jueves, 21 de julio de 2016

Entrevista exclusiva al Dr. Ivan A. Shulman

Por Gabriel Cartaya

  Resulta difícil resumir el extenso currículum vitae del Dr. Ivan A. Schulman. Su historial académico se ha enriquecido con seis décadas como profesor de Español y Literatura Comparada, permanentes estudios, investigaciones y ejercicio docente en diversas universidades de Estados Unidos y Latinoamérica, la producción de una vasta obra que alcanza una diversidad de libros de su autoría o coautoría, decenas de ensayos en revistas especializadas, e infinidad de artículos y ponencias en eventos internacionales.
 El profesor Schulman es reconocido internacionalmente por sus grandes aportes a los estudios sobre el modernismo,  así como a la comprensión de la obra de José Martí y de otros escritores hispanoamericanos. Su producción intelectual es de obligada consulta en los estudios académicos y su presencia sigue siendo un privilegio en los foros más exigentes donde estos temas se llevan a discusión.
  Aunque es breve el espacio para presentar al entrevistado, que con gran gentileza accedió a responder algunas  preguntas para La Gaceta, es necesario mencionar algunos libros suyos que han contribuido a renovar y profundizar los estudios sobre el modernismo:  Símbolo y color en la obra de José Martí (1960), Génesis del modernismo:  Martí, Nájera, Silva, Casal ( l968), El modernismo hispanoamericano (l969), Martí, Casal y el modernismo (l969), Relecturas martianas: narración y nación (1994), El proyecto inconcluso: la vigencia del modernismo (2002), Vigencias: Martí y el modernismo (2005). Estos y otros textos suyos, han situado a Schulman entre los autores imprescindibles para entender el significado del modernismo en la literatura hispanoamericana.

  ¿Qué significó para usted el profesor Manuel Pedro González, ese gran investigador de la obra de José Martí tan desconocido actualmente en Cuba?

  Después de terminar mis estudios subgraduados en la Universidad Nacional Autónoma de México, seguí mis estudios universitarios en la Universidad de California (Los Ángeles).  Conocí a  Manuel Pedro González durante mi primer semestre, pues escogí un seminario sobre el modernismo hispanoamericano que él enseñó.  Me asignó un trabajo sobre Manuel Gutiérrez Nájera, y parece que le gustó mi trabajo, y me invitó a ser su Research Assistant.  Trabajamos juntos sobre la obra de Martí que luego publicamos en forma de libro: Esquema ideológico de Jose Martí.  Fue mi primer libro y seguimos trabajando juntos y fue él quien dirigió  mi tesis doctoral: Símbolo y color en la obra de José Martí, que la Editorial Gredos de Madrid publicó.
  Manuel Pedro fue primero mi maestro y luego mi colega y amigo.  No nació en Cuba sino en las Islas Canarias. Pero hizo todos sus estudios universitarios en La Habana.  No es una figura desconocida en Cuba.  Perteneció a un grupo distinguido de intelectuales como Juan Marinello, Raúl Roa, y luego Cintio Vitier y Fina García Marruz.
Ivan A. Schulman

 ¿Fue el entusiasmo temprano que le causó la figura de José Martí –a quien dedicó el primero de sus libros, convertido en un clásico para la comprensión de los símbolos en la obra del cubano– quien le llevó a los estudios sobre el modernismo, o los estudios de ese movimiento literario le llevaron a José Martí?

  Con Manuel Pedro empecé mis estudios sobre Martí y el modernismo.  Trabajé con él para rectificar la cronología del modernismo hispanoamericano.  Y junto con Ricardo Gullón y Angel Rama, cambiamos el concepto cronológico sobre la iniciación del modernismo, es decir, que fueron Martí y Gutiérrez Nájera los que iniciaron el modernismo en América y no Rubén Darío, cuya egolatría acostumbrada le llevó a atribuirse la iniciación del modernismo hispánico.

 Probablemente el proyecto intelectual más ambicioso que usted se ha propuesto como investigador literario ha sido el de afrontar una reevaluación del modernismo, en medio del debate entre la llamada crítica tradicional y la progresista, de la que es usted uno de sus mayores representantes. ¿Cómo han influido en la evaluación actual del modernismo los argumentos defendidos por usted?

  De acuerdo. Mis proyectos más importantes fueron, y han sido la rectificación de la iniciación del modernismo, y la definición del concepto literario y cultural del modernismo en América y la importancia de Martí en la evolución de ese proyecto.  Pero, mi concepto del modernismo fluye de la idea de Jürgen Habermas, o sea, que el modernismo es un proyecto inconcluso, evolutivo: título de uno de mis libros: El proyecto inconcluso; la vigencia del modernismo, Universidad Nacional Autónoma de México y Siglo XXI, 2002.
  Pero he escrito y publicado sobre muchos temas hispanoamericanos, desde la Colonia hasta lo contemporáneo, sobre figuras y temas de Cuba, México, Nicaragua, Argentina, Puerto Rico, Chile.

