viernes, 21 de septiembre de 2018

Entrevista a Linda Friedman Ramírez (organizadora del primer Festival de Cine Latino en la bahía de Tampa)


Alrededor de la bahía de Tampa  se desarrollan dos festivales de cine cada año, los que ya han alcanzado reconocimiento en el mundo del llamado séptimo arte. Uno de ellos, el Gasparilla Film Festival tiene su sede en Tampa, mientras el Sunscreen Film Festival se celebra en Saint Petersburg. Ahora tendremos una tercera propuesta, con el “Festival de Cine Latino de la bahía de Tampa” (TBLFF), que tendrá su primera edición el próximo mes de octubre.
Para conocer algunos detalles sobre  esta nueva fiesta cinematográfica que disfrutaremos en la bahía de Tampa, la que, sin dudas, tiene una gran significación para  la cultura hispana y para la ilustración y entretenimiento en general, conversamos con su principal organizadora, la reconocida promotora cultural Linda  Friedman Ramírez.

¿En qué se inspira la fundación del Festival de Cine Latino de la bahía de Tampa?
En 2013 sugerí a Tony Armer, fundador del Suncreen Film Festival, la idea de tener también películas latinoamericanas. Ese año, mi galería patrocinó un premio en el festival. Continué trabajando con Sun-screen, que ha realizado un trabajo increíble por exhibir una variedad de películas. Luego tuve la idea de que un festival dedicado a películas latinoamericanas podría ser bienvenido en Saint Petersburg y ahora tenemos la suerte de darle apertura.
Háblame sobre los pasos que han dado –tú como directora y quienes te acompañan en el proyecto– para hacer posible la inauguración de este festival.
El proyecto comenzó identificando algunas películas claves que pudiéramos mostrar en el festival, invitando a algunos directores reconocidos de Latinoamérica y solicitando presentaciones a los productores.
 Lo más importante fue la colaboración con personas de la comunidad que tenían la misma visión sobre lo oportuno de este nuevo festival y que se entusiasmaron mucho en que trabajáramos juntos en la preparación del evento, la selección y solicitud de películas, los afiches y en toda la planificación del espectáculo.
El carácter latino de este festival de cine, ¿se dirige a la presentación de filmes que proceden de los países que conforman la latinidad, o se refiere al tratamiento de temas de esta cultura abordados desde la cinematografía?
  El festival ha estado abierto a cineastas tanto de América Latina como de los Estados Unidos, con la idea de que las cintas tengan una conexión con Latinoamérica, ya sea por el tema que tratan o por la ­ubicación de los cineastas
¿Qué cineastas hispanoamericanos estarán presentes en  el festival y qué relevancia ha tenido su obra?
Bueno, han confirmado su presentación muchos directores, actores, productores. Entre ellos se destacan la argentina Cecilia Atán, quien ha trabajado con los principales directores de su país y en el extranjero. Ha dirigido programas educativos y en 2016, su serie documental sobre  las Madres de la Plaza de Mayo. Su primer largometraje, “The Desert Bride”, se estrenó en el Festival de Cannes y ha tenido gran repercusión.
Viene al festival el mexicano Everardo González,  director, productor y director de fotografía, reconocido como una de las voces más fuertes en el género documental en América Latina. Su filmografía incluye  “Sequía” (2011) y “El Paso” (2015). Muchas de sus películas han sido premiadas en varios festivales. Su filme “La libertad del Diablo” fue galardonada con el Ariel al Mejor Documental el pasado junio por la Academia Mexicana de Arte y Ciencias Cinematográficas.
También tendremos a David Miranda Hardy, un reconocido cineasta chileno, quien ha enseñado en Chile, Cuba y Estados Unidos, donde es profesor asistente en el Departamento de Cine y Cultura de Medios en Middlebury College.  Su reciente miniserie para televisión “Bala Loca”,  fue nominada para un Premio Peabody 2018.
Anuncian a “Los sobrevivientes” (1979), un filme de Tomás Gutiérrez Alea, entre los que serán presentados en el Festival. ¿Habrá algún conversatorio alrededor de la obra del más reconocido de los cineastas cubanos?
 Desafortunadamente, como un festival de primer año, ahora habrá una cantidad limitada de tiempo para cubrir tantos temas como nos gustaría. Sin embargo, el camarógrafo principal de esa película, Mario García Joya, estará presente en la sala y podrá responder a  preguntas del público.
¿Habrá presencia de obras producidas en la bahía de Tampa?
Lamentablemente, no se presentan películas producidas en la localidad, pero seguramente las tendremos en venideros festivales.
TBLFF coincidirá con el Cuarto Festival Anual de las Artes de Saint Petersburg. ¿Qué apoyo han tenido para lograr impulsar esa gran fiesta del arte?
St Pete Arts Alliance amablemente incluye el Festival TBLFF, y en general, esto nos ayuda a promover el evento a un público más amplio.
Háblame sobre tu labor como gran impulsora del arte y la cultura en la bahía de Tampa      
He sentido admiración por el arte y el cine latinoamericano durante muchos años, tal vez desde los años setenta. Trabajé un tiempo para la Fundación Panamericana de Desarrollo en Washington D.C. y estuve muy relacionada allí con la cultura latinoamericana. Luego viajé un poco, antes de asistir a la facultad de derecho. Como abogada, trabajé con clientes de México y América Central durante unos 30 años y desarrollé un gran respeto por todos los pueblos de América. También, durante aproximadamente 4 años, fui propietaria y ejecutiva de la “Galería de la Serpiente Emplumada”, donde exhibieron una gran cantidad de artistas latinoamericanos, tanto de esta comunidad como de otras partes de Latinoamérica.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Gabino Gutiérrez, el primer constructor de Ybor City


