viernes, 16 de diciembre de 2022

Gabriel Raúl Cisneros da brillo a la escultura cubana

 Al ver el nombre de Gabriel Cisneros en una noticia sobre una exposición de arte en Madrid, recordé a un buen amigo cubano que bautizó al hijo con  su mismo nombre.

Le escribí y, efectivamente, el joven escultor que desde La Habana está llamando la atención de la crítica por la calidad de sus esculturas es el primogénito de mi amigo biólogo y profesor.

El artista, graduado del Instituto Superior de Arte de La Habana, en 2015, ha alcanzado en pocos años un prestigio que ya desborda las fronteras nacionales, como observamos en exposiciones suyas en Madrid, Panamá y otros sitios. Asimismo, la crítica comienza a asomarse con vivo interés a una obra que, en cada nueva pieza, serie o instalación, construye un canon propio desde  ingredientes  clásicos o contemporáneos donde se depura un estilo propio pletórico de significados que convocan a la participación del atento espectador.

Sin razón, sin aliento y sin nada, 2015. Autorretrato en resina de Gabriel
Cisneros a tamaño natural.  El autor utilizó esta obra como texto de graduación,
 invitando  a los participantes a romper la pieza para entender la tesis. Con ese acto,
 se  convirtió en el primer estudiante que logró el título sin defender
la fundamentación teórica de su propuesta. 

Siendo un escultor muy joven –apenas 32 años–, ya has tenido importantes reconocimientos y tu obra comienza a tener visibilidad en varios países como EE.UU., España, México, Panamá, e incluso países del Medio Oriente como el Líbano. ¿Qué ha significado la formación académica en tu comienzo como artista?

En Cuba, la enseñanza de las artes plásticas tiene dos niveles, medio y superior; el nivel medio lo cursé en mi provincia natal, en la Academia Profesional de Artes Plásticas de Las Tunas, y el nivel superior en la capital, en la Universidad de las Artes, más conocida como ISA.

En el nivel medio tuve mi primer acercamiento a la escultura, tuve muy buenos profesores. El claustro de esa escuela estaba muy nutrido de excelentes escultores. La academia me formó principalmente en la técnica. Mis metas de ese momento se concentraban en dominar correctamente el dibujo y el modelado académico. En los últimos dos años, participé en un excelente taller que nos enseñó a explorar zonas de la creación que iban más allá del dominio técnico, sería sin dudas el espacio pedagógico que prepararía el camino que me permitiría ingresar posteriormente al ISA.

Ya en la universidad, el enfoque estaba mucho más dirigido a una profundización teórica, aquí la técnica ya no sería protagonista de la pedagogía sino la crítica, un espacio de debate en el cual en torno a una propuesta de obra los integrantes del grupo intercambiaban criterios y puntos de vista, teniendo como profesores a algunos de los artistas más destacados del medio nacional.

Gabriel Cisneros. Ocio, 2021. Resina. 15x 15x65cm.

El ISA, sin demeritar al nivel medio, fue muy enriquecedor, no sólo por colocarme en un espacio donde compartía experiencias con estudiantes de todas las manifestaciones del arte, sino también por ser la plataforma que me abrió las puertas al mundo de las artes plásticas en Cuba. Desde la universidad, los alumnos podíamos ir poco a poco insertándonos en el medio, facilitándosenos el intercambio con galerías, instituciones y artistas que sin lugar a dudas se convirtieron en parte indispensable de nuestra formación como futuros creadores.

¿A qué concedes mayor fuerza en el proceso de creación, a la percepción o la reflexión?

Si algo me enseñó la universidad es que una está indisolublemente ligada a la otra. Un artista no es un mero productor de imágenes, su producción está íntimamente ligada a su intelectualidad. Hay obras en las que pareciera que la fuerza expresiva se concentra en uno de estos dos extremos, pero no creo que el fin último de una obra de arte se enfoque en ninguno de los dos. Una obra de arte es más ambiciosa, y la reflexión o la percepción son sólo el medio para un fin. En mi caso particular, encontramos objetos muy preocupados por mostrársenos estéticamente agradables, pero están enrarecidos de tal manera que inevitablemente invitan a la reflexión, es precisamente en ese juego formal donde encuentran su razón de ser. Es esa extraña inquietud que nos despiertan lo que los convierte en arte. Por tanto, creo están en un intermedio, ni lo uno ni lo otro, o más bien, sin lo uno no hay el otro. Como artista, propongo una experiencia visual que inevitablemente se trasforma en una experiencia racional, pero mi blanco no es la mente sino el ánimo, considero a las obras efectivas si son capaces de generar en el espectador alguna emoción, ese para mí es el fin último del arte.

En la feria de arte contemporáneo Art Madrid, presentaste las obra El ocio y La embestida. Háblame del contenido de esa serie y lo que representó para ti exponer allí.

En Art Madrid realmente mostré las versiones más pequeñas de dos obras de mayor escala que en ese momento se encontraban en producción. Actualmente, se están mostrando en una expo transitoria organizada por el Museo Nacional, titulada “Elocuencia del Silencio, Escultura Cubana Contemporánea”. La embestida y Ocio son las dos primeras obras de una serie de trabajos que irán viendo la luz en lo adelante. En esta serie, me apropio de la visualidad de los monumentos conmemorativos que colmaron nuestras plazas antes de la aparición de las vanguardias. Mi motivación no es reproductiva, voy creando personajes propios, pero empapados del espíritu y la visualidad de otra época. Una de sus particularidades es que, a diferencia de sus predecesoras, éstas no terminarán sobre un pedestal. Ven la luz siempre primero en esculturas de pequeño formato, las cuales me facilitan explorar todos los perfiles y posiciones posibles en búsqueda de nuevas calidades expresivas de un objeto que antaño sólo pretendía perennizar las hazañas de algún conmemorado. Me fascina la manera en la que un simple giro en la postura o la puesta en escena de un objeto pueden generar en nosotros emociones y significados muy distantes del sentido original de una pieza.

Art Madrid fue una experiencia nueva en muchos sentidos, fue mi primera feria en Europa, y la primera vez que mostraba estas obras, que sin alejarse de mi trabajo anterior develan nuevos matices en mi producción. Las ferias siguen siendo para mí un terreno poco explorado, en el que he de ganar experiencia. Sus dinámicas son muy distintas al trabajo en galería, y me ­confieso inexperto aún en esos terrenos. Art Madrid es una puerta que se abre.

En Cuba, ¿qué atención de la crítica ha recibido tu obra?

Mi obra ha sido divulgada en varios medios de prensa, pero la crítica especializada no se ha mostrado demasiado interesada. Su aparición en los medios ha estado más asociada a la promoción que al análisis profundo de sus luces o sombras. No puedo decir que estos han sido inexistentes, pues han contado con muy buenas reseñas, sobre todo de jóvenes que se inician en el medio.

           Gabriel Cisneros. Yunta, 2021. Resina .48 x 27 x 51 cm

¿Cómo vez la escultura cubana en la actualidad?

Yo diría que si vamos a hablar de escultura en Cuba hoy, no podemos ceñirnos estrictamente al género en sus formas más conocidas. La tridimensionalidad en el arte cubano actual se ha desdoblado en un sin fín de variantes que no se conforman con el concepto más tradicional de escultura, si bien me atrevo a decir que los grandes conjuntos escultóricos de hace algunas décadas hoy son casi un imposible; su ausencia se ha visto muy bien sustituida por un número muy satisfactorio de grandes instalaciones que, si bien no gozan de la perennidad de sus predecesoras, han dejado muy buen sabor en bienales y exposiciones en disímiles lugares de la Isla y que protagonizan un momento muy sui generis para la escultura cubana. Si bien su enfoque es muy diverso y distante de la idea tradicional de escultura, nunca antes en nuestro contexto se había mostrado tanta diversidad a la hora de enfrentar el espacio.

 ¿Con que sueña el joven escultor Gabriel Cisneros?

Recién estoy regresando de mi segunda expo en el extranjero, con toda seguridad puedo decirte que mi enfoque en lo adelante estará dirigido a promocionar y exponer mi trabajo no sólo dentro sino también fuera de Cuba. Explorar las posibilidades expositivas y la experiencia de producir obras en otros sitios minan mi curiosidad; nuevos materiales, nuevas técnicas, quizás hasta visualidades y enfoques a la hora de enfrentar la producción son posibilidades que imagino para mi futuro como creador. La diversidad de puntos de vista que uno descubre en dependencia de los lugares y los contextos que visita son infinitas, el cómo adecuar o insertar tu obra en esos nuevos sitios sin dudas son experiencias que enriquecen tu formación como artista visual.

