viernes, 24 de septiembre de 2021

Breve charla con Orlando Sánchez Soto, un buen intérprete del jazz

 Orlando Sánchez Soto es un pianista, clarinetista y, preferentemente, un excelente saxofonista cubano que en los últimos años vive y toca en Nueva York. Fue uno de los fundadores del Festival de Jazz Plaza de La Habana en 1980 y partícipe del mismo, al lado de los más grandes intérpretes de ese género, hasta el año 2013. Ha deleitado al público devoto del jazz en más de 30 países, entre ellos Canadá, Estados Unidos, México, Panamá, Colombia, Perú, Portugal, España, Francia, Alemania, Italia, Bulgaria, Turquía, China y Japón. Es autor del libro Sistema Armónico Complementario, utilizado por muchos profesores en la enseñanza de música y sigue, con el saxofón a cuestas, apostando por la paz y el amor en el mundo.

Maestro Orlando Sánchez Soto
Has tocado jazz con varias de las figuras más representativas de este género en nuestros tiempos, entre ellos Wynton Marsalis, Craig Harris, Chucho Valdés, Teodosii Spassov y otros.  ¿En qué escenarios se han producido?

 Los maestros Teodosii Spassov y Milcho Leviev pertenecen al período que viví en Sofía, Bulgaria, donde hay muchos intérpretes destacados del Jazz. Con ellos compartí, entre 1994 y 1998, en muchos festivales. Con los otros artistas de fama internacional que has mencionado, donde incluyo a David Valentin, David Murray y otros,  nos reunimos en La Habana.

Te graduaste del Instituto Superior de Arte de La Habana en 1987.  ¿Qué significó en tu formación esa institución universitaria?

Mi educación musical comenzó desde la cuna, a través de mi madre Maritza Soto Machirán, quien estudió piano en el Conservatorio Amadeo Roldán y luego Musicología en el Instituto Superior de Arte (ISA), y fue directora de varios Conservatorios de La Habana.

Pero mi carrera oficial comenzó en el Conservatorio Alejandro García Caturla con el profesor Oscar Soto Prieto, el profesor de Clarinete José Antonio García y otros. Luego hice el nivel medio en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y en el Conservatorio Amadeo Roldan, donde cursé estudios con profesores de alto rango como Harold Gramatges, Félix Guerrero, Alberto Rodríguez y Jesús Rencurrell.  Al terminar el nivel medio ingresé en el ISA, hoy Universidad de las Artes, recibiendo clases de Juan Jorge Junco, Andrés Allen, Graciela Pogolotti y otros, todos grandes pedagogos. Mi educación ha sido especial, dada a la calidad de los profesores y por la feliz coexistencia con estudiantes de primer nivel que hoy son estrellas de la cultura en el mundo.

Aunque se te considera multi-instrumentista (pianista, saxofonista, clarinetista), es el saxofón el instrumento al que más te dedicas. ¿Cómo explicas tu predilección por el instrumento creado por Adolphe Sax en el siglo XIX?

Tuve la suerte de escuchar discos del trabajo impresionante de los maestros John Coltrane, Dexter Gordon y muchos más, creando para mí un mundo sonoro mucho más rico y de más proyección que el del clarinete.   Así, me mantuve siempre al tanto de esos instrumentos, pero cuando me gradué del ISA, decidí estudiar de forma autodidacta el Tenor Sax como instrumento de expresión musical, más acorde con mis intereses musicales. Y, claro, siempre agradezco al belga Adolfo Sax esa maravillosa invención.

Háblame sobre el impacto internacional del Festival de Jazz de La Habana, del que eres uno de sus fundadores.

Después de tantas décadas de confusión ideológica sobre el jazz y otros géneros foráneos, por fin, en 1980, se creó un espacio en la Casa de la Cultura de Calzada y 8, en el Vedado, donde logramos fundar el Festival. En ese tiempo yo formaba parte del colectivo de Gonzalo Rubalcaba. El proyecto se impuso y después participé en varias ediciones, hasta el 2013, con la Bigband conformada por alumnos de la ENA, en el teatro Mella, de La Habana. El impacto del Festival llegó a muchas partes del mundo, reuniendo a los más importantes exponentes de ese género en Cuba, así como dando a conocer a muchos intérpretes cubanos de jazz en el extranjero. Después participé en varios festivales, hasta el 2013.

