jueves, 30 de noviembre de 2017

La presencia de John Brown

 Por Gabriel Cartaya

Al cumplirse, este 2 de diciembre, el 158 aniversario de la muerte de John Brown, creo conveniente recordar su nombre, no sólo por tratarse de un aniversario por muchas razones memorable, sino también por los mensajes que de su ejemplo nos alcanzan para enfrentar todo asomo de discriminación racial, cuando en el siglo XXI algunos intentan revivir teorías y acciones sobre una supuesta supremacía blanca.
   John Brown nació en Connecticut en mayo de 1800, en un cambio de siglo marcado por la existencia de la esclavitud en Estados Unidos, aun cuando la naciente Constitución de la nación había proclamado el derecho de los hombres a ser libres. Brown era blanco, pero heredó y acrecentó una conciencia antiracista. Su abuelo fue combatiente independentista y el padre un confeso abolicionista, a  quien vio desde la niñez proteger a los negros que escapaban de la violencia de la esclavitud.
 Ya siendo hombre, comenzó a vivir en una comunidad afroamericana cercana a Nueva York, construida en una propiedad donada por Gerrir ­Smith para que sirviera de refugio a los que huían de la plantación esclavista, pero también de formación educativa a sus miembros, quienes encontraron  en Brown uno de sus mejores preceptores.
        “Los últimos momentos de John Brown”. 
      Thomas Hovenden, 1882-84
 Pero el valiente John no  se limitó a predicar a favor del abolicionismo, pues como hombre de acción privilegió la lucha frontal contra los esclavistas. En 1856, creó una organización para enfrentar con las armas a los cazadores de esclavos. A partir de esa fecha, se convierte en un adalid antiesclavista de esa región y fue extendiendo su liderazgo a las comarcas vecinas. Los enfrentamientos armados entre los defensores de la esclavitud y los abolicionistas alcanzaron una gran notoriedad en la década de 1850. Entre las batallas de ese tiempo se  recuerda la de Black Jack, triunfal para el grupo comandado por Brown, en el marco de tenaces enfrentamientos para evitar que en el recién creado estado de Kansas  se introdujera la esclavitud. Claro que la desventaja de fuerzas era considerable, por lo que los esclavistas triunfaron en varias batallas, como la de Osawatomie.
 El líder Brown era ­consciente de que el camino armado era el único recurso posible para eliminar la esclavitud y fue consecuente con este credo, al entender que todas las propuestas pacifistas se estrellaban frente a los defensores del oprobio esclavista.  Por eso se propuso organizar sublevaciones armadas y crear comunidades libres compuestas por afroamericanos, como primer paso para lograr la emancipación total de la raza negra en Estados Unidos.
 En octubre de 1859, Brown comenzó a crear zonas liberadas en la parte occidental de Virginia. En ese empeño, con un grupo de hombres tomó el arsenal federal de Harpers Ferry, en la actual Virginia Occidental, consiguiendo el control de la ciudad. Pero ese pequeño grupo fue rodeado por una compañía del Ejército muy bien armada, comandada por el coronel Robert E. Lee. En el desigual combate murieron dos hijos de Brown y varios de sus hombres. Él fue herido y hecho prisionero. Le acusaron de traición, cuando en realidad estaba defendiendo el derecho constitucional del hombre a la libertad. El 2 de diciembre lo llevaron a la horca, en Charlestown, Virginia.
 Unos meses más tarde comenzó la llamada Guerra Civil, que vino a ser una especie de continuidad de la lucha que libró John Brown por la abolición de la esclavitud. Cuando los soldados abolicionistas marchaban al combate, iban entonando una canción a John Brown.
 Algo más de tres años después, Abraham Lincoln declaró la libertad de los esclavos en Estados Unidos, completando la lucha del  líder que le antecedió, quien pasó a la historia de la nación no sólo como un símbolo de la lucha antiesclavista, sino, por extensión,  como un modelo del enfrentamiento a todo tipo de discriminación racial.
    El legado histórico de Brown fue un referente en las luchas de la década de 1960 por los derechos civiles en Estados Unidos. Por ello, su permanente ejemplo ha sido recreado por diversos músicos, pintores, escritores  y cineastas. La canción “Meteor of War”, del grupo de rock Rancid, la novela de  McBride The Good Lord Bird o la película “Santa Fe Trail”, de Michael Curtis, son sólo unos ejemplos de la trascendencia, el servicio, con que nos sigue acompañando el paradigma  de John Brown.
 Publicado en La Gaceta, el 1.° de diciembre, 2017




miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ferdie Pacheco

El pasado jueves, 16 de noviembre, murió en Miami uno de los hijos egregios de Tampa, cuando le faltaban tres semanas para cumplir los 90 años de edad. Al llegar a su ciudad la noticia de que  había dejado de latir el  corazón de Ferdie Pacheco, la sensación de pérdida fue acompañada por el orgullo de  pertenencia hacia el artista que nació en ella y le dio brillo con su prolífica obra.
Cuando entré  a La Gaceta el viernes por la mañana, Patrick Manteiga tenía sobre su mesa de trabajo fotografías, pinturas y escritos de Ferdie Pacheco, como primer homenaje desde este periódico al creador que tanto le aportó y en cuyas páginas se hizo común su nombre, tanto por sus dibujos y escritura como por las reseñas que otros autores publicaron acerca de su obra.    
Al comentarme la triste novedad, la primera obra de Pacheco a  que aludió Manteiga fue  a una pintura que  sobresale en una sala del periódico: el retrato que inmortaliza a la figura de Roland Manteiga, dibujado por el artista en1995 y en el que, en un juego de luces y sombras, el artista plasmó los rasgos físicos y de personalidad más sobresalientes del segundo editor de La Gaceta.
También vi sobre la mesa un número de esta publicación correspondiente a diez años atrás. En la primera página del mismo sobresale una  imagen en la que es fácil adivinar el estilo del pintor desaparecido. Presidiendo la obra pictórica, se lee la noticia de la fecha: Ferdie Pacheco, Hombre Hispano del Año.  En el artículo donde se inserta esta imagen, escrito por Patrick Manteiga y  Paul Guzzo, encuentro un resumen de los méritos que le hicieron merecer el lauro, especialmente su obra escrita en rescate de los valores hispanos de Ybor City. Los autores se refieren al libro Crónicas de Ybor City, publicado en 1994, donde Pacheco recoge momentos importantes de la memoria personal y colectiva de este pueblo, rescatando historias de personalidades, lugares y costumbres, en un texto enriquecido con valiosas fotografías. Asimismo, los autores recuerdan su influencia en la universalización gastronómica de Ybor City, a través de dos textos emblemáticos: Libro de cocina del restaurante Columbia y Libro de cocina de Navidad en Ybor City.
En el artículo citado, se alude a una novela escrita por Pacheco y publicada por capítulos en La Gaceta, al estilo en que en el siglo XIX Honoré de Balzac entregaba sus trabajos a diarios como Le Siècle.  En Tampa, los lectores pudieron seguir los capítulos de El lector en nuestra publicación, disfrutando de una ficción entretejida con historias reales de la ciudad que el ingenioso autor juntó en esta obra.   
Las amplias cualidades de Pacheco como artista se desbordaron en la escritura y la pintura, describiendo a la ciudad que le vio nacer y expandiendo al universo su riqueza histórica y cultural. Pero su pluma y pincel no se limitaron a Tampa, pues Cuba, la patria de sus ancestros, estuvo en él permanentemente. Entre sus retratos a figuras históricas de la Isla, habría que destacar las que hizo a José Martí y a Victoriano Manteiga. Asimismo, figuras de relieve universal, como Mahatma Gandhi, fueron recreadas por el cerdamen de Pacheco con una exquisita originalidad.
Tampoco es posible hablar de Fernando Pacheco, su nombre original, sin  mencionar la ciudad de Miami, donde asistió a la universidad y se hizo médico. En esta profesión alcanzó una gran notoriedad al convertirse en el galeno de cabecera del boxeador más famoso de todos los tiempos, el campeón Cassius Clay –Mohamed Ali–, a quien acompañó desde 1962 hasta 1977, estando en la esquina del cuadrilátero en las peleas más importantes del campeón. Tal vez por su temperamento, afán de servir e influencia sobre el glorioso púgil, es que a Pacheco, un permanente luchador,  comenzó a llamársele “El Doctor Lucha”.  Al terminar su compromiso con Ali, quien estaba ya al término de su carrera, Pacheco se desempeñó  por algún tiempo como comentarista de boxeo para la televisión, sin dejar de seguir siendo el pintor y escritor de siempre.
Con la muerte de Ferdie Pacheco, su familia pierde al acompañante de una larga ruta de amor y enseñanza, las ciudades de Tampa y Miami a un estudioso agudo, narrador enamorado de su cultura; y el mundo a un “buen hombre”, como me dijo hoy Andy Celeiro, quien tuvo el privilegio de ser su amigo. Que descanse en paz, deseamos a Ferdie Pacheco desde La Gaceta, en cuyas páginas seguirá viviendo.












