No siempre las ciudades se benefician con el aumento de sus políticos, pero siempre se enriquecen cuando se les suman poetas. Por ello, los aires de la bahía de Tampa se han favorecido con la mudanza a Spring Hill del poeta Javier Campos, nacido en Chile, único país de América que cuenta con dos premios Nobel de Literatura, gracias a la grandeza de su poesía. Si Gabriela Mistral y Pablo Neruda prestigiaron su país a partir de sus versos, ahora Campos reafirma con la excelsitud de los suyos el hondo legado lírico de sus orígenes.
Antes de conversar con él, ya sabía que el escritor es
profesor universitario jubilado, ha publicado varios libros en los géneros de
poesía, novela, cuentos y ensayo y ha merecido diversos premios por sus letras.
Asimismo, ha sido un excelente traductor al español de la obra del prestigioso
poeta ruso Yevgueni Yevtushenko, de quien fue un buen amigo. Pero este introito
necesario se limita a solo algunos elementos de presentación, para que sea
Javier quien, al responder brevemente a nuestras interrogantes, nos hable un
poco de su obra.
¿Qué motivos impulsaron al escritor, profesor y ensayista
chileno Javier Campos a mudarse a un pequeño poblado floridano llamado Spring
Hill?
Fue el jubilarme de la universidad en Connecticut donde
enseñaba. Podría haber seguido enseñando más tiempo, pero la pandemia motivó
querer cambiar de vida. Enseñar vía online fue también motivo del cambio.
Además, quería un clima cálido y más sol cada día.
Confieso que aprendí sobre la historia del tango gracias a
tu libro El tango en el Río de La Plata, publicado en Buenos Aires en 2019.
¿Cómo llegó el chileno a una historia profundamente argentina?
Es una historia que, en cierta manera, y ficticiamente, está
narrada en mi novela El bailador de tango (Casasola, Washington, 2018). Hace
mucho tiempo deseaba aprender a bailar tango (yo ya bailaba música caribeña
antes) pero el tango es otra cosa. Debes tomar clases para poder bailarlo
porque el tango es un cuerpo con cuatro piernas. Es un baile caminado de dos
personas abrazadas al compás de una música generalmente nostálgica. Por allí
empecé a entrar en su historia, en el mundo de baile de bailarines, cantores y
orquestas de tango. Además, ser académico me estimuló el deseo de saber más y
querer investigar esa manifestación cultural popular que solo nace en El Río de
la Plata, especialmente en Buenos Aires, Rosario y Montevideo. Los orígenes
están bien explicados en ese libro que mencionas El tango en el Río de la
Plata. Conversaciones con Osvaldo Natucci.
Estando en Buenos Aires, tomando clases de tango, conocí a un erudito
autodidacta que tenía una información impresionante sobre el tango. Fue Osvaldo
Natucci. Le propuse que todo eso que él sabía lo hiciéramos un libro. Él estuvo
de acuerdo porque antes le había ofrecido una periodista hacer aquello, pero no
se pudo. Entonces tuvimos una conversación que grabamos por 12 horas durante
varios días en su casa de Buenos Aires. Todo eso lo transcribí, pero tuve que
pasar dos veranos investigando para justificar todo eso que decía Osvaldo. Fue
un trabajo doble: transcribir y a su vez hacer una investigación académica en
bibliotecas, también en librerías de libros usados en Buenos Aires. Finalmente,
tuve la suerte que el manuscrito fuera aceptado por una de las conocidas
editoriales de BA, Corregidor, que también se ha especializado en publicaciones
sobre el tango. Esto es en forma muy sintética mi respuesta a tu pregunta. Y es
cierto, soy el primer chileno que escribió una historia del tango y publicado
el libro en el mismísimo Buenos Aires.
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Recibo en mi casa, con una copa de vino, al poeta Javier Campos |
¿Cómo viviste en tu país, siendo ya un joven con inquietudes literarias, el tránsito entre el gobierno izquierdista de Salvador Allende y la dictadura militar de Augusto Pinochet?
Es una respuesta que llevaría horas conversarla, como te
pasaría a ti mismo si tuvieras que explicar tu viaje desde tu Cuba a vivir en
este país. Pero aquí va en forma muy sintética mi experiencia.
Para empezar, a mí, como a miles de jóvenes en América
Latina, me tocó vivir la década de los 60, 70, 80, que fueron décadas muy
conflictivas en el plano histórico, político, social. Los que creímos que la
Revolución cubana sería la respuesta a las desigualdades en el continente.
Vivimos gobiernos de derecha, supimos la presencia norteamericana en las
economías latinoamericanas, las propuestas populistas, la llegada de dictaduras
militares en el Cono Sur, las guerrillas centroamericanas, la caída de casi todo
el socialismo real, la llegada de la globalización y con ella el mundo digital.
