viernes, 31 de diciembre de 2021

Irene Rodríguez, una brillante bailarina cubana elige a Tampa para vivir

 

Es un privilegio para la cultura de Tampa que la prestigiosa bailarina cubana Irene Rodríguez haya elegido esta ciudad para vivir. Actualmente, es una de las figuras internacionales más brillantes de la danza española y la coreografía. Sintetizando al máximo su currículo para este preámbulo, he escogido algunos de sus tantos merecimientos: fue elogiada como una “bailarina intensa y exigente” por el New York Times, laureada con el Primer Premio en el VIII Certamen Iberoamericano de Coreografía “Alicia Alonso” que otorga la  Sociedad General de Autores y Editores  de España,  posee la Orden “Isabel la Católica” –el más alto honor civil que otorga el Rey de España–, está inscrita en  el Libro de Honor del Gran Teatro de La Habana  y ha recibido varios reconocimientos en América Latina, Estados Unidos  y  Europa.  La bailarina y  profesora, con una Maestría en Danza, nos visita en La Gaceta y desde la primera palabra percibimos su exquisita gracia y  sensibilidad.

Conversando con Irene en La Gaceta

Siendo muy joven eras ya la Primera Bailarina del Ballet Español de Cuba, en una isla donde la danza es reconocida mundialmente por su calidad. ¿Cómo llegaste a una posición tan respetada?

Desde niña mi pasión fue siempre danzar. Tenía una vocación muy definida y aunque entonces también estudiaba piano, tan pronto conocí la danza descubrí que nada me hacía más feliz. Luego fueron muchos años de dedicación, sacrificio y esfuerzo. No es una carrera sencilla y requiere de una ardua disciplina, pero lo hice con mucha ilusión hasta convertirme en una bailarina profesional. Siendo muy joven fui ascendida a Primera Bailarina, la más alta categoría danzaria que existe, interpretando todos los roles protagonistas de la Compañía.

¿Cuál fue tu relación con el Ballet Nacional de Cuba y, especialmente, con Alicia Alonso?

Fue una experiencia única. Poder interpretar una coreografía de Alicia Alonso, compartir con ella horas de ensayo, beber de su arte, fueron enseñanzas no sólo artísticas, sino de vida. En el 2010, la prima ballerina assoluta Alicia Alonso me pide que asesore el repertorio de carácter español del Ballet Nacional de Cuba. Para mí fue un gran honor que ella me depositara su confianza. También asesoré el lenguaje del estilo español de algunas de las danzas que ella misma coreografiaba. Posteriormente, como Primera Bailarina invitada, bailé con el Ballet Nacional de Cuba una obra creada por la propia Alonso y otra del coreógrafo Eduardo Blanco. Actué, en numerosas ocasiones, en el prestigioso Festival Internacional de Ballet de La Habana. En 2012, Alicia me otorga la responsabilidad de ser  Directora Artística del Festival “La Huella de España”, fundado y dirigido por ella desde 1988, cargo que asumí hasta venir a vivir en Estados Unidos.

Fuiste  fundadora y directora de una compañía profesional de flamenco que llevó tu nombre. ¿Por qué elegiste ese género cuando también hubieras podido brillar en la danza clásica?

Muchas veces en mi vida me he cuestionado cómo sería si yo hubiera sido una bailarina clásica pero al final me doy cuenta de que si lo fuera, me gustaría interpretar personajes como la Kitri de “Don Quijote”, “Majísimo”… es decir, los personajes más arraigados a las esencias ibéricas.

La creación de la Compañía Irene Rodríguez era un sueño para mí y una necesidad. Ya mis líneas de trabajo se venían dibujando desde hacía unos años, ya fuera en mi labor como bailarina como en mi quehacer coreográfico, forjando un estilo muy personal en el desempeño del género español. Esa necesidad de transmitirlo a las nuevas generaciones, esa necesidad de hacer, de crear, de formar con mis propios códigos transformadores, fueron los elementos fundamentales que dieron impulso a la decisión de fundar una agrupación.