 

 

 

viernes, 2 de diciembre de 2022

Realidad y lirismo en el testimonio fotográfico de Zoraida Díaz

 Cuando, la semana pasada, el escultor Carlos Camargo me dijo que Zoraida Díaz acababa de mudarse a Saint Petersburg, inmediatamente sentí que debía entrevistarla para La Gaceta, al tratarse de una reconocida fotorreportera de origen colombiano que ha documentado importantes acontecimientos de Latinoamérica y varias partes del mundo a través de su cámara fotográfica. Entre ellos, sobresalen sus testimonios gráficos de la guerrilla colombiana, su presencia en Panamá al producirse la intervención armada de Estados Unidos en 1989; en Venezuela, cuando el intento de golpe de estado dirigido por Hugo Chávez (1992), o en Cuba durante la visita del papa Juan Pablo II (1998). Frente a esos y otros acontecimientos trascendentes, Zoraida  informó  al planeta a través de Reuters,  The New York Times, The Washington Post, International Herald Tribune, O Globo, el Clarín y otros medios de prensa, sobre el drama de la violencia, los conflictos sociales, la soledad, la muerte, el olvido y la esperanza de miles de seres humanos.

Zoraida Díaz con su cámara fotográfica

La documentalista, formada en periodismo y literatura en la Universidad de Maryland, ha llamado la atención no sólo por el testimonio que denuncia la violencia, exalta las raíces de nuestros pueblos o legitima los sueños de todo ser humano, sino también por el profundo lirismo con que convierte en arte el testimonio que eterniza con su vista y mentalidad creadora.

Cuando la llamé para expresarle la bienvenida a la bahía de Tampa, le pregunté si accedía a una entrevista para La Gaceta, y la gentileza de su respuesta fue inmediata y emocionada.

Para una mujer que muy joven realizó estudios en Estados Unidos (periodismo y literatura latinoamericana en la Universidad de Maryland) y que desde entonces conoció a escritores como Octavio Paz, Jorge Luis Borges y Eduardo Galeano, es sorprendente que haya decidido irse a vivir muchos años a Guanacaste en Costa Rica, ¿cómo lo explicas?

En realidad, no es sorprendente, Gabriel, pues los que me conocen saben que creo en los mágicos enjambres que cocina el destino y que cada sitio sobre este planeta tiene la posibilidad de ofrecer las más maravillosas imágenes; precisamente por haber estado empapada en ese furor que causó el boom latinoamericano y especialmente la obra de García Márquez, siempre me sedujo la magia de nuestra América Latina.

Me fui a vivir a Costa Rica por esas cosas del destino y de querer descansar de los ajetreos de una realidad menos colorida. Ya había dejado de trabajar con Reuters unos años antes y mi vida se había volcado sobre lo personal: me había casado por segunda vez y tenía un bebé gateando cuando llegamos a vivir a un pueblito en la costa del Pacífico llamado Playa Potrero. Lo había descubierto en un viaje de ocio con mis padres siguiendo un mapa de esos que te dan en los alquileres de autos. Así fue que manejamos por carreteras destapadas hasta ver morir el camino en las playas de Potrero y Sugar Beach. Eso fue hace dos décadas, cuando el desarrollo turístico no había aún explotado.

Guanacaste tenía aires macondianos con esa naturaleza exuberante y esas tradiciones carnavaleras de los pueblos de herencia ganadera. Imagínate las historias: dueños de miles de hectáreas heredadas de la época de la conquista vendiendo tierras costeras con vistas espectaculares por cifras irrisorias, simplemente porque no eran aptas para la ganadería. Y hablo de las décadas de los 70-80s… O las ferias de pueblo donde las corridas de toros son benévolas para el animal, ya que además de las tradicionales montas de toros,  no se enfrentan a un matador con espada, sino a hombres envalentonados por el guaro. Y lo mitológico del asunto: en los años que viví en Guanacaste, llegué a fotografiar posiblemente al toro más famoso del país: el Malacrianza, originario de una hacienda en Playa Garza, donde existe una escultura del famoso animal de más de 700 kg, venerado por matar a un par de hombres en el redondel y de herir a unos cuantos más.

¿Qué influencia tuvo tu formación literaria en la comprensión de la realidad latinoamericana?

Como te contaba, los libros fueron mi escuela y al llegar a Colombia, reconocí al país dividido, sitiado y reprimido leído en las obras de Rulfo, de Bryce Echenique, de Asturias, de Vargas Llosa y, claro está, de García Márquez.  Los eventos políticos de ese momento eran profundamente influenciados por la Revolución Cubana y Colombia era un país con grupos guerrilleros profundamente arraigados en visiones disímiles de extrema izquierda.

Pero no sólo cargaba con ese bagaje literario teórico, sino que también había conocido a varios intelectuales latinoamericanos durante esos años universitarios.  El boom latinoamericano estaba en boga y el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Maryland era liderado por Saúl Sosnowski, el director de la revista literaria Hispamérica y especialista en Cortázar.  En esos años, tuve el privilegio de tener como profesor a Tomás Eloy Martínez (con quien ‘colaboré’ en un par de artículos para Página 12) y de conocer a Octavio Paz, a Jorge Luis Borges, a Eduardo Galeano, a Rosario Ferrer, a Jorge Aguilar, a Raúl Prebish, a Ana María Escallón y a Ángel Rama.

Era yo jovencísima y acompañaba a esos ilustres invitados a cenas o simposios o me sentaba a escucharlos en sus casas.  Ellos fueron mi primer contacto adulto con la Latinoamérica que había dejado de niña. A Ana María Escallón, la crítica de arte colombiana, la conocí en una Feria Internacional del Libro que se dio en Washington.  Con Ana María nos hemos encontrado esporádicamente por la vida. Con Prebisch me sentaba en el jardín de su casa en la capital estadounidense, a escuchar los tangos de Julio Sosa, una que otra cátedra sobre el estado incierto de Latinoamérica.  Con Eduardo Galeano salimos a comer un día y se murió de la risa cuando pasamos por el restaurante Chi-Chi’s (me dijo que en México, chichis eran los senos de una mujer –me puso las mejillas de color púrpura–); con Octavio Paz, recuerdo haberle entregado uno de mis dibujos durante algún acto de la universidad; de Ángel Rama, rememoro su gran sonrisa en los pasillos de la universidad, las reuniones en su casa de Washington, donde pasaba yo largos ratos ensimismada en el arte que él y su esposa Marta coleccionaban y su ternura hacia mí. También recuerdo gordas lágrimas lloradas después de aquel fatídico accidente en Barajas.

A fines de la década de 1980, regresas a tu Colombia natal y con tu cámara fotográfica te adentraste al centro de las guerrillas, documentando por varios años la violencia, el modus operandi de las FARC y el entorno psicológico y social en que actuaban. ¿Cómo influyó esa etapa en tu pensamiento alrededor del largo conflicto armado que ha vivido tu país?

En la fotografía Escuela cerrada, Zoraida expone el drama
de los niños armados en las guerrillas colombianas.

Cuando volví a Colombia, a los 21 años, lo único que sabía sobre Colombia eran las memorias difusas de mi niñez, lo que me habían contado mis padres, las novelas de García Márquez, y una concepción del sentir latinoamericano marcado por los libros y las dictaduras asesinas de Argentina, de Chile, de Colombia, de República Dominicana, de Perú, Paraguay…básicamente de todos nuestros países.

Cuando llegué a Colombia la fascinación con encontrar imágenes que ilustrasen tanta inhumanidad me obsesionaba: soñaba con hacer fotos gráficas que captasen la intensidad de las guerras por las que atravesaba mi país de origen. Tenía la noción algo ingenua de querer cambiar la percepción de la gente con mis fotos, aspirando a hacerlo con toda la rigurosidad del hacedor de imágenes que dispara sin inmiscuirse. No podría saber en esos primeros momentos que es imposible no ser afectado por la barbaridad de los actos que me tocó vivir: los asesinatos de líderes políticos con quien compartí un café o un chiste, o la tristeza de ver campesinos mutilados por minas antipersonales con el tristísimo apodo de “quiebrapatas”.

