miércoles, 30 de diciembre de 2020

El poeta Alberto Sicilia entrevista al escritor Sergio Ramírez

Hace unos días, el poeta cubano Alberto Sicilia, radicado en Tampa, hizo una entrevista al escritor nicaragüense Sergio Ramírez, a quien conoció personalmente en NIcaragua hace varios años. Su intención expresa fue publicarla en su revista Classic Subversive y extenderla a La Gaceta, como le fue comunicado al autor de la novela Margarita, está linda la mar, único escritor centroamericano que ha sido laureado con el premio de Literatura Cervantes, el más preciado que se otorga en lengua española.

A continuación, la entrevista de Alberto Sicilia a Sergio Ramírez:

¿Cómo se equilibran la calma que se percibe en su expresión y la pasión al abordar los temas que le preocupan?

Ese equilibrio viene desde la infancia. Yo aprendí a hacer esto entre la personalidad de mi padre y la de mi madre. Mi madre era una mujer muy serena, muy reposada, ella había sido educada en la religión evangélica, en un colegio Bautista en Managua. Mi abuelo materno era un hombre de recursos, era cafetalero, pudo educar a todos sus hijos en el recién instalado colegio Bautista por la misión evangélica que había llegado desde Alabama. Era una enseñanza bilingüe y nueva en Nicaragua, laica, evangélica y un colegio de alta calidad. Mi madre, que era profesora de Literatura, tenía ese carácter reposado, desapasionado, severa, muy severa, mientras que mi padre, por el contrario, era todo entusiasmo, mi padre no le tenía miedo al diablo; había sido alcalde del pueblo, si tocaba bailar en público, en una fiesta patronal, él bailaba, mi madre se echaba para atrás. Quizás yo soy el fruto de esa combinación, que me da un equilibrio. No abandonar los temas de la vida pública, que me preocupan, junto con los temas literarios, pero tratar de reflexionar mientras hablo, sin apresuramiento, ni pasiones desmedidas. Siempre he creído que la única manera que lo escuchen a uno, es dejando hablar a los demás y por lo tanto, tratar siempre de establecer el diálogo, en contra del carácter que tenemos los nicaragüenses, y quizás suceda bastante en Cuba, que unos se arrebatan las palabras a los otros y por lo tanto es muy difícil establecer un diálogo en que de repente, dos o tres o cuatro personas hablando al mismo tiempo, como si se fueran a matar, simplemente están discutiendo entusiastamente sobre un tema, pero esa manera de no escucharse es muy caribeña.

A los 14 años, ya usted había publicado su primer cuento. ¿Cuáles fueron las principales influencias literarias y artísticas en sus años de formación?

Cuando yo publiqué... lo que pasa es que uno hace ese tipo de cuentas según más le conviene, ¿no? Mi cuento publicado en septiembre de 1956, en el diario La prensa, era un cuento dominado por los temas a los que yo estaba más aficionado, que era los temas vernáculos, de las leyendas populares, los cuentos de camino, los cuentos de miedo que se le contaban a los niños, los cuentos orales que se transmitían de voz en voz, entonces yo hice una recreación de esos cuentos vernáculos, folklóricos digamos, y la mandé al periódico y ahí el periódico lo publicó sin conocer... el director del periódico, que era Pablo Antonio Cuadra, poeta, sin sospechar que edad tenía yo. Entonces él le puso un subtítulo, una entrada al cuento, diciendo: “Leyenda de la carreta náhuatl”, versión de Masatepe, como que era la versión de un folklorista, ¿no? Y era un cuento que yo había inventado... pero realmente el cuento que yo escribí, con la voluntad de hacerme cuentista, se llama “El estudiante” y se publicó en la revista Ventana, que creamos en la Universidad, apareció en el primer número de dicha revista, que se publicó en junio de 1960, de manera que mi historia literaria yo, a veces, generalmente empiezo a contarla a partir de ese cuento, no a partir del cuento de 1956.

El rey de España, Felipe VI, entrega el premio
Cervantes al escritor Sergio Ramírez

Paralelo a su desarrollo literario, sus inquietudes sociales lo llevaron a la lucha contra Somoza. Conocí y conversé con algunos de los integrantes del frente Sandinista en 1988, como Omar Cabezas, por ejemplo. ¿Estaban ellos entre su círculo de amigos o compañeros?

