jueves, 25 de agosto de 2016

El Dr. José A. Mijares, a los 96 años de plena lucidez

Por Gabriel Cartaya

 Cuando la semana pasada Andy Celeiro me dijo que el fundador del Hospital de Town and Country era un médico de origen cubano, de más de 90 años, y que era recordado por muchas personas en Tampa por la generosidad con que atendía a pacientes que no tenían dinero para pagar una consulta, quise saber su nombre y una manera de llegar a él. Al instante, Celeiro oprimió un número en su teléfono y coordinó con un familiar del doctor para que yo pudiera visitarle.
 Dos días después, acompañado de mi hijo Pedro Gabriel, que gusta de ayudarne con la cámara, toqué en la puerta del Dr. José A. Mijares y una hija suya me dio la bienvenida. Estaba sentado frente a una mesa llena de libros y papeles, con una sonrisa en los labios y una mirada atenta al visitante, en la que descubrí el brillo de su inteligencia.
 Ya sabía que, además de su consagración a la Medicina, había dedicado mucho tiempo a escribir. Sin embargo, no sospechaba que hubiera elaborado una obra de más de mil páginas sobre la Revolución Francesa, un tema tan alejado de la profesión que desempeñó toda su vida. De manera que, apartando el breve cuestionario que concebí para una entrevista y recordando el comentario que me hizo el  respetado Sr. Celeiro sobre la atención gratuita prestada por el Dr. Mijares a personas que sólo podían pagar con la gratitud,  comencé preguntándole:
 ¿Qué ha disfrutado más, el ejercicio de la Medicina o la publicación de libros de Historia?
 –La Medicina, claro–, respondió sin pensarlo.
    Entonces, me cuenta que se graduó en la Universidad de La Habana, en 1943. Al recibir el título tenía 23 años acabados de cumplir, pues nació en Santa Clara en septiembre de 1920. En ese momento, cuando el presidente constitucional de Cuba era Fulgencio Batista, la atmósfera internacional estaba ensombrecida con la Segunda Guerra Mundial. Desde el año 1941, Estados Unidos había entrado  en  el conflicto bélico, declarando la guerra a  la Alemania nazi,  acto que secundó la República de Cuba. El joven médico Mijares se incorpora a la lucha contra el fascismo, prestando servicios como cirujano a bordo de barcos cubanos que hacían operaciones de vigilancia, en apoyo a la Marina de Guerra estadounidense.
 Volvió a servir a Estados Unidos en medio de la Guerra de Corea, en 1951, lo que recuerda con toda lucidez.
 -Sí, trabajé en el Hospital Naval de Portsmouth, en Virginia, donde trasladaban soldados que habían sido heridos en la guerra con Corea.
Alrededor de su mesa llena de papeles, converso con el Dr. Mijares
  Como médico militar, escaló hasta la posición de Comandante, en la Marina de Guerra de su país. Me sorprende cuando me cuenta que fue él quien diseñó los planos para la construcción del Hospital Militar de La Habana,  donde fue cirujano, con la misma intensidad que me sorprendió ver el libro suyo La Revolución Francesa. Pero es que Mijares es un hombre de una inquietud, voluntad e inteligencia sorprendentes.