En ese primer viaje que hice a los campamentos de las FARC en el monte, sentía un leve sosiego pues era una época de tregua en la que había comunicación cordial entre el gobierno y Casa Verde (la sede histórica de las FARC). Es difícil definir lo que se siente estando al frente de aquellos hombres, cuyo líder era ya para ese entonces una leyenda (el gobierno lo persiguió durante más de cuatro décadas para verlo morir de viejo). Difícil saber cómo decirle al guerrillero más buscado del mundo que necesita salir del cambuche para poder hacerle una mejor foto o que se corra tres pasos para adelante… Difícil no tener miedo. Difícil enfrentar al hombre que amablemente me ofreció su agua de panela con queso, cuando me quedé mirando al hombre cuyas acciones causaron la muerte de miles.

Lo que aprendí en ese primer viaje es que mi misión como fotógrafa era retratar la realidad a la que me enfrentaba intentando en toda instancia ir más allá de lo obvio. No era suficiente fotografiar la explosión o el cadáver masacrado; mis imágenes debían indagar, cuestionar, contextualizar. Estuve en Colombia siete años y retraté la gama del accionar humano: está el retrato de Tirofijo en un momento en que baja la guardia ante una chica con una cámara. Pero también está el dolor de los familiares de 13 policías emboscados en el Sumapaz por las FARC.

Mis fotografías son el producto de una comunicación personal con la persona o situación que tengo al frente. Es como cuando un amigo te cuenta un secreto, salvo que a diferencia de los años que se puede necesitar para que llegue ese momento en una relación, la cámara debe descubrir esos secretos instantáneamente y, muchas veces, sin necesidad de que se intercambien palabras.

Mirando hacia aquella etapa, ¿cómo aprecias que un exguerrillero sea hoy el presidente de Colombia?

Es complicado decir que uno es apolítico pues denota una neutralidad que me hace acordar a los condenados a la antesala del infierno en la obra de Dante: aquellos que viven sin intencionalidad ni siquiera merecen entrar al infierno propio. Una de las proezas de la vida fotográfica es la de poder enfrentar situaciones que la mayoría de la gente sólo conoce a distancia. Me gustaría pensar que esa neutralidad requerida por el periodismo tradicional, que fue mi escuela, me ha servido para desasociarme de cualquier grupo, pero así, caminando sobre esa fina línea, he emprendido mi labor con seriedad, respeto y empatía.

Desesperanza, fotografía de Zoraida Díaz

Que un exguerrillero haya llegado a la presidencia significa que ha habido un sismo en la política colombiana. Un sismo que empezó con temblores menores, posiblemente desde que los españoles llegaron a nuestras tierras. La elección de un exguerrillero era inimaginable hace 35 años cuando fui a documentar a las FARC en Casa Verde. Las intenciones de aquellos fuera de la política tradicional como Tirofijo o Pizarro –más allá de lo admirable de sus motivaciones originales– yo interpreté como ideas anómalas en una era en que los movimientos de izquierda en Latinoamérica pretendían aplicar teorías que fueron rotundamente desvirtuadas unos meses después de mi última visita a La Uribe con la caída del Muro de Berlín. Jamás pensé que la izquierda llegaría al poder en un país como el nuestro con sus arraigados poderes políticos-militares.

Aludo a esa máxima que la definición de la locura es optar por lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados distintos, al decir que el conflicto colombiano demuestra que después de 60 años de optar por las mismas opciones políticas y después de la muerte de más de 400 mil colombianos y de millones de desplazados, tal vez sea hora de optar por la opción jamás considerada.

Aun así, es un trago amargo ver que la historia de violencia se repite y que ninguna foto ha podido detener ese ciclo, ya que en lo que va del 2022, y según INDEPAZ, 162 líderes sociales y 36 excombatientes de las FARC que se acogieron al último proceso de paz han sido asesinados.

En tu testimonio fotográfico de la realidad colombiana, ¿ocupa algún espacio el drama del narcotráfico y el paramilitarismo?

El narcotráfico y el paramilitarismo están íntimamente ligados a los grupos guerrilleros en Colombia, ya que fue tras el secuestro de la hermana de los Ochoa del Cartel de Medellín por el M-19 que los narcotraficantes crearon el MAS (Muerte a Secuestradores) en 1981 bajo el mando de Pablo Escobar. Cuando llegué a Colombia en el 87, estaba en auge el exterminio de los miembros de la Unión Patriótica, un partido fundado por las FARC y el Partido Comunista Colombiano en 1985, después del proceso de paz entre el gobierno de Betancur y la guerrilla. Fue precisamente unos años después de esos acuerdos que viajé a La Uribe.

El MAS fue el precursor de los llamados grupos de autodefensa –uno de los cuales, las Autodefensas de Puerto Boyacá, fueron apoyados por otro narcotraficante del Cartel de Medellín, Gonzalo Rodríguez Gacha. Yo cubrí el asesinato de dos candidatos a la presidencia de la UP, Bernardo Jaramillo Ossa y Jaime Pardo Leal, y el de Carlos Pizarro del M-19.

El informe del Centro Nacional de Memoria Histórica constata que la violencia contra la Unión Patriótica dejó más de 4,153 personas asesinadas, secuestradas o desaparecidas.

Yo no llegué a cubrir la violencia descrestadora que se vino a mediados de los 90 con el auge de las Autodefensas Unidas de Colombia, pues partí para Buenos Aires en 1994.

¿A qué acontecimientos relevantes de América Latina has llegado con tu cámara, talento y corazón?

¡A muchos, Gabriel! Incluyendo la invasión a Panamá en 1989; el golpe de estado de Hugo Chávez en Venezuela en 1992, el secuestro de cientos de dignatarios por el MRTA en Lima en 1997, y la visita del papa Juan Pablo II a Cuba en 1998. También he fotografiado en otros escenarios: estuve en Chubut, cuando la princesa Diana viajó a ver las ballenas; en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca, cuando Bill Clinton fue enjuiciado por el congreso por su relación con Monica Lewinsky; y en el desierto de Tunisia, con Hillary Clinton en una gira mientras era primera dama.

También participé en múltiples eventos deportivos, como la Copa América en Uruguay y Bolivia; ¡un Panamericano en Mar del Plata, mundiales en Estados Unidos y Francia y hasta un Kentucky Derby! 

Como reportera gráfica, has vivido el tránsito entre la fotografía analógica y la digital. ¿Cómo aprecias las virtudes de una y otra modalidad?

Empecé fotografiando en blanco y negro y cargando con un laboratorio y un transmisor de tambor como parte de mi equipaje. Mis cámaras eran Nikons F3 y me gustaba la película Ilford. En el fotoperiodismo de agencia no había tiempo para revelados exactos ni para impresiones perfectas, pues había que llegar corriendo a revelar, secar, editar, hacer una ampliación 8x10 en el laboratorio portátil para luego transmitir por línea telefónica. La transmisión de una foto en blanco y negro duraba 7 minutos. Era una tecnología imprecisa y tenías suerte si las imágenes salían en un primer intento.

De ahí, llegó el color, los transmisores de negativos que escaneaban las imágenes hasta hoy día cuando el editor ve las imágenes del fotógrafo que está cubriendo un evento de fútbol casi que instantáneamente. Imagínate que cuando empecé en 1985, Reuters distribuía 21 fotos diarias a nivel mundial, hoy día cualquier cliente de Reuters tiene la capacidad de recibir miles de fotos diarias.

Como puedes imaginar, para un fotógrafo de agencia la fotografía digital fue caída del cielo. La calidad de una cámara Canon digital de primera generación era menor que la de un iPhone de hoy en día, ¡y costaba cerca de 30 mil dólares!

Pero la tecnología digital avanzó muy rápido: recuerdo que fui una de las primeras fotógrafas en Latinoamérica en hacer cubrimientos digitales, específicamente en eventos como la Copa América en Bolivia y en Abancay, Perú, donde más de 300 personas fueron sepultadas por una avalancha de fango, ambos en 1997.

Nunca he sido una aficionada de la tecnología, ya que las imágenes se hacen con la mente y el corazón. Solamente en esos primeros años en que la tecnología digital era primípara fue que me desesperaba ver las imágenes sin el rango de tonalidades que brindaba el negativo y sus colores empastados.