Ellos son de otra generación posterior, yo pertenezco más bien a la generación que se llamó de la autonomía, porque yo vivía en la universidad en 1959, recién conquistada la autonomía universitaria, y el gran rector nuestro, rector de la universidad pero rector espiritual era Mariano Fiallos Gil, quien había luchado por la autonomía, era un humanista, un liberal y era un maestro en todo sentido. Pero coincidió que en el año que yo vivía en la universidad, el ejército de Somoza masacró una manifestación de estudiantes en la que yo participaba, el 23 de julio de 1959 y entonces esta generación se llamó también 23 de julio, los que fuimos sobrevivientes de esa masacre; al año siguiente se fundó el frente estudiantil revolucionario, que fue el semillero del frente Sandinista posteriormente, pero la verdad es que me fui a Costa Rica cuando me gradué de abogado, a trabajar en el consejo de universidades de Centroamérica, y yo no participé nunca en la lucha armada, esa fue otra corriente, en la que no tuve nada que ver. Yo me incorporé al frente Sandinista, ya en 1976, cuando regresé de Alemania, porque el Frente Sandinista se había abierto a la participación de aquellos que no cargaban armas, de aquellos que no aceptaban irse a la lucha clandestina, etc. Entonces yo entré como un intelectual a las filas del Frente Sandinista, eso sería, como te decía, a finales de 1976.

El hecho de abandonar la política activa y dedicarse a la literatura ocurrió avanzada la década del 90. Aun así, usted mantiene un activismo desde las páginas de su blog El boomeran, invitando a la reflexión y haciendo un análisis de la sociedad y sus problemas más acuciantes. ¿Considera que es una manera de combatir contra la desidia contemporánea, una enseñanza para sus lectores más jóvenes, o ambas?

Creo que a las alturas que estamos del siglo XXI, estamos algo avanzado, llegando al primer cuarto del siglo XXI, todo esto que a finales del siglo XX, o cuando yo me involucré en la revolución, asumíamos como el compromiso del escritor ha cambiado mucho, se ha diluido bastante, o su naturaleza ha variado y antes era casi inaceptable que un escritor no expresara sus opiniones, o no se afiliara públicamente en contra de la opresión, de la dictadura. Pues como yo me formé en aquellos años, siempre he seguido considerando que para mí hay dos espacios de escritura, de reflexión, de acción y de palabra, que son el de mi propia obra creativa, de invención literaria y el de mi voz pública, que yo me siento obligado a alzar como ciudadano. Es decir, no soy de esos intelectuales, y no estoy deslegitimizando a nadie, me parece que es perfectamente legítimo no opinar en política y escribir bien, sino que simplemente yo vuelo con esas dos alas, soy a la vez ciudadano y a la vez escritor, con el cuidado de que mis opiniones o creencias políticas no intervengan abiertamente dentro de la literatura y terminen por arruinar el discurso literario, por encaramar encima el discurso político; esas aguas me parece que deben siempre permanecer separadas, pero vivimos en situaciones tan frágiles, tan complejas, tan anormales en América Latina, que yo siempre siento que hay algo que decir, y es lo que hago.

Su obra ha sido galardonada con los premios más importantes, transitando desde la memoria íntima y familiar a la ficción. En ella concurren diferentes géneros y subgéneros, como el policiaco, el humor negro y la aventura. No obstante pertenecer a una generación que abunda en recursos que complejizan el discurso literario, su escritura mantiene el lirismo y legado de la literatura clásica. En sentido general, ¿cómo ha sido el proceso de selección de sus temas y personajes a lo largo de su carrera como escritor?

El proceso de selección para mi comienza del interés que yo tenga en un personaje o un tema por su singularidad, porque me parezca que ese personaje o esa situación, inventada o no, merecería la pena ponerlo delante de los ojos del público, porque se sale del común, para mí la literatura es una lucha permanente por convertir personas en personajes y convertir situaciones de la vida real en situaciones novelescas, y darle el tinte de novela a lo que en la vida real toman por común y corriente. En América Latina, tenemos esa virtud, digamos, de que no nos asusta lo que pasa a diario porque nos parece que lo extraordinario y lo anormal es tan corriente que hasta que uno no lo ve en las páginas de una novela, no dice, esto parece novelesco o esto es novelesco. Entonces existe el tránsito de esa realidad a través de la imaginación para que una vez puesto en la letra impresa, se convierta en novela... no estoy hablando de todas las situaciones, la imaginación es muy rica, pero siempre parte de un punto de la realidad.

Hemingway decía mis modelos y cuando decía mis modelos, se refería a sus contemporáneos, a la gente que él conocía, conocía bien por dentro y que ocupaba para insertarlos dentro de sus novelas, con sus complejidades anímicas psicológicas, etc. Me parece que de eso se trata, se trata de insertar dentro de la novela a uno mismo por supuesto, que uno se conoce a sí mismo antes que a nadie, a la gente que lo rodea, a las situaciones que conoce, dándole los distintos disfraces que la novela permite.