 En un momento en que, hablando de su profesión, yo pronuncio la palabra médico, él precisa al instante: -Médico cirujano. Entonces me habla de la la incontable cantidad de operaciones que salieron del bisturí manejado por sus manos. En algún momento, no estuvo satisfecho con  el instrumento que le alcanzaban  y  su cerebro no descansó hasta  crear el que requería.
 –Se llama “Mijares Allis Forceps”–, confiesa, explicándome que la motivación que lo llevó a crear la abrazadora quirúrgicafue la necesidad de encontrar una herramienta que no causara el más mínimo daño a los órganos del paciente.
¿Se usa todavía?–, le pregunto. 
–Claro-, me dice, con una sonrisa de satisfacción.
El Dr. Mijares vivió en Cuba hasta 1959. Hasta el año anterior fue Jefe de Cirugía de un hospital habanero, pero el rumbo del “gobierno comunista” lo apartó del país. Cuando le pregunto las razones de elegir este sitio para vivir, me dice:   –Unos amigos me trajeron a Tampa y me ha gustado mucho este lugar.
 Le digo que fue una suerte para Tampa y él sonríe con humildad. Pero lo dicen los hechos. En 1966, adquiere la Licencia del Estado de la Florida para ejercer como médico y en 1970 es certificado por el Consejo de Cirugía de Estados Unidos.  Y hoy todo el que pasa frente al Hospital de Town and Country, mira la placa que distingue a sus fundadores, encabezada por José A. Mijares MD, acompañado de Mercedes M. Miranda, MD, Antonio J. Senra, MD y Robert  G. Sherrill, Jr. MD., con una distinction: “Gracias al esfuerzo, tenacidad y perseverancia del Dr. José A. Mijares fue creado este hospital”.
 Su desempeño como médico en Tampa fue extenso y eficaz, ejerciendo en el Hospital Saint Joseph, en el Tampa General Hospital y especialmente en el creado por él.
 Ha sido miembro de  asociaciones importantes relacionadas con su profesión, como el Colegio Americano de Cirujanos,  la Asociación Americana de Medicina y la Asociación Militar de Cirujanos de Estados Unidos, entre otras.
 De la Medicina pasamos a la Historia. ¿Por qué el interés en la Revolución Francesa?
 Toma el grueso libro en sus manos y me dice, mostrándome el subtítulo: –Porque fue la primera revolución comunista. Entonces  me explica sus criterios sobre ese sistema, cuya práctica en los países  donde ha sido ensayado, incluída Cuba, no comparte.
  Me regala un ejemplar y su hija Ada, solícita, le acerca una pluma, donde escribe mi nombre con una  precisión privilegiada para su edad, con una palabra de afecto que agradezco. Cuando escribo esta letras, ya he tenido tiempo de leer unas cuantas páginas, admirando la coherencia descriptiva de la obra, atenta a detalles aparentemente nimios sobre el acontecimiento más trillado de los tiempos modernos.
 Como para colmar mi asombro, al verme hojear La Revolución Francesa, me dice:
 –Estoy terminando el tomo número dos.