Además de intérprete, eres profesor de música y autor de un libro sobre enseñanza de jazz que se usa en varias escuelas del mundo. ¿Podrías comentarme sobre este perfil de tu trabajo?

El perfil pedagógico comenzó a raíz de la creación de talleres de música popular; pocos estudiantes tenían alguna formación o información adecuada a lo que ocurría en el mundo del jazz. Entonces, me propuse la tarea de enseñarlo. Hacíamos audiciones colectivas, videos, comentarios, análisis, fichas biográficas, descargas informales. Mas tarde, decidí escribir sobre el tema y salió el Sistema Armónico Complementario, para todos los interesados en aprender a tocar jazz. La primera publicación fue realizada por Advance Music, de Alemania, y luego ha tenido otras ediciones.

¿Qué es para ti Nueva York, donde vives actualmente?

Nunca tuve el propósito de vivir en Nueva York, donde llevo ya algunos años.  Es verdad que tiene una gran fama en el mundo del desarrollo artístico mundial. Pero hoy la tecnología y la Internet han convertido al mundo en una réplica de las exquisiteces de la Gran Manzana. De todos modos, es una gran oportunidad ser testigo de los tiempos que corren en una ciudad tan emblemática.

Nos conocimos en Tampa, donde nos hicimos amigos hace unos años. ¿Cómo recuerdas esta ciudad floridana, a la que espero vuelvas pronto?

 Tampa sonó en mis oídos desde la infancia, por su participación en las luchas patrióticas contra el colonialismo español, especialmente por la actividad de José Martí en esa ciudad. Vine a visitarla en 2014, gracias a mi prima hermana Ana Carolina Vaca Sánchez, y pude compartir con Marcel Ferrer, Alina Izquierdo, Denis Torres, contigo y con otros amigos. Sentí en Tampa mucha amistad y fueron días inolvidables. Espero volver allí pronto,  a respirar el salitre, el aire puro, los buenos habanos de Tampa que tanto nos recuerdan a Cuba y estrechar las manos afables y sinceras de todos ustedes.

 Publicado en La Gaceta, Tampa, 24/9/21

 

viernes, 17 de septiembre de 2021

Proyecto Chungas y no Chungas, para el centenario de La Gaceta

   Como el próximo 2022 arribamos al centenario del periódico La Gaceta, entre los homenajes que se le dediquen quiero incluir un libro destinado a compilar algunos artículos escritos por su fundador, Victoriano Manteiga. Se elegirán de su columna Chungas y no Chungas, título que aludía a su decisión de hacer un balance entre algunas notas simpáticas del acaecer diario y otras de profundidad acerca de los acontecimientos más significativos de su tiempo, desde lo local a lo internacional. El vocablo, según la Real Academia de la Lengua Española, significa broma, con lo que el agudo periodista intenta atraer la atención a sus lectores, indicándoles, a su vez, la seriedad (no chungas) con que sometería a crítica los acontecimientos epocales.

   Al enfrentarnos a cientos de artículos aparecidos durante décadas, hemos decidido que la selección se limite a escritos relacionados con Cuba y España. De allí es la tierra natal y ancestral de Manteiga y es visible la pasión con que siempre estuvo atento a su devenir, por lo que el tributo a él se enriquece acentuando su fidelidad a sus orígenes.

Victoriano Manteiga, fundador de
La Gaceta en 1922

   Como muestra del significado que puede alcanzar una obra de este carácter, publico en mi columna fragmnentos de una carta que dirigió Victoriano Manteiga al presidente de Estados Unidos, Franklin D. ­Roosevelt, el 16 de julio de 1933. En ella, sobresale el ideario democrático de Manteiga, visible en su denuncia al carácter dictatorial que había asumido el gobierno de Gerardo Machado en Cuba.  

   A  la vez, doy a conocer este propósito, porque seguramente algunos lectores de estas páginas conocieron a Victoriano Manteiga y, tal vez, llegaron a leer sus Chungas y no Chungas. De ser así, agradecería me enviaran una nota con sus recuerdos sobre él y sus escritos, lo que contribuirá a enriquecer nuestro empeño en reeditar, en inglés y español, algunos de ellos. 

   Fragmentos de la carta de Victoriano Manteiga a Franklin D. Roosevelt

   Antes de abogar en esta carta por aquellos cubanos que están perseguidos por la dictadura del Gral. Gerardo Machado, permítame congratularme por haber escapado del bárbaro ataque de Zangara*, que de haber tenido éxito hubiera puesto fin a la vida de usted, que es la esperanza de la Nación.

