Por Gabriel Cartaya
Con seis películas rodadas,
decenas de premios en diversos continentes y en plena madurez creativa, Cremata
ha elegido recientemente a la ciudad de Tampa
para vivir. Desde conocerlo personalmente y hablar sobre cine, Cuba , Tampa
y proyectos de trabajo, le propongo una entrevista a la que accede con agrado.
Aunque ya
habías dirigido otros filmes, es “Viva Cuba”, del 2005, la que te sitúa en la
cúspide del cine cubano, convirtiéndote en un director reconocido a nivel
internacional. ¿Qué significó –y significa– “Viva Cuba ” en tu creación
cinematográfica?
“Viva Cuba ” fue como
una iluminación. Al seguir mis instintos. No sé bien por qué siempre agradezco
al cielo haberla concebido. Yo había estudiado mucho – incluso, antes de realizar
mi primera película titulada “Nada” - al cine cubano anterior a mi propuesta. Y descubrí
que aunque se habían hecho muchos proyectos para niños, nunca hubo una película
con ellos como
protagonistas de un largometraje. Era un proyecto pionero en muchas vertientes.
Un road-movie por toda la isla,
con tecnología digital, que la alejaba del
contexto cuasi habanero-centrista del resto de las
películas cubanas. Y viaja a lo largo de todo el país.
Yo había
renunciado al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). Y
en un enojo, me propuse hacer algo de lo que el ICAIC se arrepintiera por no
haber hecho. Y fue lo primero que logramos, con el excelente guión coescrito
con mi amigo de siempre, Manolito Rodríguez, porque “Viva Cuba” no es una
película del ICAIC. Se hizo con el concurso de la Casa Productora de Telenovelas
de la Televisión Cubana en coproducción con QUAD Productions de Francia y DDC
de Estados Unidos. Sin embargo, se convirtió en el primer filme cubano con
niños como
protagonistas.
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Juan Carlos Cremata visita La Gaceta. Fotografía de Manuel Portales |
Luego la
bendijo el premio “Grand Prix Ecrans Junior”, en el Festival Internacional de
Cannes del
2006. Y la colocó como la primera película cubana
que obtuvo un premio en el que es considerado el Festival más importante de
cine del
mundo. Yo había estado en Cannes
dos años antes, con “Nada”, mi primer filme, en la “Quinzaine des
Realisateurs”. ¡Pero si a eso sumas que luego se desató un aluvión de premios
e invitaciones a festivales! La lista de distinciones suman la cifra récord de
46 galardones entre nacionales e internacionales. “Viva Cuba ” es aún la
película más premiada en la historia de la cinematografía cubana.
Pero,
curiosamente, y más allá de su cubanía intrínseca, “Viva Cuba ” es, en
realidad, una producción francesa, financiada con fondos norteamericanos. Fue
vendida en casi todo el mundo. Y representa al mismo tiempo una carta de
presentación de nuestro país natal. Aunque te confieso que nada se equipara a
la sonrisa de los niños al verla. O de aquellos más creciditos que se resisten
todavía a dejar de serlo. No imaginas la maravilla que es entrar a un cine y
ver a muchos niños recitando los textos de tu película.
“Viva Cuba ” me dio a
conocer más al mundo. Y me dio la posibilidad maravillosa de conocer mucho más
mundo también. Es un “raro” filme familiar. Los niños y los adultos disfrutan
por igual. Y eso hace que más gente se aficione y el rango o espectro de
público sea mayor. Fue emocionante mostrarla en la India , ante casi mil personas en
Calcuta. Además, fue un proyecto familiar en otro sentido, en tanto se realizó
con el concurso de casi toda mi familia de sangre. Mi madre la codirigió. Un
hermano actúa. Mi primo Guillermo Ramírez Malberti fue el director de arte. Y
mi otro primo, Amaury, su hermano, compuso parte de la música. Tengo recuerdos
muy lindos de las experiencias que aún hoy me ofrece esa tierna, dulce y linda
película. Aquí en Estados Unidos se ha visto bastante, y hasta hay quién ha
visto “Viva Cuba ”
y se ha motivado a visitar la isla.