La Compañía Irene Rodríguez, que desarrollaba los cuatro estilos de la Danza española, se enfocó desde sus inicios en crear nuevas tendencias que hicieran evolucionar el género español, combinándolo con todo aquello que ampliara el vocabulario escénico como lo son las artes dramáticas, las corrientes contemporáneas de la danza, los ritmos cubanos y todo aquello que me ha permitido hacer confluir la tradición y modernidad de un género de carácter internacional y mi manera, muy cubana, de afrontarlo.

¿Qué representó para ti el reconocimiento en el país donde se origina esa danza?

La más alta distinción que poseo es precisamente la Orden Isabel la Católica: el más alto honor civil que otorga y firma el propio Rey de España. Proviniendo de una familia netamente española y dedicando mi vida a este arte, es un honor y un compromiso enorme para mí poseer tan alto reconocimiento.

En Estados Unidos ya has ganado un lugar destacado como bailarina y en 2019 fuiste la Directora del Programa de Flamenco y Danza Española en School at Jacob’s Pillow. ¿Qué ha significado este país en tu vida profesional?

El público y la crítica norteamericana siempre me han acogido de una manera excepcional. En los Estados Unidos he tenido la gran oportunidad de bailar con gran éxito en los teatros y festivales más prestigiosos, tales como el Joyce Theatre de NYC, en el Kennedy Center for the Performing Arts en Washigton, en el Jacob’s Pillow Dance Festival (que es uno de los festivales de danza más importante de los Estados Unidos), entre otros,; siendo en este último, además, la Directora del Programa de Danzas Españolas y Flamenco de The School at Jacob’s Pillow en 2019 y la Artista Cover del Festival ese año. También he tenido el honor de recibir el reconocimiento del Speaker Emeritus of the ­Assembly en California e impartir talleres y clases magistrales en academias, festivales y prestigiosos centros danzarios tales como el Juilliard School, entre otros.

Bailarina Irene Rodríguez

 Estados Unidos es una gran nación que abre las puertas y brinda grandes oportunidades a todo aquel con talento y deseos de desarrollarlo. Este país es cuna de grandes artistas, tiene prestigiosos escenarios y una maravillosa crítica especializada en arte, por lo que ha sido el mejor destino para mostrar mi obra y ahora es mi nuevo hogar para hacer realidad mis sueños.

Entre los grandes triunfos que ya has atesorado, ¿cuáles te han conmovido más?

Siempre los premios y reconocimientos recibidos son un gran halago, una felicidad y una fuerza motora para seguir creando; pero es el aplauso del público el mejor regalo y recompensa para un artista; ese aplauso que tanto hemos echado de menos todos los artistas en toda esta larga cuarentena apartados de los escenarios. Esos apasionados aplausos, a veces de pie, esas expresiones de emoción, provocan un sentimiento que no se puede explicar con palabras.

¿Qué ha significado para ti ser también maestra?

El magisterio siempre me ha apasionado en gran medida. Disfruto mucho transmitir mis experiencias y el amor a la danza a las nuevas generaciones. Me llena de un singular orgullo el verme reflejada luego en cada uno de mis alumnos y, aún más, el ver a esos alumnos convertidos ya en maestros, transmitiendo mis enseñanzas.

En el apogeo de tu carrera artística, eliges a Tampa para vivir. ¿Qué te motivó a tomar esa decisión?

Tampa es una hermosa ciudad. Cada día le descubro más atributos y me enamoro más de ella. Muchos fueron los motivos que me atrajeron hasta acá: extensa y hermosa es su historia vinculada con Cuba y con España, la ciudad está en proceso de un gran desarrollo cultural, su gente es afectuosa y solícita, su clima es perfecto; y además, es la tierra de los campeones deportivos; así que dónde mejor para continuar desarrollando mi arte.

Tengo muchos sueños y proyectos. Me he establecido en Tampa con muchas garras y deseos de trabajar duro para poderlos hacer realidad.

¿Qué estás haciendo ahora y cuáles son tus próximos planes?

