Por Gabriel Cartaya
Aunque Salcines, en Tampa, no necesita
presentación, pues es conocido y querido por todos, me permito cumplir la
formalidad de un breve proemio: Emiliano Salcines es jurista, historiador,
profesor. Fue Fiscal Federal y Estatal durante muchos años. Ha sido distinguido
con diversos premios por universidades, colegios de abogados y por la Ciudad de
Tampa. Fue nombrado Caballero por el Rey Juan Carlos, de España, y ha sido
invitado más de una vez a la Casa Blanca por el Presidente de Estados Unidos.
Es un extraordinario conocedor, divulgador y defensor de la Historia de Tampa.
Por estas y otras muchas razones, quise saber sobre su aleccionadora historia
y él, con su amabilidad característica,
respondió a estas preguntas.
Salcines, su niñez y juventud
se desarrollaron en esta ciudad de Tampa que tanto usted ama. ¿Cómo recuerda
esa etapa de su vida?
Nací en Tampa, hijo de inmigrantes españoles. Mis padres vinieron de España, vía Cuba, y se
conocieron en esta ciudad. Tampa era una ciudad bilingüe, donde el español era
muy dominante. Yo nací en el Hospital del Centro Asturiano y me crié en West
Tampa que era, como Ybor, una ciudad tabacalera. Es el lugar donde transcurre mi niñez y donde vivo todavía.
¿Qué peso tenía la cultura hispana
en ese entorno?
La cultura hispana era muy importante aquí
desde antes de iniciarse el siglo XX. Había periódicos en español y también
teatro, música, funciones, zarzuelas, orquestas, así que la cultura hispana
tiene unas raíces muy largas en Tampa.
Creo que la primera función que se presentó
fue en el año 1887, en un lugar que los cubanos conocen bien, porque fue el
sitio donde José Martí dio sus discursos famosos. Y en ese pequeño teatro se
empezaron a presentar funciones, hasta bufos cubanos, antes de que empezara el
siglo XX.
Hábleme de los recuerdos
escolares.
Bueno, recuerdo mi niñez, particularmente a
las monjas salesianas. Yo estudié en un colegio católico, el San José, de West
Tampa. De ahí pasé a un colegio público y más tarde a una academia militar
llamada Riverside, en Gainesville, Georgia, donde hice el Bachillerato. Después
seguí a la universidad; me matriculé en la Facultad de Derecho.
¿Que le hizo optar por la carrera de Abogado?
Esa decisión la hice cuando todavía era muy
joven. Yo me ganaba unas pesetas los sábados, como limpiabotas. Un día, un
señor que se está limpiando los zapatos me dice: “Salcines,
tú debes estudiar para abogado”. Y me fui interesando. Hasta visité un
tribunal siendo muy pequeño, porque ya me hacía ideas de que no iba a quedarme
con la tienda de ropas de mi padre. Yo quería ser abogado y desde una edad muy temprana me estaba
enfocando en esa carrera.
¿Los mejores recuerdos de la
universidad?
Muy buenos recuerdos y muy buenos profesores.
Me hice mejor estudiante en la universidad. Ya entonces los libros me
fascinaban; leía mucho y tenía un padre que también leía bastante. Teníamos
unas conversaciones profundas acerca de
distintos temas. A mi padre le gustaba mucho la historia y la geografía. Tengo
una memoria muy especial de la época de la Segunda Guerra Mundial. Realizaban
ejercicios por la noche, por si acaso los japoneses o los alemanes nos tiraban
algunas bombas. Había unos simulacros y
teníamos que apagar todas las luces en la ciudad. Entonces mi padre nos
acostaba, a mí y a mi hermano, que era más pequeño, y nos entretenía durante
esas horas de oscuridad, preguntándonos cuál era la capital de España, de
México, de Cuba y así...de varios países.
A pesar de recibir toda la
educación en inglés, no ha perdido el
acento español, por cierto, muy distinguido en usted. ¿A qué lo atribuye?
Bueno, es gracias a mis padres que insistían
en que, aunque en la escuela hablara
inglés, en la casa había que hablar el español. Ellos insistían en que
debía hablar bien el español. Si yo decía zapatos, con ese, mi padre me decía: No, hijo,
se dice zapatos (pronunciando bien la zeta). A veces yo le decía: Papá, los muchachos se
van a reir de mí. Y él respondía: Aprenda usted a hablar bien el español, que
algún día, con esos dos idiomas, a usted
se le van a abrir muchas puertas. Y tenía toda la razón y todos los días le doy
gracias a mis padres por la enseñanza de su cultura y de su lengua.
