viernes, 28 de diciembre de 2018

Nace Ediciones Surco Sur con El camión verde y otros pasajes

    Estas líneas no aspiran a ser una reseña del libro de poesía El camión verde y otros pasajes, aunque incluyan un comentario breve sobre él. Contienen, sí, la doble noticia de que, con tan hermoso poemario, sale también a la luz Ediciones Surco Sur, como extensión de la revista que con el mismo nombre venimos publicando hace algunos años.
    Al inaugurarse Ediciones Surco Sur, pretendemos –desde Tampa– compaginar dos métodos de publicación que en nuestros días pugnan por el mercado del libro, especialmente en su tradicional soporte de papel,  que en contra de lo que muchos afirman, no será ahogado por su competidor digital. De esos dos procedimientos, las editoriales tradicionales y el autofinanciamiento del libro, si aquellas gozan de la autoridad de contar con especialistas en el reconocimiento de la calidad de las obras que seleccionan, el prestigio de sus autores y el estudio de mercado que garantiza las utilidades  de la inversión, el segundo método tiene como padecimiento principal el hecho de devenir de la voluntad y recursos del autor, en el que la calidad puede zozobrar por la autoevaluación desmedida,  la vanidad posible y el nivel económico de su creador. Estas razones han permitido que libros de muy poca calidad maltraten el idioma y el arte de escribir a niveles incluso vergonzosos, circulando en Amazon o en otras plataformas de comercialización, lo que daña la imagen de vehículo cultural con que durante siglos los libros se han reverenciado.
     El peligro en que el autofinanciamiento –“modelo destructivo de la autoedición”, le ha llamado el crítico español José Antonio Santana– ha situado la aparición y circulación del libro en nuestro tiempo, no significa, en sí mismo, que no hayan sido publicadas buenas obras por esta vía. Excelentes autores han sido desconocidos por las grandes editoriales y sus obras desplazadas por la de escritores cuyo prestigio se ha impuesto en la selección, aun cuando la calidad de una propuesta suya pudiera haber sido inferior.  En muchos de estos casos, el autofinanciamiento ha sido el camino encontrado por obras de calidad, aunque, casi siempre, han tenido el tino de buscar buenos editores, correctores, diseñadores.
     Ediciones Surco Sur se sitúa en un  punto medio: no es la editorial con una base económica que le permita fungir como aseguradora de la selección, corrección, edición, diseño, diagramación, impresión y distribución del libro, por lo que requiere de un pago mínimo del autor para cubrir esos requerimientos; pero sí es responsable de la calidad integral de la obra publicada. Para ello se aleja de una decisión individual, al contar con un equipo editorial formado por especialistas en el idioma español, crítica literaria y artes gráficas, cuyos nombres aparecerán en los créditos de cada obra que se publique.
    El proyecto de Ediciones Surco Sur, que hemos concebido con miembros del mismo consejo editorial de la Revista Surco Sur –la Dra. Madeline Cámara, el poeta Alberto Sicilia, el diseñador Edgar Jerez y quien escribe estas líneas, entre otros–, se acaba de hacer realidad con la salida de su primer libro, que no por azar, sino por  fuerza simbólica, pertenece al género expresivo con que nació la palabra: Poesía.
   El libro ya está en Amazon, con su nombre El camión verde y otros pasajes, ampliado el título con que el poeta Alberto Sicilia publicó en Cuba, en 1994, su primer poemario. Ahora, una selección de aquel texto temprano, más algunos que fueron incluidos en tres libros sucesivos y otros poemas inéditos, conforman esta obra, de la que la profesora Madeline Cámara ha expresado en una luminosa introducción: “He aquí El camión verde y otros pasajes, un poemario que nos habla de Cuba, su gente, sus saberes subversivos, pero también entra en los paisajes interiores del hombre que supo aprovechar la oportunidad de reflexionar sobre su entorno y sobre sí mismo…”.