martes, 21 de noviembre de 2017

De una conversación con Oscar D' León en Tampa

El pasado 5 de diciembre, en el Festival Conga Caliente que se celebra en Tampa, tuve la oportunidad de conversar brevemente con Oscar D" León, uno de los invitados a amenizar la ya tradicional fiesta  con que se cierra en la ciudad el Mes de la Hispanidad.

viernes, 17 de noviembre de 2017

El Festival Conga Caliente y la creación de una nueva tradición en Tampa

  Las fiestas llegan a convertirse en una representación simbólica de la identidad local, regional o nacional, cuando contribuyen a afianzar los lazos de la comunidad mediante el difrute colectivo de diversos elementos concurrentes: música, baile, comida, bebida, charlas y otras atracciones, en medio de una atmósfera de expansión comunicacional que se hace habitual y requerida.
     Los fundadores del Festival Conga Caliente –Alex Coda y Maritza Astorquiza–, están contribuyendo a construir la génesis de un patrimonio cultural, en la medida en que el nombre de un festival es identificado por la comunidad tampeña como un espacio donde miembros de diversos pueblos que conforman la ciudad se juntan a exponer tradiciones que le caracterizan y que, al juntarse, crean un nuevo universo identitario.
 La adhesión ­creciente a ese día festivo (generalmente el primer domingo de noviembre), reúne a decenas de miles de personas, dada su asiduidad y  aceptación popular.
 Así, lo que comenzó como un evento más se va convirtiendo en un  ritual festivo de pertenencia colectiva, en el que afloran diversas particularidades de una identidad hispanounidense, como suma integradora de componentes culturales de diversas procedencias que, sin embargo,  se asumen como propios en la fiesta común.
 Otras fiestas que se repiten en la ciudad (excluidas las relacionadas con Halloween, Thanksgiving y otras de sello tradicional estadounidense), no alcanzan el significado de Conga Caliente por resultar excluyentes, como son todos los eventos cuya participación tiene una exigencia monetaria y, de hecho, su asistencia a ellas no se hace popular. El primer acierto de los creadores de esta festividad que se realiza en el céntrico Parque Al López, fue concebirla en un lugar donde pueden entrar, sin reservación ni pagos, todos los hijos de la ciudad atentos a la cultura hispana y donde, de hecho, el idioma que se habla es el español, el más fuerte vehículo de defensa de una cultura. 