Entonces vuelvo a mirar la mesa repleta de papeles, libros,  anotaciones, y reverencio la grandeza del hombre que a los  96 años, desborda un optimismo al que me sumo, sugiriéndole que escriba las memorias de su extensa y extraordinaria vida.
Publicado en La Gaceta, 19 de agosto, 2016

viernes, 19 de agosto de 2016

El amor al terruño en el libro Puerto Real del Manzanillo

Por Gabriel Cartaya

  Quien no sienta amor por la tierra donde nació, tal vez nunca  logre amar al lugar donde le lleve el destino, porque el espacio del alma que afirma en la niñez la riqueza del entorno primigenio se cultiva en el hogar congénito y desde el barrio de la infancia se abre a lo universal.
 El libro Puerto Real del Manzanillo, de José Miguel Remón Varela,  me confirma esta creencia, pues el autor que evoca en sus páginas la ciudad en que vino al mundo, no vive en ella desde los 13 años. Sin embargo, cruza en las páginas por sus calles, esquinas, edificaciones, parques, malecón, clubes, como si nunca hubiera estado lejos del paisaje donde tuvo sus primeros asombros,  juegos y amigos. Mucho ha de querer a su familia y a la ciudad de Tampa, donde vive, quien a los 36 años de distancia de los recuerdos que narra ha dedicado tan amoroso y desinteresado empeño en plasmar la riqueza de esa ciudad cubana enclavada en el Golfo del Guacanayabo.      
 El libro, claro está,  contiene un significado especial para los habitantes y descendientes de ese lugar, vivan hoy donde vivan. Esta preciosa obra, enriquecida con 170 postales a color sobre un excelente papel cromado, desborda el interés legítimo de quienes son manzanilleros, porque ese mensaje de amor al terruño original emerge como un referente sentimental al sitio de cada quien, simbolizado en un espacio íntimo que se asume como pueblo de la niñez.
 El autor de Puerto Real de Manzanillo, sin requerir las herramientas metodológicas del historiador, ha incursionado en los momentos más relevantes de los anales de la ciudad, consultando acríticamente una amplia bibliografía, sin la pretensión de una monografía académica,  sino con el interés en situar los acontecimientos que dieron origen y evolución a una ciudad que en las primeras cinco décadas del siglo XX se convirtió en un modelo singular de florecimiento cultural, a pesar de su distancia física de la urbe cosmopolita del país. Asomarse a la riqueza del Grupo Literario de Manzanilo y a la relevancia continental de la revista Orto, dan fe de ello.   
El autor junto a su libro
 La actividad del puerto manzanillero, el desarrollo del comercio y la industria local, el fulgor de sus calles, el eclecticismo arquitectónico, la belleza de sus parques  –especialmente la emblemática glorieta en el Parque Central–, sus parroquias, hoteles, estatuas, litoral, y tantas personas célebres o simplemente cercanas al autor, dan testimonio en este precioso libro, tanto en la escritura como en sus fotografías históricas, del esplendor que alcanzó Manzanilo en la etapa republicana de una isla que pudiera pluralizar el nominativo de Perla del Caribe, pues una de las que la componen –la ciudad del autor– es bien llamada Perla del Guacanayabo.
 Desde lo autoral-personal, emergen los juegos de la infancia, el embrujo ante el campo y el mar, y desde esos recuerdos el libro se abre hacia el tejido social que se expresa en la escuela, en el carnaval, en la vuelta al parque donde ellos y ellas estrenan la adolescencia caminando en sentido inverso para facilitar una mirada, una sonrisa, una ivitación a sentarse en uno de sus bancos, donde nació el amor de tantos. Desde esta focalidad, el comportamiento humano de la ciudad va alcanzando una dimensión ecuménica.
 Naturalmente, Remón Varela ha visitado Manzanillo en los últimos tiempos. Ha indagado en los archivos, conversado con sus historiadores y poetas, con sus pintores y músicos, con la gente del pueblo, y ha percibido con enorme sensibilidad el murmullo que nace del alma de una ciudad que no olvida el esplendor de su belle époque: la ansiedad de recuperar el color y embellecimiento del tiempo en que Benny Moré cantó a su esplendor: Noche de luna de Manzanillo, brillo de plata sobre la mar…
 Es verdad que entonces había ricos y pobres, como puede apreciarse en los censos de la época. Hoy son menos los ricos, pero los pobres se han multiplicado alrededor de los edificios depauperados, cuyo deterioro provoca lástima cuando se compara con el fulgor que muestran en las postales de este libro.
 El autor se propuso “contribuir a rescatar del olvido al Manzanillo de nuestros ancestros”, como dice en el prólogo, lo que logra sobradamente al llamar la atención sobre el pasado floreciente de la ciudad,  sin  convocar tanto al raciocinio que explique las causas de la decadencia, como a la emoción de los sentimientos que impulsen su restauración, para que Manzanillo recupere la belleza que la convirtió en Perla del Guacanayabo.


