Este 25 de septiembre se conmemora el 126 aniversario del natalicio de William Faulkner, uno de los escritores estadounidenses más importantes de todos los tiempos, reconocido en 1946 con el Premio Nobel de Literatura.
William Cuthbert Falkner –cambió el apellido a Faulkner cuando
empezó a publicar– nació en New Albany, una ciudad del condado de Union,
cerca del Mississippi. Ese es el escenario de una serie de novelas de estilo
barroco que a fines de la década de 1920 lo dieron a conocer.
La primera de ellas
fue Sartorius (1929) y ese mismo año publicó El sonido y la furia, la que,
según la crítica, marca su madurez como narrador.
En 1930, publicó
Mientras agonizo y en 1931 Santuario, donde se refleja una brutal violación. En
todas estas obras, consideradas sureñas, habitan indios, negros, ermitaños,
blancos pobres, en un ambiente marginal cargado de violencia, corrupción,
abandono.
Sin embargo, aprovecho estas líneas para llamar la atención
sobre una obra que no tuvo la consideración de las anteriores en el país del
autor y, en cambio, fue muy bien valorada en Latinoamérica, región en la que el
autor ha tenido una enorme influencia. Me refiero a Las palmeras salvajes,
correspondiente a 1939. Su título original es también de origen bíblico –Si yo
de ti me olvidara, Jerusalén (Salmo 137 versículo 5)–. Aquí inserta dos
historias, como dos novelas, en una: Las
palmeras salvajes (Wild Palms) y El viejo (Old Man), cada una de cinco
capítulos que se alternan, a pesar de abordar temas diferentes y discurrir en
tiempos diversos. Mientras en Las palmeras… la mujer (Charlotte) huye del
marido con otro hombre, en El Viejo un preso fugitivo rescata a una mujer
embarazada a orillas del Mississippi, a riesgo de que fracase su huida en un
bote. Sin embargo, ambas se complementan para la comprensión de la trama
central.
Esta novela no tuvo en Estados Unidos la recepción que
disfrutaron otras obras de Faulkner, pues hirió el pudor de muchos por las
provocativas escenas sexuales y “malas palabras” que incluye, pero tuvo la
suerte de encontrar la traducción al español en uno de los escritores mayores
de Hispanoamérica: Jorge Luis Borges, quien la tradujo en 1940, al año de
publicada. El argentino la tradujo de la
versión inglesa de los editores Chatto y Windus, quienes evitaron
algunas expresiones impúdicas, por lo que, a diferencia de lo que muchos
creyeron, no fue Borges quien se ruborizó con el lenguaje de Faulkner. Hasta
hoy, es la del autor de El Aleph la mejor versión española de Las palmeras
salvajes, novela que, como otras del estadounidense, tuvieron una gran
influencia en los mejores escritores latinoamericanos del siglo XX, entre ellos
los también Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, José María Arguedas y
Mario Vargas Llosa, quienes en diversas ocasiones confesaron lo mucho que
aportó a su formación la lectura del escritor norteamericano.
Para Gabriel García Márquez “la deuda mayor que tenemos los
nuevos novelistas latinoamericanos es con Faulkner”, como confesó, en 1967,
durante la célebre conversación que sostuvo con Mario Vargas Llosa en la
Universidad Nacional de Ingeniería, en Lima. El autor de Cien años de soledad
llegó a decir que a Faulkner podía considerársele también como a un escritor
del Caribe. “El método ‘faulkneriano’ es muy eficaz para contar la realidad
latinoamericana. Inconscientemente, fue eso lo que descubrimos en Faulkner. Es
decir, nosotros estábamos viendo esta realidad y queríamos contarla y sabíamos
que el método de los europeos no servía, ni el método tradicional español; y de
pronto encontramos el método faulkneriano adecuadísimo para contar esta
realidad. En el fondo no es muy raro esto porque no se me olvida que el condado
de Yoknapathawpa tiene riberas en el mar Caribe; así que de alguna manera
Faulkner es un escritor del Caribe, de alguna manera es un escritor
latinoamericano”.
Faulkner, quien en medio de un empecinado alcoholismo siguió
escribiendo hasta el final de su vida, falleció en Byhalia, un pequeño pueblo
del Mississippi, el 6 de julio de 1962, a causa de un infarto de miocardio. Sus
restos descansan en Oxford Memorial Cemetery, pero su obra, en el pináculo de
la literatura universal, sigue viva en miles de lectores, y muy especialmente
en los de Latinoamérica.
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