¿Qué ha significado para usted la lejanía geográfica de su país natal y el hecho de enfrentar la continuidad de su obra con otros desafíos?

Creo que la mayor complejidad que uno se impone con un libro, con una trilogía como va a ser esta, porque estoy terminando la tercera novela de esta serie, es la contemporaneidad de estos temas y de estos personajes. Mi personaje comienza sus aventuras después de la derrota del frente Sandinista en las urnas, en los años 90, la siguiente es avanzados los años 2000, y esta es en el hoy, pero tan contemporáneo, que estoy hablando de hace 2 años, entonces la mayor complejidad es como escaparse de lo contemporáneo para que se convierta en ficción y que la realidad no lo siga corrigiendo a uno. Ahí está la gran dificultad de este libro, es decir, cerrar cronológicamente en determinado momento para que la realidad no te siga aturdiendo, en la medida en que yo lo que pretendo es ir haciendo un relato del día a día.

El 5 de agosto del 2022 se abrirá en el Instituto Cervantes la caja de seguridad 1475 que contiene una carta manuscrita de Rubén Darío y otra de Augusto Cesar Sandino. Coincidiendo con ese hecho usted llega al 80 cumpleaños, ¿con qué satisfacciones e ilusiones espera ese momento?

Bueno, no hay muchas ilusiones de llegar a los 80 años, uno no puede estar muy entusiasmado, pero creo que la vida hay que vivirla en la medida que avanza. Al llegar a los 80 años, yo recapitulo el camino andado, pero siempre tengo energías para seguir adelante, es decir, mis energías yo las concentro en lo que quiero escribir. Mi programa de escritura siempre es muy amplio y no voy a decir nunca, este fue mi último libro que escribí y ahora me siento a descansar, eso sí es la muerte. Entonces yo agradezco a la providencia, manos y cabeza, que son mis instrumentos. Terrible sería que yo me empezara a olvidar, entonces sería un mal final del camino, pero mientras yo tenga imaginación, memoria y dedos para pulsar, pues esa será mi vida y me sentiré muy feliz.

Recuerdo que usted tenía una disciplina o la tiene, porque su disciplina es mítica, de levantarse bien temprano a escribir. ¿A qué hora acostumbra a comenzar a escribir?

La idea del escritor que no tiene nada más que escribir es un mito porque el escritor siempre tiene que hacer algo adicional porque si no, no sobrevive. O es periodista o es profesor universitario generalmente. También hay escritores que son hasta médicos como William Carlos William, como el doctor Chejov, o que son funcionarios bancarios como T.S. Eliot, pero uno es algo además de ser escritor, entonces lo importante, y eso se lo digo siempre a los muchachos cuando trabajo talleres con ellos, es apartar las horas o el tiempo diario que uno le va a dedicar a la escritura siempre que uno esté hondamente convencido de la necesidad de escribir. Si uno no tiene esa necesidad, pues se puede dedicar a otra cosa, tranquilamente, pero para pagarse esa necesidad, hay que pagarla con obras de escritura, no importa la hora que sea, lo que tú me recuerdas es porque en los años 80, yo tenía muchos compromisos en la vida pública, entonces para poder escribir tenía que levantarme a las 4 de la mañana, pero el asunto es que yo no renunciaba a hacerlo, porque de no escribir, uno deja de ser escritor, eso es una ley de la vida; pasa el tiempo y uno no escribe, los dedos se ensarran, se va olvidando la escritura y después retomarla se vuelve muy complicado. Hoy en día yo me siento feliz, de que no tengo nada más que hacer que escribir, hoy yo puedo decir, bueno, mi principal dedicación o mi dedicación única es la escritura y lo que está alrededor de la escritura, las tareas que están alrededor de la escritura, una de ellas, viajar, cuando se podía viajar, a congresos, festivales, presentaciones de libros, todo lo que sea. Eso siempre lo he considerado parte de mi trabajo literario y luego, la parte administrativa de la escritura, la correspondencia, los agentes literarios, las editoriales, etc. Pero todo eso centrado en que yo, en las mañanas, estoy escribiendo, a partir de las 7:30, 8 de la mañana yo estoy sentado aquí, en este mismo asiento, escribiendo hasta la hora del almuerzo, y eso lo hago todos los días del mundo.

En la comunidad hispana de los Estados Unidos se encuentra una parte de sus lectores. ¿Podría darles algunos consejos para los que se inician en el camino de la creación literaria y unas palabras para sostener la esperanza de los hombres y mujeres que sueñan con sus países de origen? 