Antes de ese filme paradigmático,
que rompió con el esquema de que para hacer una gran película en Cuba había
que contar con el ICAIC, habías rodado otras cintas y alcanzado premios en
Cuba y en otros países. Háblame de Juan Carlos
Cremata antes de “Viva Cuba ”.
Bueno, a
ver, desde que tengo uso de razón, sé que provengo de una familia muy artística.
Mi madre es coreógrafa y directora de televisión. Mi padre era un actor innato.
Mis tíos de infancia fueron actores muy famosos y reconocidos. Imagínate que
yo nací, prácticamente, en un estudio de televisión. Y luego trabajé un tiempo
en ella. Es decir, desde muy chiquito, nada de lo artístico me es ajeno. Luego
de haber transitado como actor en la televisión
desde pequeño, recorrí el extenso camino del
artista aficionado, hasta que me gradué en el Instituto Superior de Arte, en la
especialidad de Teatrología-Dramaturgia, como
crítico de ballet. En realidad nunca lo ejercí. Hice televisión como actor, guionista y
director, ya de joven. Y además, en 1991, me gradué con la Primera Generación
de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los
Baños, que es el proyecto más importante de la Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano (FLC) y que fuera comandada, hasta su fallecimiento, por el
Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.
Bueno,
pues yo al terminar esa, aún hoy, importante escuela, hice una tesis en 35 mm,
dibujada a mano, cuadro a cuadro, por la cual me invitaron a más de una decena
de festivales en Europa, que me llevó a enseñar Teoría de la Edición
Cinematográfica, durante dos años en la Universidad Pública de Buenos Aires,
Argentina. Además, ya había trabajado en algunas producciones en Chile , Ecuador
y México. Y había experimentado largas e intensas estancias de vida en varios
países del
mundo. Todo eso me hizo obtener una Beca Guggenheim en Nueva York en el año
1996, donde, también, esa tesis de la escuela titulada “Oscuros rinocerontes
enjaulados (muy a la moda)” pasó a integrar los fondos del Archivo del Museo de
Arte Moderno (MOMA).
Luego de vivir un año en esa ciudad maravillosa que
es Manhattan , decidí regresar a Cuba . Y después
de algunos tropiezos pero mucho empeño, logré hacer “Nada”, mi primera
película. Y bueno… después vino todo lo demás. Junto con “Viva Cuba ” nació mi
proyecto “El Ingenio”, con el que quiero asumir todo lo que pueda hacer en
teatro y en cine. Soy yo mismo. He hecho mucho cine. Y mucho teatro.
En el
2006 empezamos una intensa carrera durante diez años consecutivos, con diferentes
puestas en escena y éxitos de público y atención de la crítica. He podido hacer
sueños realidad. Y es que yo no me canso de soñar. Por lo tanto, creo. Considero
que crear es la manera más linda de vivir.
Sobre tu filme “El Premio
Flaco”, estrenado en La Habana durante el Festival de Cine Latinoamericano de
2008, tú has confesado que expresa “la importancia de agarrarse a lo espiritual
en lugar de lo material”. ¿Se relaciona esta expresión con la voluntad de hacer
cine a pesar de las carencias materiales que enfrenta la producción cinematográfica
en Cuba
o trasciende este contenido?
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Juan Carlos Cremata en Tampa. Fotografía de Manuel Portales |
Bueno es
que en “El Premio flaco”, que es para algunos cubanos “su película favorita”,
ja, ja, eso incluso, se convirtió en la propia filosofía de la realización del
filme. No había recursos. Y se pudo hacer todo eso, con muy poco. De hecho no
pude asumir movimientos de cámara. Porque no había presupuesto para su
alquiler. Y se hizo en coproducción con Guatemala ,
un país más pobre cinematográficamente que Cuba . Lo que defiende esa película
es que “se puede ser carente de bolsillo, pero no se debe ser miserable de
alma”. Hay quien nada tiene y lo da todo. Hay quien teniendo de todo, se ha
quedado sin nada dentro. Muchos latinos se identifican con la película. Hacer
cine es para cualquiera un lujo, pero para los cubanos es una necesidad, porque
es la manera de mantener viva la memoria de estos tiempos nuestros para el
futuro, aunque estemos hablando del
pasado. ¿Cómo van a saber nuestros hijos o nietos cómo éramos? Por eso hay que
crecerse. A veces las dificultades materiales te dictan el camino para ser
ingenioso y creativo.