Desde que llegué a Tampa he estado estrechamente vinculada con el respetado Straz Center of the Performing Arts, ya sea enseñando o coreografiando para el Patel Conservatory.

Próximamente, el 8 de enero, será mi primera actuación en Tampa interpretando una coreografía como artista invitada dentro de la competencia de ballet YAGP en el propio Straz Center.

También comenzaré el 4 de enero con mis propios “Cursos de Formación de  Flamenco” en el Brucie Klay’s Dance Center, localizado en el 3601 S Manhattan Ave, Tampa. Serán cursos dirigidos tanto para niños como para adultos en diferentes niveles: principiantes, nivel medio y avanzado. También impartiré cursos para aprender a bailar con abanicos, mantones y castañuelas. Para las inscripciones podrán contactarme al email: irenerodriguezcompania@gmail.com.

Publicado en La Gaceta, 31 de diciembre, 2021.

 

 

 

viernes, 17 de diciembre de 2021

Al conversar con Liliana Villavicencio

 Al conversar con Liliana Villavicencio se siente admiración, desde ella, hacia la mujer hispanoamericana que por su talento, tesón y optimismo triunfa en su país de origen y en el extranjero, si las circunstancias del propio le impelen a emigrar. Ella, que es venezolana y se hizo Ingeniera Electrónica en la Universidad Politécnica de Barquisimeto, confiesa que desde la niñez sintió “amor por la poesía, las letras y la música académica”. Entre las artes y la ciencia, ha vencido estudios posgraduados de Automatización Industrial, publicado libros de literatura infantil, poesías y ha ejercido la docencia como profesora en universidades de Venezuela y en la Universidad del Sur de la Florida (USF), en nuestra ciudad. Ahora, que está presentando un precioso libro infantil de aroma navideño, le pedí una entrevista a la que accedió con manifiesta bondad.

Liliana, llegaste hace poco tiempo a la ciudad de Tampa, procedente de Venezuela, y ya estás dando a conocer un libro de literatura infantil. ¿En una época donde no abundan los libros nuevos destinados a los niños, qué te motivó a su publicación?

En Tampa he vivido en dos momentos diferentes, de 2006 a 2010 y desde el 2017 hasta la fecha. La primera vez vine a cursar estudios de ingeniería en USF y lo hice con mi familia. Entonces teníamos a los hijos muy pequeños cursando Elementary School. Me di cuenta que el programa de lectura que siguen las escuelas elementales de Tampa es extraordinario, tienen una metodología muy exitosa y logran en los niños una especie de adicción a la lectura en edades muy tempranas. 

 Al regresar a Venezuela en 2010, decidí escribir para niños.  El árbol de corazones, mi primer libro, lo escribí bajo la sombra de un frondoso roble, inmenso y sano, que estaba sembrado en el patio de la escuela de mi hijo más pequeño, y los niños jugueteaban debajo de esa inmensidad, eso fue allá en Valencia, Venezuela. 

Luego vino otro libro y así fui sintiendo la emoción de contribuir al pequeño y, al mismo tiempo, gran mundo de los niños. Me encantan los niños, sus sonrisas, sus risas a carcajadas, verlos correr y jugar; por ellos tenemos que trabajar. Muchos años he trabajado para educar adultos, pero la gran obra debe hacerse en esas edades tempranas. Hay que impartir valores a los herederos del mundo. Este libro que publico en Tampa fue escrito e ilustrado en el 2014, estando en Venezuela y estuvo guardado por determinadas circunstancias y este año tomé la decisión de sacarlo al aire como regalo de Navidad para los niños de Tampa. Estoy ganada a la idea de fortalecer el idioma español en nuestra comunidad hispana en EE.UU. Aquí muchos niños hispanos/latinos que llegan pierden nuestra lengua madre a falta de programas que la promuevan y por poca disponibilidad de literatura en español. Es ahí donde quiero aportar, primordialmente, aunque sin descartar la traducción de mis libros al inglés.  

El tema navideño ya había estado en otros libros infantiles tuyos, como El árbol de corazones y ¡Que haya amor! ¿Por qué la persistencia en este contenido?

