Acabo de leer la novela Tantas razones para odiar a Emilia, última obra del escritor José Manuel Fernández Pequeño. En estas breves notas sobre la novela, no pretendo emitir un juicio crítico de alcance literario, sino algunos comentarios desde la impresión como lector, eludiendo que la amistad que durante muchos años sostengo con el autor influya en la opinión sobre el texto.
Comienzo por el título, el que me llamó la atención desde
conocerlo, cuando Ediciones Furtivas lo dio a conocer en el verano de 2021. ¿De
dónde habría sacado Pequeño razones para el verbo del título, si lo conocemos
como un ser altruista, buena persona? ¿Qué mensajes disimulaba el autor detrás
de un nombre de mujer que se está haciendo amar por miles de lectores? Si en
los polos extremos los opuestos se juntan, ¿puede el amor, desde ese linde,
entrar al territorio del odio?
![]() |
José M. Fernández Pequeño |
Pero tal vez el antónimo de amor no sea necesariamente odio, como generalmente creemos, sino miedo. Así me parece al leer la novela, en cuyo protagonista se adivina el temor de amar a una mujer casada y provocativamente bella que, sin embargo, desafía las reglas de un machismo caribeño que desaprueba el sometimiento a la voluntad femenina. Entro en las páginas buscando explicarme la tirria a Emilia, que la sospecho dueña de la mayor parte de la trama que como un artífice de la palabra construye el autor; y no descubro el odio, sino un miedo innombrable, más que a ella, a traspasar los códigos del orgullo, toda vez que aparece como una femme fatale que controla y dosifica la entrega.
Pero, más que Emilia, permanece en la novela Marcos Soria
Creek, creo que el personaje central del texto después de Osvaldo Bretones,
artista contemporáneo cubano residente en Santo Domingo, con ingredientes de
alter ego del autor. Así me parece, porque en el nudo dramático que
ejemplarmente se construye, el lector se envuelve en la solución de su conflicto,
entre sorpresas que llegan a tan apasionante desenlace que, en un momento, el
autor advierte de un peligro telenovelesco que, astutamente, vence el
narrador.
Es alrededor de Soria que se construye el desarrollo de la
historia, cuya personalidad ha de ser objeto de estudios literarios, tanto por
la diversidad de matices reales y ficticios que comporta, como por los mensajes
que se derivan de una actuación desde diferentes estamentos sociales, marcando
alegorías que interpretan el laberinto humano caribeño.
A esa complejidad se asoma Pequeño en esta obra con muchas razones. Conoce los sistemas mágico-religiosos de esta región del mundo como el que más, por los años en que estuvo, junto a Joel James, en la Casa del Caribe de Santiago de Cuba. Entonces, entre los médiums espiritistas, babalaos, haitianos practicantes de voudou, en el palo monte, y en cuanta expresión viva de herencias religiosas sobreviven en el Oriente cubano, aprehendió el autor los componentes que desde esas raíces desfilan en esta novela. Por ello, desde que nos encontramos con el personaje de Migdio Limones, nos visita esporádicamente un ser del ‘más allá’ que puede aliviar los tormentos de la realidad. Como el de Migdio, hay muchos guiños desde este mundo fantasioso en la novela, dotados de un humor paladeado desde la exquisitez de la palabra.
Al contenido de la novela, el autor imbrica su experiencia personal, a través del protagonista Osvaldo, bien entre artistas en Terre du Soleil, en un evento donde se confronta el pensamiento europeo, estadounidense y caribeño, en el marco de una exposición de arte donde los criterios estéticos ceden paso, por momentos, a la realidad sociopolítica y mentalidad de la que provienen, incluida la postura de una cubana sujeta a una rígida directriz oficial.
Con todo, República Dominicana –donde vivió varios años el
escritor cubano y ejerció, entre otros,
el oficio de gerente cultural– es el espacio esencial de la novela, y de
este ambiente incorpora el vocabulario popular cargado de gracejo, picardía,
inteligencia, donde muchas veces identificamos el propio cimarronaje palabrero
que acostumbra Pequeño entre amigos, como sabemos los que hemos compartido con
él unos cuantos vasos de ron entre cuentos de relajo, serias disquisiciones
existenciales o temas políticos escabrosos.
Me ha llamado la atención en Tantas razones… un recurso
narrativo que no he visto tan desafiantemente explícito en otro autor, al
proponer una sorprendente relación entre el protagonista, el narrador y el
autor. La malicia con que el autor interrumpe al narrador, pidiéndole permiso
para advertir al protagonista, es como la aparición de un duende muy bellaco
que sorprende al lector desprevenido. Ese recurso (técnica, tal vez) merece
estudio de los críticos literarios y, quién sabe si un día, en justicia, venga
a ser un pequeñismo.
Pero me estoy apartando de la promesa de referirme a mi
impresión como lector, que ahora debo minimizar por imperativos del espacio:
Tantas razones para odiar a Emilia me ha regalado el deleite de leer una
verdadera obra literaria, donde la propuesta estética del escritor Fernández
Pequeño emerge a tan alto nivel como el conocimiento que aporta, seria y
divertidamente, al cosmos antropológico de la diversa y compleja idiosincrasia
del Caribe.
Tantas razones para odiar a Emilia es fruto de varios años
de trabajo de un autor empecinadamente serio hasta en el abordaje del relajo,
quien ha publicado 16 libros entre crítica literaria, ensayo, narrativa y
literatura infantil. Entre otros lauros, recibió el Premio Nacional de Cuento
en la República Dominicana en 2013.
Finalmente, al no aparecer motivos para odiar a Emilia (¡una
mujer!), emergen muchas razones para amarla. Tantas, como razones para leerla.
Nota: La novela Tantas razones para odiar a Emilia, puede
adquirirse en Amazón.
Aviso: En la Feria del Libro de Tampa, en marzo de 2024,
tendremos a Fernández Pequeño. Y a Emilia, claro está.
No hay comentarios:
Publicar un comentario