“El
Premio Flaco” fue el proyecto que durante más tiempo soñé. Incluso, hasta
antes de soñar con ser cineasta. Por eso abandoné todo otro proyecto, ante el
fallecimiento repentino de su autor (amigo) Héctor Quintero. Y decidí asumir la
definitiva versión al cine de su obra más importante, “Contigo pan y cebolla”,
que se estrenó en enero del
año pasado, comercialmente, en los cines que aún quedan en el país. Luego de
su estreno, para nuestro dolor, también falleció su protagonista Alina
Rodríguez, una de las actrices más queridas y respetadas por el pueblo de Cuba . ¡Que
ambos estén en la gloria!
En la década de 1990, la
más cruda del llamado período especial, estuviste algún tiempo viviendo fuera
de Cuba, incluido Nueva York. Sin embargo, tras el enorme aprendizaje y
disfrute que debió significar para ti ese periplo extranjero y seguramente para
sorpresa de algunos, regresas a La Habana. ¿Qué razones determinaron esa decisión?
En esa época pensaba que, salvo
experiencias aisladas como las de León Ichaso y Orlando Jiménez Leal, o Néstor
Almendros, el cine cubano sólo podía hacerse en Cuba. Y quería volver,
precisamente, para entregar a mi pueblo todo lo que había aprendido en el
camino o viviendo lejos de allá, donde tengo amigos, algo de familia y una hija
a la que adoro con todo mi ser. Pero,
sobre todo, regresé con la intención, declaradamente artística, de abrir
las mentes de mis coterráneos a concepciones y maneras, si no originales, al
menos distintas de hacer, sentir y pensar. Mi vocación fue, es, y seguirá
siendo: expandir horizontes mentales. Abrir puertas al conocimiento, al
aprendizaje, a la comprensión, al respeto y a la tolerancia Tuve suerte. Y a
golpe de “surfeo” con las dificultades, combinado con talento y talento y empeño, realicé
“Nada”, mi primera película. Luego vino “Viva Cuba”, a la que siguió “El premio
flaco”.Después vino “Chamaco”, tres cortos de la serie “Crematorio” y por
último “Contigo pan y cebolla”. Ah, y durante todo ese tiempo, acompañado de
una decena de puestas teatrales con éxito permanente de público y bastante
resonancia de la crítica.
Ahora los tiempos han
cambiado y el concepto de cine cubano ha evolucionado. Y tiene que seguir
cambiando, pues ya no es sólo cine cubano el que hace el ICAIC, ni siquiera el
que se realiza, gracias a la Virgen de la Caridad del Cobre y todos los santos
o esfuerzos del mundo, fuera de la mal llamada hoy “industria cinematográfica
cubana”, que se ha convertido en un triste edificio que concentra más
burócratas que artistas.
Cine cubano es también el
que hace cualquier cubano que viva en cualquier rincón del mundo. Para colmo,
puedo afirmarte que he visto cine cubano, en cineastas como Carlos Marcovich,
de México, Laurent Cantet, de Francia, el mallorquín Agustí Villaronga o los
catalanes Carles Bosh y Josep María Domenech con el documental “Balseros”,
entre otros, que muy bien pueden ser también perfectamente catalogados como
ejemplos de cine cubano. Yo soy de los que cree que cubano es más que un apego
a una tierra en concreto, una atadura razonable y sentimental a una cultura
común que nos identifica.
En los últimos años, el
ICAIC ha ido perdiendo el monopolio de la producción cinematográfica en Cuba,
en la medida en que el cine independiente ha alcanzado más protagonismo. ¿Cómo
evalúas esta tendencia?