Primero resumir lo que te he dicho. No hay escritura sin escritor y no hay escritor sin escrituras. Si uno habla en serio de escribir tiene que hacerlo, no importa que sea una paginita diaria, y el día que no pueda, que siente que no imagina nada pues corregir, volver sobre la página, uno en la escritura, algo siempre tiene que hacer, pero no abandonarla, ese es el peor camino. Y siempre insistir, insistir en que si uno es escritor tiene que respetar el oficio escribiendo. Y por otro lado, yo a los jóvenes les digo, nunca hay que dejar de leer porque esa es otra cara de la escritura. Uno aprende a escribir leyendo, uno no aprende con un manual de gramática ni con un manual de estilo, aprende leyendo a otros buenos escritores, eso es esencial.

Y respecto a las diásporas, parte larga de mi vida yo he sido parte de una diáspora. Estuve en el exilio 14 años, tanto en Costa Rica como en Alemania, y a un escritor la ausencia del país no lo envenena nunca, siempre es un recurso creativo, la nostalgia es un recurso creativo, pero uno nunca puede perder la esperanza de regresar. Es decir, el que se va es como una ola, la ola siempre tiene que buscar como volver a la playa. Y de esa esperanza vive alguien en la diáspora sino no viviría. Uno no escoge el exilio, uno es siempre forzado al exilio por una u otra circunstancia, ya sea política, ya sea económica, pero nadie se va de su país por gusto. Nadie se va porque como se dice en Nicaragua, sea pata de perro, porque le guste andar los caminos, uno se va porque es forzado a hacerlo; y estas grandes corrientes migratorias que vemos hoy en día, las que van de Centroamérica hacia la frontera con Estados Unidos, que antes llegaban hasta la frontera mexicana con los Estados Unidos, hoy esa frontera está cerrada. México se convirtió en la policía migratoria de los Estados Unidos y los migrantes sólo llegan hasta el río Suichate. Y estas grandes olas migratorias en el medio oriente, es así, que van hacia las costas de Europa, estas son dramáticas, son dramáticas porque son masivas y para verlas de la perspectiva de la literatura pues uno tiene que fijarse, no en los miles de personas que van atravesando el desierto o metidos en una patera atravesando el mediterráneo, sino los individuos que forman esa colectividad donde están las historias, donde está el drama de la vida, donde están los motivos de las personas que tienen que alejarse de su país y los sufrimientos que pasan en ese alejamiento, luego las vidas que buscan fuera de su país, que es otro drama y otro motivo literario, de manera que esta sensibilidad nunca hay que perderla, de ver al inmigrante como alguien que fue forzado a salir de su tierra pero que siempre espera que podrá volver.

Feliz y próspero Año Nuevo

   La llegada de un nuevo año reviste siempre una especial emoción y se saluda invariablemente con deseos de bien a los familiares y amigos. La mayoría de las postales que se le consagran incluyen el vocablo próspero, asociado a lo venturoso, favorable, propicio.

    Ese instante en que despedimos y a la vez recibimos 365 días del calendario gregoriano tiene su primer referente en el dios Jano de los romanos –quien dio nombre a enero–, una deidad que al poseer dos caras, una mirando adelante y otra hacia atrás, fue  adorada como guía de las entradas y salidas. Así miramos a un diciembre que va al pasado irrepetible, mientras recibimos a enero con la eterna esperanza de mejoramiento.

En la mitología romana, el Dios Jano mira al
 pasado y al futuro

   Esa esperanza fue muy golpeada en el 2020 que acabamos de vivir. El año se abrió con las primeras noticias sobre una pandemia que en los primeros cintillos de la prensa mencionó un vocablo casi desconocido: coronavirus. Poco a poco, en la medida en que se fue extendiendo de China a Europa, supimos su nombre propio, Covid-19, y comenzamos a entender el peligro que se cernía sobre toda la humanidad.

  En pocos meses, en la medida en que fueron llegando las cifras escalofriantes de contagiados y fallecidos, comprobamos que estaban amenazadas nuestras costumbres, empleos, escuelas, hogares de ancianos, seguridad y nuestra propia vida. 

   En Estados Unidos, cuando alguien pronosticó la posibilidad de 200 mil muertes, creímos que la hiperbólica cifra tendría un matiz político. Sin embargo, ahora que sobrepasamos los 330 mil y sabemos que uno de cada mil estadounidenses ha muerto por este virus, nos impactan las declaraciones de los especialistas cuando advierten que se avecinan unos días más lóbregos. Así, al desear un Feliz Año Nuevo a quienes queremos, incluimos en lo más recóndito de la esperanza el pedido a que esquiven el contagio y, para ello, le pedimos que usen mascarillas, que obseven la distancia social, que se cuiden, como si estas previsiones constituyeran el mejor regalo que podamos ofrecerles.