En la práctica como jurista,
usted ascendió hasta el cargo de Fiscal del Estado de Florida, ¿Cómo valora esa etapa de su vida?
Le diré que estoy muy agradecido del pueblo de
Tampa. No solamente de la colonia latina, sino de toda la comunidad, pues me
dio el privilegio de reelegirme en muchas ocasiones. Fui elegido el Fiscal del
Estado en cuatro períodos distintos, es decir, 16 años como el Fiscal electo en
este distrito de Hillsborough. Cuando me nombran para ser Magistrado del
Tribunal de Apelaciones, mi nombre aparecía también en las elecciones. Y el
público votó siempre a mi favor. Estoy muy agradecido del privilegio de que a un hijo de inmigrantes se le
abrieran esas puertas.
¿Cuáles fueron los momentos más
dificiles en su labor como jurista?
Bueno,
yo he tenido decisiones muy difíciles, incluso cuando hay que pedir la
pena de muerte a un individuo que ha cometido un homicidio espantoso. Esos son
casos difíciles y he tenido varios de ellos.
También cuando he tenido que enfrentarme a la
discriminación, porque en un tiempo aquí la segregación racial dominaba. Yo
tomé la decisión de nombrar al primer Juez Auxiliar de la Fiscalía, de
procedencia afroamericana. Eso no fue bien recibido, particularmente dentro del
Colegio de Abogados. Yo le abro la puerta y le doy la oportunidad a ese joven
destacado. Por cierto, hoy la Corte del Condado lleva su nombre: George Edgecomb Hillsborough County.
También, más tarde, nombré a la primera mujer que fue Fiscal en
el condado de Hillsborough. Ella no sólo hizo una labor extraordinaria, sino
que con los años se convirtió en Presidenta de todos los abogados y jueces del
Estado de Florida. Me refiero a Gwenn
Young.
En otra ocasión ayudé a un abogado que era
impedido físico y realizaba su labor en silla de ruedas. En esa época no
existían facilidades en las aceras y en los baños para personas de ese tipo de
condiciones físicas. Fueron momentos difíciles para tomar esas decisiones, para
que otros comenzaran a mirar que todos los seres humanos merecen las mismas oportunidades.
Salcines, en 1979, usted fue nombrado Caballero por el Rey Juan
Carlos, de España. Hábleme sobre esa experiencia tan excepcional en su vida.
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Emiliano
Salcines saluda al Presidente Bill Clinton en la Casa Blanca. Al fondo, los
Reyes de España
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Yo me supongo que su Majestad tuvo en cuenta
que yo era un político que sobresalía por
recordar las raíces hispanas. Lo hacía con discursos lo mismo en español
que en inglés. Todavía a muchos les sorprendía oir que no eran los ingleses los
primeros en llegar a lo que es hoy
Estados Unidos. Entonces yo les explicaba: los españoles fueron los primeros en llegar a este
territorio, ellos hicieron las primeras leyes, los primeros colegios, los primeros hospitales. A la sazón, yo había
sido electo Presidente de todos los Fiscales en el Estado de la Florida y había
llegado a ser Vicepresidente de todos los fiscales de Estados Unidos. Todas
esas cosas, creo yo, en algún momento se le presentaron a Su Majestad y me
escogió para otorgarme la Condecoración de la Cruz de Isabel la Católica.
Fue todo muy hermoso, vino
el Embajador de España, con el Pergamino y la Medalla, muy bonita. Se presentó
aquí en Tampa, en el edificio del Centro Asturiano. Posteriormente tuve el gran
privilegio de estar invitado a España, a La Zarzuela. Y cada vez que él ha
venido a Florida siempre recibo una invitación de Su Majestad, para ir a
Pensacola, o San Agustín, o Miami. Donde
quiera que él esté me extiende una invitación para acompañarle, por ser miembro
de la Orden de Isabel la Católica.
Se que Emiliano Salcines ha
frecuentado la Casa Blanca y ha compartido la mesa con el Presidente de Estados Unidos. ¿Qué han significado esos
momentos para usted?
Lo considero como algo muy especial en mi
vida, que distintos presidentes de mi país me invitaran a la Casa Blanca. Pero
la más especial de todas fue cuando el Presidente Clinton y su esposa nos invitaron a mi esposa y a mí para una comida
de gala, la cena de Estado que se le daba al Rey Juan Carlos y a su esposa la
Reina Sofía. Fue una cosa extraordinaria estar compartiendo con su Majestad, el
Presidente de Estados Unidos y otros
altos funcionarios. La cena se sirvió en
un salón donde, desde muchacho, yo había visto al Presidente hablar a la
nación, donde está la hermosa pintura de Abrahan Lincoln. Durante esa cena,
pensé: un muchacho de West Tampa está aquí sentado con el Presidente de los
Estados Unidos y con el Rey de España. Dios ha sido muy bueno conmigo.