En este momento me interesa
mucho más ser distribuido por el “paquete” –que es una alternativa popular al
control sobre el Internet en Cuba– que estrenar en los pocos y lamentables
cines que quedan en pie, o tambaleándose, en el país. Me interesa que mi obra
se siga conociendo y darla a conocer a través de las redes sociales, encontrar
vías alternativas de distribución que la tecnología parece ofrecer cada día
más. En Cuba, como en todos lados, se está dando un fenómeno interesante y es
que ahora todo el mundo puede filmar lo que sea, hasta con un celular. A veces
vemos cosas que antes no veíamos y ni siquiera sabíamos que podían existir. Digamos
que el protagonismo se ha esparcido, difuminado, derramado, pulverizado. Y, en
fin, democratizado cada vez más, gracias a la tecnología. Por eso cada vez es
más difícil controlar la explosión de visiones distintas sobre un mismo hecho,
proyecto, proceso o supuesta verdad. Existen tantas lecturas como espectadores
y cada espectador tiene una historia que puede contar. Eso producirá, sin lugar
a dudas, un público diferente, por la expansión intelectual que supone. Aunque,
por supuesto, no está ajena al riesgo que supone cierta banalización y la
mediocridad acechante, las que parecen acechar con saña los tiempos que corren.
Pienso que el componente
económico, más que el nivel profesional, ha sido una razón esencial en que el
cine cubano actual haya buscado el recurso de las coproducciones con otros
países. ¿Crees que la mirada desde el extranjero a la realidad cubana, latente
en la mayor parte de los filmes de y sobre Cuba, es fiel a la cultura que
intenta transmitir?
Chico, la palabra extranjero
me saca de quicio. Es tan déspota, cruel, racista y limitada, que trato de
eliminarla de mi vocabulario. Hoy insisto en que primero se es humano y luego,
de cualquier nacionalidad que sea, la visión externa de un fenómeno, ayuda
siempre a su comprensión por todo el mundo. Y este es un universo urgido de
entendimientos, necesitado de tolerancias, carente de convivencia y pletórico
de culturas. Lo diverso es lo que nos hace auténticos. Pero lo común es lo que
nos distingue e identifica como seres humanos iguales, parecidos y/o
diferentes. Así que agradezco, la mayor parte de las veces, sobre todo cuando
lo adornan las buenas intenciones, la visión de cineastas no nacidos en Cuba.
Lo más triste es que en nuestra propia isla se promueva la filmación de mega
filmes, usando a la realidad como pura escenografía. Y no se apoye más,
contradictoriamente, al cine independiente cubano, que ofrece sin dudas una
versión más cercana a lo que realmente sucede allá.
Hoy, las coproducciones casi
siempre traen intereses comerciales y a veces ha primado en ellas una mirada
ajena, fría y distante. Pero cuando se mira con el corazón y la razón más
plena, el resultado siempre se agradece. Ver, por ejemplo, la última película
de Rolando Díaz me ha expandido aún más el concepto de la universalidad de lo
cubano. Rolando es un cineasta cubanísimo, que aborda en su última entrega un
tema no cubano. Y lo hace con esa carga de cubanidad suya tan honda, intrínseca
y tremenda, al tiempo que desde una universalidad sin límites, sin fronteras y
sencillamente liberada. Es como una bomba, una explosión de sentimientos,
ritmo, cadencia y manera de ver las cosas. Pienso que todo es un proceso donde
se impondrá esa mirada única que ofrece el alma y la mente de nuestra nación.
Esa es su cultura, y a la vez, el acervo del mundo.
¿Cuál es, en tu opinión, la
mejor película cubana de todos los tiempos y si ella coincide con el mejor
director?
Mira, sería demasiado
injusto con todos mis gustos decirte el nombre de una única película o de un
sólo director. Porque todas las películas y todos los directores han dejado una
huella, más grande o más pequeña, en mí. Me es imposible ponerme a escoger una
película entre tantas, muchas. Y no sólo cubanas, sino en la historia entera de
la cinematografía mundial. Lo mismo me sucede con los directores. Disfruto
tanto del cine silente (que en verdad era solamente mudo) como de todas las
escuelas documentales, las películas de todas partes del mundo, los estrenos
comerciales, los musicales, el cine experimental, los cortometrajes, las series
de televisión, los video-clips, los espectáculos filmados, etc. Casi nada de lo
visual me es ajeno y, por el contrario, se me torna vital, esencial, casi como
respirar. Así que te dejo en esa. Todo el cine y el arte me interesan. En el
arte, en mi opinión, son injustas, banales, irracionales y hasta absurdas las
competencias. Nada es igual a otra cosa. Y me considero un defensor acérrimo de
la diferencia.