Bueno, El Árbol de corazones no está relacionado con la Navidad, pero ¡Que haya amor!, sí. Ese libro tiene como subtítulo “especialmente en Navidad” aunque la verdad es que sólo tiene el capítulo final dedicado a ella. El libro que estoy publicando ahora El niño que no quería dormir sí es una historia de Navidad. Esta fecha representa para mí la explosión de color y amor más fuerte del año y creo que los niños lo sienten así. 

Curiosamente, tu formación académica no se relaciona con el campo literario, pues te graduaste de Ingeniería Electrónica en una universidad venezolana. ¿Cómo se explica esta predilección por el arte, pues también eres pintora?

El gusto por el arte viene de mi lado materno. Mi mamá fue una pintora empírica, pintaba al óleo, hacía tarjetas en tinta y plumilla sobre pergamino, que eran unas bellísimas obras de arte. Ella pintó, al menos, 10 murales para ambientar las paredes de su escuela. Crecí con eso, mi mamá fue mi inspiración en las artes, y mi papá, trabajador de la industria petrolera, lo fue para mi desarrollo en el mundo de la ingeniería y la industria. De allí vienen mis dos vertientes naturales.  Lo que yo quería estudiar al principio era Arquitectura, hubiese sido perfecto para mezclar mis dos vertientes, el arte y la ingeniería, soy hábil para los trazos y las formas, se me da natural, pero vivíamos lejos de las universidades donde impartían la carrera y mis padres no quisieron que me fuese lejos. Así que elegí la Ingeniería y estoy feliz con eso.  La pintura es algo que me acompaña, he hecho un par de cursos para tener nociones de color, luz y sombras, el resto forma parte del amor que le pongo a lo que hago. 

Háblame de tu experiencia como profesora, cuando has tenido la oportunidad de enseñar en universidades de Estados Unidos y Venezuela.

En mi país trabajé en dos universidades, desde 1995 me he dedicado a la enseñanza de la Ingeniería Eléctrica-Electrónica. Vine a Tampa en 2006 con una beca de la Universidad de Carabobo donde trabajaba, para estudiar un doctorado. Aquí, fui contratada como profesora, pero en esa ocasión, cuando estaba ya por terminar el doctorado, me suspendieron la beca y tuve que volver en 2010 a Venezuela, sin terminar mis estudios. En 2017, decidimos volver a Tampa y fui readmitida al programa doctoral. Entonces, volví a impartir clases en el curso teórico de Linear Control Systems y en su laboratorio. He trabajado en la docencia de la Ingeniería de manera ininterrumpida desde 1995, en español y en inglés, pero siempre en mi área de competencia. 

A pesar de estar terminando un doctorado en USF, dedicas tiempo a seguir escribiendo literatura infantil, pintas e ilustras tus propios libros, impartes clases de Ingeniería, y atiendes a tu familia. ¿Como te salen tantas cosas bien al mismo tiempo?

 Ja, ja, ja, qué buena pregunta, no sé cómo lo hago, pero creo que cuando le pones pasión a las cosas, el tiempo fluye y Dios ayuda. Soy una fiel creyente en Dios, y creo que hay llamados que no deben esperar. Este libro estuvo guardado desde el 2014 y es ahora cuando sale publicado. Te comento, que en medio del punto cumbre de mi disertación doctoral, no me explico cómo este último libro ha salido al ruedo...coincidencias, casualidades, causalidades, ¡todo junto!... jajaja, de verdad, ha sido una bendición poder contar con la maestría del equipo de la Editorial CS Editions, ellos lo hicieron posible.

Tres preguntas en una: ¿por qué te vas de Venezuela, eliges Tampa para residir y regresarías a vivir en tu país?