   Y ahora me tomo la libertad de llamarle su atención sobre algo que indudablemente ­conoce. En Cuba, la bellísima república hermana, existe un gobierno que ultraja los derechos constitucionales de los cubanos y nadie puede resolver mejor esta insostenible situación que usted, mandándole a Machado un mensaje diplomático.

   Si usted le pide al presidente de Cuba que devuelva a los cubanos los derechos que les ha arrebatado, el Gral. Machado renunciará y Usted habrá prestado otro servicio a la justa causa de miles de hombres que son acosados por la Dictadura.

   Hay personas residentes en Washington, tales como el Dr. Fernando Ortiz, exprofesor de la Universidad de La Habana, y el ingeniero Eduardo J. Chibas, que pueden darle a usted auténticos detalles del mal gobierno y las imperdonables extralimitaciones del Gral. Machado.

   Hoy opino como lo hiciera ayer, en defensa de su candidatura, y abrigo la seguridad que usted pasará a la historia, si mantiene sus ideales y se adhiere a una estricta norma de justicia, como uno de los más grandes presidentes que ha tenido la nación.

   También creo que usted aprecia la terrible situación de Cuba y los cubanos y que hará todo lo que sea humanamente posible para aliviarla, demandando a Machado una rectificación de sus grandes errores y devolviendo la libertad a Cuba de modo que los cubanos dejen de odiarse y matarse.

   Con mis mejores deseos por el éxito de su gobierno, quiero otra vez reiterarle mi apoyo personal, quedando de usted sincero y amigo, Victoriano Manteiga.

Notas

*Se refiere al intento de asesinato realizado por Giuseppe Zangara contra Franklin D. Roosevelt el 15 de febrero de 1933, mientras pronunciaba un discurso –previo a asumir la presidencia– en ­Bayfront Park, Miami. Zangara hizo varios disparos desde la multitud, hiriendo a 5 personas, entre ellas el alcalde de Chicago, Anton Cermak. ­Roosevelt salió ileso y Zangara fue juzgado y ejecutado en la silla eléctrica.

Puede escribir a gcartaya@lagacetanewspaper.com o por correo postal a 3210 E 7.ª Ave. Tampa, Fl 33605.


jueves, 9 de septiembre de 2021

Carlos J. Finlay estuvo en Tampa

 

Hace unos días, mi amigo Emiliano Salcines me llamó por teléfono desde una Universidad de Filadelfia, donde asistía a la graduación de uno de sus nietos. Con su siempre atenta sensibilidad hacia la historia, quiso compartir conmigo la rememoración de que en la Facultad de Medicina de esa institución se graduó hace 166 años el científico cubano Carlos Juan Finlay Barrés. Aunque la novedad que lo inspiró a llamarme fue enterarse que la República de Cuba había donado un busto del prestigioso médico a la Universidad de Tampa en 1955, nos extendimos en la conversación recordando a quien descubrió que la fiebre amarilla era trasmitida a los seres humanos a través del mosquito Aedes aegypti.

   Conversando con alguien que ama tanto a esta ciudad, no podíamos dejar de recordar que Carlos J. Finlay estuvo unos días en Tampa, hecho que quiero compartir con los lectores de esta columna, porque es una página que corresponde a la historia de este pueblo. Pero fijémonos primero en la trayectoria y dimensión de la figura que, en 1898, caminó por las calles de Ybor City y West Tampa.

   Carlos J. Finlay tenía 65 años cuando visitó nuestra ciudad, cuando gozaba de un gran prestigio como médico e investigador. En 1881 presentó por primera vez su teoría sobre la trasmisión de la fiebre amarilla, lo que hizo en Washington D.C. en el marco de una Conferencia Sanitaria Internacional.

   Finlay nació en Camagüey, el 3 de diciembre de 1833, hijo de un médico inglés casado con una trinitaria de origen francés. Mostró talento desde sus primeros grados y a los 11 años sus padres lo enviaron a estudiar a Le Havre, en Francia. También recibió clases en Alemania y Londres antes de regresar a Cuba.

   En 1850 matricula en Jefferson Medical College, en Filadelfia, donde se gradúa cinco años después. Allí, a través del científico John Kearsley Mitchell, tuvo los primeros indicios teóricos relacionados con la enfermedad cuyo origen se dedicaría a investigar.