Paradójicamente, ahora he vuelto a lo análogo, pero en el ámbito del formato medio y utilizando película 120. ¡Estoy experimentando con una Minolta Autocord que tiene casi los mismos años míos!

Acabas de mudarte a Saint Petersburg, alrededor de la bahía de Tampa, ¿a qué debemos el placer de tenerte aquí?

Otra de esas jugadas del destino: después de vivir en Baltimore 8 años y ver graduarse a mi hijo de la secundaria, decidí empezar una nueva vida. ¿Qué te puedo decir, Gabriel? Esencialmente, que no quería pasar otro invierno en el norte y que aquí estoy mucho más cerca de Latinoamérica.

Muchas gracias, Zoraida.

 

viernes, 11 de noviembre de 2022

 Siempre hemos oído decir que la información es el cuarto poder, aludiendo a que después de los tres que representan al estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) es la prensa quien ocupa el lugar más relevante en la elección y mantenimiento del gobierno. Al establecer la doctrina sobre los balances requeridos por los gobernantes para no abusar de sus atributos, Montesquieu argumentó la necesidad de que “el poder detenga al poder”, con la idea de garantizar la libertad política mediante la vigilancia y control recíproco de los poderes separados.

Tomado de:https://www.tironi.cl/un-mundo-en-mutacion/la-ruta-de-la-posverdad


Más adelante, se entendió la influencia que tendría la prensa (la información) en el triunfo de los políticos encargados de detentar cada uno de esos poderes y en la construcción de una narrativa de apoyo o condena a los mismos. El origen de esta conceptualización se remonta al siglo XVIII, cuando el político británico Edmund Burke, al señalar hacia la tribuna de la prensa, dijo que allí estaba sentado el cuarto poder. Aunque entonces no se le dio mucha importancia, en el siglo siguiente el filósofo Thomas Carlyle recordó aquel postulado y desde sus escritos comenzó a afianzarse como lo conocemos en la actualidad.

En los más de dos siglos de democracia occidental, extendida a diversos países asiáticos y africanos con diversidad de componentes, el concepto de la prensa como cuarto poder ha sido legitimado desde la aceptación de su enorme influencia en los asuntos sociales y políticos que determinan los cambios de gobierno. En ese camino, no siempre la verdad ha sido vigilada como componente moral y cívico que determine el ascenso al poder. En algunos casos, los políticos mismos han expresado que lo importante no es la legitimidad detrás de la expresión, sino la repetición de un mensaje que penetre en la mentalidad ciudadana. Se le atribuye a Joseph Goebbels –jefe de campaña electoral de Adolfo Hitler y después su ministro de Propaganda– la frase cínica de que una mentira repetida muchas veces se transforma en una verdad.

Sin embargo, en la época digital en que vivimos resulta más peligrosa la deformación de la verdad, al modificar la realidad de los hechos y convertirlos en noticias que circulan por la red entre miles de millones de habitantes de todo el planeta. Ello se agrava al mezclarse con un término aparecido en el tiempo de la llamada posmodernidad, cuando entre los tantos pos hay uno que corresponde a la llamada posverdad, considerada por la Real Academia de la Lengua Española (RAE) como “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad”.

Por más que la expresión se intente legitimar en la condición humana de la emotividad, la posverdad puede mover a millones de personas a defender una mentira conscientemente elaborada para influir en la conciencia de las personas. Seguramente, detrás de cada proceso electoral en las llamadas democracias, siempre han penetrado en el discurso político elementos de lo que ahora llamamos posverdad. Pero Estados Unidos, que se enorgullece de tener la democracia más avanzada y duradera del mundo, entre 1878 y 2016 tuvo elecciones cuyos resultados fueron acatados sin que se cuestionara su verdad.

En cambio, a los 228 años de esa experiencia admirada mundialmente, el candidato perdedor –siendo presidente al término de su primer mandato– no sólo negó la legitimidad del proceso electoral condenando todas las instancias implicadas en el mismo, sino que echó a volar su propia posverdad, una mentira edulcorada que fue calando entre sus admiradores y cuyo filo más peligroso no sólo torció la verdad, sino también la voluntad de políticos republicanos que temieron perder su poder, si se enfrentaban al volcán populista que empezó a crecer alrededor de la imagen de una gorra roja que, de haber estado en la cabeza de su oponente, le habrían tildado de filocomunista por su color.

En el marco de las elecciones de medio término del 8 de noviembre de 2022, oigo sin cesar –entre otros, a varios amigos– que la economía anda mal por culpa del actual Presidente, desconociendo u ocultando que el capitalismo es más fuerte mientras menos intervenga el estado en las leyes que rigen el mercado, como en su tiempo estableció Adam Smith, uno de los grandes pensadores que construyó las bases teóricas del sistema. Pero podría aceptarse como válida la aseveración, por la influencia –no determinante– del gobierno en algunas zonas de la economía.

Lo asombroso es cuando hay quienes afirman sin argumentos que el actual Presidente es comunista, tomando como veraz la posverdad acrítica que sus pobres oídos han ido escuchado una y otra vez. Entonces salen a repetirla con tanto afán que, sumando adeptos, podrían llevar otra vez a la presidencia al constructor de una mentira que podría dañar seriamente la legitimidad de la democracia.

 

 

viernes, 4 de noviembre de 2022

Cien años de La Gaceta en el documental Tres lenguas, tres generaciones

 El viernes pasado asistimos al Círculo Cubano, en Ybor City, para ver el estreno del documental de Lynn Marvin Dingfelder titulado Tres lenguas, tres generaciones, dedicado a los cien años de La Gaceta. Siempre que entramos en ese hermoso edificio construido en 1917, uno siente la profunda presencia cubana en la historia de la ciudad, pero, esta vez, se agranda esa impresión porque la razón de la visita es disfrutar de una obra visual que promete asomarnos a la centuria de una publicación que, en 1922, fundara el cubano Victoriano Manteiga de los Ríos.

Si con el nombre del fundador se afirma la raíz cubana de La Gaceta, que en sus primeras tres décadas fue publicada únicamente en español, con la incorporación del inglés y de una página en italiano en la década de 1950 se expandió a las tres culturas básicas del origen y desarrollo de Ybor City y West Tampa, dos barrios céntricos y emblemáticos alrededor de esta bahía. Desde entonces y hasta hoy, la familia Manteiga –desde el abuelo al nieto– han expresado en su publicación cien años de historia de la ciudad con la diversidad de matices propios de una población que la ha hecho parte de su identidad.

De der. a izq.: Haydée, Gabriel, Patrick, Manuela, Alberto y Aileen

Al entrar al Círculo Cubano, veo a cientos de personas conversando animadamente en diferentes salones, saludando y brindando por la ocasión de reencontrarse para una feliz celebración. Quién sabe desde cuando no se veían muchos de los más viejos asistentes al lugar, quienes hace algunas décadas leyeron en La Gaceta las noticias que entonces les preocuparon, alegraron, alertaron o, simplemente, les hicieron reír. Ahora estaban aquí, alegres de saberse parte de la historia que prometía el documental. Muchos, que ahora son amigos de Patrick Manteiga, lo fueron también de su padre,  Roland, y algunos también de Victoriano, como  Emiliano Salcines o Richard Muga, cuyas imágenes desfilarían más de una vez por la pantalla con entusiastas testimonios que perdurarán en el emotivo documental.

Con todas las sillas del teatro ocupadas y algunas personas de pie –como ocurría en el Liceo Cubano cuando se anunciaba un discurso de José Martí–, se apagaron las bombillas para dar paso a la luz del documental. Las imágenes de Victoriano Manteiga– desde el apuesto joven que llegó de Cuba en 1914 con 19 años, se empleó como lector de tabaquería y fundó La Gaceta, hasta el hombre, ya viejo, que en  1962 cedió la dirección del periódico a su hijo–, desfilan en múltiples retrospectivas acompañadas de momentos familiares y palabras de personas que le conocieron, le leyeron, fueron amigos suyos y le recuerdan con cariño y nostalgia de una época ya lejana, así como de periodistas y testigos actuales de la historia resumida en el documental.

