición del primer número del diario que lo consagrara como periodista y
editor, la permanente publicación de las noticias de la Isla demuestran el
impacto que ejercían sobre él, no sólo por el servicio de información que
representaban, sino, esencialmente, por la toma de posición ante los hechos que
describe y juzga.
En los
momentos más convulsos de las luchas cubanas a favor de restaurar o mantener
las instituciones republicanas nacidas en
1902, la pluma de Manteiga estuvo al lado de quienes defendían la
democracia frente a las imposiciones dictatoriales, continuamente alentadas o
sostenidas por figuras que ambicionaban detentar un poder por encima de lo que
había sancionado la Constitución. El
primero a quien enfrenta Manteiga es
Gerardo Machado. Leyendo su columna diaria “Chungas y no chungas” encontramos en su autor a un combatiente que
habría que incluir entre quienes lograron la caída de aquella tiranía, el 12 de
agosto de 1933. Así lo reconocían entonces el joven Eduardo Chibás –quien
llegaría a ser su amigo–, Fernando Ortiz
y otros destacados luchadores antimachadistas.
A la
caída de Machado, le sucedió un período muy complejo en que se sucedieron
varios gobiernos en apenas dos años. A uno de ellos, presidido por el Dr. Grau
San Martín, se le conoce como el gobierno de los Cien Días (desde el 4 de
septiembre de 1933 hasta el 15 de enero de 1934) y es derribado por el golpe
militar del que emerge a la política nacional la figura de Fulgencio Batista.
No pudo sostenerse el gobierno encabezado por Grau San Martín por las profundas
divisiones que pugnaban entre los cubanos, lo que puede apreciarse en los
comentarios que hace Victoriano en La Gaceta cuando aquel gobierno pugnaba por
mantenerse sin recibir el reconocimiento de Estados Unidos. Entre esas
consideraciones, están las del 20 de noviembre de 1933 en su columna “Chungas y no chungas”, que
reproducimos a continuación:
A los
cubanos de Tampa: El acto de esta noche
en el Palacio de las Logias Unidas, organizado por el Comité Apolítico Pro-Grau
San Martín, con la entusiasta cooperación de este periódico tiende a unir a los
cubanos de buena voluntad, no a desunirlos.
Los
iniciadores de esta obra de patriotismo y desinterés creen que el presidente
provisional Sr. Grau San Martín puede establecer las bases de un gobierno
democrático de veras, si los grupos cubanos, particularmente el ABC, le brindan su cooperación, que bien lo
merece.
Y
apoyándose en esta creencia, que en los últimos días han elevado a criterio,
desean solicitar del presidente Roosevelt conceda el reconocimiento al actual
gobierno cubano, de modo que el orden pueda restablecerse y los grupos
políticos cesen en sus actividades contrarrevolucionarias.
Los
cubanos del Comité Apolítico y los que con ellos simpatizan, no odian a sus
compatriotas que como ellos no piensan, pero estiman es un sagrado deber salir
a la defensa del gobierno provisional de Cuba en el que reconocen el nobilísimo
deseo de dar a la República un gobierno eficiente y justo, tal como el pueblo
lo demanda.
Los
menocalistas, mendietistas, marianistas, etc., exponentes del actual régimen,
deben ser llevados a un plano secundario hasta que la renovación se efectúe y
entonces el pueblo decida si quiere volver a las “candilejas” o seguir el rumbo
de salvación que preconiza la juventud, con el estudiantado a la vanguardia.
La
colonia cubana de Tampa quiere paz y orden en Cuba, pero no desea que el
gobierno vuelva a las manos de los políticos, si no que se amolde a la
declaración mal sustentada por algunos jefes “abecedarios”, de nuevos hombres y
procedimientos.
Con
nuevos hombres, inteligentes patriotas, no cazadores de empleos, la República
vigorizará su posición internacional y los “prestamistas” de los Estados Unidos
y de otras partes no encontrarán cómplices en los gobernantes para sus fines de
especulación; con nuevos hombres, de honradez probada, la nacionalidad lentamente llegará a la
absoluta independencia económica, librándose de la Enmienda Platt y de las
amenazas intervencionistas.
Con
nuevos procedimientos se desterrarán para siempre las “trampas” electorales que
Estrada Palma iniciara, siendo imitado por Gómez, Menocal y Machado, y los
ciudadanos elegirán a los hombres de su gusto, los de mejor preparación; con
nuevos procedimientos dejarán de existir los políticos ladrones, que durante
muchos años saquearon el tesoro de Cuba, arrastrando a la República a su
presente crisis; con nuevos procedimientos el obrero cubano verá protegido su
hogar, sus derechos, y se disiparán los días de ínfimos salarios y jornadas de
diez y doce horas, bajo impropias condiciones higiénicas; con nuevos
procedimientos los mandones quedarán eliminados y el resurgimiento de la
dictadura o la tiranía será imposible y la democracia descansará sobre
cimientos de indudable solidez.
El
patriotismo de la colonia cubana de Tampa tiene ahora los mismos kilates que
tuviera durante los años de la “epopeya redentora”. Es patriotismo de sensatez,
de amor a Cuba, no de ambición, ni ansia
de millones, ni altos puestos.
Y como
el patriotismo es auténtico, indiscutible, el cubano migrado tiende la mano al
que no piensa como él, pero actúa honradamente y le dice: Tú ya reconocerás tu
error y apoyarás a Grau, que es pureza, integridad, discernimiento…lo que Cuba
reclama.
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