    Con suma agudeza supo ver la Dra. Cámara estos dos ángulos, que no son los únicos sobre los que llama la atención. Reflexionar sobre el entorno es una mirada constante del autor en los 64 poemas que se juntan en este volumen. Si en el primero de ellos,  “al chofer que mira/ en el silencio alucinante de la carretera”, se condensan ambas, el poeta-chofer y la carretera, desde lo intra y extraliterario de la voz lírica, en el último se ha detenido en un parque de la ciudad en que hoy habita, desde donde observa “al hombre caminar de prisa”, un hombre que “sueña que camina sobre el agua/ y se hunde”. Quién sabe qué temores afloraron al subconsciente del poeta cuando el agua, entorno secular amado y doloroso  de la Isla, fue reencontrada en un parque tan cercano al mar que lo acerca y aleja de su Cabaiguán cubano.
    En todo El camión verde y otros pasajes habita una legítima lírica, donde, por momentos, el tono se hace reflexivo, filosófico, penetrante, proveniente de siglos de incursiones del pensamiento sobre la existencia humana, como “persiguiendo a Ariadna por este laberinto”, pero desde otra pertinencia. “Yo no soy Zaratustra, ni Zoroastro, ni Heráclito”, integra la exégesis de su propia obra, parecida a todas y a ninguna de la que es, por eso mismo,  verdadera poesía. 
    El camión verde y otros pasajes es, como corresponde al género, un  poemario de amor. Si esta declaración no arriesga un peligro de cursilería, es porque los poemas que lo componen expresan a un nivel elevado el sentimiento más legítimo y arraigado que acompaña al ser humano y justifica su vivir.
     Ediciones Surco Sur ha nacido en un momento de Navidad y entra al Año Nuevo con la promesa de dar a conocer nuevos ejemplares y dispuesta a recibir propuestas que le enriquezcan. Y como es una fecha de felicitaciones y obsequios,  ofrece a los amantes de la lectura y la poesía la posibilidad de adquirir, disfrutar y también regalar un libro en cuya portada luce un dibujo creado y regalado al autor por Fayad Jamis –ese grande poeta, aunque muerto, nunca desaparecido– y donde puede leerse, dedicado a Cuba, este enigmático poema de trece –13– versos, como nacido de un pincel infinito:
      Isla curvada
     Oblicua en el ojo del marino:
     Arco para no disparar,
     Arco sin flecha.
    Ola gigante que vigila al norte
    Guardando al sur.
    Isla rumbo a la espuma
    Verde con azul,
    Cielo con montaña,
     Lenguaje de arena si confluyen,
     Isla y ola
     Amargas,
     Misteriosas.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Tampa en la Guerra Hispanoamericana


  Si en una década (1886-1896) Tampa se convirtió en la capital mundial de la elaboración de tabacos –con cientos de fábricas y miles de obreros que dieron impulso al crecimiento de esta ciudad–, en 1898 pasó a ser un escenario de carácter marcadamente militar. Otra vez, en este momento de su historia, Cuba vino a ser la razón que determinó alcanzar aquella condición temporal, con el arribo a sus calles de miles de uniformados.
     Todo giró en torno a la terminación de la Guerra de Independencia cubana, que había encontrado en Tampa el primer momento de su organización con la llegada a ella de José Martí en noviembre de 1891. A partir del 25 de abril de 1898, cuando Estados Unidos declaró la guerra a España con la explicación nunca probada de que en el puerto de La Habana le explotaron al “Maine”, Tampa fue destinada a servir de concentración y salida de las tropas estadounidenses que irían a pelear contra el ejército español en la isla de Cuba.
  En los meses siguientes, por las calles tampeñas caminaban más militares que civiles y la ciudad fue centro de noticias en todos los diarios de la época, tanto locales como nacionales.  Basta con leer algunas de las notas publicadas en importantes periódicos de entonces, para calibrar la dimensión que cobró Tampa en el marco de los acontecimientos que pusieron fin a siglos de dominación española en América.