   Ha terminado un año difícil para toda la humanidad, no sólo por la pandemia que ha llegado a casi todos los rincones del universo, sino también por las hambrunas, las catástrofes naturales, las guerras, las revueltas sociales, las crisis económicas y las respuestas represivas a las ansias de justicia en tantos lugares del mundo.

   A pesar de ello y sin olvidar el sufrimiento que en 2020 han padecido millones de seres humanos, hay lugar para la esperanza y la gratitud, debidas especialmente a las permanentes muestras de solidaridad con que los sentimientos humanos se comportan frente a la pandemia, a los desastres naturales y otras manifestaciones adversas. Muchos ejemplos conocemos cada día de médicos, enfermeros y otros trabajadores de la salud que arriesgan su vida diariamente para salvar a los enfermos; personas que llevan alimento gratuito al necesitado, otros que cosen mascarillas hasta la madrugada para brindar a quien las necesite.

   Hay otras buenas noticias del 2020. El pasado 25 de agosto se declaró la erradicación de la poliomielitis en África y se logró controlar la expansión del ébola que afectaba mayormente al Congo. En República Dominicana, este año, se logró que la legislación pusiera fin al matrimonio infantil;  en Argentina, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, desde el entendimiento de que “el aborto legal es un imperativo de justicia social, de justicia reproductiva y de Derechos Humanos”. A su vez, en Dinamarca, el Gobierno accedió a reformar el Código Penal para incluir que el sexo sin consentimiento es violación.

   Es lamentable que el Covid-19 haya mostrado  tanta rapidez para expandirse, pero es alentadora la premura con que la ciencia ha dado respuesta a su agresión para lograr que antes de finalizar el 2020 haya millones de personas vacunadas contra él.  Asimismo, reconforta la noticia de que una estudiante de 14 años, Anika Chebrolu, haya descubierto una molécula que dificulta que el virus  SARS-CoV-2 penetre e infecte las células, lo que representa un gran paso hacia la cura del Covid-19.  Esta alumna del estado de Texas, que ganó el 3M Young Scientist Challenge con su descubrimiento, sueña continuar con el desarrollo de fármacos sobre su cura.

   Si seguimos buscando  buenas noticias del 2020 vamos a encontar cientos que nos asombran por su contenido humano y voluntad hacia el mejoramiento de nuestro planeta y la vida en él. Es verdad que cuando abrimos el televisor, la radio o el periódico prevalecen noticias desalentadoras, aunque no falten a esa hora sucesos relevantes a favor del bien. Si  aquellos, por una explicable razón, despiertan más atención, es seguramente porque desde tiempos inmemoriales se requirió un oído más atento al daño que a la virtud. Mas la bondad nos enriquece desde la sincera expresión Feliz y próspero Año Nuevo.

 

lunes, 21 de diciembre de 2020

Conversación con el pintor cubano Erik Olivera Rubio


    La semana pasada, en el marco de una actividad cultural desarrollada en el edificio Don Vicente, en Ybor City, tuvimos la oportunidad de apreciar algunas obras del pintor cubano Erik Olivera Rubio, expuestas en la sala donde el Proyecto Art Factory, encabezado por Vicente Amor, organizó la velada artística.

    Erik Olivera es un artista que ha logrado reconocimiento internacional con una obra pictórica que pone énfasis en la cultura afrocubana, especialmente con la creación de rostros que identifican a las figuras sobresalientes de la cultura yoruba como Babalu-Ayé. Con una formación académica lograda en su país, se ha impuesto favorablemente en la crítica y el gusto popular en Cuba, Londres, Italia, Francia y finalmente en Florida.

Con el pintor cubano Erik Olivera Rubio, en La Gaceta
     

     Sobre la pintura de Olivera Rubio, ha escrito el agudo crítico cubano Roberto Zurbano: “Son los rostros de una diáspora negra que, desde su dignidad, nos observan y nos advierten sobre los modos en que una cultura se afinca a sus raíces, sobrevive y crea nuevas formas de identidad”. En Tampa, ciudad donde ahora radica el pintor, hemos tenido la oportunidad de apreciar las razones por las que sus cuadros han sido nombrados realistas, llamativos y coloridos. Asimismo, nos ha dado la oportunidad de, al conversar con él, presentarlo a nuestros lectores.