  En la edición de 2017, el pasado 5 de noviembre, pudimos disfrutar de los ritmos musicales de México en la voz del cantante Pedro Rivera, la voz de la cubana Aylin y la Máquina Timbera,  Andy Andy, un astro de la bachata dominicana y  Michael Pelayo, nacido en Arizona de matriz mexicana. En todos los casos, la afinidad con el ritmo, letra y voz del artista, operó en la multitud un sentimiento perceptible de identificación.
Oscar D'León en el Festival Conga Caliente
  Finalmente, estuvo Oscar D’León, el Sonero Mayor, o Faraón de la Salsa, como también se le dice. De son y salsa quise saber al preguntarle por sus ­orgígenes y me dijo, en expresión de máxima síntesis: “Es lo mismo. Hoy todo eso se llama salsa. El origen es cubano. Oir esa música es lo que me movió, desde niño. Es esa la música que me permitió ser lo que soy”. Al instante, en un clima de inmediata confianza y sinceridad, aseguró D’León que mucho le debe a la música cubana: “Porque el son, el guaguancó, la rumba, son cosas de aquella época que todavía la gente aclama”. Insití en Cuba y en su visita a la Isla, en 1983, para escucharle: “Siempre la música cubana es sinónimo de alegría, sinónimo de recuerdos, sinónimo de interpretación en buena lid. A mí me quedó esa música. Recuerdo a Cuba con mucho cariño, con ansias de volver”. Al preguntarle por qué no hacerlo, insinuándole el impacto que sería una visita suya al Oriente cubano, a los orígenes del son y de tantos soneros, me dijo, con marcada brevedad: “La política..., está la política por medio”. No insistí, porque también fueron matices políticos los que determinaron la quema de discos suyos en las calles de Miami, cuando llegó la noticia de que el venezolano había cantado al pueblo de Cuba.
  Después le pregunté por ­Benny Moré y Celia Cruz, incomparables soneros que desbordan el espacio y el tiempo. “Eran lo más grande, en su época lo que grabaron lo hicieron en vivo, no como hoy que repetimos 3 o 4 veces para lograr calidad y afinación. Ellos lo hacían una sola vez”. Entonces el músico se detuvo, casi con reproche de que yo no nombrara “La combinación perfecta”,  la famosa producción que hizo con “La guarachera de Cuba”.  Pero lo recordó él, con la misma devoción que dijo del bárbaro del ritmo: “¿Al Benny?, admirarlo y tomarlo como un ejemplo”.
  Conversé con Oscar D’León cuando todavía no había llegado a la tarima, donde llenó de entusiasmo a la multitud.  Por eso, no era posible oirle una opinión sobre el festival. Pero, mientras captaba con mi cámara el mar de pueblo aplaudiendo al incomparable sonero, confirmé el alcance de una fiesta que ya es un legado de la ciudad.
  En una época en que se acentúa la individualización, extremada con el uso de la tecnología digital y el aislamiento de las personas  se extiende hasta el hogar, es de alegrarse con un festival como Conga Caliente, donde no vi a muchas personas con un celular en el oído,  y a nadie abriendo una pestaña de Android,  porque todos estaban disfrutando el espacio festivo compartido. Así fue, hasta cuando Oscar D’León, hasta la última luz del día,  se despidió entre aplausos. El recuerdo de esa experiencia vivida será, como ocurre en la construcción de las costumbres, el leivmotiv más fuerte para esperar su reaparición el próximo año. 
  He dejado para el final el momento de agradecer. Primero, a sus fundadores, Maritza Astorquiza y Alex Coda, propietarios de Coda Sound, una compañía local de producción de eventos, quienes fundaron este festival en 2004, tal vez sin imaginar que iba a imponerse como la más masiva fiesta hispana de la localidad. A su vez, reconocer a la gran cantidad de firmas que año tras año contribuyen a su ejecución, especialmente Mundo Fox, su principal patrocinador, pero también a la estación de radio Rumba 1065, Chevrolet, McDonald’s, Publix, Estrellas TV, el periódico Centro Tampa, entre otras instituciones. Y claro, agradecer el apoyo de las autoridades de la ciudad a la feliz realización de este  evento, primeramente a su alcalde, Bob Buckhom, un entusiasta participante de Conga Caliente.

    Y, claro, a cada asistente que al bailar, cantar, aplaudir y aclamar, reafirma el orgullo de su tampeña hispanidad.
Publicado en La Gaceta, 11.17.17