¿Estás de acuerdo conmigo en que después
de “Fresa y Chocolate”, las dos películas
de mayor impacto del cine cubano son “Conducta”, de Ernesto Daranas y “Viva
Cuba”?
Bueno, eso lo dices tú y yo no tengo porque estar en desacuerdo. Ni te
voy a llevar la contraria. Pero hay muchas películas y directores cubanos que
han marcado pauta también. Cada una a su manera y en su tiempo, todas han sido
importantes, hasta las que están por venir. Y han conformado puntos de vista
distintos, pero auténticos, en nuestra manera de ser. Otras películas y
directores que tú no mencionas han tenido impacto en otros lugares y en otros
momentos. Y todas han tocado a decenas, cientos y miles de espectadores. He
estado tentado de mencionarte títulos, más clásicos o más recientes, pero no
quiero correr el riesgo de ser injusto al olvidar tantos artistas y obras
importantes en nuestra cultura. Estoy seguro que están aún por arribar otros
ejemplos de películas memorables. Creo en la gente joven que está haciendo cine
en Cuba y fuera de ella también.
¿Quieres hablarme de los logros
alcanzados con tu grupo de teatro “El Ingenio” y de los avatares de la obra “El
Rey ha muerto”?
“El
Ingenio” surgió con “Viva Cuba” como productora independiente. Por ese entonces
comencé mis dos primeros tanteos con el teatro profesional: “Las viejas putas”
y “Frigidaire de Copi”, que fueron amparados, para mi honra y muy amablemente,
por el teatro “El Público”, que aún dirige el Premio Nacional de Teatro Carlos
Díaz Alfonso.
Pero ya al
tercer año, y con la tercera puesta en escena de “El malentendido”, de Albert
Camus, nos independizamos para consolidarnos como una referencia artística
concreta. Así es que surge “El Ingenio”, como grupo de teatro. Pero era, más
bien, un grupo de artistas que se reunían en torno a mí, para distintos
proyectos en cine o teatro. Porque, en esencia, “El Ingenio” soy yo, con mis
ideas y la manera que persigo de ingeniarme la posibilidad de convertir ciertos
sueños en realidad.
Transitamos
por una decena de puestas, estilos y funciones que nos consolidaron como un
referente importante dentro del ámbito escénico en La Habana. Fue un proyecto
irreverente, iconoclasta, experimental, anárquico, contestatario, muy
divertido, a veces duro, pero la mayoría memorable y, en mi opinión, demasiado
conflictivo para las autoridades culturales de la isla.
Por ende,
muy atractivo para un público que fue creciendo cada vez más y repletando cada
una de las funciones de cada temporada en los espectáculos que hicimos. Fue
todo un suceso y estuvo a punto de
cumplir 10 años, cuando sucedió la desafortunada censura de la puesta en escena
de “El Rey se muere”, de Eugene Ionesco, del que sólo nos dejaron hacer dos
funciones. Me acusaron de estarme burlando de Fidel Castro, a lo que siempre
respondí que cada uno lee lo que quiere leer en el arte, con lo que se puso en
evidencia la lectura oculta de los propios censores.
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El autor, conversando con Juan Carlos Cremata. Fotografía de Manuel Portales |
Siempre he
pensado que la censura hace más daño al censor que al censurado, porque
trasluce el miedo a que se digan ciertas cosas y la inseguridad de un sistema,
arbitrado anacrónicamente por una “seguridad” del estado. Y la arbitrariedad de
una injusticia arcaica, fascista y anacrónica por medieval, no detuvo ni acalló
mi denuncia pública. Creo que tuve el derecho de gritar y decir a los cuatro
vientos lo que pienso. Cualquier censura es aborrecible. Y sobre todo es
intrínsecamente opuesta a la expresión artística, que es por naturaleza y por
esencia libre. Me prohibieron hacer teatro y decidieron desintegrar “El
Ingenio”.
Los
cineastas, por otro lado, se pronunciaron en contra de tamaño atropello.
Entonces quedó claro, para mí, que se me había decretado ya la muerte en vida.
