El reverendo cubano Manuel Deulofeu Leonard es conocido en la actualidad, esencialmente, por los libros que publicó sobre la emigración cubana en Cayo Hueso y Tampa. Entre ellos aparecen Remembranzas de un proscripto (1900) y Héroes del destierro (1904), imprescindibles para el estudio de la presencia cubana en estos dos enclaves floridanos a fines del siglo XIX y principios del XX.
Deulofeu, un habanero que desde 1886 se vio obligado a irse del país por su adhesión a la causa
independentista, se radicó en Cayo Hueso y más tarde en Ybor City. En ambos
lugares, participó activamente en la preparación de la Guerra de Independencia,
estuvo junto a Martí y de él mereció elogios que fueron publicados en el
periódico Patria. En uno de ellos, aparecido el 7 de mayo de 1892, el
Apóstol dice que Deulofeu hablaba “lleno
de fuego criollo, con su alma rica de bondad…”. En otra oportunidad ofreceremos
unas notas biográficas sobre el digno reverendo cubano que vivió en Tampa, pues
ahora preferimos incluir unos fragmentos del discurso que él pronunció en la
inauguración del Círculo Cubano de Ybor City, que como él señala ocurrió el
1.° de enero de 1899.
El discurso de marras aparece en su libro Remembranzas de
un proscripto, publicado por primera vez en Tampa en 1900.
En los comentarios de Deulofeu, atendibles por haber sido
testigo de lo que cuenta, comenta que este club, nombrado inicialmente Club
Nacional 10 de octubre, fue fundado por los cubanos que se mantuvieron en Tampa
después de terminada la Guerra de Independencia en su país, y nace como “un
centro político de instrucción y recreo”. Asimismo, informa que fue creado por
iniciativa de Manuel Granado, Joaquín Álvarez, Guillermo Sorondo, Alberto
Varona, Federico y Juan Llépe y Manuel Zarza.
Para impulsar esta idea, convocaron a una asamblea popular,
realizada el 10 de octubre de 1899, en la que se expuso el proyecto, se
solicitó apoyo económico y se creó una comisión organizadora, en cuta dirección
aparecen Raúl Adán como presidente, Carlos de Quesada y Borrero de secretario y
Ramon Rubiera de Armas en la tesorería.
Deulofeu menciona otra reunión, fechada el 25 de diciembre
de ese año, en la que se recibe el donativo de 420 pesos procedentes de una
colecta popular realizada en West Tampa. La siguiente es para la inauguración
de la institución en la Calle 14, esquina 9.ª Avenida, en Ybor City, donde
“gallardo, modesto, pero bellísimo, se levanta el Club”. Como sabemos, aquella
edificación de madera fue destruida por un incendio años después, pero en su
lugar se levantó el moderno edificio del actual Círculo Cubano, reinaugurado en
1917.
En la inauguración del 1.° de enero de 1900, cuyo 125.°
aniversario conmemoramos este año, el discurso principal correspondió al
reverendo Manuel Deulofeu y de él extraemos los siguientes párrafos:
-Empezaré por daros la bienvenida a esta que desde hoy se llamará la casa del pueblo, donde en perfecta unión y harmonía nos reuniremos á departir sobre los grandes intereses de la Patria Cubana: deseando á la vez que el año de 1900 sea para vosotros la aurora que os anuncie una hermosa era de paz y felicidad.
-Considero como mi primer deber felicitar a la comisión
organizadora de este Instituto por el acierto y la actividad que ha desplegado
en las gestiones a ella encomendadas, pues solo en breves días de labor, hoy
nos presenta este local perfectamente preparado demostrando de un modo claro y
evidente que si ayer vestimos la chaqueta del soldado o todo lo abandonamos
para consagrar nuestras actividades y recursos al bien y salvación de la patria
en los momentos de la lucha armada, sabemos hoy responder a la necesidad de la
época presente levantando esta Institución encaminada a unificar todos los
elementos que constituyen la emigración cubana, para que además de consagrarse
al cultivo de la inteligencia y de los hábitos de sociabilidad, puedan
responder a lo que de nosotros demanda el porvenir y el bien de nuestra tierra
querida.
-Muchos dicen que esta es la hora de perdonar, pues yo digo
que esta es la hora de amar porque por encima de las ideas, criterios e
intereses particulares, está el bien de la comunidad y el bien de la patria.
-Hay un peligro muy grande para la libertad de los hombres y
de los pueblos, ese peligro consiste en la política basada en el personalismo,
que nos conduce a hacer hombres ídolos, y encerrar dentro de los estrechos
límites de la envoltura humana los elevados principios de las ideas que
engrandecen y dignifican.
-El espíritu de personalismo ha sido una fuente de grandes
males para la humanidad; convertimos un hombre en ídolo y él termina por
imponerse como un tirano; nuestra raza es muy dada a estos fatales desaciertos
y tenemos que velar mucho sobre ellos.
-Ciudadanos: si hemos tenido el valor suficiente de luchar
para vivir libres, hoy lo necesitamos para vivir dignos; tan solo de este modo
serán fructíferos los sacrificios consumados y la sangre derramada; pues de no
ser así, los manes de tantos héroes y de tantos mártires llorarán sobre un
pueblo que supo realizar tantos heroísmos para libertarse del despotismo
extranjero, pero que no tuvo el valor ni la precaución necesaria para eludir el
peor de los despotismos, que es el de las oligarquías y caciquismos: pues el
yugo extranjero nos priva de la libertad, pero el propio nos priva de la
dignidad y del decoro para conducirnos a la abyección y a la ignominia.
-No deseo terminar este humilde trabajo sin rendirle un
tributo de amor y gratitud al Sr. Vicente Martínez Ybor, ese hombre de corazón
noble y generoso, que, sin detenerse en consideraciones de provincialismo, y
sólo obedeciendo a la rectitud de sus elevados sentimientos, buscaba y protegía
al hombre laborioso y honrado, dispensándole, además a sus operarios el mayor
aprecio y consideración. A este noble español deben las emigraciones en
particular, y la patria en general, mucho del bien que se ha recogido.