   Aunque volvió a París entre 1860 y 1861 a profundizar sus estudios, es en Cuba donde se consagra a la investigación científica. Se casó en 1865 en La Habana con Adela Shine –nativa de la isla de Trinidad– con la que tuvo tres hijos. Durante años, partiendo de la teoría metaxénica de la transmisión de enfermedades por agentes biológicos, la aplicó a la hipótesis de que un mosquito era el transmisor de la fiebre amarilla. Hizo esta propuesta en 1881, cuando ningún científico lo había hecho en el mundo.  Al año siguiente identifió al aedes egipty como el transmisor e hizo recomendaciones para el control de su población como una vía para erradicar la enfermedad.

   Hubo que esperar casi 20 años para la confirmación de esa verdad, lo que hizo la Walter Reed Commission en 1900, pero sin reconocerle totalmente a Finlay la autoría. No fue hasta la aprobación unánime de la moción presentada por la delegación cubana al X Congreso Internacional de Historia de la Medicina, reunido en 1935 en Madrid, cuando se reconoció al cubano Carlos J. Finlay como el primero en demostrar científicamente el principio transmisible de esa enfermedad por el mosquito Aedes aegypti.

   A mediados de abril de 1898, en el barco que llegó a la bahía de Tampa procedente de La Habana, en el que venía el general estadounidense Fitzhugh Lee, llegó también el eminente científico Carlos J. Finlay y su hijo Jorge, junto a un grupo de distinguidos cubanos. Es probable que en la emigración cubana de Tampa no se conocieran los grandes méritos del científico camagüeyano, pues no se hizo un reconocimiento público a su obra, aunque su nombre es realzado entre los invitados de Fernando Figueredo a un importante acto en el Club Federico de la Torre, lo que publicó el periódico Patria el 23 de abril de 1898. 

   De Tampa siguió a Washington, con el fin de apoyar al Jefe de la Sanidad Militar, el Dr. Sternberg, quien era su amigo, recomendando las medidas sanitarias a tomar durante las operaciones militares en Cuba. El propio Finlay viajó a Santiago de Cuba durante el sitio a esa ciudad. Su plan contra la fiebre amarilla en el marco de la Guerra Hispanoamericana fue también un arma de salvación. Con el nacimiento de la República de Cuba, en 1902, Finlay fue nombrado Jefe Superior de Sanidad.

   En nuestro tiempo, a Carlos J. Finlay se le reconoce en todo el mundo como el gran científico que descubrió el modo de transmisión de la fiebre amarilla, el premio anual de Microbiología que ofrece la UNESCO lleva su nombre y el Día de la Medicina Panamericana se celebra en homenaje a él. Por esas y tantas razones, nos honra que haya sido uno de los visitantes ilustres a la ciudad de Tampa y que la ciudad le conserve en la memoria.

 

 

 

viernes, 3 de septiembre de 2021

Basilio Alvarez Rodríguez, un ilustre español que murió en Tampa

 Si exceptuamos a algunos apasionados de la historia española que guarda Tampa –Emiliano Salcines, Juan Rañón, Henry Echezábal, José Vivero, entre otros– probablemente muy pocos hayan oído mencionar al insigne español Basilio Álvarez Rodríguez, quien vino a vivir a esta ciudad su último tiempo de vida y murió en ella el 15 de noviembre de 1943, a los 66 años de edad.

   Hace unos días, oí por primera vez su nombre en la cafetería La Oriental, cuando Salcines y Rañón me comentaron el interés que despierta esta figura en Orense, ciudad gallega donde nació en 1877. Muchas razones tienen los orensanos para conservar en la memoria a aquel excepcional sacerdote, periodista, abogado y enérgico luchador en el movimiento agrario que sacudió a Galicia a principios del siglo XX. Pero también merece que se le recuerde en Tampa, donde sus restos fueron envueltos en la bandera de la República Española, rindiéndosele el homenaje que ese día no pudo hacerle su tierra natal, antes de ser depositados en el Cementerio del Centro Español.

   Basilio Álvarez, quien fue Diputado a las Cortes por Orense en 1931 por el Partido Republicano Radical, participó en las elecciones de 1936 en las filas del Partido del Centro Democrático. Dos años después de iniciada la guerra, ante el avance de las fuerzas conservadoras comandadas por Franco, se vio obligado a emigrar, primero a Argentina, después a Cuba, Nueva York y  finalmente a Tampa. De este último período de su vida no hay mucha información, aunque no fue el más activo de su obra escrita y liderazgo.