Todo eso lo viví como miles de jóvenes desde los 15 años más o menos. Todos
esos cambios fueron en cierta medida experiencias que están de alguna manera en
el escritor/a de nuestro continente. O sea, yo sigo pensando que fui un
pasajero que cruzó todas esas experiencias. Y lo mío no es único, yo represento
a miles de artistas que vivieron lo mismo. Pasar de un gobierno de tres años
que quería hacer una revolución a la “chilena”, decía Allende, a una dictadura
militar represiva que quería aplastar el comunismo. Era “una guerra fría” que
estaba vigente, asunto que muchos de nosotros, jóvenes idealistas en ese
entonces, no entendíamos muy bien. Existió mucho el voluntarismo juvenil, y yo
me incluyo, de que los países de América Latina en ese entonces debían seguir
el ejemplo de una sociedad ideal o utópica que se estaba construyendo en Cuba.
Pero la historia dijo otra cosa.
¿Te sientes parte de la diáspora intelectual chilena que
no regresó al país después de restablecerse la democracia?
Creo que sí, porque fui parte de escritores y escritoras que
vivíamos fuera y estábamos en contra de la dictadura militar. Pero no me
considero un exiliado sino uno que como miles salió de su país porque no había
posibilidades de crecer profesionalmente, especialmente los que nos dedicamos a
las humanidades. No fui un perseguido político en mi país ni estuve preso ni
fui torturado como miles que sí pasaron por situaciones horribles sólo por ser
dirigentes políticos o acusados de querer llevar el país “al comunismo”, como
decía Pinochet. No regresé a Chile luego de la restauración de la democracia
porque ya me había doctorado aquí en EE.UU. y había conseguido trabajo de
profesor en universidades de este país y porque no había lugar inmediato en
universidades chilenas para los que enseñábamos literatura.
¿Qué ha significado Estados
Unidos para tu vida profesional?
Debo decir y lo he
dicho públicamente que este país me dio la oportunidad de estudiar en una
universidad (la Universidad de Minnesota) y lograr un título de doctor que
habría sido imposible en mi país bajo la dictadura. Este país fue generoso
conmigo. Me ofreció becas, me dio la oportunidad a través de sus universidades
de poder investigar, viajar a conferencias en distintos países. Me ofreció
computadoras para escribir mis poemas y trabajos académicos, papel para
imprimir esos trabajos, ayuda para publicar algún libro. Llegué a este
país con 40 dólares
en el bolsillo y una maleta de plástico barata con pocas cosas y algunos
libros. La Universidad de Minnesota me envió los boletos de avión a Chile
porque no tenía dinero y luego yo pagué esos pasajes de a poco, mes a mes. Se
puede decir mucho de EE. UU., pero que las oportunidades te las da este país sí
son reales. Además, la libertad de opinión y escribir lo que quieras, y puedes
criticar a este gobierno también. Eso lo experimenté en mis trabajos en la
universidad, en los cursos que ofrecí. Jamás ninguna universidad me censuró ni
lo que publicaba ni menos los contenidos y libros y ensayos que debían leer mis
estudiantes en mis cursos. Hay académicos y escritores/as, artistas latinoamericanos
a los que jamás han reconocido cuánto este país les ayudó a ser lo que son
académica o artísticamente.
Aunque has
publicado novelas como Los saltimbanquis, El bailador de tango y La isla del
fin del mundo, libros de cuentos y varios ensayos, la mayor parte de tus
volúmenes atesoran poemas, género en que has merecido diversos lauros, como
Premio Internacional “Juan Rulfo” de Radio Francia Internacional. ¿Cómo te
salva la poesía?
Eso pensaba hace
unos días. Y concluía que escribir poesía me ayuda a vivir sin estrés ni
hacerme la vida complicada. Creo que la poesía me mantiene en un estado por lo
general de paz interna. Pero debo aclarar qué entiendo por poesía. Para mí es
ver la “otra realidad” qué hay detrás de las cosas y situaciones humanas. Es
estar siempre en ese estado contemplativo porque lo que observo me lleva a
otras cosas a través de conexiones que hace mi imaginación. Una vez dijo
Picasso que el pasaría buen tiempo mirando volar a unas moscas. Yo hago mía esa
frase del pintor. Para alguien que vea a una persona pasarse el tiempo mirando
a unos gatos dormir panza arriba puede ser una pérdida de tiempo realmente o
que uno puede ser medio tonto. Ese estado de contemplación es la materia prima
de lo que he escrito en poesía. Y también en narrativa, yo creo. Una vez dijo
Neruda que a él le gustaba “pajarear”. Otra manera de expresar lo mismo que
dijo Picasso. El artista en general es contemplativo y de allí se desarrolla su
imaginario y saldrá algo que se llama poesía, novela, cuento, cuadro,
escultura, por ejemplo. Aunque, como dijo Octavio Paz, no todo producto
artístico es necesariamente una obra de arte.
