Las efemérides nos prestan el permanente servicio de despertarnos la memoria para que cumplamos el deber de rendir homenaje a quienes realizaron una obra que trascendió su época. Generalmente, los medios de comunicación acuden a los sitios donde con sólo escribir el nombre efemérides se abre una lista de acontecimientos ocurridos “un día como hoy”, como tantos han bautizado el espacio en el que destacan un hecho histórico e, invariablemente, la fecha en que nació o murió una figura relevante.
Aunque la voz
latina procede del griego ephemeros (que sólo dura un día), de la que se
deriva ‘efímero’, el significado con que acudimos a ella es opuesto, en tanto
el suceso ocurrido “un día como hoy” pierde su condición de pasajero al hacerse
trascendente. En este camino, busco en el complaciente Google la efemérides del
22 de julio y, entre otros hechos, indica que ese día, en el año 1882, nació en
Upper Nyack, Nueva York, el pintor Edward Hopper, a quien debemos recordar como
al artista que a través del realismo y expresionismo reflejó ejemplarmente la
vida estadounidense posterior a la Primera Guerra Mundial.
Hacia fines de la
Primera Guerra Mundial, ya Hopper era uno de los pintores consagrados en la
Gran Manzana, convirtiéndose en un agudo exponente de su vida cotidiana,
reflejada en imágenes de un poderoso realismo impactado por la soledad, como
observamos en Room en Brooklyn (1933) o en Verano en la ciudad
(1950).
Para muchos, es
el pintor de la vida estadounidense, al llevar a su obra sus emblemáticos
sitios públicos –restaurantes, oficinas, estaciones de medios de transporte,
edificios, naturaleza–, pero
descubriendo en ellos la paradógica soledad que puede padecer el ser humano
entre la multitud. Cuando miramos Nighthawks, tal vez la más famosa de
sus obras, sentimos la impresión de soledad que acompaña a cada una de las cuatro
personas que aparecen en la pintura. El cuadro es de 1942, cuando ya Estados
Unidos había entrado en la Segunda Guerra Mundial, lo que da más misterio a las
tantas banquetas vacías, silenciosas. El pintor confesó después que
“inconscientemente, probablemente, estaba pintando la soledad de una gran
ciudad”.
Hopper murió en
su querida ciudad natal, el 15 de mayo de 1967. Su esposa donó más de tres mil
obras suyas al Museo Whitney de Arte Estadounidense. Otras pueden verse en el
Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el Museo de Arte Des Moines, en Iowa,
en el Instituto de Arte de Chicago y en otros lugares. Quienes se acercan a
ellas, encuentran la grandeza del arte y la vida estadounidense. Por ello,
cuando escribimos Efemérides del 22 de julio en Google, podemos leer: “En el
estado de Nueva York, EE.UU., nace uno de los más avanzados exponentes del arte
del realismo americano, el pintor Edgar Hopper, cuyas obras se caracterizarán
por captar verazmente el aislamiento, la soledad y la melancolía del siglo XX
en Norteamérica”.
Hay otras
efemérides en este día, como el nacimiento de un rey de Castilla, en 1478. Se llamó Felipe I, pero, aunque le llamaron
El Hermoso, preferimos en las líneas de hoy rendir homenaje al gran pintor
neoyorquino que se hizo universal.