viernes, 10 de noviembre de 2017

Entrevista a Albert A. Fox, tenaz defensor de las relaciones entre EE.UU. y Cuba

Por Gabriel Cartaya
 Conozco a Al Fox –como todos llaman a Albert A. Fox Jr.- desde que comencé a trabajar en La Gaceta. En la primera conversación que sostuve con él, comprendí que Cuba constituye para él una pasión desbordada. Ha dedicado más de 15 años a luchar a favor de que las relaciones entre Estados Unidos y la Mayor de las Antillas sean normales, debidamente abiertas como con el resto del mundo, incluyendo países con sistemas políticos de orientación comunista, como es el caso de China o Vietnan.
En ese esfuerzo, en 2001 creó la “Fundación Alianza para una Política Responsable hacia Cuba”, ha visitado numerosas veces  La Habana, ha propiciado los intercambios de delegaciones culturales y empresariales entre la ciudad de Tampa y la Isla, ha influido en la firma de acuerdos de  colaboración  entre  ambos países y fue una figura importante en el acercamiento que se produjo entre los dos gobiernos en el último tiempo del gobierno de Barack Obama.
  Ahora, cuando ha retrocedido el nivel de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, por intereses políticos que desconocen el verdadero latido de ambos pueblos, Al Fox ha vuelto a La Habana con una pequeña delegación de Tampa y Saint Petersburg, insistiendo en su convicción de que lo mejor para los cubanos, para los tampeños, para los estadounidenses y para todo el mundo, es que, respetando la diversidad de pensamiento,  de estructuras políticas y de decisiones nacionales, se fortalezcan verdaderas relaciones de intercambio y amistad entre los dos gobiernos, porque sólo así estarían cumpliendo  con el deseo del pueblo a quien deben representar.
  Para escuchar la opinión de Fox sobre el tema de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y su papel en la búsqueda de normalizarlas, le hago unas preguntas a las que respondió con amabilidad.
 Tampa ha jugado un papel importante en el esfuerzo por normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Especialmente, la Fundación Alianza para una Política Responsable hacia Cuba, que usted fundó en 2001, ha trabajado intensamente a favor de esa política que tuvo logros importantes durante el segundo período del gobierno de Barack Obama. ¿Cómo valora el trabajo realizado durante tantos años a favor de la normalización de las relaciones entre ambos países?
   Me enorgullece mucho haber podido desempeñar un pequeño papel en lograr que Elián González regresara a Cuba y también en la liberación de los llamados “Cinco”, que cumplían en Estados Unidos injustas condenas de prisión. También logramos influir en el  importante papel del senador estadounidense Jeff Flake, quien contribuyó a mejorar  las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Lo llevamos a La Habana por primera vez. Debido a las importantes contribuciones de la “Alianza…” hoy tenemos en Tampa una mayoría en el Concejo Municipal, la Comisión del Condado, la Autoridad Portuaria, la Autoridad Aeronáutica, en medios de comunicación locales y el apoyo de la congresista Cathy Castor, que están llamando a que se ponga fin al embargo impuesto por Estados Unidos a Cuba.
¿Cómo aprecia el progreso logrado en las relaciones bilaterales a partir de diciembre de 2014?
Del 17 de diciembre de 2014 al 15 de junio de 2017, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba cambiaron radicalmente y mejoraron por primera vez, en 55 años. El pueblo cubano ha estado contento con los esfuerzos que hizo la Administración de Obama para restablecer las relaciones diplomáticas. El gobierno cubano ha permitido la venta de propiedades, las pequeñas empresas estaban comenzando a florecer, los cubanoamericanos comenzaron a viajar a Cuba en mayor número y los viajes de estadounidenses a la Isla se facilitaron. Todas las partes estaban entusiasmadas por la mejoría de relaciones.
  Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, comenzó una regresión en los logros alcanzados en esa dirección. ¿A su juicio, qué factores  contribuyen a las nuevas acciones que está tomando la Casa Blanca en relación con Cuba?
  Con la elección del presidente  Donald Trump, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba  están volviendo a los días de “La Guerra Fría”. Las nuevas restricciones de Trump hacia Cuba son antiamericanas e inmorales. Los tipos de la “mafia cubana de Miami” deberían estar avergonzados de sí mismos por seguir apoyando una política de guerra fría impulsada por el odio, la venganza y la arrogancia.
  Es repugnante, patético y antiamericano que el presidente Trump haya permitido que una minoría de cubanos extremistas en Miami y Union City, Nueva Jersey, revierta los primeros logros después de 55 años de hostilidad de Estados Unidos hacia Cuba. Anular la política de Trump hacia Cuba tomará cinco años, al menos, después de que éste abandone el cargo, que debe ser en su primer mandato. Él no es el único a quien culpar. Pocas personas entienden que fue durante la presidencia del demócrata Bill Clinton cuando, realmente, se colocó a Estados Unidos en una posición tan terrible con respecto a las relaciones entre este país y Cuba,  mediante la firma de la legislación Burton Helm. Un presidente republicano nunca la habría firmado.
Usted viajó a Cuba recientemente y pudo apreciar el interés del gobierno y el pueblo de Cuba en no dañar lo que se ha avanzado en las relaciones entre los dos países. ¿Cómo evalúa la tensión que se ha creado a partir de los supuestos ataques acústicos contra diplomáticos estadounidenses en La Habana?