 ¿Qué jerarquía tiene la figura de José Martí dentro de los exponentes del modernismo?

  Martí tiene una jerarquía única entre los modernistas.  Durante una vida muy corta vivió exilado en varios países hispanoamericanos, y luego 15 años en los Estados Unidos.  La última edición de sus obras, que es  la edición crítica del Centro de Estudios Martianos de Cuba, tiene más de 20 volúmenes.  Martí fue poeta, prosista, cronista. Vivió la experiencia de la primera etapa de la modernidad capitalista en los Estados Unidos y escribió para periódicos y revistas de América sobre la vida nueva en comparación con la de los “países azules” como él llamaba a los países de Hispanoamérica, recomendando la necesidad de transformar, de modernizar la vida americana, pero evitando los defectos de la vida política y social de los Estados Unidos, que él entendió mejor que ningún latinoamericano de su época, defectos que vivimos en los Estados Unidos en este momento: terrorismo, corrupción política, racismo, violencia social.  Fue un escritor visionario, mucho más  que ningún otro modernista; un escritor que sabía leer el futuro, como hemos observado con tino Cintio Vitier y yo.

 En Nuevos asedios al Modernismo, usted encuentra en ese movimiento literario “un fenómeno sociocultural multifacético”, ¿Se podría conectar la actitud de algunos modernistas como una respuesta espontánea a  la exclamación martiana de  “no habrá literatura hispanoamericana hasta que no haya Hispanoamérica”?

 Definitivamente.  En su ensayo sobre la naturaleza de la “Revista Venezolana”, Martí explica la necesidad de una “voz” genuinamente americana.  Se trata de un exorcismo social que tendría el efecto de producir una literatura hispanomericana.  Pero esta búsqueda, sin embargo, no excluye la presencia del pasado, ni de las novedades del presente, incluyendo las técnicas pictóricas que modernistas como Martí y Darío supieron utilizar en su obra para crear una modernidad americana auténtica.
 Aunque se ha abusado mucho de la frase “vigencia de Martí”, con distintos propósitos ideológicos, hay una expresión suya de una particular intensidad: “A diferencia de algunos escritores modernistas de su época, Martí tiene una voz en sus escritos que pertenece a nuestro tiempo”. Desde esa invocada presencia, ¿cómo se equilibra la preocupación estética y el deber ético del ser humano ante la sociedad donde le corresponde vivir?

 Entre otros críticos de Martí y del modernismo, he defendido el concepto de la vigencia martiana.  No hay duda: Martí es un escritor cuyas obras abarcan el pasado, el presente y el futuro.  Es que Martí tenía una visión muy intensa y muy amplia, con una preocupación ética y estética. Limitándonos a sus crónicas de los quince últimos años de su vida, es decir, las crónicas sobre los Estados Unidos que publicó en varios países de Hispanoanérica, se puede comprobar la vigencia de sus escritos: si cambiamos los nombres de los detalles históricos de esas crónicas, se  pueden  leer como crónicas de los acontecimientos de nuestro momento histórico.   Martí escribió para relatar lo que pasaba en los Estados Unidos, pero también con la intención de que los países de su América aprendieran técnicas nuevas, y, al mismo tiempo, que evitaran los defectos de la modernidad capitalista.

 ¿Cómo evalúa el concepto de posmodernidad?

 Nunca he tratado de definir lo que muchos llaman la posmodernidad, sencillamente porque no existe una sola definición del término, como no existe una sola versión de la definición del modernismo.  Lo que sí creo es que hay lo que yo llamaría enlaces, es decir, elementos variados de estilos del pasado y del presente, y la presencia de las técnicas de distintas artes en la expresión literaria.  Martí y Darío, por ejemplo, utilizaron elementos del pasado literario y distintas técnicas expresivas que no son exclusivamente literarias.  Es decir, escribieron, por ejemplo, con técnicas pictóricas. La imposibilidad de definir la posmodernidad termina, entre algunos críticos, en el uso del vago término de la pos-pos-modernidad.

Entre el autor y su obra, cuando hablamos de Ivan A. Schulman, tal vez conocemos más la obra (más de diez libros  e infinidad de artículos y ensayos en diversas publicaciones) que al autor. Por ello me gustaría preguntarle sobre su vida:   
¿Dónde nace y crece?

 Nací en Brooklyn, Nueva York, donde viví y estudié hasta cumplir tres años de estudios universitarios.  Después, en México, California, Missouri, Florida y Puerto Rico.

 ¿Cómo nace la motivación por la lengua y cultura hispana?