Pude, de
todas formas, probar fuerzas antes de salir de Cuba y filmé un cortometraje
(una cuarta historia de la serie “Crematorio”). Además, con la ayuda financiera
de la Real Embajada de Noruega en Cuba, y en sólo 8 días, con un presupuesto de
únicamente 5 mil dólares, filmar un largometraje titulado “Semen”, basado en la
obra de Yunior García, un joven dramaturgo cubano. Filmar una película es sólo
el 20% de todo proceso cinematográfico. Luego queda un 80% de trabajo con la
postproducción. Cargo conmigo todo lo filmado, debidamente sincronizado. Y
espero tener la ocasión de editar y post-producir esos filmes, para darlas a
conocer al mundo, y a Cuba, por supuesto. Anhelo lograrlo lo antes posible.
Has
decidido recientemente radicarte en Tampa. ¿Por qué la elección de esta ciudad
y qué sueños inmediatos tienes desde ella?
Tampa nunca
estuvo en mis planes, te lo confieso. Es una elección que me regaló la vida.
Aquí vive mi excuñada, Yoha, que es casi como mi hermana. Y viven mis sobrinas,
que me ofrecieron alojamiento en su casa, donde inicio esta nueva etapa de vida
norteamericana. Y como yo hace mucho tiempo aprendí a vivir con intensidad lo
que me quede, trato siempre de aprender y de avanzar. En el camino, he
descubierto que aquí vivieron dos grandes intelectuales cubanos: el esencial
José Martí y el gran compositor y pianista Ernesto Lecuona.
Es una
ciudad bellísima, en la que ojalá pueda encontrar un espacio, pues me siento
orgulloso de vivir hoy en ella. La recorro todo lo que puedo, en bicicleta, y
la aprendo a vivir un poco más cada día. Pero, sobre todo, la siento, porque la
vivo a diario. Ojalá pueda sentar base aquí. Aunque yo, como artista, nunca me
cortaría las alas, porque lo que amo es el vuelo. Tampa, sin embargo, es un
buen nido. Por lo menos, hasta ahora, ha sido refugio, amparo, cuidado,
amistades y muchas esperanzas. Ya veremos donde puedo colocar y hacer valer mis
sueños. Y yo soy un soñador al que le gusta mucho insertarse en el “sueño
americano”, sobre el soporte y la base de mis raíces, claro.
Hace años, ideo una película sobre la etapa
que Martí estuvo por aquí. Un proyecto que titulé: “La leyenda de las niñas de
Tampa”. Es alrededor de un grupo de niñas y sus distintas historias, en la
empresa de obtener financiamiento para entregarle, a través del Apóstol de
Cuba, a la causa de la lucha independista. Pero una película de época requiere
de mucho financiamiento. Y yo apenas estoy empezando a vivir en este sitio,
acostumbrándome a él y buscando la forma de hacer realidad mis proyectos y
delirios.
Tampoco me
gustaría abandonar mi carrera teatral. Creo que Tampa necesita y merece, además
de su belleza, una mejor apuesta por todo lo cultural. Eso engrandece a todas
las ciudades importantes. Por ello, podría aún venir mucha más gente a
visitarla. Yo le ofrezco a esta ciudad tan hermosa todo mi saber y acervo
cultural. Y el universo infinito de todo mi talento en pos de hacerla aún más
bella, vivible y memorable. Aquí he sido muy feliz. Y espero seguirlo siendo en
cualquier lado. Primero, sintiéndome ser humano. Y luego, entonces, orgulloso
de ser cubano.
Entrevista publicada en La Gaceta, Tampa, en 26 de agosto,
2 y 9 de septiembre, 2016
Interesantísima entrevista, inteligente y mesurada por parte del entrevistador, valiente y apasionada por parte del entrevistado.No juega al amarillismo y nos da una visión de cuán libre siempre a sido Juan Carlos... gracias y ojalá podamos contribuir a hacer de Tampa una ciudad mas interesante, me apunto como actor a cualquier proyecto.
ResponderEliminarHola Juan Carlos, me gustaría saber, si tienes un familiar llamado Alfonso Cremata, se que se dedica al teatros en Tampa; vivía en la calle Conill, íbanos juntos al Colegio HH.Maristas de la Plaza Cívica. si me puedes informar algo sobre ésto por favor, mi correo es: aguilucho1914@gmail.com
ResponderEliminarUn saludo, desde España. Jose M. García Vila