     Durante los últimos meses se ha exacerbado la lucha racial en EE.UU., a partir del momento en que un policía asfixia al afroamericano George Floyd. Es significativo que este tema lo hayas abordado en la pintura que hiciste de Eric Garner, estrangulado por la policía neoyorquina en 2014. ¿Hasta dónde el realismo artístico se funde con el social en este cuadro?

     El retrato de Eric Graner está insertado dentro de una obra instalativa que consta de varios retratos de algunos de los muchos afrodecendientes que han sido víctimas de asesinatos similares a los de Eric Garner y George Floyd.

Obra de Erik Olivera Rubio

     La crítica social ha estado siempre inherente a mi obra. Desde la estética siempre me ha atraído el realismo a través del retrato. Es la herramienta que he utilizado para comunicar el mensaje que ya llevan implícitos los personajes a los que me aproximo en mi obra

     Hay una pintura tuya dedicada a Martí y otra a Maceo, ambas con el rostro negro, aunque, como sabemos, uno era blanco y el otro mulato. En la búsqueda de un símbolo sincrético desde la antítesis, ¿no habría sido preferible el Maceo blanco?

     No hay paralelismo posible por la historia que hay detrás de la historia del pueblo negro, la que ha sido diana de años de esclavitud, exclusión e injusticias sociales. Las dos obras fueron realizadas en contextos diferentes por lo que se proponen objetivos  distintos.

     Mi Martí Negro hace ponderación al ícono, al abolicianista, a la figura que quizás como ningún otro prócer blanco de nuestra historia se pronunció y manifestó por encima de las diferencias  raciales. “Hombre es más que blanco, más que negro...”, nos dijo.

    La cultura afrocubana es sobresaliente en tu obra pictórica y dentro de ella la figura de Obatalá y la serie Los Orishas son muy destacadas. ¿Qué pesa más en ello, la historia, la religión o una síntesis de ellas como amalgama de la cultura cubana?

    En gran  medida de eso va mi obra, es todo una reverencia a nuestro  legado, trata de crear una simbiosis de características y expresiones  propias de nuestro identitario, humanizar  a los orishas  lejos de divinizarlos nos crea un acercamiento a los dioses en  nuestra vida cotidiana.

    El crítico de arte Roberto Zurbano ha utilizado el concepto posresistencia para referirse a tu obra. ¿En qué sentido legitimas esa expresión?

    Descolonizar el pensamiento es clave, ya que desafortunadamente vivimos en un mundo donde la sociedad está dando vueltas sobre sus vicios y está validando viejos errores.

    El término posrestistirse no sólo es apropiado, correcto,  sino visionario. Posresistirse es insertarse  dignamente en un contexto  global sin convertirnos en nuevos esclavos de viejas formas coloniales

¿Cuánto debes a la formación académica alcanzada en Cuba?

 Mucho debo a la formación académica alcanzada en Cuba. Empezando por mi madre, Carmen Luisa Rubio, a quien acompañé durante muchos años de mi niñez  a sus clases en la Academia de Bellas Artes San Alejandro, luego la secundaria la cursé en una escuela elemental de arte donde tuve la dicha de tener excelentes profesores al igual que posteriormente en mi ingreso a la Academia de Bellas Artes.

¿Por qué prefieres el acrílico al óleo?

La primera razón es la salud, de pequeño hacía alergias a los diluyentes de las pinturas oleosas, por lo que muy temprano conocí el acrílico y me fascinó por su inmediatez y todas las posibilidades que ofrece.

Después de exponer en varios países y alcanzar grandes reconocimientos, ¿qué significa para ti presentar tu obra, y ampliarla en la ciudad de Tampa?

Tampa me seduce mucho por su belleza, su historia, sus vínculos con Cuba, por su gente enamorada de sus tradiciones. Aprovecho para agradecer a Albert Fox, Ariel Quintela, al proyecto Ybor Art Factory, al periódico La Gaceta y a usted por esta entrevista  y por hacerme sentir en Tampa como en mi segunda casa.

Muchas gracias.

 

viernes, 11 de diciembre de 2020

John Lennon vive a los 40 años de su muerte

 

A los 40 años de su temprana muerte, John Lennon sigue siendo una leyenda viva en todo el mundo, aun entre quienes ahora son nietos de aquellos jóvenes que en la década de 1960, con sus canciones, ardieron de sueños, locuras y entregas hacia un mundo imaginado, entonando hasta la madrugada los éxitos de aquellos fabulosos Beatles conducidos por un joven de pelo largo y espejuelos redondos.