Tu traducción de la obra de Yevgueni Yevtushenko, fue una
gran contribución al conocimiento de la creación del poeta, cineasta y profesor ruso en
diversos países. Además de la amistad, que es el mayor beneficio, ¿qué te
aportó trabajar con sus textos?
Yo a los 16 años leí a Yevtushenko en un diario del partido
comunista chileno, El siglo. Publicaron varios poemas. Justo una vez llegó
Neruda con un joven poeta ruso a mi pueblo en el sur de Chile. Y ese poeta era
el gran Yevgeny Yevtushenko. Y desde entonces lo leía donde pudiera
encontrarlo. 40 años después en un encuentro internacional de poesía en
Guatemala me dicen que está invitado el poeta Yevtushenko. No podía creerlo. Y
allí nos hicimos amigos en cosa de unas horas. Era porque yo era chileno y él
había sido gran amigo de Neruda y Salvador Allende. Ese mismo día me dijo:
Javier, ¿te atreves a traducir al español un poema que tengo en inglés que se
publicó en un libro y que quiero leer aquí en este festival en Guatemala? Yo
dije inmediatamente, puedo intentarlo. Y él dijo, vamos inmediatamente a
trabajar la traducción en mi hotel. Allí partimos y luego de 2 horas quedó
traducido el poema que se llama en español “Libros robados”. Un poema para mí
muy hermoso que forma parte de las 6 ediciones en diferentes países que luego
hicimos juntos de cerca de 48 poemas traducidos por mí desde el inglés al
español. Traducción que hicimos juntos pues él leía muy bien español. Fuimos
amigos por 10 años hasta su muerte en 2017. Creo que fue una de las grandes
amistades que tuve, y nada menos que con ese inmenso poeta querido por toda
Rusia. Conversamos mucho en 10 años, aprendí mucho de lo que fue la URSS,
estuve en su casa en Rusia, me atendió allí como a un hermano. Viajamos juntos
a Chile, España, Cuba, Colombia, Rusia, Nicaragua. Es algo único traducir la obra de un gran
poeta trabajando con él. Creo se puede captar más el imaginario del poeta.
Porque cuando estábamos trabajando de repente me comenzaba a relatar una
historia conectada al poema, de allí pasaba a hablarme de su madre que tocaba
el piano. O a contar unos chistes que le contaba su tío sobre Stalin. Debo
decir que conservaba una memoria impresionante para su edad. Sentí mucho su
muerte como si fuera un padre que nunca tuve.
En tu último libro Las sombras del amor (2022) los poemas
Vieja fotografía, Nosotros los de entonces, En medio del viaje de nuestra vida
y otros, ¿la nostalgia oprime al poeta, o el poeta doma la nostalgia?
Yo creo y eso está en muchos artistas, escritores/as,
pintores, etc. que, a cierta edad, cuando ya sabemos que nos queda poca llama
de vida, el tema del paso del tiempo viene a ser un tema en muchas obras. Así
que en eso sigo esa nostalgia milenaria porque es parte de nuestra condición
humana. Quizás esa situación se dé más en el artista hombre que en la artista
mujer. En el poema “Nosotros los de entonces” quizá el tema no sea original,
pero creo el tratamiento puede ser diferente. Es el sueño de una generación que
quiso la vida utópica pero no fue posible. Y que nuevas generaciones seguirán
quizás insistiendo en buscar esa vida utópica. Es una condición humana que
arranca desde los comienzos de la humanidad yo creo. Los versos finales dejan
abierta la posibilidad que sigamos buscando la vida sin problemas. Me acuerdo y
releo ese gran poema de “Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique. Y
también la bella película “El artista y la modelo” del director español
Fernando Trueba. El paso implacable del tiempo.
¿Con qué mundo sueña el poeta y profesor en los
atardeceres de Spring Hill?
Solo te digo que después de vivir con tanta nieve en los
inviernos de Minnesota, Ohio, West Virginia, Connecticut, Nueva York, los
cielos azules por casi 12 meses del año, y mucha luz y sol, estar en el
noroeste de la Florida es un paraíso que nunca pensé iba a vivir. Y al lado del
inmenso Golfo de México, que tanta historia tiene del Nuevo Mundo y del mundo
precolombino, no puedo pedir más. Es un lugar hermoso para leer y seguir
imaginando. Es cierto que al final de nuestras vidas, muchos buscan algún lugar
de la naturaleza para contemplar ese misterio que es el mar, los ríos, los
bosques, las montañas.