El poeta, escritor y comediante
cubano Nelson Gudín nos visita en Tampa esta semana. Tuvo el gesto de llegar hasta La Gaceta,
donde hemos podido conversar con amplitud. Prácticamente todos los cubanos lo
conocen por sus programas humorísticos en la television isleña, extendidos al
mundo a través de Youtube y las modernas redes sociales. Muchos lo consideran
uno de los mejores comediantes del país,
por la naturalidad, agudeza y gracia con
que ex- presa, casi con la inocencia campestre
que proviene de sus orígenes, los problemas más complejos de la sociedad en que
vive. Comienzo preguntándole por el seudónimo artístico con que hoy todos le
conocen.
Hoy la gente conoce más al Bacán de la vida que a Nelson Gudín. ¿Qué te inspiró a elegir el nombre que más te
identifica como comediante?
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En La Gaceta, Tampa. Foto de David Morales |
No elegí el nombre, fue impuesto por el público. En mi pueblo existe
la costumbre de apodar a ciertos personajes pintorescos: locos, borrachos
consuetudinarios, mentirosos, cornudos, políticos, etc. Así se va insertando
uno en el imaginario popular. Lo bueno de que un apelativo lo cree un grupo de
personas, así, de forma espontánea, es porque han advertido en ti,
instintivamente, un sello de autenticidad. Si eres igual a los demás, pasas
inadvertido.
Antes del Bacán de la vida,
¿quién era Nelson Gudín?
Un niño de campo lleno fantasías; había pocos niños en Durán: una
aldea retirada de la Sierra Maestra, sin electricidad en aquel entonces.
Después un adolescente común en Sevilla arriba: otra comunidad campesina hacia
donde se fueron a vivir mis padres, con una vida social un poco más activa.
Nada importante que contar. Y por último Bayamo. Allí fui con 14 años a
estudiar, y tuve mi primer vínculo con la ciudad. Sin embargo, no podía
desprenderme de ese aire retraído que todavía me acompaña. Por las características
del trabajo que ejerzo, siempre me ha tocado enfrentarme a la soledad. Ando de
pueblo en pueblo, en ciudades ajenas. Desde joven vivo como un extranjero,
incluso en mi propio país. Bayamo, Camagüey, Sancti Spíritus, La Habana, Miami,
etc.
Durante los tiempos duros del llamado período especial en Cuba, tú
andabas con tus proyectos literarios y teatreros itinerantes de la región
oriental del país. ¿Qué fue lo más difícil para quienes intentaban hacer arte
en aquellas condiciones?
Lo más difícil fue salvarse. Y no hablo de la salvación física. Hablo
de salvarse de los instintos más primarios que son los que afloran y, a veces,
vencen. ¿Quién salva a Nelson Gudín Benítez? El poeta, el narrador, el hombre
lleno de preocupaciones, de cuestionamientos éticos, filosóficos, políticos,
morales... Me salvaron los libros, los míos y los de otros.
El humor ha jugado un papel crítico con el poder político establecido
en todos los regímenes, desde la antigüedad hasta hoy. Desde el
entretenimiento, ha contribuido al pensamiento y mejoramiento de la sociedad en
que actúa. ¿Cómo ves tu trabajo desde esta perspectiva?
Siempre he tenido muy claro, como escritor y como humorista, que somos
seres históricos y que la historia la mueven los políticos. Entonces, somos entes
políticos. Yo cumplo con reflejar mi tiempo: sus contradicciones, sus
ilusiones, frustraciones, aciertos. Y el futuro me va a juzgar por eso. Las
culpas de nuestro mundo, de nuestra época, no la tendrán los cómicos, ni los
pintores, ni los cantores. No me preocupa lo que puedan pensar los
contemporáneos sobre mi papel o roll como artista. No me preocupan los críticos
ni los poderes.
En las últimas dos décadas, tu trabajo en la televisión cubana te ha
convertido en una figura pública. ¿Qué espacios televisivos te han producido
mayores satisfacciones?
Todos, los de Cuba y los de
Miami. Asumo el trabajo con la mayor disciplina, respetando las políticas
editoriales de los espacios para los que he tenido la oportunidad trabajar.
¿Qué papel has jugado en el Festival Nacional de Humor Aquelarre?
He sido jurado en múltiples ediciones y también he participado como
concursante.
También eres poeta y escritor. Háblame de tu obra literaria, tal vez
menos conocida que tu labor de comediante.
Mi literatura es mi vida. Yo soy lo que está en mis libros. Mis
personajes humorísticos responden a una intención más inmediata de trasmitir
una idea, o mover (con gracia) el pensamiento hacia ciertas zonas que la
política deja al margen; pero mi literatura es una dimensión más elaborada de
mis preocupaciones humanas. Hago poesía, narrativa, literatura para niños. Y he
tenido la suerte de publicar algunas de mis obras.
Sigues viviendo en Cuba, pero en Estados Unidos te has creado también un público,
esencialmente de origen cubano. ¿Qué significan para ti los viajes a Miami,
Tampa y otras ciudades estadounidenses?.
Tal vez deba responder con palabras del Maestro: “ Yo vengo de todas
partes y hacia todas partes voy”. En Miami, y en los Estados Unidos en general,
está la comunidad cubana más numerosa en el extranjero. Hay amigos, familiares,
colegas. Yo disfruto mucho siempre que vengo, porque la gente me trata con
mucho cariño y respeto. Y hablamos de literatura, de política, de los vivos y
los muertos, de chismes de acá y allá. Siempre es una gran fiesta mi estancia
en Houston, en Tampa, en Miami. Y también una guerra, porque no voy a todos los
lugares que quisiera.
¿Qué otra experiencia internacional tienes?
Aunque hay cubanos hasta en Singapur o Chipre, no he viajado mucho.
Creo que los productores deberían explotar más esa ventaja que tenemos los
cubanos de estar regados por medio mundo y crear una plataforma que nos permita
llegar a la mayor cantidad de comunidades. He viajado poco, sólo a EE.UU.,
Dominicana y Venezuela. En los próximos meses tengo presentaciones en España e
Italia y de seguro alguien se envalentona y me pide llegar a otras partes de
Europa.
¿Qué piensas de las llamadas dos orillas de la cubanidad actual?
¿Dos orillas? Eso es un invento, una guerrita entre dos poderes, una
conveniencia política, un negocio. Cubano es uno solo y no lo define nadie por
ideología, raza, preferencia sexual o religiosa. La cubanidad está en los
gestos, los hábitos, hay mucha historia desde que un español se revolcó con una
aborigen, o una esclava, y hasta con su propia esposa y le nació el chama con
carita de jodedor, para que venga alguien a hablar de orillas. Los más ilustres
cubanos de la colonia vivieron y se formaron en Europa; después, en los Estados
Unidos y más tarde, hasta en Rusia. ¿Y quién los cuestiona? Cuba lo que tiene
es costas, no orillas.