Esta pregunta es profunda...Nunca me iré de Venezuela, mi país está dentro de mí y yo sigo siendo parte de él. Me duele en el alma lo que nos pasa. Venezuela ha vivido una involución en lo que han sido mis referencias, desde la industria petrolera, las universidades, el arte, la educación... es lamentable, pero aunque por un momento pensé que tenía que seguir allá dando mis aportes para no entregarle todo al régimen, para que ellos no se hicieran con la totalidad de los espacios de nuestro país, la situación socio-económica te expulsa y, aún más, cuando tienes que ofrecer un futuro a tus jóvenes hijos. La decisión fue difícil, pero vivo de cara al futuro y desde donde me encuentre elevaré mi bandera venezolana por la libertad y la paz que tanto necesitamos. De este lado, somos muchos venezolanos que vinimos con buenas intenciones a aportar lo que en nuestro país nos fue imposible seguir haciendo. Al final del día, estamos de paso en esta vida y los aportes no son al conglomerado de un país en particular, los aportes que hagamos son para la humanidad donde quiera que nos encontremos. Tampa nos agrada, es una hermosa y pujante ciudad, la elegí por esas causalidades de la vida, ya que el tutor de mi tesis de Maestría en la Universidad de los Andes en Venezuela, es graduado de PhD acá en USF y él me hablaba de lo maravillosa que era la Universidad, así que cuando pensé en mi doctorado de una vez vino a mi mente aquella conversación con mi tutor, el resto lo hizo Dios. Aquí también hay jóvenes, aquí tambien hay niños y, por tanto, hay mucha obra por hacer. A Venezuela regresaré, no sé si a vivir de nuevo, no lo descarto, nadie sabe su final, pero si regresaré a ver a mi familia que es lo que más amo y a pasar por los espacios donde haya dejado mis huellas...

Háblame sobre la presentación del libro que ahora estás publicando con CS Editions.

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El libro ha sido patrocinado por algunas fundaciones y empresas, asi que ya hemos tenido actividades con ellos para donar el libro a los niños de algunas comunidades hispanas y he estado autografiándolos para ellos.  Pero, la presentación formal del libro la estamos programando para antes del 24 de este mes, ya que siendo un libro de Navidad es pertinente que lo hagamos por estas fechas. Espero sea un acto simple pero muy emotivo, con mi familia, amigos allegados y algunas personalidades ligadas al medio literario de Tampa. Será una actividad en español y desde ya le extiendo mi invitación a La Gaceta para que nos acompañe, sería un gusto tenerlos conmigo en esa ocasión.

Quiero hacer llegar a través de usted, Sr. Gabriel, mi aprecio y estima a La Gaceta, por el trabajo diario que realizan y por el realce que le dan a nuestra comunidad hipana/latina de Tampa.

Publicado en La Gaceta, 12.17.21

lunes, 13 de diciembre de 2021

Josephine Baker, distinguida en el Panteón de París

El pasado 30 de noviembre, la afroestadounidense Josephine Baker fue honrada con un memorial y una placa en el selectivo Panteón de París, donde reposan distinguidas personalidades de Francia como Voltaire, Rousseau y Víctor Hugo, por sólo mencionar algunos ejemplos señeros.

Qué méritos extraordinarios tuvo esta mujer extranjera, sin un reconocimiento parigual en su país de origen, para que a los 46 años de su desaparición física la recuerden los franceses con tan alta consideración, convirtiéndola en la primera persona de piel negra y la sexta mujer en sumarse a las cerca de 80 celebridades allí reunidas.

Hay muchas razones para ello, pues la niña pobre que nació en Saint Louis, ­Missouri, en 1906, a la que nombraron Freda Josephine ­MacDonald, tuvo una infancia  muy  difícil. Sin embargo, con su talento y voluntad se convirtió en una famosa bailarina, cantante y actriz, excepcional vedette y estrella internacional.

En la niñez pasó hambre, maltratos y a los 14 años se casó por primera vez. Ella confesó en una ocasión que salió a bailar a la calle la primera vez para no morirse de frío. La madre, que era descendiente de padre africano y madre apalache, crió a los hijos sola, a veces pasando hambre. Pero

Josephine nació con la gracia del arte en sus venas y se unió a una compañía de bailarinas –The Dixie Steppers– y en 1919 viajó con ella a Nueva York. Entonces, con 16 años, ya se había separado de su segundo esposo, del que tomó el apellido Baker. En la Gran Manzana, un cazador de talentos le propuso ir a Francia, donde quería fundar un espectáculo conformado únicamente por personas de piel negra.