Con sólo un par de guitarras (Lennon y George Harrison), el bajo de Paul McCartney y la batería en manos de Ringo Starr, aquellos cuatro jóvenes que en febrero de 1961 se subieron a un escenario del bar “La Caverna” a tocar rock, no podían presentir que, en breve, serían el grupo  musical  más  célebre del universo. Aunque los 4 eran geniales, el de mayor edad era su líder.

John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr

Al nacer, el 9 de octubre de 1940, fue inscrito como John Winston Lennon, para iniciar una niñez con privaciones materiales y afectivas. Creció sin el padre y una madre (Julia Stanley) con desajustes emocionales y cuya pérdida en un accidente de tránsito, cuando él tenía 17 años, le afectó enormemente. Estuvo al amparo de una tía que intentó apartarlo de su inclinación musical, pero no pudo impedir que deambulara por las calles con una guitarra. En esos recorridos se encontró con Paul McCartney, otro iluminado, y juntos armaron la banda Quarry Men, el antecedente inmediato de los Beatles.

Es bien conocida su historia. A mediados de la década de 1960 habían desbordado la frontera inglesa,  llegando a todo el mundo a través del pop y el rock. Junto a la creciente fama, se divulgaba el comportamiento rebelde de su guía y el desenfado con que se burlaba de las costumbres  de la llamada alta sociedad. En una actuación del grupo, a la que asistía la Reina de Inglaterra rodeada de figuras de la realeza, Jonh declaró: “Los de los asientos más baratos pueden aplaudir (...) y el resto de ustedes basta con que hagan sonar sus joyas”.

En 1964, la banda llegó por primera vez a Estados Unidos. El debut lo hizo en el programa  televisivo The Ed Sullivan Show, que logró un récord de 73 millones de espectadores. Los críticos consideraron que aquel acontecimiento marcó un antes y un después en ese tipo de programación.

Desde entonces hasta la desintegración de la mítica banda en 1970, en todos los escenarios que actuaron y cada salida de un nuevo disco constituyeron   un acontecimiento musical irrepetible, donde la idolatría hacia los 4 beatles se hizo comparable a la fe religiosa. “Let it be”, “Hey you”, “Yesterday”, “Come together”, “Love me do” y otras canciones compuestas por John o McCartney se hicieron canto permanente en millones de gargantas.

En 1971, Lennon, la figura más polémica y comprometida  con causas sociales y políticas, decidió radicarse en Nueva York, junto a Joko, su segunda esposa.  Siguió haciendo música, cine, escribiendo y practicando dibujo, pero su participación en actividades de contenido sociopolítico se hizo más intensa, especialmente sus declaraciones en contra de la guerra de Estados Unidos en Vietnam. Al ser una figura de tanta fama, el gobierno del presidente Richard Nixon lo consideró peligroso. No sólo le negaron la residencia permanente durante mucho tiempo, sino que intentaron su expulsión del país y sus pasos fueron seguidos por agentes de la CIA y del FBI.

Al terminar el gobierno de Nixon y la Guerra de Vietnam, Lennon se concentró más en su vida familiar –estuvo unos cuatro años sin dar a conocer canciones–. Pero su estampa de rebelde, la participación en manifestaciones a favor de la paz y el hecho de que canciones suyas, como “Imagine”, se convirtieran en un himno de los pacifistas  del mundo, creando dudas alrededor de  las circunstancias que rodearon su muerte. Algunos han derivado de aquel asesinato teorías conspirativas, insinuando que el hawaiano  Marck Chapman pudo haber recibido instrucciones de algún órgano de poder estadounidense para cumplir aquel acto criminal. A ello han contribuido declaraciones previas del propio Lennon, como aquella en que dice al periodista Paul Krassner:  “Si nos pasa algo a Yoko o a mí no será un accidente”.

Lo cierto es que en la tarde de aquel fatídico 8 de diciembre, cuando John regresaba con su esposa al edificio Dakota  donde tenía su apartamento, lo estaba esperando en la entrada un joven a quien unas horas antes él había complacido autografiándole “Double fantasy”, su último disco. Cuando el ídolo volteó la cabeza ante el saludo “Señor Lennon”, el desalmado respondió con cinco balas de revólver. Declaró que quería ser famoso, pero no era un idiota en el sentido que los médicos consideran la idiocia, aunque sobradamente desde su significado común, por lo que aún está preso.