viernes, 5 de agosto de 2016

Conversación con la cantante Alina Izquierdo y el músico Dennis Torres

Por Gabriel Cartaya
  Alina Izquierdo y Dennis Torres son dos músicos cubanos muy familiares en Tampa. En los casi tres años que viven entre nosotros, miles de personas han aplaudido la voz maravillosa de la cantante y el acompañamiento instrumental de su esposo, disfrutando de una propuesta artística balanceada entre diversos géneros musicales. Lo mejor de la música cubana –folklórica, son, bolero, salsa,  rumba– junto a ritmos latinoamericanos y también estadounidenses, se  enriquece desde la prodigiosa y versátil garganta de Alina, cuando el sonido de la tumba, el bongó, el timbal u otro instrumento –incluso el piano-, en las manos de Dennis, se suma a una voz de registros tan armoniosos como sorprendentes.
      Saber que el músico, compositor, arreglista y productor Dennis es graduado de batería y  percusión de la escuela de arte “Ignacio Cervantes”, en La Habana, donde también fue profesor y que Alina educó la innata voz de intérprete al lado de grandes músicos cubanos, como Pablo Milanés, junto a la manera sencilla –cualidad que corresponde a la verdadera grandeza- con que desde Tampa proponen al mundo su creación musical, incluido su último disco, es razón suficiente para motivarnos a solicitarles una entrevista, a la que accedieron con gentileza.
En los últimos años, miles de personas en Tampa han disfrutado de la música y la voz con que ustedes animan diferentes espacios. ¿Qué razones les animaron a elegir esta ciudad para vivir, cuando se hubieran podido radicar en Nueva York, Miami u otra gran ciudad de Estados Unidos? 
Alina: Tampa es una ciudad preciosa, con un potencial enorme. Aquí está mi familia de crianza y muchos amigos que formaron parte de mi infancia y mi juventud. Por  tanto, tengo la parte familiar y afectiva cerca. Un artista lo es sin importar el lugar donde vive, lo es donde quiera que esté. Yo estoy muy contenta de estar en esta ciudad, que es también parte insoslayable de nuestra historia y tradición cubana. A la Gran Manzana y a otras ciudades importantes desde el punto de vista artístico,  como Las Vegas,  iremos próximamente a actuar. Eso está dentro de nuestros planes y pienso que en cualquier parte de Estados Unidos hay grandes oportunidades.
  Dennis: Elegir a Tampa para vivir es algo que vamos a agradecer toda la vida a la familia de crianza de Alina. Aquí ya tenemos amigos y muchas personas que nos quieren.
 Alina, en Cuba te hiciste muy popular desde que, en el año 1992, triunfaste en el concurso de la OTIS (Organización de Televisión Iberoamericana), con la hermosa  canción “Para el nuevo año”, que fue aplaudida por todo el país y es recordada hasta hoy. ¿Qué caminos se te abrieron a partir de esa fecha?
Evidentemente, ser parte de un concurso tan importante, como es el de la organización de televisión iberoamericana, que específicamente ese año fue en Cuba, resultó una gran oportunidad. Aunque, por el grado de politización reinante en la Isla, no fue fácil para mí lanzar una canción nueva, esperanzadora, y con un estilo muy revolucionario para la época.
Pero Cuba en ese momento representaba más que nunca un bastión artístico y un bastión de resistencia artística, porque desgraciadamente también en nuestro país no habían casas discográficas extranjeras  y los músicos cubanos, siendo de los mejores del mundo, estaban muy marginados. Esta canción surgió también en un momento histórico muy importante, donde sufríamos la carencia de todo, desde alimentos hasta medicinas. ­
   Evidentemente, si hubiera llegado al concurso en España, pienso que “otro gallo cantaría”,  como decimos nosotros los cubanos y hubiera puesto el nombre de Cuba a un altísimo nivel, junto al de otros artistas que se dieron a conocer a partir de la OTI,  como es el caso de Julio Iglesias y el gran José José.  Pero bueno, soy alguien que no se conforma y que lucha siempre y el talento, como digo en mi programa de televisión, siempre se impone. Aquí estoy  comenzando una nueva etapa de mi vida, y de mi vida artística en los Estados Unidos, un país al cual amo y defiendo, pues estoy muy agradecida por todas las oportunidades que me está dando. El sacrificio se ve plasmado en la obra que uno hace, como esta reciente grabación de un disco con la producción de Dennis Torres, tan extraordinario músico como productor.
Dennis,  eres hijo del músico cubano Juan Pablo Torres,  reconocido mundialmente como uno de los grandes intérpretes del jazz.  ¿Hasta dónde esa jerarquía ha influido en tu obra?