En el marco de celebración del segundo centenario de Vicente Martínez Ybor (1818-2018) –entre cuyos actos se destacó el celebrado en el Museo de Ybor City el pasado 7 de septiembre–,  es oportuno recordar a los grandes paladines que le acompañaron en la obra de crear una ciudad nueva, en la que no sólo se destaca el vigor económico que le imprimió la industria tabacalera, sino la fundación de escuelas, mercados, hospitales, iglesias, teatros y  toda la superestructura que  requiere un núcleo urbano moderno.
En ese empeño, un reconocimiento hay que hacer a quien tuvo el privilegio de medir, diseñar, encuadrar y decidir el rumbo de sus calles y edificaciones. En lo que iba a ser Ybor City, ese mérito corresponde a Gabino Gutiérrez, un español,  hijo de Cantabria, que es el primero en indicar a su amigo Vicente que existía un espléndido lugar en Florida donde trasladar su fábrica de tabacos.
Un día de 1885 llega Gabino a Cayo Hueso, frustrado por no haber encontrado alrededor de la bahía de Tampa las bendiciones que para el cultivo de la guayaba esperaba, según le había dicho su amigo Bernardino Gargol, quien dirigía en Nueva York una empresa dedicada a la producción de jalea y dulces de esa exquisita fruta. Antes de regresar a Nueva York, lugar en que vivía, decidió visitar al cercano Cayo Hueso, donde, entre otros amigos, residía Martínez Ybor.
En ese tiempo  el ingeniero civil Gabino Gutiérrez tenía 36 años. Nació en 1849  en San Vicente de Barquera, en las cercanías del Mar Cantábrico,  pero al hacerse joven, como tantos de su generación española, atravesó el Atlántico y desembarcó en la más grande de las Antillas, todavía fiel a la corona española.
 En Cuba vivió poco tiempo, pues al estallar la Guerra de los Diez Años, él entonces con 20, se embarca hacia Nueva York. Es allí donde completa sus estudios y se convierte en ingeniero civil, además de corredor e importador de productos españoles, lo que lo conecta a la amistad con Gargol.
Cuando llega Gabino a saludar a su amigo Vicente en Cayo Hueso, quiso el azar que allí estuviera también Ignacio Haya, otro español que tenía su fábrica de tabacos en Nueva York. Ambos industriales ­estaban buscando opciones para relocalizar sus fábricas, azotadas entonces por movimientos huelguísticos y, en el caso del dueño del Príncipe de Gales, también a riesgo de incendios en sus edificios de madera.
Por eso los dos industriales oyeron con tanta atención lo que les contó el joven santanderino: que alrededor de la ­bahía de Tampa había visto áreas  de tierras hermosas, que hasta allí estaba llegando el ferrocarril gracias a la obra de Henry Plant, quien estaba, a su vez, creando la infraestructura del puerto donde sería muy cómodo y rápido viajar desde Cuba y el Cayo, pero que, además, había una temperatura muy agradable –un clima como el de Cuba, dijo–, sin los crudos inviernos del norte y que, seguramente, era el lugar ideal para la fabricación de tabacos.
El entusiasmo que Gabino prendió en Martínez Ybor y en Haya fue tanto, que enseguida se embarcaron hacia la ­imponente bahía, donde llegaron acompañados del entusiasta ingeniero.
Una vez compradas las primeras tierras en Tampa, en octubre de 1885, comenzó la fiebre de la edificación. Naturalmente, al ingeniero civil le correspondió el trazado de las primeras calles, decidiéndose  porque éstas fueran de norte a sur y las avenidas de este a oeste.
Así comenzó Ibor City, donde Gabino Gutiérrez también construyó su casa y trajo a vivir a su familia, participando del fulgor inicial de la ciudad que él comenzó a construir. Aquí tuvo a su hijo Gavino y a sus hijas Aurora y Petronila.
Hacia la década de 1890, la población de Tampa creció considerablemente, gracias a la atracción de mano de obra para la industria tabacalera. Entre sus nuevos pobladores, cientos procedían de España, lo que determinó la necesidad de un cónsul de ese país en la ciudad. A Gabino Gutiérrez le correspondió, también, ser el primer representante diplomático de su país de origen en la ciudad floridana más resplandeciente de su tiempo.
Gabino Gutiérrez es una de las grandes personalidades que vivió en Ybor City a fines del siglo XIX. Su residencia estuvo en 1603 Este y 7.ª Avenida y en  parte de su propiedad se fundó el Centro Español. En este lugar vivió sus mejores años, sus triunfos y alegrías.
Con 69 años, al sentir amenazada su salud, la nostalgia lo hizo regresar a la tierra de la niñez. Un año después, en 1919, cerró los ojos en el San Vicente de la Barquera que lo vio nacer, pero casi cien años después Tampa lo recuerda, porque de ella aquel padre fundador es también un Hijo.