En 1925 comienza a triunfar en París sobresaliendo en el espectáculo “La Revue Nègre”, que incluía una orquesta de jazz. Con su baile exótico, extremadamente sensual y muy desinhibida con su mínima vestimenta, encantó al público francés y se convirtió en una estrella internacional. Al ritmo del charlestón, que era prácticamente desconocido en Europa, y con un baile al que llamaron danza salvaje, aquella adolescente mulata, casi desnuda, se convirtió en una diva aplaudida frenéticamente en cada aparición. 

Según Michel Fabré, aquel espectáculo “ha permitido hacer de Josephine Baker la pionera que es calificada por algunos como un renacimiento negro basado en una mezcla de jazz, dadaísmo, arte negro y cubismo”. En un momento en que París es el centro mundial del arte, cuando Picasso, Wilfredo Lam y otros pintores buscaban en el negrismo una fuente de inspiración renovadora, la figura de Josephine y el exotismo de sus presentaciones debió serle particularmente revelador.

La estadounidense hizo giras por Europa como ­vedette del Folies Bergère y luego abrió su propio club Chez Joséphine. Su fama en los escenarios enseguida pasó al cine. En 1927, se estrenó su primera película “La Sirène des Tropiques”, a la que seguirían “Zouzou” y “Princesse Tam Tam”.

Al baile y al cine le sumó nuevos triunfos al desempeñarse como modelo fotográfica y, siempre multifacética, se estrena en el mundo musical. A principios de la década de 1930 grabó sus primeros discos, con canciones como “J’ai deux amours” que resultó un rotundo éxito.

En 1936, hizo una gira a su país de origen, aunque aquí, cumpliéndose el refrán “nadie es profeta en su tierra”, no alcanzó los aplausos que cosechaba en Europa y a algunos, incluso, no les pareció bien cierto acento francés que había incorporado a su lengua original. Regresa a Francia y contrae matrimonio con Jean Lion, obteniendo la ciudadanía francesa. El esposo es un magnate del azúcar, pero ser de origen judío en aquel momento, cuando el antisemitismo fascista cobraba fuerza en Europa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, fue también para Josephine Baker una preocupación.

Estalla el conflicto bélico que alcanza a Francia y la gran estrella no es ajena a él, convirtiéndose en una heroína de la resistencia francesa. La mujer que era llamada “La venus de bronce” guardó los atuendos vistosos del espectáculo y se vistió de traje militar, sirviendo como subteniente en la Fuerza Aérea Francesa. Demostrando un gran valor, prestó grandes servicios a la nación francesa y a la humanidad como espía, labor por la que fue condecorada por Charles de Gaulle con la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Josephine Baker fue una permanente luchadora por los derechos civiles. En 1963, volvió a Estados Unidos y se integró a la lucha antirracista que durante esa década alcanzó tanta fuerza. Fue una activa participante en la famosa Marcha en Washington y estuvo al lado de Martin Luther King apoyando su discurso “Yo tengo un sueño”.

Después volvió a Francia y, aunque había ganado mucho dinero, vivió pobre, al extremo de tener que volver algunas veces al escenario por presiones económicas. No pudo tener hijos propios, pero adoptó a 12 criaturas que ayudó a crecer.  Murió en Mónaco, en 1975, y la enterraron con honores militares en un cementerio de ese lugar. Aunque su tumba sigue estando allí, ahora los franceses la recordaron agradecidos y pusieron una placa con su nombre en el Panteón de París.

 

viernes, 3 de diciembre de 2021

Herencia Cultural Cubana premia a Emiliano Salcines

 El pasado 19 de noviembre, la institución sin fines de lucro Herencia Cultural Cubana celebró un acto en Miami para dar a conocer a las personas elegidas para recibir el Premio Herencia 2020, que otorga esa entidad a quienes han sobresalido en la defensa y divulgación de nuestra cultura en Estados Unidos. En esta ocasión, recibieron la alta distinción el Honorable Juez retirado Emiliano José Salcines, la Doctora Mercedes Cros Sandoval y el Doctor Raúl Eduardo Chao, junto a su esposa Olga Isabel Nodarse Chao.