   Mi papá siempre está presente en cada momento, en cada obra de la música, de mi profesión. Es una responsabilidad muy grande. Juan Pablo Torres fue catalogado entre los cinco mejores trombonistas del mundo. El trombón es un instrumento deficitario, a diferencia de la trompeta. Cuando se habla de trompetistas,  se reconoce a  Arturo Sandoval, Dizzy  Gillespie, Winston Marsalis, Maina Ferguson y otros, pero del trombón no se habla mucho. Mi papá trabajó con músicos de la talla de Astor Piazzola, George Benson, Pino Daniele, Steve Gadd, Marcello Mastroianni, Tito Puente, Celia Cruz, Paquito de Rivera, Arturo Sandoval, Chucho Valdés, Benny Moré, Gato Barbieri y muchos más. Siento mucho orgullo de él.
    En Cuba, mi padre fundó “Estrellas de Areíto”, catalogado como el primer “Buena Vista Social Club” del mundo, dónde reunió a las figuras más importantes de la música cubana. Él creó un instrumento y un método para estudiar el trombón y debido a su prematura desaparición física no se pudo dar a conocer en el mundo. Fue un músico autodidacta y a los 11 años ya tocaba el trombón en la banda de música de Puerto Padre, en la actual provincial de Las Tunas. Es el lugar donde yo nací, también un orgullo, pues allí nacieron grandes deportistas como Teofilo Stevenson y artistas como Emiliano Salvador,  entre otros.
  ¿Cómo se produjo la unión entre el excelente instrumentista y la maravillosa cantante?
  Alina: Nos conocimos en La Habana por casualidad,  gracias al maestro Juan Pablo Torres, el padre de Dennis. Primero fue una llamada telefónica y después fuimos a un ensayo. Allí nos conocimos personalmente y pienso que fue amor a primera vista. Debo decir que Dennis ha sido toda mi vida: mi dirección, mi maestro, mi compañero, mi amigo, y, por supuesto, el amor de mi vida
  Dennis: Sí, mi papá fue el responsable de nuestra feliz unión. Le daré gracias toda la vida. Un día me llamó por teléfono y dijo:  Denis, te voy a pasar aquí a una muchacha muy bonita, con una voz increíble, ella va a empezar a trabajar con nosotros y la conocerás. Cuando la vi por primera vez, desde ese momento me enamoré de ella para toda la vida.
  Ustedes vivieron muchos años en Italia, donde  cosecharon triunfos que se extendieron más allá de las frontreras de ese país. ¿Cómo valoran esa etapa en su historia personal y profesional?
  Alina: Realmente fue una etapa muy importante de nuestras vidas. Imponerse en Europa no es nada fácil porque los europeos, y sobre todo los italianos, tienen una norma muy exigente para difundir a los artistas. Hay artistas millonarios, de mucho éxito, que aquí en Estados Unidos no se conocen, como es el caso del gran Pino Danielle, con quien el maestro Juan Pablo Torres tuvo la oportunidad de compartir muchas veces escenarios muy importantes. Sin embargo, nos abrimos paso, Dennis como compositor para música de Mediaset y de la RAI (Radio Televisión Italiana) y como músico de la orquesta de los hermanos La Bionda y del maestro Augusto Martelli. En mi caso,  tuve éxito como participante en programas estelares de la radio y televisión italianas, con presentadores de la talla de Paulo Limiti. También realicé un vídeo virtual, un regalo de la RAI, con la cantante más importante de todos los tiempos de Italia que es la gran Mina.
  Pero como somos personas que no nos conformamos, vinimos a Estados Unidos, a buscar otros espacios, cantar en nuestra lengua, expresar nuestras raíces y defender los valores de la tierra que nos vio nacer. Como este es un país heterogéneo, formado por muchas razas, por muchas culturas, pues bueno,  aquí estamos intentándolo de nuevo y es muy bonito porque no te cansas, no te sientes viejo ni aburrido, nos renovamos siempre, como una espiral que no se detiene.
  ¿Desde cuándo están en Estados Unidos y cómo evalúan este tiempo?
Alina: Bueno, dentro de poco serán tres años y realmente valoramos este tiempo como muy positivo, porque ha sido  muy  fructífero.  En dos años hemos hecho tantísimo y éste es sólo el inicio, así que esperamos conquistar otros escenarios. Estamos ya conquistando Miami y esperamos conquistar otros escenarios tan importante como Las Vegas, New York y también llegar a otros países de América Latina, como Colombia, Panamá, Puerto Rico y otros. Por ejemplo,  un evento muy importante que vamos  a hacer próximamente es un concierto en Ybor City, el 18 de septiembre, acompañando a Tony Succar en la celebración de la Herencia Hispana.