Basilio Álvarez Rodríguez
   Su época grande en la historia de Galicia corresponde a las primeras décadas del siglo XX, especialmente dentro del movimiento agrario gallego que alcanzó su mayor efervescencia hacia 1910-1912 y en el que la figura de Basilio Álvarez aparece entre los más sobresalientes. Este destacado orensano, pudo haber sido herrero como su padre y hermanos, pero en las primeras pruebas demostró incompetencia para el oficio. Contó más tarde, con el fino humor que le caracterizó, que su padre le dijo: “No sirves para nada, eres tan bruto que vas a tener que dedicarte a estudiar”*. Por eso venció la enseñanza hasta el bachillerato y siguió al Seminario Conciliar de San Fernando a estudiar Teología, ordenándose de sacerdote en 1902.

   Ya en el sacerdocio, recibió una parroquia rural en un lugar llamado Parada de Labiote, probablemente el sitio donde empezó a preocuparse por el modo de vida del campesinado y comprender las condiciones de explotación que padecía. Allí, se incorpora al Círculo Político de Obreros de Orense y comienza a escribir sobre la realidad circundante. Su manual El Catecismo del labriego muestra tempranamente la sensibilidad de un cura cuya actuación desborda los límites de la iglesia. Desde entonces vincula sus compromisos sacerdotales con una labor periodística de crítica social, a través de artículos que inicialmente publica en el periódico La Nueva Época. Enseguida se hizo notar por su reprobación no sólo a los políticos, sino también a comportamientos del clero. Al encontrar resistencia a sus opiniones en el mencionado órgano de prensa, funda el semanario La Galerna y, a su vez, colabora con el periódico El Eco de Orense. Insisto en este empeño periodístico, porque creo que fue este el oficio más perdurable en el intelectual orensano, al extremo de dedicarle un importante libro publicado en 1912 bajo el título El libro del periodista, cuya última reedición es de hace sólo dos años.

   Ser párroco rural marcó el rumbo del catolicismo social que practicó Basilio, entregándose a las luchas por reivindicaciones agrarias que cobraron un gran auge en Galicia en los años anteriores a la primera Guerra Mundial. En su temprano libro El cura rural, de 1904, aflora la pobreza en que vivían los párrocos del campo, pero también expone la situación del campesino y su interacción con la iglesia.

   No es posible advertir si el sacerdocio fue una elección equivocada de Basilio, o si creyó que desde dentro del clero era posible trasformar unos límites impuestos al catolicismo que subsisten cien años después. Porque –al igual que sobrepasó el clásico sermón católico con un discurso de profundas inquietudes sociales y políticas– parece que desde sus primeros años desobedeció el mandato eclesiástico del celibato, seguramente por no encontrarlo en los mensajes de Cristo. Sus biógrafos han encontrado motivos para creer que su traslado a Madrid en 1907 estuvo relacionado con comentarios públicos sobre algún amorío, aunque tal vez fuera este el pretexto de la jerarquía católica inmediata para apartarlo de su protesta ante el estatus quo prevaleciente en su entorno gallego, cargado de rezagos feudales, conservadurismo y ­desigualdad.

   Pero el traslado le hizo bien y antes de apartarse de su pensamiento social, lo fue radicalizando. En lo personal, obtuvo grandes ventajas al ser nombrado capellán del Marqués de Urquijo, relacionándose con figuras relevantes de la Corte. De entonces son algunos artículos suyos publicados en la revista Galicia, pero, a diferencia del contenido de la publicación que exaltaba a la oligarquía gallega, Basilio introdujo comentarios con veladas críticas a ella. De hecho, este no era su lugar. Pudo haberse conformado con elogiar a la familia y clase social del Marqués, seguir impartiendo clases de religión en la Universidad Católica donde alcanzó la amistad de reconocidos catedráticos como el profesor de Sociología Vales Failde, pero prefirió alejarse de este ambiente cómodo para atender a los emigrados gallegos en Madrid, creando con y para ellos La Liga de Acción Gallega (1910), dedicada a defender   el movimiento agrario que protagonizaron los campesinos de Galicia. Desde esta ­organización, fueron ­incontables los mítines, asambleas, escritos y campañas que dirigió Basilio desde Madrid respaldando la lucha de los campesinos gallegos contra el caciquismo imperante en el campo.