  El New York Times publicó el 17 de abril de 1898, cuando faltaba una semana para la declaración de guerra, el titular ‘Tampa se prepara para las Tropas’, en que describe:
  “Tampa se prepara para la llegada del Séptimo Regimiento de las tropas, reportadas para llegar aquí. Lo que es bien sabido es que positivamente se van a encontrar en Tampa por algún tiempo indefinido. Lo importante es encontrar áreas convenientes para los campamentos, lo que se ha convertido en una tarea principal para las autoridades. Hay tres áreas disponibles, cercanas a las líneas ferroviarias, las estaciones, al agua potable y a las comunicaciones. Una es un punto alto en la bahía de Hillsborough, conocida como Ballast Point. El segundo lo es el Fuerte Brooke, el que hasta los pasados meses fue propiedad del gobierno, y bajo la presente situación será usada como cuarteles para las tropas. Esta facilidad también cuenta con acceso a las vías ferroviarias de la Central y Peninsular Railroad, las cuales son las líneas principales desde Tampa hacia el norte.
  El tercer sitio disponible lo es el área del Parque De Soto, al norte del pueblo a una milla aproximadamente y el cual posee también agua y rieles. La llegada de la comandancia es esperada en cualquier momento, y cuando la selección sea aprobada se pasará a ocupar inmediatamente por los soldados. Fotógrafos representando los diferentes periódicos se encuentran ocupados tomando fotos del área”.
  El 23 de abril, el mismo diario informa, bajo el título ‘Tampa se convierte en campamento’:
  “Tampa ha cambiado de un callado y productivo pueblo civil en un asentamiento militar. Por donde quiera se pueden ver los uniformes y las medallas. Las calles y todos los rincones del pueblo como los hoteles, clubes y cafés están abarrotados de soldados y oficiales. La comunidad de habla hispana se ha inundado de clientes de habla inglesa. Durante toda la noche han ido llegando los trenes con tropas procedentes del Oeste, Norte y Este; hasta ahora han llegado unos 3 mil hombres bajo el mando del General Wade,  quien junto a sus oficiales se han localizado en el Tampa Bay Hotel, como centro de operaciones. Hasta ahora se cree que ni el General Wade sabe por cuanto tiempo permanecerán las tropas en Tampa”.
  El 28 de abril, señala el New York Times, en ‘Con las tropas en Tampa’:  “Los oficiales militares, quienes están cerca de las fuentes de información oficial, aún no saben por cuanto tiempo las tropas calculadas en unos 20 a 30 mil hombres entre regulares y voluntarios permanecerán en Tampa. Sí se sabe que muchas más tropas llegarán en las próximas semanas”.
  El 3 de mayo, describe el diario neoyorquino: “Hoy en la noche todas las mulas, carretas y equipaje pesado de los campamentos, han sido ordenados a mudarse hasta el Puerto de Tampa; para que esté listo y conveniente para el envío a Cuba. Esto no es conocido fuera de los campamentos. A las autoridades ferroviarias, quienes están a cargo del transporte, se les ha dado instrucciones estrictas de no divulgar ninguna información.
Miles de tropas, artillería e infantería han llegado a Tampa en las pasadas veinticuatro horas y el pueblo se ha convertido en una fortaleza militar con miembros de todas partes de la unión, y todos con la expectación de una temprana invasión a la isla de Cuba. Bien se sabe que unos 200 cubanos que se enlistaron calladamente en Nueva York por el General Julio Sanguily, llegaron a Tampa esta noche. Ellos formaran parte del regimiento de caballería bajo el mando de este famoso general cubano y quienes desembarcarán en Cuba junto a las tropas americanas”.
Soldados en Tampa, en 1898, dispuestos a salir para Cuba
      En 1898, toda la sociedad tampeña se vio envuelta en un ambiente militar, el que alcanzó también a las manufacturas tabacaleras, donde una gran parte de los operarios eran cubanos. Según la publicación “Tobacco Leaf”, del 12 de mayo de 1898: “El enlistamiento de soldados cubanos esta semana ha causado revuelo en las factorías de tabacos. Cerca de unos 300 hombres solteros, se han enlistado y unos 600 a 700 más deben llegar de Nueva York, Cayo Hueso, Jacksonville y otras ciudades. Ellos van a acampar en West Tampa y esperarán ordenes. La mayor parte de ellos son tabaqueros y sus  puestos en las  fábricas se llenaron rápidamente, según se supo su salida”.
