viernes, 18 de octubre de 2024

Una mirada positiva a los inmigrantes desde el artículo “Vindicación de Cuba”

 Hace 135 años, la prensa en Estados Unidos publicó un artículo ofensivo acerca de los cubanos, lo que me hace recordar   expresiones de Donald Trump sobre los inmigrantes que llegan de América Latina y otras regiones del mundo a ese país.

El artículo, publicado por el periódico The Manufacturer, de Filadelfia, y reproducido en el Evening Post de Nueva York, corresponde a  marzo de 1889, cuando se discutía en los círculos de poder estadounidenses la posibilidad de que Cuba fuera anexada.

En el artículo se afirmaba que los cubanos no serían capaces de establecer un gobierno propio, pues no solo eran inútiles, perezosos, cobardes, sino también afeminados. Con ello, no solo  intentaba justificar que al gobierno norteamericano no le quedaría otro camino que  gobernar aquel país, cuando ya había hecho ofertas a España (y las volvería a hacer) de comprar la Isla.

La ofensiva editorial, bajo el título “¿Queremos a Cuba?” resaltaba las ventajas geográficas que conllevaba poseer la Isla, pero insistía en las deficiencias de sus pobladores con evidente desprecio hacia su mestizaje, con un tono parigual al que hoy algunos políticos, siguiendo la retórica de Donald Trump, utilizan para referirse a los inmigrantes.

Conocemos aquel artículo  por la inmediata respuesta que le dio José Martí, quien entonces vivía en Nueva York. Lo hizo en una carta a   The Evening Post fechada el 25 de marzo de 1889, en la que primero aclara que no era el momento de discutir el tema de la anexión, ante la urgencia de reivindicar el verdadero carácter y virtudes de sus compatriotas.

En la misiva, José Martí no solo destaca el valor de los cubanos que viven en la Isla, sino el de los emigrados, lo que sirve hoy para valorar a los inmigrantes de todas nuestras tierras. Así, dice el cubano:

“Los cubanos, dice The Manufacturer, tienen aversión a todo esfuerzo, no se saben valer, son perezosos.  Estos ‘perezosos que no se saben valer’, llegaron aquí hace veinte años con las manos vacías, salvo pocas excepciones; lucharon contra el clima; dominaron la lengua extranjera; vivieron de su trabajo honrado, algunos en holgura, unos cuantos ricos, rara vez en la miseria; compraron o construyeron sus hogares; crearon familias y fortunas (…) Un puñado de trabajadores cubanos levantó a Cayo Hueso. Los cubanos se han señalado en Panamá por su mérito como artesanos en los oficios más nobles, como empleados, médicos y contratistas. Un cubano, Cisneros, ha contribuido poderosamente al adelanto de los ferrocarriles y la navegación de ríos de Colombia. Márquez, otro cubano, obtuvo, como muchos de sus compatriotas, el respeto del Perú como comerciante eminente. Por todas partes viven los cubanos, trabajando como campesinos, como ingenieros, como agrimensores, como artesanos, como maestros, como periodistas. En Filadelfia, The Manufacturer tiene ocasión diaria de ver a cien cubanos, algunos de ellos de historia heroica y cuerpo vigoroso, que viven de su trabajo en cómoda abundancia. En New York los cubanos son directores en bancos prominentes, comerciantes prósperos, corredores conocidos, empleados de notorios talentos, médicos con clientela del país, ingenieros de reputación universal, electricistas, periodistas, dueños de establecimientos, artesanos. El poeta del Niágara es un cubano, nuestro Heredia. Un cubano, Menocal, es jefe de los ingenieros del canal de Nicaragua. En Filadelfia mismo, como en New York, el primer premio de las Universidades ha sido, más de una vez, de los cubanos. Y las mujeres de estos ‘perezosos que no se saben valer”, de estos enemigos de “todo esfuerzo”, llegaron aquí, recién venidas de una existencia suntuosa, en lo más crudo del invierno: sus maridos estaban en la guerra, arruinados, presos, muertos: la “señora” se puso a trabajar: la dueña de esclavos se convirtió en esclava; se sentó detrás de un mostrador; cantó en las iglesias; ribeteó ojales por cientos; cosió a jornal; rizó plumas de sombrerería; dio su corazón al deber; marchitó su cuerpo en el trabajo; ¡éste es el pueblo ‘deficiente en moral!’”.

Únicamente me he fijado en algunos aspectos de este artículo martiano. Es extenso y debería leerse íntegro una y otra vez, no como escrito por un cubano, sino por un hispanoamericano, para que en él se sientan representados los emigrantes de toda nuestra América; y más, porque en él caben todos los emigrados del mundo, los millones de hombres y mujeres que han sido obligados por la miseria, las guerras, las dictaduras, los desastres naturales, a tener que irse del lugar en que nacieron que es en sí mismo un sacrificio, para esforzarse en la búsqueda de un futuro mejor a su familia. Hombres y mujeres que, en su mayoría y en casi todos los lugares donde han llegado, no solo han alcanzado sus propósitos familiares, sino que han contribuido, contribuyen, a hacer más prósperos los sitios donde han sido acogidos.