   En este período madrileño, Basilio es cofundador y director del periódico El Debate (1910-1936) en el que colaboró, entre otras figuras de renombre, el escritor Benito Pérez Galdós. Asimismo, fue un activo miembro del círculo de intelectuales gallegos que hicieron famosa su tertulia en la cafetería “Excelsior”, de donde salió el Manifiesto de la Liga de Acción Gallega, encabezado por el controvertido sacerdote de Orense, donde expresaba: “Os predicaremos solidaridad y rebelión. Solidaridad para que progreséis, para que os redimáis. Rebelión para que contestéis al ultraje del político como es lícito que se conteste al tirano”**.

  Oraciones agrarias, llamaron muchos a los encendidos discursos de Basilio, como aquel de 1912 en Pontevedra convocado por Acción Gallega, donde expuso: “Si a ello nos empujan, responderemos con sangre y fuego si es preciso: ¿mueran los caciques, abajo los tiranos, viva Galicia redimida!

   Después de un largo período en Madrid, Basilio Álvarez regresa a Galicia en 1912, a desempeñarse como cura en Beiro. En Madrid se había convertido en uno de los líderes agrarios más relevantes de su tiempo, especialmente desde la fundación de La Liga de Acción Gallega, organización de la que Miguel Cabo Villaverde –profesor de la Universidad de Zaragoza–, ha escrito un excelente ensayo que tuvo la gentileza de enviarme***, así como compartir valiosa información para este artículo. Por cierto, en medio del homenaje que actualmente está realizando el Ayuntamiento de Orense a su egregio ciudadano, ha solicitado al Dr. Cabo Villaverde escribir una biografía amplia sobre Basilio de la que seguramente pronto vamos a disponer.

El cura de Beiro, en un mitin agrario 

En Beiro, el sacerdote rebelde incrementó su encendido discurso a favor de las luchas agrarias.  Al frente de Acción Gallega, desarrolló una cadena de mítines en la región galaica, denunciando la crisis económica y opresión en que vive su campesinado, así como la situación política de España durante el reinado de Alfonso XIII, que terminó dando su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera en la década de 1920. A su vez, llamó la atención sobre la crisis cultural y la falta de una literatura que aborde “los caracteres definidores de nuestra personalidad regional”, como ha expuesto María Tezanos Gandarillas en su magistral escrito “Basilio Álvarez: Una sotana casi rebelde”****.

 Naturalmente, una iglesia más cercana a los intereses de los caciques terratenientes que a los del campesinado no iba a permitir que el discurso incendiario de un cura alterara las bases socioeconómicas y políticas prevalecientes, por lo que a fines de 1914 suspenden su actividad sacerdotal. Fuera de la clerecía, el inquieto orensano decide hacerse abogado, seguramente por considerar que desde esta profesión estaría en mejores condiciones de defender a la clase trabajadora con que simpatizaba. En poco tiempo alcanzó el nuevo título en las universidades de Madrid y de Murcia, para iniciar una nueva etapa de su lucha a favor de los derechos agrarios, pero esta vez desde marcos jurídicos, políticos y del periodismo que nunca abandonó.

 En medio de esta nueva labor y con la intención de extender hacia otros países sus ideas sobre las necesarias reformas agrarias que requería el campesinado gallego –y, seguramente, en diversos lugares del mundo–, en 1915 viajó a Argentina, donde lo hicieron socio honorario del Centro Gallego de Buenos Aires. Al regreso, fundó su bufete de abogado en Madrid. Poco después regresó a Galicia, a seguir defendiendo la causa agraria.  Desde allí continuó su labor periodística, colaborando con diferentes diarios republicanos y fundando distintos periódicos, entre ellos La Zarpa, publicado en Orense entre 1920 y 1936 y reconocido como una de las publicaciones más activas de su tiempo en defensa de los asuntos agrarios, republicanos, nacionalistas y de la clase obrera.

Basilio Álvarez, caricatura de Alfonso
Rodríguez Castelao

 En 1931, volvió a Madrid a desempeñarse como abogado. Allí presidió la Casa de Galicia y el prestigio alcanzado entre sus paisanos determinó que lo eligieran diputado a las Cortes por Orense en las Elecciones Constituyentes de 1931, desde las filas del Partido Radical. En 1933 fue vocal del Alto Tribunal de Garantías Constitucionales y lo reeligieron al cargo de diputado.