  Dennis: Ya hace más de dos años que estamos aquí en Estados Unidos y realmente creo que hemos avanzado mucho. Hemos logrado espacios de presentación en muchos lugares de la ciudad. La  experiencia de vivir ya en otro país y continente, sin venír directamente desde Cuba,  nos enseña que no podemos perder tiempo.  Ya aquí nos hemos dado a conocer, actuamos sistemáticamente en diversos lugares, tenemos un programa de televisión y acaba de aparecer nuestro tercer disco, aquí en Tampa. Y lo más importante, nos hemos ganado el cariño y respeto de los tampeños.
  ¿Alina, qué significó para ti, cuando apenas comenzabas a darte a conocer, unir tu voz a la de Pablo Milanés, uno de los músicos cubanos más grandes de todos los tiempos?
  Fue un gran honor y un gran orgullo para mí trabajar con Pablo Milanés, quien a los pocos días de mi premio en la OTI me llamó a la casa, para pedirme que formara parte de la escudería de artistas que estaban en la fundación que él había creado, la fundación “Pablo Milanés”.
  Trabajar con él me abrió muchas puertas, no sólo en Cuba, sino también en muchos países de América Latina y Europa. Sin dudas, Pablo es un mito de la poesía y la canción, de la música cubana. Para mí es uno de los cantantes más importantes de nuestro país, un cantante extraordinario.
  He oído varios calificativos para evaluar la extraordinaria voz de Alina Izquierdo y me parece muy bien el de “La voz de diamante de Cuba”, aunque yo la extendería a “Voz Latina de Diamante”, por la diversidad de géneros musicales de esta cultura que cultivas. ¿Cómo te sientes con esta consideración?
  Alina:  Me siento muy orgullosa y muy honrada. Espero que continué siendo así, porque latinos somos todos y el término latino es más universal, es más grande. Estoy realmente muy satisfecha, muy contenta, muy orgullosa de que pueda ser así.
  Dennis: “La voz latina de diamante” está muy bien. Pienso que en mi país, al igual que con otros artistas, con Alina el Ministerio de Cultura perdió un gran potencial. Considero que con el potencial que ella tiene debieron trabajar y hacer un lanzamiento a nivel mundial,  como por ejemplo se hizo aquí con la salsa de nuestra Reina, Celia Cruz.
  ¿Qué significó para ustedes lanzar el disco “Sólo por la música”?
  Alina: Fue un disco de jazz muy bonito y debido a la muerte prematura del maestro Juan Pablo Torres,  pienso que también quedó un recuerdo hermoso, por compartirlo con él,  con el rey del timbal Tito Puente, con Giovanni Hidalgo, uno de los percusionistas más grandes del mundo y con Chucho Valdés, también uno de los pianistas más importantes del mundo, con tantísimas nominaciones y premios Grammy. También estuvieron en el disco Ed Calle, Héctor Martignon, y, por qué no decirlo, el joven músico Dennis Torres, excelente percusionista, compositor y arreglista
  Dennis: Sólo por la música el disco fue la realización de un sueño, compartir con músicos tan importante como Tito Puente, Giovanni Hidalgo, Chucho Valdés, Juan Pablo Torres, entre otros, fue un sueño hecho realidad.
  Recientemente dieron a conocer el tercer disco de su producción, con el título prometedor de “Un poquito más”. ¿Qué satisfacciones han tenido con esta nueva realización?
  Alina: Muchas satisfacciones, sobre todo con la promoción que estamos dándole en Miami. En la radio de allí ha tenido mucha aceptación y tenemos previsto que el sencillo “Un poquito más” lo vamos a presentar a los “Grammy” del próximo año, así que esperen muchas sorpresas con este disco.
  Dennis: Con la producción “Un poquito más” estamos muy contentos, por los resultados obtenidos y por la participación de músicos tan importantes como Ramón Sánchez Audinot, Tito de Gracia, Pedro Jesús, Kevin Pagán, Edwin Lebron, Tony Alicea y muchos más. Todos son músicos importantes y es otro sueño hecho realidad. Teníamos muchos deseos de grabar un disco de salsa y ya es una realidad.  Tiene mucha calidad, a la que me he acostumbrado trabajando con Alina.
  ¿Qué proyectos tienen en mente para el futuro próximo?
  Alina: Bueno, ya estamos inmersos en nuestra nueva producción discográfica y tenemos varios conciertos en Miami. El 18 de septiembre se realizará el lanzamiento de la producción discografica “Un poquito más” en Ybor City, en el evento de la Herencia Hispana. Para esa ocasión, tenemos como invitado especial  a Tony Succar con su orquesta. Así que les invitamos a ese concierto.
Gracias, Alina y Dennis. Y les deseamos mucha suerte.

   Publicado en La Gaceta, el 29 de julio y el 5 de agosto de 2016.