Hace 40 años de la muerte de John Lennon, quien tenía exactamente esa edad cuando le troncharon la vida. Un malvado nos privó del artista fecundo, pero no del mito que nos sigue acompañando, desde sus canciones como Beatle mayor hasta el pensamiento que nos transmitió:  “Mi rol en la sociedad o el de cualquier artista o poeta es intentar expresar lo que sentimos. No decir a la gente cómo sentir. No como un predicador, no como un líder, sino como un reflejo de todos nosotros”.

jueves, 3 de diciembre de 2020

George Mercer Brooke en el nacimiento de Tampa

 

En las efemérides de nuestra ciudad podría considerarse el 5 de diciembre como referente a sus días fundacionales, por ser la fecha en que, en 1823, el coronel George Mercel Brooke recibió la orden de fundar un fuerte militar en el abra que los españoles habían denominado Espíritu Santo y que para nosotros es la hermosa bahía de Tampa.

    Brooke –un official del ejército estadounidense, acompañado del coronel James Gadsden y al frente de un grupo de soldados pertenecientes a un regimiento de infantería situado en Pensacola–,  navegó inmediatamente hacia esta costa con la instrucción de enfrentar a los indios seminoles. Entonces, cuando hacía dos años  Estados Unidos había  adquirido de manos españolas la Florida, el pueblo indígena de este nombre ocupaba parte de su territorio y el gobierno de la unión americana se había propuesto someterlos y, cuando menos, desplazarlos a sitios que tuvieran bajo su control. 

George Mercel Brooke

  
   Esa fue una de las tareas que vino a cumplir el coronel Brooke, quien también debía ocuparse de limpiar esta región de piratas, contrabandistas de esclavos y todo tipo de aventureros que molestara a los intereses de quienes, dos décadas más tarde,  harían de Florida el vigésimo séptimo estado de la nación.

   Pero, en estas notas, no vamos a mirar hasta dónde ­Brooke cumplió con las exigencias que le fueron impuestas como militar, sino a la contribución que dio al nacimiento de la ciudad de Tampa, aspiración que ya aparecía en proyectos previamente anunciados. Así lo expresó la revista The Niles Weekly Register, de Baltimore, en artículo hecho público el 24 de marzo de 1821, donde insinuaba que “La Bahía de Tampa sería el lugar ideal para la localización de la capital del estado algún día. Sus costas inhabitadas serían el sitio ideal para la cabecera del gobierno, al igual que su posición al sur sería un punto estratégico ideal para la localización del depósito naval de los Estados Unidos”.

   De todos modos, aunque no fuera éste el propósito de la llegada de Brooke a la bahía de Tampa, impulsó aquella sugerencia involuntariamente desde que, en enero de 1824, al arribar a la ancha bahía, eligió la boca del río Hillsborough para establecer el fuerte.

    Con el fin de iniciar las primeras construcciones, los soldados debieron derribar cientos de arbustos, árboles, espantar cocodrilos y hacer habitable la zona entre la desembocadura del caudaloso río a las aguas del mar. Allí se edificó el Fuerte que llevó su nombre, en el espacio donde hoy existen los hermosos edificios que acogen al Centro de Convenciones, el Centro de Historia de la bahía de Tampa y Amalie Arena. Con su ­inauguración, el 24 de enero de 1824, se estaba emplazando el embrión de una bella ciudad que casi doscientos años después sigue creciendo. 

   Se cuenta que antes de la llegada de Brooke algunos pescadores hispanos estaban asentados en este lugar, seguramente de forma temporal, pero con la creación del Fuerte se mezclaron con los militares, convirtiéndose en los primeros latinos que se hicieron ciudadanos estadounidenses en Florida. Lo cierto es que aquel grupo de hombres, algunos con sus esposas, al construir sus pequeñas casas alrededor de la instalación militar, ganaron el gentilicio de tampeños.

   Y, para mayor mérito del propio Brooke, a él le correspondió ser el padre del primer cristiano nacido en Tampa, pues el 18 de diciembre de 1826 su esposa Lucy dio a luz un niño al que llamaron John. La historiografía tradicional de la ciudad lo ha considerado el primer residente nativo, pero, evidentemente, es la historia contada por el ‘civilizador’, desconociendo la cantidad de calusas, timucuanos y seminoles que debieron nacer en la tierras que rodean nuestra ancha bahía y que son los verdaderamente oriundos de este lugar.

   El fuerte Brooke jugó un papel significativo  en las tres etapas de la guerra contra los seminolas en Florida y también en los años de la Guerra Civil, entre 1861 y 1865. Después fue decayendo su importancia y hacia 1883 se retiró su última guarnición. A su alrededor se fueron extendiendo nuevas edificaciones y antes de terminarse aquella década ya teníamos aquí los ferrocarriles, el puerto y el pueblo de Ybor City, con una población compuesta por estadounidenses, españoles, cubanos, italianos, quienes hacían visible a nivel mundial la grandeza de la ciudad nacida en Fort Brooke.