 En 1936, cuando estalló la Guerra Civil, Basilio se mantuvo fiel a la República a través de declaraciones y escritos periodísticos, pero no ­participó en la contienda armada.  Salió al exilio, como miles de españoles, radicándose por un tiempo en Buenos Aires. De allí se traslada a Cuba, donde sufre una hemiplejía que lo deja paralítico. No tenemos información sobre las fechas en que llega y sale de estos dos países, aunque sí del apoyo del Centro Gallego de La Habana para su traslado a Nueva York. Hacemos énfasis, finalmente, en su llegada a la ciudad de Tampa, porque el final de su vida en esta ciudad fue el primer motivo para la escritura de estas líneas.

 Parece ser que, mediante el intercambio de opiniones entre sociedades españolas de Nueva York y de Tampa y especialmente con la ayuda de Fernando de los Ríos, quien había sido embajador de España en Washington, valoraron lo positivo que sería para Basilio Álvarez contar con las comodidades que ofrecía el Sanatorio del Centro Español tampeño, lo que terminó animándolo a mudarse con su pequeña familia a esta ciudad floridana. LLegó en marzo de 1942 y se alojó en la habitación 35 del Sanatorio mencionado.

 Lo propicio del ambiente tampeño para acoger con cariño y esmerada atención al otrora líder agrario tiene que ver con el entusiasmo con que en esta ciudad se defendió la causa del Frente Popular durante la guerra en que se perdió la República. Desde 1936, en Tampa se creó el Comité de Defensa del Frente Español, si bien hubo que cambiarle el nombre por el de Comité Popular Democrático de Socorro por exigencias de la ley de neutralidad que Estados Unidos firmó ante la guerra española. Con todo, de Tampa salieron decenas de voluntarios a combatir junto al pueblo español, se  realizaron campañas de apoyo a los soldados que defendían la república. En La Gaceta, Victoriano Manteiga dedicó muchas páginas a su causa y hay incontables historias del aporte tampeño para detener el zarpazo militar contra la democracia española. Al finalizar la guerra, se creó en esta ciudad la Junta de la Cultura Española, la que ofreció apoyo a los refugiados españoles, especialmente los que llegaron a México.

 Precisamente, fue esa Junta quien se encargó de recibir a Basilio Álvarez en Tampa, como ha observado la Dra. Ana María Varela Lago en su ensayo “La emigración gallega a los Estados Unidos. La colonia gallega de Tampa, Florida”. Bajo su orientación, se creó un Comité Pro-Basilio, para ayudar a quien tanto hizo a favor de sus coterráneos. A pesar de su enfermedad, Basilio, su esposa Concepción y su hija Carmen se insertaron en nuestra comunidad. El periodista siguió activo y en La Gaceta quedaron escritos suyos, como uno publicado en abril de 1942, dedicado a Julio Álvarez del Vayo, un importante político, diplomático y periodista español que había sido embajador en México. En esa ocasión, del Vayo visitó a Basilio en su habitación del Sanatorio, pues su salud no le permitió asistir al acto en que se conmemoraba un aniversario más de la República Española, nacida el 14 de abril de 1931. 

 El 15 de abril de 1943, después de 20 meses en Tampa, se cerraron los ojos de aquel hombre que, 66 años antes, vino a la vida en Orense para hacer bien a su pueblo natal, a Galicia, a España, a la humanidad. En aquel momento, La Gaceta le dedicó un artículo de homenaje y a falta de su pueblo natal donde hubiera querido descansar en paz, la comunidad de Tampa, presidida por la española, envolvió su cuerpo inerte en una bandera republicana y le acompañó al Cementerio del Centro Español, donde descansa en paz.

 

*Marisa Tezanos Gandarillas. “Basilio Álvarez: Una sotana casi rebelde”. En Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H. Contemporánea, t. 10, 1997, págs. 151-177.

**En José a. Durán. “Basilio Álvarez, radiografía de un agitador”. Periódico El Triunfo, Chile, 30/06/1973. p. 23.

***Miguel Cabo Villaverde. Acción Gallega: populismo agrario y cambio político en la Galicia de la Restauración, 1912-1915.

**** (Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.” Contemporánea, t. 10, 1997, págs. 151-177).

 Publicado en La Gaceta, Tampa, FL, 3 de septiembre, 2021.