La segunda parte de la cinta privilegia la época de Roland Manteiga. Remembranzas de familiares y amigos, imágenes rápidas de su niñez, de su participación como soldado en la Segunda Guerra Mundial y, más detenidas, sobre su labor como editor y columnista de La Gaceta o como visitante asiduo del restaurante Tropicana, donde tuvo una mesa privada, una especie de trono desde el que guiaba sus comentarios políticos, recibía distinguidas personalidades, entrevistaba a los más altos estadistas de la nación y saludaba con esmerada atención a elegantes mujeres que frecuentaban las páginas de su publicación. Los declarantes que le recuerdan con cariño en la filmación hablan de su personalidad atrayente y deslizan, con fino humor que desata hilaridad cómplice en los oyentes, alguna frase asociada a la predilección del editor por las mujeres hermosas.

Después, aunque reiterado en varios momentos del documental, emerge la figura de Patrick Manteiga, editor de La Gaceta desde la muerte de su padre, en 1998. Patrick, emocionado junto a su esposa e hijos en la primera fila, vuelve a oír las palabras del padre y el abuelo, mira los gestos de aquellos dos hombres que fueron en su tiempo protagonistas significativos de la historia de la ciudad; mira desfilar por la pantalla el rostro joven de su madre, el de su magnífica esposa, el de sus hijos desde la feliz niñez hasta hoy y, seguramente, piensa en el legado que recibió y en la responsabilidad de continuarlo.

Finalmente, es de destacar la corrección del lenguaje documental, la síntesis a pesar de la densidad informativa, el ajuste temporal, la coherencia de los diferentes expositores y la consistencia entre la imagen y el discurso hablado. Evidentemente, la experiencia, profesionalidad y pasión de Lynn como documentalista y el excelente trabajo de su equipo permitieron la realización de una obra hermosa, emotiva  y digna del tema elegido.

Estas líneas no pretenden ser una nota crítica (la que requeriría ver detenidamente la cinta más de una vez), sino unas palabras de felicitación  a todos los que han permitido la creación de un documental que quedará inscrito en la historia de La Gaceta y en la historia de la ciudad.

 

 

jueves, 3 de noviembre de 2022

Conversación con Gabriela Valencia, una destacada artista hispana en Pinellas

 En las hermosas ciudades que rodean a la bahía de Tampa hay múltiples artistas que honran con su obra la cultura hispana que se distingue en el estado de Florida como uno de los componentes significativos de su diversidad.

Entre ellos encontramos a Gabriela Valencia, una pintora, educadora y violinista de origen ecuatoriano que fundó en Saint Petersburg su propio estudio-galería y durante los últimos años ha estado involucrada en diversas actividades culturales de su comunidad, entre ellos el Festival Internacional de Cine Latino de Tampa Bay.

Sus obras de arte se han presentado en exposiciones internacionales y aparecen en colecciones y galerías privadas, museos y diversas publicaciones.


Para saber su opinión sobre el comportamiento de algunas manifestaciones de la cultura hispana en la comunidad donde radica, le propusimos una entrevista para La Gaceta a la que accedió con amabilidad.

Gabriela, como fiel exponente de la cultura latina en el condado de Pinellas, ¿cómo aprecias la fuerza de la hispanidad en tu comunidad?

Nuestra cultura y raíces latinoamericanas son la suma de tradiciones, costumbres, conocimientos ancestrales, danzas, arte, música, gastronomía, lenguas, creencias y deportes, que paulatinamente se han ido incorporando en la región de Tampa Bay con más fuerza.

Nuestras voces como inmigrantes o descendientes de inmigrantes son cada vez más relevantes, gracias al esfuerzo, desempeño y aporte de nuestra gente latina en diferentes campos. Considero que en cada fruto que cosechamos vamos abriendo camino a las generaciones venideras, inspirando a dejar huellas que enriquezcan nuestra comunidad.

Estimo fundamental conservar nuestras raíces, ser proactivos y educarnos, contemplando siempre la premisa de aportar a la sociedad y de adaptarnos a los cambios que se van generando,  puesto que somos la minoría con mayor presencia en los Estados Unidos.

Por otro lado, como agente cultural también es necesario promocionar y promover la cultura latinoamericana, a efectos de desarrollar la interculturalidad necesaria en un modelo social justo y tolerante.

¿Cómo describes tu experiencia con Valencia Studio and Gallery?

Desde que decidí emprender mi carrera como artista visual en el área de Tampa Bay, he ido cultivando experiencias en diferentes ámbitos que atañen al ser humano. Hace trece años empecé analizando el ambiente artístico y cultural, el cual lo percibí dinámico, este factor fue motivante, encontré oportunidades como exponer mi obra en street markets, festivales de todo tipo al aire libre, donde numerosos expositores al igual que yo, buscábamos dar a conocer nuestro trabajo. Como una cosa lleva a la otra, estar en ese circuito de ferias, festivales y mercados de arte me abrió las puertas para abrir mi estudio de arte en la ciudad de Saint Pete Beach.

En el mes de abril de 2013, pude hacer uno de mis sueños realidad: crear y dar a conocer mi obra en un espacio físico, el cual, con el paso del tiempo, se convirtió en un espacio de cultura y eventos con y para la comunidad. Como todo tiene su fin y todo se transforma, con la inesperada  pandemia en 2020, no tuve otra opción que cerrar mi estudio de galería.

A pesar de todo, estos siete años de aprendizaje y desarrollo artístico han sido la base para seguir emprendiendo y generando ideas y espacios donde el arte, la educación y la cultura tengan un papel notable en el desarrollo del ser humano.

¿Pudieras hablarme de tu formación y resultados como artista y educadora? 

Continuando con la pregunta anterior –puesto que conecta perfectamente con lo que sigue en la historia de una inmigrante, oriunda de Guayaquil, Ecuador–, hice mis estudios universitarios (publicidad) en Guayaquil, de igual forma culminé los estudios de educación musical/violín en el conservatorio de música; luego de algunos años, tuve profundo interés en los estudios semióticos que han sido esenciales para desarrollar mis habilidades creativas.

 Los conocimientos adquiridos en el bachillerato de arte han sido fundamentales para crecer como una  artista visual  comprometida con la idea de  una sociedad más expuesta a los beneficios de la cultura.

 A nivel profesional, me he desenvuelto en el área pedagógica musical y artística en Ecuador y en el condado de Pinellas. Como violinista, tuve la oportunidad de ser parte de organizaciones que promueven la educación musical en Latinoamérica, entre estas el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela.

Vamos obteniendo resultados en cada búsqueda, cuando nos cuestionamos qué viene ahora. Tal es así, que encontré fundamental realizar estudios de gestión cultural con la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), con el objetivo de adquirir conocimientos sobre desarrollo y aplicación de proyectos culturales.

Como amante del arte y la cultura, me siento afortunada de contribuir en la educación artística y musical de nuestra población infantil.  Actualmente colaboro como maestra de artes visuales en Classical Christian School For the Arts y como maestra de música en The Tampa Bay International School, esta última es una escuela  de inmersión en español que promueve el bilingüismo en español e inglés a través de un currículo internacional rico en arte y cultura.

Como parte del equipo de organizadores del Festival Internacional de Cine Latino de Tampa Bay, ¿cómo valoras su segunda edición, recientemente concluida?

La comunidad creativa latinoamericana está aportando intensamente a la promoción de la cultura; dicho esto, es importante involucrarse y colaborar con estas causas. Su segunda edición fue un éxito, la selección de las películas abordaron diferentes tópicos que vale la pena reflexionar en este mundo contemporáneo, marcado de matices y cambios incesantes. Mis más sinceras felicitaciones a la directora Iris Reyes, por su gran labor en The Tampa Bay Latin International Film Festival.

Aún así, considero que nuestra audiencia hispanohablante puede ser más partícipe, asistiendo a eventos culturales de esta categoría, los cuales son llevados a cabo mediante el trabajo voluntario de artistas,  colectivos culturales y patrocinadores.

En las manifestaciones artísticas en que participas en la bahía de Tampa –artes plásticas, música, cine–, ¿dónde expresas tus orígenes con mayor fuerza?

Pienso que expreso mis orígenes en cada una de las manifestaciones en las que participo, hasta en el diario vivir. La cuestión radica, en qué medida mis orígenes salen a relucir de manera más orgánica y espontánea. En este caso, diría que en las artes plásticas, puesto que soy yo en un diálogo constante con mis creencias, tradiciones y experiencias.