Al Fox (der.), en La Habana, en octubre de 2016

  Es triste el comentario que el país con la democracia más grandes del mundo ha creado, con una propaganda de la CIA encaminada a destruir las relaciones entre los dos países. No es una noticia veraz, no hay evidencia de que el gobierno cubano esté perjudicando a los diplomáticos estadounidenses en La Habana. ¡Ni uno! Toda la habladuría sobre “ataques sónicos” es una tontería que parece más bien una película de “James Bond”. Es una mentira total.
  ¿Cómo usted ve el futuro próximo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba?
  Si los cubanoamericanos no se levantan y muestran su disgusto e indignación con esta nueva política del gobierno, va a llevar años y años para que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba vuelvan al nivel de las que empezaron el 17 de diciembre de 2914.
  Y en Cuba, no vas a encontrar un cubano que apoye la política de Trump o Marco Rubio.

 Publicado en La Gaceta, 10 de nov. de 2017

viernes, 3 de noviembre de 2017

Emiliano Salcines, imagen en bronce de una vida ejemplar

Por Gabriel Cartaya

La costumbre de esculpir la figura humana en piedra, madera, yeso, bronce u otro material es una práctica del hombre desde la antigüedad y común en todas las civilizaciones. En todos los casos, expresa el reflejo simbólico de una realidad, independientemente del paradigma que justifique  su creación, nazca desde la inspiración del artista o por solicitud de determinado tejido superestructural de la sociedad.