Emiliano Salcines ha sido profesor y varias universidades le han
distinguido con premios por su labor. Creo que sus conferencias y publicaciones
dirigidas a la docencia han contribuido a los estudios jurídicos de este país.
Podría hablarme sobre esta importante labor.
Bueno, eso ocurrió cuando yo estaba despuntando con mi actividad en la
Asociación Nacional de Fiscales de Distrito. Un día, un catedrático muy famoso
de la Facultad de Derecho en la Universidad de Northwestern, en Chicago, me
dijo: Yo quisiera que usted impartiera clases en los cursos que anualmente
ofrecemos en Chicago para los fiscales. Le dije que sí y me pasé 35 veranos
viajando por una semana a ese estado, preparando a los profesionales que hoy
son los fiscales electos, jueces, magistrados o senadores. Entonces, la
Facultad de Derecho en Stetson –que actualmente tiene una sede aquí en
Tampa– me pidió que fuera Profesor Adjunto y he tenido el privilegio de
representar a Stetson en conferencias que he dado en España, Argentina,
Colombia y México.
Usted es autor de un Manual para estudiantes de Derecho, ¿no es así?
Sí, es un libro que escribí para ayudar a que el abogado, el letrado
que entra a una Sala Judicial, se oriente en cómo presentar las pruebas, tanto
de los testigos normales como de los científicos forenses. A su vez, que pueda
presentar bien las pruebas que existen,
de forma que cuando los Tribunales de Apelación lo requieran no se presenten
problemas con esas pruebas. Ese libro se
sigue usando en muchos estados de la Unión, muchos fiscales aún entran en la
sala con ese libro, para guiarse en la presentación de huellas digitales,
ejemplares de sangre, de balística, o cualquier prueba forense.
Usted siempre ha estado vinculado al trabajo con la comunidad hispana
de Tampa. En 1993 fue nombrado el Hombre
Hispano del Año. ¿Como aprecia esta labor?
Yo nunca me he separado de la comunidad latina de Tampa. Aquí usamos
más el término latino que el de hispano, porque tenemos una mezcla de
españoles, italianos e hispanoamericanos. Muchos italianos se casaron con
mujeres hispanas y viceversa, lo que ha fusionado a las dos procedencias
étnicas. Entonces, para no excluir, en Tampa preferimos decir latinos y no
hispanos, aunque en los últimos 25 o 30 años la palabra hispano se ha comenzado
a utilizar más.
Pero, en fin, yo siempre he estado muy vinculado a la comunidad
nuestra. He estado activo en las comunidades regionales, en el teatro
hispano, en musicales, recitales, en
todo lo que tenga que ver con la cultura hispana, que siempre me ha fascinado.
En la Universidad del Sur de la Florida, y en otras instituciones, he dado
muchas conferencias acerca de la presencia hispana en los Estados Unidos.
Es dentro de esa integración con la comunidad que se inserta una
especie de tertulia sabatina que usted comparte con un grupo de amigos, reuniéndose
en un restaurante a desayunar y conversar...
En realidad eso empezó con 4 o 5 amigos: “Oye, vamos a tomarnos un
café”. Y nos íbamos al 4 de julio, a Arena Plaza, o al Gallo de Oro. Más de 20 años estuvimos
reuniéndonos en El Gallo de Oro y ahora nos hemos trasladado a El Arco Iris, en
la calle Habana. Los temas de esa tertulia no tienen una agenda prefijada; lo
mismo uno habla de lo que se está leyendo en el periódico del día, que de un
acontecimiento que acaba de ocurrir en la Conchinchina. Se habla de
literatura, geografía, de cualquier tema. Eso te estimula la mente y siempre
aprendes algo nuevo. Yo siempre salgo enriquecido de esas tertulias. Y ahora
también nos reunimos los domingos por la mañana; es el grupito que nos vemos en
La Oriental, en la calle Columbus. A unos les gusta la historia antigua, a
otros la contemporánea, a otros la poesía, pero siempre es muy interesante.
Es evidente su pasión por la historia. ¿No tiene previsto escribir un
libro sobre la historia de la ciudad?
