Acaba de morir en Cuba, atacado por el coronavirus a sus 74 años, el gran pintor holguinero Cosme Proenza, uno de los artistas plásticos cubanos más sobresalientes de nuestro tiempo. Al preferir vivir en el espacio provinciano en que nació, restringió la publicidad que hubiera podido alcanzar su prodigiosa obra en La Habana, París o Nueva York, pero no disminuyó la riqueza del arte con que expresó su sensible cosmovisión.
Leí la noticia en la red social que la regó en el mundo, el popular Facebook, donde es posible percibir, a la vez, el impacto causado entre sus polifacéticos navegantes. Tomo, al instante, las primeras opiniones que saltan a la vista:
-Rufino Pavón: “Ha muerto Cosme Proenza y no es
justo darle el fin a su vida. El, como todos los que cumplen con la vida, pasan
a ser inmortales. Junto a Carlín, Alejandro Fonseca, Delfín Prat y muchos más
de nuestra generación, ha hecho una casa en la eternidad para los que apostamos
al amor y la paz creando obras imperecederas que trascienden la vida temporal
que se nos ha regalado. En verdad
queríamos tenerlo más tiempo con nosotros. Pero con el tiempo consumido bastó para
dejar huellas profundas en nuestras vidas. Hasta luego, Cosme.
-Alexis Pantoja: Falleció el maestro Cosme
Proenza. Mi maestro y padre, al que debo toda mi formación como artista
plástico. Falleció el maestro de toda una generación. Descanse en paz. Está en
la gloria junto a los grandes del arte cubano y universal. ¡Buen viaje,
maestro!
-Ana Natacha
González Garcia: Holguín llora. Ha muerto el maestro. ¡Luz eterna a tu bella
alma!
-Anette
Rodríguez: La cultura cubana ha perdido a un pionero del posmodernismo en la
Isla, y al más virtuoso y prolífero as del pincel que ha tenido. De la talla de
Lam… y más allá, hasta de Goya… y Picasso… ya lo dirá el tiempo, como sucede en
la historia de los grandes maestros incomprendidos en su época, yo he perdido
más… he perdido a un gran amigo.
Después encontré la noticia regada por todos los medios de difusión cubanos, oficialistas e independientes. En todos los casos, sobresale el respeto hacia el artista, el aprecio a su obra, una actitud que expresa el valor del arte por encima de las ideologías y los oportunismos políticos, agrandando la figura de quien prefirió embellecer la percepción del mundo desde un compromiso estético coherente y elevado.
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San Cristóbal, óleo sobre tela, creado por Cosme Prohenza en 1898 y regalado al Papa Juan Pablo II en ocasión de su visita a La Habana |
Cosme llegó a la vida en la campiña de Tacajó, cerca de Holguín, en el año 1948. Con vocación hacia las artes plásticas, se alejó del terruño natal sólo para alcanzar la formación académica que requería, la que encontró en la Escuela Nacional de Arte, en La Habana, y, después, en el Instituto de Bellas Artes, en Kiev. Se formó –o, más bien, se perfeccionó– como pintor, dibujante, ilustrador, grabador y muralista. Entonces regresó a su Holguín, pero no sólo a un taller personal de creación, sino a desarrollar, con la misma pasión, una amplia labor como docente e investigador.
Pero esta esquela
no pretenden acercarse a la crítica que atiende a la obra del pintor que brilló
tanto en el arte figurativo como abstracto, sino sólo expresar desde Tampa la
pena por la pérdida física del artista cubano.
Desde La Gaceta,
decimos adiós al artista Cosme Proenza, deseando que la hermosa luz que derramó en sus cuadros le
acompañe infinitamente y que goce de paz
su espíritu que sigue acompañando a quienes aman el arte, que es una
hermosa manera de amar la vida.
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