En las efemérides de nuestra ciudad podría considerarse el 5
de diciembre como referente a sus días fundacionales, por ser la fecha en que,
en 1823, el coronel George Mercel Brooke recibió la orden de fundar un fuerte
militar en el abra que los españoles habían denominado Espíritu Santo y que
para nosotros es la hermosa bahía de Tampa.
Brooke –un official del ejército estadounidense, acompañado del coronel James Gadsden y al frente de un grupo de soldados pertenecientes a un regimiento de infantería situado en Pensacola–, navegó inmediatamente hacia esta costa con la instrucción de enfrentar a los indios seminoles. Entonces, cuando hacía dos años Estados Unidos había adquirido de manos españolas la Florida, el pueblo indígena de este nombre ocupaba parte de su territorio y el gobierno de la unión americana se había propuesto someterlos y, cuando menos, desplazarlos a sitios que tuvieran bajo su control.
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George Mercel Brooke |
Esa fue una de las
tareas que vino a cumplir el coronel Brooke, quien también debía ocuparse de
limpiar esta región de piratas, contrabandistas de esclavos y todo tipo de
aventureros que molestara a los intereses de quienes, dos décadas más
tarde, harían de Florida el vigésimo
séptimo estado de la nación.
Pero, en estas
notas, no vamos a mirar hasta dónde Brooke cumplió con las exigencias que le
fueron impuestas como militar, sino a la contribución que dio al nacimiento de
la ciudad de Tampa, aspiración que ya aparecía en proyectos previamente
anunciados. Así lo expresó la revista The Niles Weekly Register, de Baltimore,
en artículo hecho público el 24 de marzo de 1821, donde insinuaba que “La Bahía
de Tampa sería el lugar ideal para la localización de la capital del estado
algún día. Sus costas inhabitadas serían el sitio ideal para la cabecera del
gobierno, al igual que su posición al sur sería un punto estratégico ideal para
la localización del depósito naval de los Estados Unidos”.
De todos modos,
aunque no fuera éste el propósito de la llegada de Brooke a la bahía de Tampa,
impulsó aquella sugerencia involuntariamente desde que, en enero de 1824, al
arribar a la ancha bahía, eligió la boca del río Hillsborough para establecer
el fuerte.
Con el fin de iniciar las primeras
construcciones, los soldados debieron derribar cientos de arbustos, árboles,
espantar cocodrilos y hacer habitable la zona entre la desembocadura del
caudaloso río a las aguas del mar. Allí se edificó el Fuerte que llevó su
nombre, en el espacio donde hoy existen los hermosos edificios que acogen al
Centro de Convenciones, el Centro de Historia de la bahía de Tampa y Amalie
Arena. Con su inauguración, el 24 de enero de 1824, se estaba emplazando el
embrión de una bella ciudad que casi doscientos años después sigue
creciendo.
Se cuenta que antes
de la llegada de Brooke algunos pescadores hispanos estaban asentados en este
lugar, seguramente de forma temporal, pero con la creación del Fuerte se
mezclaron con los militares, convirtiéndose en los primeros latinos que se
hicieron ciudadanos estadounidenses en Florida. Lo cierto es que aquel grupo de
hombres, algunos con sus esposas, al construir sus pequeñas casas alrededor de
la instalación militar, ganaron el gentilicio de tampeños.
Y, para mayor
mérito del propio Brooke, a él le correspondió ser el padre del primer
cristiano nacido en Tampa, pues el 18 de diciembre de 1826 su esposa Lucy dio a
luz un niño al que llamaron John. La historiografía tradicional de la ciudad lo
ha considerado el primer residente nativo, pero, evidentemente, es la historia
contada por el ‘civilizador’, desconociendo la cantidad de calusas, timucuanos
y seminoles que debieron nacer en la tierras que rodean nuestra ancha bahía y
que son los verdaderamente oriundos de este lugar.
El fuerte Brooke
jugó un papel significativo en las tres
etapas de la guerra contra los seminolas en Florida y también en los años de la
Guerra Civil, entre 1861 y 1865. Después fue decayendo su importancia y hacia
1883 se retiró su última guarnición. A su alrededor se fueron extendiendo
nuevas edificaciones y antes de terminarse aquella década ya teníamos aquí los
ferrocarriles, el puerto y el pueblo de Ybor City, con una población compuesta
por estadounidenses, españoles, cubanos, italianos, quienes hacían visible a
nivel mundial la grandeza de la ciudad nacida en Fort Brooke.
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