  Un impacto especial debió derivarse de la llegada a Tampa de  la flamante caballería conducida por Theodore Roosevelt, quien pocos años después fue presidente de Estados Unidos. El 3 de junio, reportó el New Yor Times: “Theodore Roosevelt y sus ‘Rough Riders’ han llegado a Tampa hoy (…) El regimiento se encuentra en perfecto espíritu de lucha. El coronel Wood y el teniente coronel Roosevelt junto a otros oficiales se encuentran ansiosos por su próxima expedición militar a Cuba. La llegada de los ‘Rough Riders’ causó sensación entre los residentes permanentes de Tampa”.
  Fue un tiempo  breve, entre abril, mayo y junio de 1898, pero Tampa fue centro de las noticias del acontecimiento universal que marcó un cambio de época, con el afloramiento de la fase imperial que extendería la presencia de Estados Unidos en el continente y que lo haría unas décadas más tarde la primera potencia mundial.
  La presencia en Tampa de tropas estadounidenses tuvo también influencia en la vida económica de la ciudad. Según José Rivero Muñiz, en su obra Los cubanos en Tampa, en mayo de 1898 los  soldados acampados en esta localidad recibieron su primer salario, el que ascendió a más de 175 mil dólares, dinero que estimuló el comercio de la ciudad. Dice Muñiz: “Corría el dinero a manos llenas y las ganancias de los mercaderes sumaron miles y miles de dólares”. De hecho, aunque de forma temporal, la avalancha de una población móvil durante algunos meses, marcó la dinámica mercantil, nocturna y aún recreativa de la ciudad.
  Al término de un conflicto bélico que determinó profundas transformaciones en el ordenamiento planetario, Tampa también sufrió significativos cambios. Así lo interpretó  Tobacco Leaf,  cuando el 14 de junio de ese año advirtió, bajo el título ‘Las hostilidades han cesado y un futuro nuevo en Tampa’:
  “La era de exilio voluntario ha llegado a su fin y la oportunidad de regresar a Cuba abre dolorosas alternativas. Muchos han convertido a Tampa en su hogar, lugar de nacimiento de sus hijos y un sitio donde poder tener su casa propia y un lugar de trabajo. De igual forma, este nuevo cambio afectó a los manufactureros tabacaleros y a su vez la economía local por casi seis meses. El viejo estilo de manufactura, usualmente en manos de españoles o cubanos, se va a eclipsar por las corporaciones del norte y los conglomerados tabacaleros, los que están ansiosos por abrirse paso en Tampa. Hoy día la industria tabaquera en Tampa emplea unas 20 mil personas y cuenta con unas 149 fábricas entre los centros laborales de Ybor City y West Tampa”.
  Habría que estudiar hasta dónde la advertencia que hizo el articulista del Tobacco Leaf se hizo realidad en la ciudad, que en las primeras décadas del siglo XX vería eclipsarse el esplendor que alcanzó con su pujante manufactura tabacalera.
  Al término de la guerra, desde el protocolo de paz firmado el 12 de agosto, cientos  de cubanos –especialmente los profesionales (médicos, abogados, periodistas…) regresaron con sus familias a Cuba. Algunas de las personalidades más sobresalientes de la comunidad de emigrados cubanos en Ybor City y West Tampa, se apresuraron en viajar hacia La Habana, a tomar parte del proceso de reorganización de la Isla en aras de la creación de una república, una vez terminara el período de ocupación de Estados Unidos. Así lo hicieron Néstor Carbonell, Ramón Rivero, Fernando Figueredo –algo más tarde–  y muchos más.
  Es verdad que, en los primeros años del siglo XX, decepcionados con la creación de una república que no atendió al “con todos y para el bien de todos” que preconizó José Martí, muchos regresaron a vivir a Tampa, que fue para cientos de familias cubanas –aún lo es– como  una prolongación de la patria.