Recientemente, como participante de la exhibición colectiva de artistas latinoamericanos, en el evento cultural Tercera Edición Mi Gente-Movida, Diáspora Latina, organizado por Mi Gente Mi Pueblo, la muestra artística sigue en exhibición en Studios at 5663, localizado en Pinellas Park. La magia de la expresión artística saca a flote lo que somos y lo que nos define, e incluso lo que vamos descubriendo en todas nuestras facetas.

 

viernes, 28 de octubre de 2022

Un diálogo con el escritor Rolando Lorie

     El reconocido escritor cubano Rolando Lorie, cuyos libros han merecido atención de la crítica, acaba de publicar en Ediciones Classic Subversive –dirigida desde Tampa por el poeta Alberto Sicilia– un hermoso libro de versos. Por ese motivo nos comunicamos con él, para que junto al poemario Eva, la de Adán, aparezcan unas líneas que nos permitan conocer más a su autor.

   Violando las advertencias de tu original poema “Formato guía para el resumé”, quisiera comenzar este diálogo preguntándote acerca de tu formación, títulos, libros y premios, incluyendo “encuentros de renombre internacional”, como ironizas en un verso.

   Dejadas a un lado las advertencias del poema al que aludes, donde le concedo a la imaginación un rol preponderante  como  elemento satírico-irónico, recurro a la memoria para contestarte. Nací en La Habana, un marzo a comienzos de  la década de los cincuenta, en el seno de una familia humilde trabajadora. Al concluir los estudios preuniversitarios, no tenía una vocación definida y al ver que la Licenciatura en Psicología era “selectiva” –debía pasar una serie de pruebas psicológicas y entrevistas personales–, decidí hacer el intento para saldar una apuesta conmigo, estatus que finalmente logré. Concluí mis estudios universitarios en 1974 y desarrollé  mi vida profesional en la especialidad de Psicología Social y del Trabajo En mi labor profesional escribí numerosos artículos y ensayos científicos que aparecieron en revistas especializadas.

Rolando Lorie

En la adolescencia había escrito poemas y relatos cortos, motivado por mi avidez de  incansable lector de los diferentes géneros literarios. En 1994, me radiqué en Miami, Florida. Con el paso de los años en el exilio, retomé la inquietud de escribir y, en la actualidad, atesoro como hijos a varios libros de narrativa y poesía que no me han hecho quedar mal, pues han tenido muchos reconocimientos. De los 14 libros publicados te menciono algunos:        

La solución está en tu mente (2011);  La sangre llama (Narrativa, 2013, 2016);  Notas mías (Poesía, 2013);  Qué  te parece si te cuento  (Narrativa,  2014 ); Realidades (Poesía, 2014); Bajo el ala del sombrero (Narrativa, 2014 ); Las aristas del tiempo (Poesía, 2015); Cuentos y relatos redondos y cuadrados (Narrativa, 2017); Soliloquios (Poesía, 2018); Desvaríos (Narrativa, 2020);   Guajiro ciento X ciento (Narrativa, 2022); y ahora Eva la de Adán, de poesía. También he participado con poemas y cuentos en varias antologías, entre ellas Cada loco con su tema (Cuentos, México, 2013) ; Balseros (Poesía, Miami,  2015);  La Habana convida (Antología poética por el 500 aniversario de la ciudad, Miami, 2019).

He sido finalista en el Concurso Internacional de cuentos breves “Cada loco con su tema” (Categoría Narrativa ficción,  Grupo Editorial Benma, México, 2013) y he tenido varios reconocimientos en el Premio de Literatura en Español “Carmenluisa Pinto”.  

Fui primer lugar en el e1 Concurso Internacional de Poesía “La palabra de mi voz” en ­2014 y      fui seleccionado entre los 35 mejores escritores del IV Concurso Internacional “Cuéntale tu cuento (Revista Digital La Nota Latina, Hispanic Heritage Organization /2017).  Obtuve Primer Lugar en el IV Certamen Literario Internacional “Somos” (Categoría cuento corto, 2018). 018).  

Referente a “encuentros de renombre internacional”, destaco las presentaciones de mis libros en tertulias literarias y en la Feria Internacional del Libro de Miami.                                                                                                                                        

¿Hasta dónde tus estudios de Psicología han influido en el narrador y poeta?

Como escritor, me considero “un psicólogo que intenta la narrativa y la poesía”, de ahí que en mis libros se reflejen las huellas de mis conocimientos profesionales al definir rasgos y características peculiares, emociones y sentimientos de los personajes en los cuentos y relatos, sin llegar a ser tratados y manuales psicológicos. Me guía un constante cuestionar ante la realidad que me rodea, aspecto que define también mi poética, en la cual irrespeto a veces los estándares y normas establecidas. Al igual que todo escritor, plasmo mis vivencias y experiencias personales en lo que escribo.

En una antología poética de 2015 titulada Balseros –publicada en Miami por Ediciones Entre Líneas– se te incluye con el poema “Emigrantes marinos”. ¿Cómo te ha impactado la realidad que provocó esos versos?

Cuando me propusieron participar en esa Antología, lo consideré un deber para con mis coterráneos que han desaparecido y aún  desaparecen en ese Estrecho de la Florida, cementerio marino de nuestros mártires en busca de la ansiada libertad. En los últimos versos del poema “Emigrantes marinos” se resume mi sentir…  “Más de medio siglo/el mundo sigue ignorando/la agonía, el sufrimiento de ese pueblo cubano que es el mío”.                                                                                     Al respecto puedo agregarte que fui protagonista de una fuga clandestina de  la cruel tiranía que impera en mi país buscando esa ansiada libertad, no como balsero, sino como “espalda mojada”; en 1994 crucé a nado el crecido río  Bravo por el Paso, Texas, con intensas lluvias, sin ninguna compañía y enfrentando múltiples riesgos. En esa época, al violar las leyes migratorias por entrar ilegal a Estados Unidos, no me me pude acoger a  la Ley de Ajuste Cubano como le era efectiva a los que arribaban por el mar, por ello, permanecí ilegal dos años realizando múltiples trabajos “por la izquierda”, hasta que un juez de emigración me otorgó  el estatus de asilo político, y pude reclamar a mi esposa y mis dos hijos con los cuales  me reuní  cuatro años después, pues la tiranía me los retuvo como castigo.

Tus cuentos cortos, agrupados en La Sangre Llama y Qué te parece si te cuento han tenido una buena acogida editorial y entre los lectores. ¿Cómo evalúas la actualidad de este género literario?

Dentro de la narrativa, el género del cuento siempre ha representado para mí un reto por su brevedad  –el decir mucho en poco–, reto que disfruto mucho al enfrentarlo; en ese poder de síntesis me he enfocado para lograr la efectividad de mis cuentos; busco que el lector quiera continuar con el texto, que se sienta inmerso con la trama y la vida de los personajes. Para ilustrarte esto, te pongo de ejemplo lo que expresaba Cortázar  hablando en términos boxísticos al comparar el género de la novela con el del cuento,  “la novela gana por puntos y el cuento por fuera de combate”.                                                                                                     

Considero que en la actualidad, la temática del cuento ha ido  diversificándose  y ajustándose a las exigencias en función de la época, y por consiguiente a la evolución del mundo, así como su forma de divulgación y promoción con la era digital. El hombre escribe atendiendo a la realidad y experiencia vivida. No podemos comparar la temática de los cuentos de Poe, Chéjov, Cortázar y otros destacados autores de tiempos pasados, con las de hoy día. No obstante, el cuento como género literario en todo momento requiere de exigentes habilidades  para alcanzar el éxito.

 Ahora estás dando a conocer, en Ediciones Classic Subversive, Eva la de Adán, con el subtítulo “Desvaríos poéticos”. ¿Dónde están los anunciados desvaríos, en Eva, la de Adán; o en Adán, el de Eva?

El título del poemario representa “la manzana” para atrapar al lector. En cuanto a ambos protagonistas, pudiera interpretarse que Eva es la que provoca los desvaríos de Adán como es usualmente presentada en la historia de la humanidad, pero nada más alejado de esa intención.    Eva representa a la poesía y Adán al poeta; es un Adán que desvaría poéticamente en la búsqueda de una verdad que es virtud misteriosa y a veces se encamina mediante incomprensiones y aparentes enigmas como pasa con la poesía misma. Son desvaríos, una forma auténtica de percibir la realidad circundante; definición que funge como piedra angular para recepcionar el mensaje de estos poemas con un toque de comicidad. Un “divertimento”  reflexivo y cáustico donde prima la burla sutil de algunas actitudes seudopoéticas muy al uso en estos tiempos,  al decir del colega prologuista de este poemario, Guillermo Labrit, con la sagacidad de su análisis literario y el buen decir de su lenguaje. Te puedo confesar que comencé a escribirlos por simple ejercicio y los finalicé con sumo gozo. En nota inicial al lector aclaro que cualquier similitud es “intencional”.

