En la mayor de las Antillas, cada 20 de octubre se celebra el Día de la Cultura Cubana, debido a que ese día, en 1868, en la ciudad de Bayamo se cantaron por primera vez las estrofas que se convertirían en Himno Nacional. La letra, escrita por Pedro Figueredo (Perucho) sobre el lomo de su caballo, nació en medio de la efervescencia que provocó la liberación de la metrópoli española de esa importante ciudad, ante un pueblo animado por la primera victoria de las fuerzas guiadas por Carlos Manuel de Céspedes, quien diez días antes dio la libertad a sus esclavos en La Demajagua y declaró el inicio de la Guerra de Independencia. Los bayameses tomaron la ciudad aquel 20 de octubre y en medio de la plaza central cantaron las letras que exhortaban a correr al combate, acopladas a la música que en agosto del año anterior había compuesto el mismo autor. Por ello, y ser entonadas en esa ciudad, inicialmente se le llamó La Bayamesa, aunque el bautismo aludía también a La Marsellesa, entonada por los franceses desde 1795 como un canto contra la tiranía.
Los cantos así nombrados se remontan a los antiguos griegos,
identificados en la literatura como “himnos homéricos”, los que remiten a
poemas épicos consagrados al nacimiento de los dioses y cuya autoría se le
atribuyó a Homero. Ya en la Edad Media, los poetas latinos cristianos le
incorporaron un valor litúrgico y
comenzaron a difundirse como cánticos religiosos. Desde entonces, las figuras
más prominentes de la Iglesia católica, incluidos pensadores como Santo Tomás
de Aquino y pontífices como Inocencio
III o San Gregorio, se sintieron ellos mismos compulsados a escribir himnos.
Más tarde, los himnos salieron a la vida política: “Dios
salve al Rey/Reina”, dado a conocer en 1619, sigue siendo el cántico que
identifica al Reino Unido; así como La Marcha Real, adoptada por la monarquía
española en 1770 y retomada como himno nacional en1936, sigue siendo el que
entonan los españoles.
Este tipo de composición musical se extendió en América a
inicios del siglo XIX, cuando diferentes
países, en medio de sus luchas de liberación nacional, alentaron a sus tropas con himnos de combate que se
convertirían, junto a la bandera, en un símbolo patrio. Se considera que el
argentino fue uno de los primeros, correspondiente a 1913; el de Chile es de
1819, mientras el de México, de 1854, es
posterior a su Guerra de Independencia. El de Guatemala, curiosamente, fue
escrito por el cubano José Joaquín Palma en 1879, un bayamés que estuvo al lado de Perucho Figueredo en Bayamo cuando éste compuso el que sigue siendo himno
nacional cubano. Por su parte, el himno nacional de Estados Unidos, The
Star-Spangled Banner, fue aprobado por el Congreso estadounidense en 1931,
aunque su letra, atribuida a Francis Scott Key, se sitúa en 1814.
Volviendo a Cuba, aunque durante la Guerra de los Diez
Años se entonó La Bayamesa con
variaciones en sus letras transmitidas oralmente, a pesar de haberla publicado El Cubano Libre desde el 27 de octubre de
1868, la partitura inicial fue recuperada en 1912, cuando la señora Adela
Morell la entregó al Museo Nacional a través de Fernando Figueredo, sobrino de
su autor. Ella, siendo casi una niña y
en medio de la Guerra Grande, durante una visita de Perucho a la provincia de
Camagüey, le solicitó el canto patriótico y éste le hizo una copia que ella
conservó y en la que se han basado todos
los arreglos musicales que se le hicieron posteriormente.
Conociendo el poder movilizador de aquella marcha
patriótica, José Martí la tuvo en cuenta durante la organización de la Guerra
de 1895. Por ello, el 25 de agosto de 1892, la publicó en su periódico Patria
bajo el título La bayamesa, himno
revolucionario cubano de Pedro Figueredo”. Para su divulgación entre los
cubanos emigrados, el Apóstol contó con el apoyo del camagüeyano Emilio
Agramonte, quien le hizo un excelente arreglo musical, seguramente la que se
cantaba en Tampa durante los actos patrióticos cubanos.
En 1898, se le encargó al compositor y director de banda
José Antonio Rodríguez Ferrer orquestar e interpretar el Himno de Bayamo, con
cuya ejecución se recibió en La Habana al primer contingente militar cubano que
llegó a la capital al terminar la guerra. Esa fue la versión que la Banda
Municipal de La Habana, bajo la dirección del insigne maestro Guillermo Tomás,
interpretó en la Convención Constituyente
de 1900–1901, momento en que es declarado oficialmente como Himno
Nacional de Cuba, como sigue siendo
hasta la actualidad.
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