Que ahora algún político, con más insidia que razonamiento, encuentre en algún crimen cometido por un inmigrante un pretexto para condenar su condición de expatriado no es solo inhumano, sino profundamente  pernicioso  a la sociedad.

viernes, 4 de octubre de 2024

Se inaugura en Ybor City el edificio José Martí

 El pasado 27 de septiembre, quedó inaugurado en Ybor City un hermoso edificio que ha sido nombrado José Martí, un tributo merecido a quien es considerado con justicia uno de los grandes ­hombres de América.

La imagen y la palabra del prócer cubano –quien desde una tribuna a escasos metros del edificio que nace con su nombre convocó y organizó la última guerra hispanoamericana por la independencia–, resaltan en cada uno de los espacios interiores de esta obra que enriquece el rostro urbanístico de Tampa.

Obra del escultor Yoandy Orama 

En el momento de la emotiva inauguración, se destacó a quienes tienen el mérito de haber propiciado su nacimiento. Se agradeció a Darryl Shaw, un apasionado inversionista al que la ciudad de Tampa debe la construcción o remodelación de varios inmuebles  y obras como BluePearl Specialty & Emergency Hospital for Pets, reconocido a nivel nacional. Asimismo, se destacó la labor de Ariel Quintela, quien forma parta del equipo de inversionistas que están cambiando el rostro de Ybor City y a quien se le debe el bautizo de algunos inmuebles, remodelados o creados, con el nombre de patriotas cubanos que acompañaron a José Martí en su obra redentora de alcance universal.

Emiliano Salcines habla sobre José Martí. Al fondo, estatua
de José Martí creada por el escultor cubano Villa Soberón.

El mismo Ariel, en las palabras inaugurales se refirió con gratitud a quienes han contribuido a hacer realidad este edificio situado entre las calles 12 y 13 y 7.ª y 8.ª avenida, con 127 apartamentos modernos, cómodos y hermosos, así como un amplio espacio comercial cuyo destino pudiera ser un restaurante. A su lado, también quedó inaugurado otro  edificio con el nombre de Juan Gualberto Gómez, el patriota cubano a quien se le enviaría desde Tampa la Orden de Alzamiento firmada en Nueva York por José Martí para dar inicio a la guerra de independencia. Así, los dos hombres que entonces se unieron en búsqueda de una patria libre, en la libertad unen sus imágenes en estos edificios que les honran.

Sobre las 21 visitas de José Martí a Tampa

Desde entrar al edificio José Martí, se siente su presencia en todos sus recodos. En un amplio pasillo interior entre las dos torres que componen, sobresale una estatua a tamaño natural realizada por el escultor cubano José Ramón Villa Soberón, rodeada de un jardín donde prevalecerán las rosas blancas. Frente a ella, el honorable juez retirado Emiliano Salcines Jr., quien fue invitado a decir unas palabras sobre Martí –lo que hizo con la sapiencia y emoción que acostumbra– tuvo la inspiración de recordar aquellos versos: “Cultivo una rosa blanca/ en julio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca…”, lo que hizo, con una rosa de ese color en la mano.

Ariel Quintela en la inauguración del edificio José Martí

También allí, la compañía de teatro infantil La Colmenita, que vino de Cuba guiada por su padre, Carlos Cremata, entonó canciones con versos de Martí y dijo frases suyas, adelantándose a un momento en que, ya dentro del edificio, ofreció un momento artístico profundamente martiano. Ya caminando por su interior, se disfruta la presencia de aquel Maestro universal, en todo el entorno. Con un equilibrado sentido de los espacios, la diseñadora colombiana Carolina Crobo embelleció las paredes con imágenes y frases relacionadas con la obra de Martí en Tampa –señaladamente sus 21 visitas a la ciudad–. En la decoración interior, resalta el trabajo realizado por Yoandy Orama,  a quien se le debe una estatua de Martí (sentado con las piernas cruzadas) que llama la atención desde la entrada por la 7.ª avenida a esa sala convertida en una especie de museo martiano. También se distingue la fachada en relieve de la fábrica de tabacos de Vicente Martínez Ybor, realizada por Junior del Pozo.  Asimismo, una pintura de Martí, obra de Vicente Castro, contribuye al nivel artístico y educativo con que se honra “al hombre sincero/ de donde crece la palma” y a quienes, como él, dedicaron lo mejor de su vida a que la humanidad sea cada vez mejor.

Ante obras como esta que inauguramos en Ybor City, cada uno de los que contribuyó a su feliz realización –desde el primer inversionista hasta quien puso el último ladrillo– puede sentir que, como hombre  o mujer de su tiempo, está trabajando también por el mejoramiento del mundo.