¿Cómo aprecias el presente de la literatura cubana dentro y fuera de la Isla?

 Considero que la literatura cubana es una, independiente a su procedencia, no hago exclusiones conceptuales. Podemos diferenciarla en cuanto a posibilidades de publicación y promoción de los autores, participación en concursos, ferias y eventos internacionales, acceso a la información mundial mediante la Internet, etc. En la Isla, conozco muy buenos autores que se ven limitados a publicar por no comulgar con la ideología oficial imperante. Mientras, una “élite  intelectual” de favorecidos, aborda la realidad del país a su conveniencia, con tal de mantener prebendas, factor que no padecemos los que escribimos desde el exterior y nos da ventaja en relación a ellos. Por tal motivo, la literatura cubana no cuenta en la actualidad con todas las condiciones ideales para su desarrollo armónico e integral.

Muchas gracias.

viernes, 23 de septiembre de 2022

Tony Pizzo en la memoria de Tampa

 Tampa, que es una ciudad de gente agradecida, no olvida a quienes han contribuido a su crecimiento y hermosura. Entre ellos, están sus constructores, en el amplio sentido de un término que incluye tanto el aporte material como espiritual. Por ello, recordamos a Anthony P. Pizzo, que el 22 de septiembre cumplió el 110.° aniversario de su natalicio.

Cuando el 2 de enero de 1994, a los 81 años, Tampa le despidió en el cementerio italiano de la ciudad, había culminado una extensa obra como historiador que prevalece en la rica documentación que fue donada a la Universidad del Sur de la Florida y se conserva en la sala especial de colección de su amplia biblioteca. Hoy, estudiantes, profesores e investigadores que entran a ese recinto, solamente pronuncian su nombre y acceden a figuras y acontecimientos ocurridos en este espacio de Florida, especialmente relacionados con  la cultura italiana y cubano-española tan presentes en la historia de la ciudad.

Tony Pizzo contribuyó como historiador a que la
 ciudad de Tampa se conociera a sí misma
Hijo de los italianos Paul y Rosalia Pizzo, nació y creció en  Ybor City, en una década trágicamente marcada por la Primera Guerra Mundial, pero aún de esplendor por la impronta de la industria del tabaco en su barrio natal. En su niñez, fue de gran importancia para su fomación la influencia de sus padres, al transmitirle  su sensibilidad hacia los orígenes italianos, sino también a la comunidad. De aquellos días, el dejó escrita unas notas insuperables:

“Me gusta pensar en los días de mi juventud en la ciudad de Ybor... recordar las imágenes, los sonidos y los olores que enriquecieron mi infancia. La vida era agradable y despreocupada, a menudo emocionante. Todavía puedo escuchar la charla en español e italiano mientras los trabajadores desfilaban por los largos días de fumar cigarros en las fábricas; el estruendo de los carros y el grupo de cascos de caballos en las calles de ladrillos que entregaban botellas de leche y hogazas de pan cubano antes del amanecer... El melodioso latín parloteaba por las aceras por las noches era un encanto. Todavía puedo escuchar la música de los salones de baile flotando en el aire nocturno durante las ocasiones festivas. Al recordar el inquietante gemido del silbido del tren a lo largo de la Sexta Avenida en medio de la noche, despierta una triste sensación de nostalgia. Las viejas guaridas y los amigos fallecidos capturan mis recuerdos. Era una forma de vida que no volverá. Llenaba los veranos de mi infancia*”.

Pizzo terminó su educación preuniversitaria en Hillsborough High School  y después asistió a la Universidad de Florida. Egresado de ese centro, matriculó Derecho en la Universidad Stetson, pero luego prefirió dedicarse a los negocios. Durante la Segunda Guerra Mundial, se alistó en el ejército y prestó servicios dentro de las tropas estadounidenses. Después, ya como empresario,  fundó la companía de licores  International Brands. Más tarde, ya en la década de 1950, trabajó para la companía de licores House of Midulla, de la que llegó a ser vicepresidente. Entre 1965 y 1971, fue presidente de Rey Del Mundo Cigar Co., afiliada a esta empresa y también con ella fue  gerente general  de Fruit Wines of Florida Inc., la primera bodega que se construyó en Tampa.

Durante este tiempo,  Pizzo viajó muchas veces a  España e Italia, ocasiones en que recopiló una copiosa información relacionada con la emigración desde esos países a la ciudad de Tampa. Con ello, comenzó a desarrollar la vocación de historiador que llevaba dentro, a la que comenzó a dedicar cada vez más tiempo. Pronto alcanzó prestigio en este campo, especialmente por los aportes que incorpora al conocimiento de los orígenes españoles, cubanos e italianos de Ybor City. En 1982, lo nombraron historiador oficial del condado de Hillsborough, cargo desde el que presidió  la Comisión Histórica del Condado para la supervisión de los marcadores históricos en Tampa.

A su vez, el  agudo investigador se desempeñó también como profesor, impartiendo conferencias sobre  los origenes e historia de Tampa en la Universidad del Sur de la Florida, donde fue miembro del Consejo de Presidentes de esa institución. Es cuando, en 1979, la televisión creó la serie “Tony Pizzo’s Tampa”, en diez capítulos,  que obtuvo dos premios de la  Asociación Nacional de Televisión de la Universidad.

Durante la segunda mitad del siglo XX, creo que no hubo un historiador en Tampa que se ocupara con tanta fuerza y profundidad de los orígenes y evolución de la ciudad, preferentemente la de composición latina. Asimismo, estuvo integrado a diversas asociaciones, comités, proyectos e instituciones de la comunidad, por lo que vemos su nombre en la historia de la Cámara de Comercio, en el Centro Asturiano, el Español, el Italiano, en la fundación del Parque José Martí, en la Universidad de Tampa, en el Club Rotario, por sólo mencionar  algunos lugares en que dejó su huella.

Pizzo pudo asistir a muchos de los reconocimientos que mereció. En 1952, el gobierno de Cuba le confirió la Orden Nacional al Mérito Carlos Manuel de Céspedes,  en atención a sus grandes aportes al conocimiento de la historia de Cuba en Tampa. El país de sus ancestros lo nombró en 1974 Caballero Oficial de la Orden del Mérito de la República Italiana. En 1956, fue reconocido como Ciudadano Destacado con el Tampa Civitan Award, el más alto honor que otorga la ciudad.  El Colegio de Abogados del condado de Hillsborough le otorgó el Premio Liberty Bell el Día de la Ley correspondiente a 1990.

He mencionado sólo algunos de los premios que recibió en vida y después de su muerte en la ciudad que ha sido fiel a su legado. En 1998, una escuela primaria de Tampa recibió su nombre, se  ha instaurado el premio Tony Pizzo para investigadores que hacen grandes aportes a la historia y el patrimonio de la ciudad, una estatua perpetúa su imagen en la 9.ª Avenida y la calle 17 de Ybor City, la ciudad que le vio nacer aquel 22 de septiembre de 1912 y que le sigue recordando y agradeciendo.

*Otto, Steve (12.1.1997). “Tribute to historian almost right”. The Tampa Tribune.

Publicado en La Gaceta, 9.23.22

 

 

 

lunes, 19 de septiembre de 2022

Adiós al pintor cubano Cosme Proenza

    Acaba de morir en Cuba, atacado por el coronavirus a sus 74 años, el gran pintor holguinero Cosme Proenza, uno de los artistas plásticos cubanos más sobresalientes de nuestro tiempo. Al preferir vivir en el espacio provinciano en que nació, restringió la publicidad que hubiera podido alcanzar su prodigiosa obra en La Habana, París o Nueva York, pero no disminuyó la riqueza del arte con que expresó su sensible cosmovisión.