La Doctora Cros Sandoval es Profesora de Antropología y Ciencias Sociales en el Campus Norte de Miami Dade Community College y Profesora Adjunta del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Miami, Florida. Es originaria del oriente de Cuba y ha merecido reconocimiento por sus libros acerca de los sistemas mágico-religiosos y los factores culturales que afectan la salud mental.

  
       Emiliano Salcines durante su discurso de agradecimiento. A su derecha,  
         Alberto Bustamante y  Julio Lago;  a su izquierda, Eloy Cepero, presidente 
         de Herencia Cultural Cubana.

El doctor Raul Eduardo Chao, quien vive actualmente en Lakeland junto a su esposa Olga Isabel, tiene un doctorado en Ingeniería Química por la Universidad Johns Hopkins en Baltimore. Ha sido Presidente de los Departamentos de Ingeniería Química de la  Universidad de Puerto Rico y de la Universidad de Detroit y ha publicado diversos libros relacionados con la historia de Cuba y la cultura hispana. Su esposa, autora del libro Al mirar: conversaciones y reflexiones sobre el arte cubano, es experta curadora de arte, ha dirigido galerías en Michigan y Nueva Jersey, y participado en varias exposiciones a nivel nacional e internacional.

Junto a ellos, nuestro Emiliano J. Salcines  Jr, (EJ, para sus tantos amigos, con la pronunciación sajona de sus iniciales) fue llamado a recibir la premiación en ­reconocimiento a más de cuarenta años defendiendo la hispanidad en Tampa, divulgando la vida y obra de José Martí, la historia de España y Cuba, con una visión de universalidad. Todos sabemos en Tampa quién es Emiliano Salcines y todos le queremos por su permanente jovialidad, su fino humor, sus amplios conocimientos sobre diversos temas y el amor a su ciudad natal, cuya historia y herencia multicultural conoce y defiende con admirable pasión.

Salcines, quien fue el primer Fiscal hispano en nuestra ciudad, ha impartido conferencias en varias universidades de Estados Unidos, ostenta la Orden Isabel la Católica conferida por los Reyes de España y es uno de los más fervientes martianos que conozco. Durante años, ha dedicado mucho tiempo a leer, investigar y divulgar su obra, siendo el primero en apuntar la cantidad de veces que el Apóstol de la Independencia de Cuba vino a Tampa. Si bien la divulgación permanente del pensamiento martiano ha sido útil para todos, tiene una significación especial el haberlo hecho dentro del público estadounidense, haciendo ver en diversos ámbitos –incluido el académico– la profundidad con que Martí escribió acerca de la cultura de este país y de sus grandes escritores, como es el caso de Watt Witman, Ralph Waldo Emerson y otros.

En Emiliano Salcines no hay raíces cubanas, es hijo de españoles nacido en Tampa. Sin embargo, Tampa tiene mucho de cubana y todos los ingredientes de su cultura presentes en ella fueron absorbidos por Emiliano desde la niñez, oyendo y cantando su música, repitiendo dichos y dicharachos, probando la sazón de su comida, oyendo las historias grandes de la independencia. Desde muy joven, el padre lo llevó a La Habana a disfrutar sus teatros, restaurantes, calles abarrotadas de gente y cantos. A  más de 60 años de aquellos pasos habaneros, Emiliano se acuerda del nombre de sus calles, en qué esquina hay que doblar para llegar al cine Payret o al restaurante Zaragozana, así como  entona “Ay Mamá Inés” como si hubiera crecido en Guanabacoa.

No pude acompañar a Emiliano a Miami a recibir el premio de Herencia, pero estoy seguro de que todos  allí, al oír sus palabras y ver la nobleza en su rostro agradecido, aplaudieron el acierto con que la prestigiosa institución cumplió en él, como en los otros premiados, el pedido martiano de “Honrar, honra”.