     Aunque el origen de las estatuas se vincula a las creencias mágico religiosas y desde los orígenes de la jerarquización social ha prestado un servicio político en defensa de las ideologías dominantes –exacerbando el culto a la personalidad– hay otra tradición que refleja el aspecto más positivo de su existencia: la representación física de una persona ­destacada de la comunidad,  como reconocimiento y gratitud por los servicios extraordinarios prestados y como ejemplo del presente a las generaciones vivas y venideras. Son las verdaderamente trascendentes, pues su legitimidad no se relaciona con las veleidades del poder o las tentaciones de la fortuna, sino con el cariño de la sociedad hacia sus figuras más emblemáticas.
Emiliano Salcines y su esposa, junto a la efigie de bronce
  En este ángulo encuentro la razón para que el Consejo Asesor Hispano de la bahía de Tampa haya develado, en el marco del Mes de la Herencia Hispana en Estados Unidos, la imagen en bronce de uno de sus hijos más (re)conocidos, el honorable Juez Emiliano J. Salcines, o simplemente EJ –con pronunciación inglesa–, como le llaman sus numerosos amigos. 
  No es el propósito de estas líneas extenderse en la amplia biografía de Salcines, sino, más bien, sumar esta columna al regocijo con que el pueblo de Tampa recibe una noticia que puede compartir con su hijo premiado. Es buena y útil la rareza de que el hombre pueda asistir, en plena conciencia, a un acto de esta naturaleza. Casi siempre las estatuas se levantan en homenaje a figuras cuya obra correspondió a generaciones anteriores. Así, en Tampa, encontramos monumentos dedicados a Henry B. Plant,  Vicente Martínez Ybor,  José Martí,  Al López, Dick Greco, Ronald Manteiga –por solo citar algunas de las muchas figuras insertadas en su historia–. Desde ellas nos llegan sus lecciones, pero esta vez nos seguirán acompañando –y ojalá por mucho tiempo–, desde el mismo hombre que, aun con cierto sonrojo proveniente de su modestia proverbial, asiste a la inauguración de una estatua en bronce a la que puede acercarse como a un espejo.
  Ante esa imagen podría desfilar el recuento de su ejemplar cronología, desde el nacimiento en West Tampa aquel lejano 18 de julio de 1938, recordando al padre asturiano que le dio nombre, como a la madre, Juanita Rodríguez. Es rememorar la niñez en el barrio en que vive todavía, la escuela, los juegos y cantos. Después, la  Academia Militar de Riverside, en Georgia, y de allí su tiempo en Florida Southern College, y luego a South Texas College of Law, en Houston, donde se graduó de Abogado.
  Cuánta historia acumulada en el ámbito profesional podría acudir a la memoria del primer fiscal hispano en el condado de Hillsborough, cargo para el que fue electo cuatro veces. Desde la posición de Magistrado, las complejas decisiones que corresponden a la sabiduría y honradez del enjuiciador, a tono con la actitud que predicó José de la Luz y Caballero: “Sólo la verdad nos pondrá la toga viril”.
  También pasan por la mente de Salcines sus discípulos, los muchos que directamente han disfrutado de sus conferencias en diferentes universidades y otras instituciones y los que indirectamente se han servido de su obra escrita, como su Manual para estudiantes de Derecho, activo en varias universidades. También aquellos a los que asesoró, recomendó o educó en el difícil ejercicio de la jurisprudencia.
  Cómo no evocar momentos como aquellos en que fue invitado por los Reyes de España, Juan Carlos y Doña Sofía, al Palacio de la Zarzuela, donde le concedieron la Orden Isabel la Católica; o su atención a los mismos Reyes en la Casa Blanca, cuando el presidente Jimmy Carter le invitó a compartir un almuerzo con ellos. 
  Fue una misma emoción, agrandada por ser un reconocimiento de su ciudad, cuando le nombraron el Hombre Hispano del año, en 1993. Entre tantas distinciones por su obra a favor de la ciudad, una es recibida con devoción permanente por  Emiliano Salcines: el saludo cariñoso de los tampeños, quienes ven en él, ya de solemne toga en el estrado, de  saco y corbata en una conferencia o  de mangas cortas y short en las más humildes cafeterías de West Tampa, al amigo inteligente, culto, simpático y conversador. Son los amigos que ahora, al pasar frente al lugar donde se yergue su imagen en bronce, sonreirán complacidos, con la misma aprobación que el buen humor del homenajeado reaccionó al recibir la noticia: “Para aceptar, no tengo que morirme, ¿verdad?”. Pero nosotros sabemos –y deseamos como él– que vivirá mucho tiempo entre nosotros y que, cuando nos alcance la pena de dejar este maravilloso mundo, su efigie seguirá iluminando el futuro de la bahía de Tampa.
  Como  colofón del homenaje rendido a Salcines, el pasado sábado se realizó un acto en la Biblioteca de West Tampa, organizado por el Consejo Asesor Hispano de la Alcaldía y la Cooperativa de las Librerías Públicas del condado de Hillsborough. Nuestro emblemático Juez, desde llegar, entre sonrisas, abrazos y palabras, desbordó la emoción al entrar a un lugar de tanta historia y al que visita desde la niñez. Hablaron el Alcalde, el profesor Gary Mormino, entre otros, y se agradeció a las diversas instituciones que respaldaron la construcción de la obra escultórica. Allí, el carismático homenajeado, entre frases y gestos de cariño, mostró una felicidad infinita y merecida. Y como la gratitud es “la memoria del corazón”, según palabras sabias de Lao Tse, hay que dar las gracias también a Donna Parrino y a María ­Steijlen, quienes  compartieron la presidencia del proyecto de la efigie a Emiliano Salcines hasta su feliz culminación. A su vez, a todos  los que, al honrar a un hijo sobresaliente de la ciudad,  también se honran.
Publicado en La Gaceta, Tampa, 3 de noviembre, 2017