   Leí la noticia en la red social que la regó en el mundo, el popular Facebook, donde es posible percibir, a la vez, el impacto causado entre sus polifacéticos navegantes. Tomo, al instante, las primeras opiniones que saltan a la vista:

   -Rufino Pavón: “Ha muerto Cosme Proenza y no es justo darle el fin a su vida. El, como todos los que cumplen con la vida, pasan a ser inmortales. Junto a Carlín, Alejandro Fonseca, Delfín Prat y muchos más de nuestra generación, ha hecho una casa en la eternidad para los que apostamos al amor y la paz creando obras imperecederas que trascienden la vida temporal que se nos ha regalado.  En verdad queríamos tenerlo más tiempo con nosotros. Pero con el tiempo consumido bastó para dejar huellas profundas en nuestras vidas. Hasta luego, Cosme.

   -Alexis Pantoja: Falleció el maestro Cosme Proenza. Mi maestro y padre, al que debo toda mi formación como artista plástico. Falleció el maestro de toda una generación. Descanse en paz. Está en la gloria junto a los grandes del arte cubano y universal. ¡Buen viaje, maestro!

   -Ana Natacha González Garcia: Holguín llora. Ha muerto el maestro. ¡Luz eterna a tu bella alma!

   -Anette Rodríguez: La cultura cubana ha perdido a un pionero del posmodernismo en la Isla, y al más virtuoso y prolífero as del pincel que ha tenido. De la talla de Lam… y más allá, hasta de Goya… y Picasso… ya lo dirá el tiempo, como sucede en la historia de los grandes maestros incomprendidos en su época, yo he perdido más… he perdido a un gran amigo.

   Después encontré la noticia regada por todos los medios de difusión cubanos, oficialistas e independientes. En todos los casos, sobresale el respeto hacia el artista, el aprecio a su obra, una actitud que expresa el valor del arte por encima de las ideologías y los oportunismos políticos, agrandando la figura de quien prefirió embellecer la percepción del mundo desde un compromiso estético coherente y elevado.

San Cristóbal, óleo sobre tela, creado por Cosme Prohenza en 1898 y regalado
al Papa Juan Pablo II en ocasión de su visita a La Habana

   Cosme llegó a la vida en la campiña de Tacajó, cerca de Holguín, en el año 1948. Con vocación hacia las artes plásticas, se alejó del terruño natal sólo para alcanzar la formación académica que requería, la que encontró en la Escuela Nacional de Arte, en La Habana, y, después, en el Instituto de Bellas Artes, en Kiev. Se formó –o, más bien, se perfeccionó– como pintor, dibujante, ilustrador, grabador y muralista. Entonces regresó a su Holguín, pero no sólo a un taller personal de creación, sino a desarrollar, con la misma pasión, una amplia labor como docente e investigador.

   La obra del artista holguinero es conocida en todos los continentes. En más de 60 exposiciones personales y colectivas y diversos murales, sintetizó muchos códigos de la herencia del arte universal, incorporando elementos de su imaginación para recrear ambientes mitológicos, naturales y humanos desde una nueva dimensión de lo bello y lo eterno. Así lo apreciamos en sus series Manipulaciones, Boscomanías, Los dioses escuchan, Mujer con sombrero,  Variaciones sobre temas de Matisse y otras, donde lo simbólico y lo mítico se conjugan con la realidad (re)creada por el artista.

   Pero esta esquela no pretenden acercarse a la crítica que atiende a la obra del pintor que brilló tanto en el arte figurativo como abstracto, sino sólo expresar desde Tampa la pena por la pérdida física del artista cubano.

   Desde La Gaceta, decimos adiós al artista Cosme Proenza, deseando que la  hermosa luz que derramó en sus cuadros le acompañe infinitamente y que goce de paz  su espíritu que sigue acompañando a quienes aman el arte, que es una hermosa manera de amar la vida.

viernes, 9 de septiembre de 2022

El poeta cubano José Ángel Buesa, en su 112 aniversario

 Seguramente todavía viven en Tampa muchas personas que recuerdan el nombre del poeta cubano José Ángel Buesa y no dudo que muchos puedan recitar algunos de sus versos leídos u oídos hace más de seis décadas. Y es que poemas como el del “renunciamiento” y el de la “despedida”, estuvieron entre los más leídos en Hispanoamérica a mediados del siglo XX. Tal vez, sólo Pablo Neruda con los 20 poemas de amor y una canción desesperada logró superarlos en popularidad en aquellos años. Sin embargo, el poeta chileno alcanzó el premio Nobel de Literatura y el cubano, desconocido por la crítica literaria y alejado de su país después del triunfo de la Revolución Cubana, fue quedando en el olvido.

Es verdad que el declarado sentimentalismo en los poemas de amor de Buesa y la aparente sencillez de su construcción le ganaron el calificativo de cursi a los ojos de la crítica literaria marcada de academicismo, pero ello no puede ocultar que fue el poeta romántico más leído de su tiempo en Cuba y que sus versos acompañaron a miles de enamorados cuyos verdaderos sentimientos de amor se expresaron a través de su lírica. Ello es suficiente para que ahora recordemos al poeta nacido en Cruces, Las Villas, el 2 de septiembre de 1912 y quien viviera hasta el 12 de agosto de 1982, cuando murió en República Dominicana, a los 70 años.

José Ángel Buesa (1910-1982)

Se fue de Cuba el mismo año en que fue declarado el carácter socialista de la Revolución, en 1961, y aunque siguió escribiendo poesía, se dedicó fundamentalmente a la enseñanza, especialmente en su tiempo dominicano, pues allí fue catedrático de Literatura en la Universidad Nacional Pedro Enríquez Ureña.

Pero fue en su país natal donde alcanzó la mayor fama a que un poeta pueda aspirar, que es saber que sus poemas se recitan día a día, se aprenden de memoria y se convierten en declaraciones permanentes de amor de toda una generación. Con ello y gracias a las ediciones y reediciones permanentes de sus poemarios –señaladamente Oasis, libro publicado por primera vez en La Habana, en 1943 y reeditado más de veinte veces– el poeta villaclareño consiguió lo que pocos consiguen en este oficio: vivir de sus libros. También ejerció el periodismo, escribió obras de teatro y novelas radiales, pero sus cerca de 20 libros de poesía fueron su principal fuente de ingresos.

A partir de 1961, a nivel oficial fue prácticamente borrado de Cuba, aunque sus poemas siguieron en las voces del pueblo. No fue hasta la primera década del siglo XXI que volvió a publicarse a Buesa en Cuba, gracias a la gestión de Carilda Oliver Labra que hizo una selección de sus poemas y gestionó su publicación. Después, el crítico cubano Virgilio López Lemus preparó una selección de sus versos que tituló Nadie sabe por qué, publicada por la Editorial Letras Cubanas en 2011. En el prólogo, Lemus sostuvo que “cuando se le acusó de cursi y se llegó a decir que no pasaba de versificador fácil, se cometían, más que errores, injusticias, porque Buesa representaba en su poesía la sensibilidad de un sector de la población cubana, sus modos de aprehender y expresar el amor, de ser sentimental, de manifestar elementos emotivos de su identidad”.

Asimismo, el poeta y profesor de origen cubano Gustavo Perez-Firmat, reconoció que en la poesía de Buesa “se oculta una práctica de escritura mucho más complicada de lo que se ha pensado (…) Su logro, su hallazgo, es haber sabido crear una amplia comunidad de lectores mediante la expresión de lo que él llamó ‘emociones compartibles’, en un lenguaje llano que no está exento de artificios, de arte” (Cuban Studies, Universidad de Pittsburgh, Volumen 38, 2007).

¿Como no reconocer en José Ángel Buesa a un poeta para todos los tiempos, si el amor al que cantó es un sentimiento universal y eterno? Si la poesía, más allá de conocimiento es comunicación, ¿qué poeta cubano la ha alcanzado a mayor nivel en el tema amoroso? Bien dijo otro gran poeta cubano, Eliseo Diego, cuando recordó que la poesía, realmente lo es, cuando termina por ser de todos.

Poema de la despedida

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.

No sé si me quisiste... No sé si te quería...

O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

 

Este cariño triste, y apasionado, y loco,

me lo sembré en el alma para quererte a ti.

No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;

pero sí sé que nunca volveré a amar así.

 

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,

y el corazón me dice que no te olvidaré;

pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,

tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

 

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,

mi más hermoso sueño muere dentro de mí...

Pero te digo adiós, para toda la vida,

aunque toda la vida siga pensando en ti.