 De joven deseaba hacer estudios de medicina.  Pero, como mis padres eran de clase media baja, sin mucho dinero, y como me gustó el estudio de las lenguas extranjeras y la literatura, me decidí por una carrera de profesor universitario. La decisión de estudiar la cultura y la literatura hispana se debió al hecho de que gané una beca para terminar mis estudios subgraduados en la Universidad Nacional Autónoma de México.

¿Qué ha disfrutado más, la investigación o la enseñanza?

La ensenanza y la investigación me han gustado mucho a través de mi profesión como profesor universitario.  Pero siempre me ha gustado más, creo, trabajar con los estudiantes de nivel doctoral y ayudarlos a escribir la tesis doctoral y luego iniciarlos en la profesión de investigadores a nivel universitario.

¿Cuál ha sido el mejor lugar para vivir?

 Mi lugar favorito para vivir fue, y es,  Nueva York, por la actividad cultural de la ciudad.

¿Cuál manifestación del arte es su preferida?

 No tengo preferencia por una manifestación particular del arte. Soy un ecléctico.

De todos los viajes que ha realizado, ¿cuál recuerda con mayor emoción?

De todos mis viajes alrededor del mundo, mis preferencias o favoritos han sido: México, Cuba, Buenos Aires, Italia y Tailandia.

 Es conocida la frase de que los libros son como hijos para el autor. ¿Siente predilección especial por alguno de sus libros? ¿Por qué?

  Si tuviera que escoger dos libros predilectos, diría que Símbolo y color en la obra de José Martí, porque representa el comienzo de mi carrera como investigador y porque la figura de Manuel Pedro Gónzalez está presente siempre cuando pienso en el libro.  El título fue una sugerencia de él, pero me dejó campo libre para elaborar los temas. El otro libro es El Proyecto inconcluso, libro que representa mis ideas maduras sobre el tema del modernismo y lo que significó para la historia literaria y cultural de Hispanoamérica.

 ¿Qué piensa del nuevo camino que están tomando las relaciones entre Cuba y Estados Unidos?

 Me entusiasma el camino que están tomando las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Desde mi primer viaje a Cuba, hace 50 años, Cuba ha sido un lugar favorito y ha sido un placer para mí trabajar con investigadores como Cintio Vitier, Fina García Marruz, Ibraím Hidalgo, Pedro Pablo Rodríguez, Ana Collazo, y tantos otros.

 ¿Cómo ve Iván Schulman el futuro próximo de la humanidad?

 Me deprime lo que está pasando ahora en el mundo, sobre todo, el terrorismo y la violencia racial. ¿El futuro?  Tengo, desgraciadamente, una visión pesimista de lo que está pasando en el mundo.  Pero tengo fe en la humanidad.  Mi fe está relacionada con la visión martiana de un mundo de paz y alegría.  Si los seres humanos re-piensan sus experiencias del pasado, sus errores, será posible construir un mundo mejor.  He trabajado recientemente con el pintor y fotógrafo John Rusnak, sobre  un proyecto colaborativo de arte y literatura, “Temor de Nostalgia”, cuya idea es que la humanidad necesita reflejar los errores del presente y del pasado.  El proyecto se exhibió por primera vez en Cuba, y luego en Brasil, Chicago y Los Ángeles.

 Seguramente sus estudiantes están regados por el mundo, muchos de ellos con doctorados que fueron tutoreados por usted. ¿Qué sugiere a los jóvenes que empiezan, a los que sueñan con la investigación, el doctorado y la magia de convertir en libro la hoja en blanco?

  Sí, tengo discípulos regados por todo el mundo, incluyendo a Tampa.  Para ayudarlos con el comienzo de su carrera siempre he recomendado que lo más importante es estudiar con cuidado los textos de un ensayo o de un libro, porque, a fin de cuentas, creo sinceramente que el texto tiene que hablar al investigador, y que se debe evitar la aplicación de las ideas o las teorías que en un momento dado estén de moda. Si no se deja que la materia hable al investigador, el producto intelectual sería defectuoso.  Y la otra cosa que recomiendo es que tengan  en mente que la novedad es un elemento constante.  Y que no se debe repetir lo que los otros ya han descubierto y publicado.

Publicada en La Gaceta, Tampa, 15 y 22 de julio, 2016

miércoles, 13 de julio de 2016

La cercanía de las banderas de Cuba y Puerto Rico




La cercanía de las banderas de Cuba y 
Puerto Rico

Por Gabriel Cartaya
                     A Maribel Sánchez-Pagán y Rafael Pagán

Las banderas de Cuba y Puerto Rico guardan una similitud que se entrelaza con el poema de Lola Rodríguez de Tió: “Cuba y Puerto Rico son/de un pájaro las dos alas”. Ambas fueron concebidas con cinco franjas horizontales, un triángulo equilátero a la izquierda y una estrella de cinco puntas dentro de él. Poseen los mismos colores, variando sólo su distribución.  Las dos franjas blancas interiores se corresponden, diferenciándose las  restantes, que en el emblema cubano son azules y rojas en el puertorriqueño. El triángulo en la bandera de la mayor de las Antillas es rojo, mientras la isla hermana lo prefirió azul, pero la estrella en ambas goza de la misma blanca claridad.