Bueno, a mi me lo han propuesto en muchas ocasiones. Y siempre
digo: Lo voy a hacer. Pero no he
comenzado a recopilar los muchos estudios que tengo, con temas variados sobre
lo que es la rica historia latina de Tampa. Algunos amigos han escrito libros muy bien documentados
sobre la historia de esta población. Y si Dios quiere, y me da la luz, algún día podré escribir un libro sobre esta
fenomenal ciudad que ha sido acogedora de tantos latinos durante más de 150
años.
¿Sobre la familia?
Soy hijo de españoles y me he casado con una chica de apellido
Fernández. Ella nació en Tampa, hija de cubano y tampeña y nieta de españoles.
De ese matrimonio, que ha cumplido 55 años, tenemos dos hijas: una es Doctora
en Química y vive en Tampa; la otra es Licenciada en Óptica y vive en San
Antonio, Texas. Tengo dos nietos universitarios: el mayor de ellos está en su
primer año de Medicina en Philadephia y la nieta está cursando el segundo año
en la Universidad de Oregón.
¿Cuáles son sus distracciones preferidas?
Me gusta muchísimo la música. Ella ha sido parte de mi vida, desde el
momento en que yo podía oír los cantares que me hacían mis padres en la cuna;
así que la música ha sido para mí muy importante. Me apasiona mucho el teatro. Y me gusta, como
usted ha dicho, la historia; es lo que más me fascina. Y gracias a Dios que me dio buena retentiva y
puedo recordar cosas que tal vez a otros se le olvidan. Así es con la música:
yo recuerdo las canciones que escuché de muchacho. También me ha gustado mucho
el cine, desde pequeño yo veía películas y conocía a todos los artistas famosos
de la cinematografía mexicana, argentina, cubana, española. Recuerdo a los
artistas famosos de los años 40, 50 y principios de los 60, porque veía sus
películas, repetía frases que decían y poesías que recitaban.
Entonces, visitaba mucho a La Habana con mis padres, a quienes les
gustaba mucho la zarzuela y la cabalgata española. Por eso llegué a aprenderme
las canciones que disfrutaba en un teatro famoso de La Habana, el Teatro Martí.
Muchos artistas venían desde La Habana a Tampa y traían sus espectáculos, que
se presentaban en el Círculo Cubano, en el Centro Asturiano o en el Centro
Español de West Tampa. Siempre había
cultura, incluso en el círculo de los afrocubanos, en el Club Martí-Maceo.
Siempre había cultura, música, teatro... Es lo que me ha fascinado siempre y me
ha ayudado mucho.
¿Hay costumbres, manías, hábitos, de los que usted no se ha querido (o
podido) desprender?
Le diré que, como soy graduado de una academia militar, aprendí a
limpiar y tener bien preparado el fusil. Lo sigo haciendo para ir de cacería
con los amigos. Una vez al año nos damos una escapada al monte, a la caza
mayor.
Tengo la costumbre de estar siempre involucrado con la comunidad. La
manía de ayudar... porque lo que he llegado a ser, es porque otros me ayudaron.
Porque mientras tú estas subiendo los escalones, hay que tomar un momento y
mirar atrás, para darle la mano al que viene subiendo después de ti, para
ayudarlo a que suba también. Es como se hace comunidad, para dejarla mejor de
lo que la encontramos.
¿Algún deseo por cumplir?
Ah, muchos deseos... y pido a
Dios una larga vida para hacer todo lo que me falta por hacer. Me gusta
mucho viajar y tengo todavía una lista de países donde quisiera ir. Aprendo
mucho, pues comienzo a estudiar el lugar antes de visitarlo.
¿Es Emiliano Salcines un hombre
optimista?
Yo he nacido optimista. He sido siempre del Club Optimista de West
Tampa. Veo el futuro con optimismo. Me crece esa inspiración cuando voy a
distintas universidades a dar charlas. Cuando percibo el ánimo de los
estudiantes, veo que el futuro de este país está en buenas manos.
¿Algún mensaje?
La educación es lo más importante que un padre puede legar a sus
hijos. El dinero lo puedes perder, el banco puede irse a bancarrota, pero lo
que tú tienes en la mente, lo que tú has aprendido, eso nadie te lo va a
quitar.
Tener fe en que Tampa, los Estados Unidos y la humanidad, van a vivir
en un futuro mejor.
Gracias, Salcines, por el privilegio de poder transmitir en “La Gaceta” el mensaje que viene de una vida ejemplar. Y rogamos a
Dios que sea una vida centenaria.