La historia de cada una tiene un camino propio, construido de sueños, esperanzas, quebrantos, rupturas, fracasos y triunfos, y en su especifidad identitaria se acercan, fortaleciendo la solidaridad derivada de la raíz común, en la sangre y en la bandera.

La cubana procedió, en 1850, de un sueño anexionista, cuando Narciso López la desembarcó en Cárdenas con el propósito confeso de arrancar a la Isla de España y sumarla a los estados de la Unión Americana. Sin embargo, 19 años más tarde se hizo independentista, aprobada por la Asamblea de Guáimaro como bandera cubana de los mambises.

La puertorriqueña nació de un esfuerzo independentista antillano, en 1892, dentro del proyecto que reunió a sus mejores hijos y a los cubanos junto a  José Martí en el Partido Revolucionario Cubano (PRC). Pero fue derivando, en la historia compleja y apasionada de una ínsula bien poblada que España entregó a Estados Unidos, hacia las posiciones que concibió Narciso López para la cubana. Por esas paradojas eternas de la historia, la originalmente anexionista se erigió independentista en una larga guerra, para flamear en nombre de una nación independiente en 1902. En tanto, la de brotación independentista se fue replegando y readaptando, una y otra vez, hasta conseguir una legitimidad, en 1952, donde el 50 por ciento del concepto libre se compartió con el de asociado.

Las precisiones sobre el  origen de las dos banderas son diversas. La cubana, como hemos dicho,  que ideó López en Estados Unidos bajo la influencia de los colores y símbolos de esa nación,  fue  diseñada por el poeta  Miguel Teurbe Tolón, quien contó con la mano costurera de su esposa Emilia para verla nacer,  alrededor del entusiasmo del escritor  Cirilo Villaverde,  José Aniceto Iznaga Borrell,  Juan Manuel Macías y otros cubanos desterrados en Nueva York.

Sobre los orígenes de la bandera puertorriqueña han subsistido dudas acerca de su autor y fecha exacta de creación.  Como la cubana,  es en Nueva York donde vino a la luz, cuando José Martí está organizando el PRC, en cuyo primer artículo de sus Bases incluyó la independencia de las dos islas. Hubo una gran cantidad de puertorriqueños en ese proyecto independentista. Muchos de ellos ocuparon cargos cercanos a Martí, como Sotero Figueroa y  Antonio Vélez Alvarado, con quien se ha identificado la creación del estandarte similar al cubano. 
José Martí en Jamaica, en octubre de 1892. Al fondo las banderas de Cuba y Puerto Rico
Es realmente en ese  ambiente que surge la idea de la bandera puertorriqueña. Siempre se menciona a Vélez Alvarado, José de la Matta Terreforte,  Manuel Besosa y al poeta  Francisco Gonzalo (Pachín) Marín, como el grupo creador de la bandera.  Las imprecisiones crecieron cuando, en 1923, Terreforte, ya anciano ( estuvo junto a Betances en el Grito de Lares, en 1868)  declaró que fue Pachín quien le envió una carta, desde Jamaica, con el diseño que tendría el blazón independentista de su patria. Me resulta dudoso, porque el poeta Pachín ya estaba en Nueva York en 1891, trabajando en la imprenta de Vélez, y parece ser en este ambiente, mezclado de cubanos y puertorriqueños apasionadamente independentistas, donde afloró  este símbolo.

Muchos historiadores de Puerto Rico sostienen que la bandera se izó en Nueva York, por primera vez, el 22 de diciembre de 1895, durante una ­reunión de la Sección de Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano,   que tuvo lugar en el Chimney Corner Hall de esa ciudad.

Parece ser que en la isla de Puerto Rico se estrenó su enseña, por primera vez, en 1897, durante el intento independentista que se produjo en Yauco. Pero existe una prueba inequívoca de que los puertorriqueños emigrados la venían mostrando desde 1892. Es la fotografía de José Martí en Jamaica, en octubre de ese año, donde aparece junto al Cuerpo de Consejo de Kingston, escoltado por las dos banderas.

La foto expresa, a mi ver, el más alto poder simbólico: cubanos y puertorriqueños juntos, al lado del gran antillano, definiendo el propósito de ver libres a las islas que la poetisa miró como dos alas de un ave maravillosa del Caribe.

En Tampa, identifico el origen de muchos hispanos por la bandera que llevan en el auto.  Sin embargo, muchas veces he tenido que acercarme para saber si es cubano o puertorriqueño, pues a primera vista parece el mismo estandarte. Al final, el símbolo también nos define y hermana.