viernes, 30 de junio de 2023

Pearl Buck, primera estadounidense en recibir el Premio Nobel de Literatura

 Desde el día en que fue establecido por el gobierno sueco el Premio Nobel de Literatura, en 1901, ha sido entregado 115 veces y, de ellos, solo 17 mujeres lo han recibido.

La desproporción numérica no entraña una superioridad masculina en el arte de escribir, mas bien, muestra que en este campo también las féminas han sido desfavorecidas por los instrumentos de raíces patriarcales establecidos en la sociedad, con justicia cada vez más insostenibles.

La primera mujer reconocida con el más alto premio literario a nivel universal fue la sueca Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf, en 1909. ­Hispanoamérica   tuvo que esperar hasta 1945, cuando la chilena Gabriela Mistral obtuvo el lauro.

Hoy vamos a recordar, en el 131 aniversario de su natalicio, a  Pearl Comfort Sydenstricker Buck –Buck por su primer esposo–, la primera escritora estadounidense que mereció el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose, en 1938, en la cuarta representante del bello sexo en ostentar el codiciado galardón de la academia sueca.

"No siento necesidad de otra fe que no sea mi fe
en la bondad de los seres humanos". Pearl Buck.

Sin embargo, no es una figura muy conocida en Estados Unidos, al menos a nivel popular. Tal vez eso se relacione con la mentalidad del país, donde es más renombrado un millonario mediocre que un exitoso escritor, mientras en Hispanoamérica el nombre de un buen escritor no es ajeno a sus coterráneos. De hecho, todos los colombianos pronuncian el nombre de Gabriel García Márquez como si fuera de su familia, mientras millones de estadounidenses no saben quién fue Pearl Buck –nacida el 26 de junio de 1892  en Hillsboro, Virginia–, a pesar de haber ganado el Premio Pulitzer de Literatura en 1932 con su  obra La buena tierra,  la novela más vendida en Estados Unidos entre 1931 y 1932 y cuando, seis años después, su nombre se publicó en todo el mundo gracias a la fascinación que acompaña al Nobel de Literatura.

No creo que la carencia divulgativa alrededor de Pearl Buck se relacione con el hecho de que viviera casi la mitad de su vida en China, donde adoptó el seudónimo de Sai Chen, ni debido a que el premio de la academia sueca fuera en reconocimiento a una obra que exaltaba, esencialmente, la cultura de esa milenaria nación asiática.

Como hija de misioneros estadounidenses trabajando en China, Pearl pasó casi toda la niñez y adolescencia allí. Al terminar los estudios medios, viajó a Estados Unidos a estudiar en Randolph-Macon Woman’s College, en Lynchburg, Virginia (1911-1914). Al graduarse, volvió a China, donde, en 1917, contrajo matrimonio con el misionero John ­Lossing Buck. Durante esos años y hasta 1935, ella también fue misionera presbiteriana, pero, a su vez, se desempeñó como profesora de Literatura Inglesa en la Universidad de Nanking y en otros centros docentes. En 1935 regresó a Estados Unidos, donde volvió a casarse, esta vez con el editor Richard J. Walsh.

A partir de esta fecha, se consagró a la escritura y realizó una constante labor como defensora de los derechos de la mujer y la igualdad racial. En sus escritos destacó los valores de la cultura asiática, oponiéndose a todo tipo de discriminación hacia ella. 

 En sus obras se refleja esa preocupación por los valores humanos y el derecho de todos a un tratamiento digno, como puede apreciarse en las novelas Viento del este, viento del oeste (1929), La buena tierra (1931) o La estirpe del dragón (1942).

La esencia humanista que defendía Pearl entró en contradicción con la revolución comunista que triunfó en China en 1949, a tal extremo que se le negó volver a esa tierra que tanto amaba. En el período de la llamada Revolución Cultural de Mao Tse-Tung, se le llegó a evaluar de “imperialista cultural estadounidense”. La escritora lo denunció, condenando aquel sistema totalitario, en novelas como Satanás nunca duerme, de 1962.

La dirección comunista china no podía apreciar las palabras con que la Academia Sueca acompañara el premio en 1938: “Por las obras notables que abren el camino a una simpatía humana que trasciende fronteras raciales”.

Prevalece, sin embargo, el contenido de su voz en el estrado sueco: “Soy estadounidense de nacimiento y ascendencia, pero, mi primer conocimiento de la historia, de cómo contar y escribir historias, me llegó en China”. Entonces, al mencionar obras como Todos los hombres son hermanos, de Shi Nai’an, alabó los grandes valores de las novelas clásicas de ese país, porque en ellas, dijo, “el novelista no tenía la tarea de crear arte, sino de hablarle a la gente (...) En China, la tarea del novelista difería de la del artista occidental; a  los agricultores debe hablarles de su tierra, a los ancianos debe hablarles de paz, a las ancianas debe hablarles de sus hijos; y a los jóvenes y mujeres debe hablarles del uno y del otro”.

 Pero la trascendencia de la obra de Pearl no viene solamente de su belleza literaria, sino de su contenido y su propia participación en el mejoramiento de la sociedad en que le tocó vivir.  Escribió sobre diversos temas, incluidos los derechos de la mujer, las culturas asiáticas, la inmigración, la adopción, la obra misional, la guerra, la violencia. En 1949, cofundó Welcome House, Inc., la primera agencia internacional de adopción interracial, junto con James A. Michener, Oscar Hammerstein y Dorothy Hammerstein. En 1967, destinó la mayor parte de sus ganancias –más de 7 millones de dólares– a la Fundación Pearl S. Buck (nombre cambiado a Pearl S. Buck International en 1999) para “abordar la pobreza y la discriminación que enfrentan los niños en los países asiáticos”.

En 1964, abrió el Centro de Oportunidades y el Orfanato en Corea del Sur, y más tarde se abrieron oficinas en Tailandia, Filipinas y Vietnam. Al establecer Opportunity House, Buck dijo: “El propósito es dar a conocer y eliminar las injusticias y los prejuicios que sufren los niños a quienes, debido a su nacimiento, no se les permite disfrutar de los privilegios educativos, sociales, económicos y civiles que normalmente se otorgan a los niños”.

Pearl S. Buck murió a los 80 años, el 6 de marzo de 1973 en Danby, Vermont. Fue sepultada en Green Hills Farm, en Perkasie, Pensilvania. Pero su obra, por su riqueza literaria y profundidad humana, es imperecedera.

viernes, 23 de junio de 2023

Entrevista al pintor cubano Yosvany Martínez

El pasado 16 de junio, invitado por Ybor Art Factory, el pintor cubano Yosvany Martínez presentó en Ybor City una  hermosa exposición que incluyó una serie de grabados inspirados en este histórico barrio de la ciudad de Tampa. 

La primera impresión que recibo, al entrar a la sala (1920, 7.ª Avenida)  y saludar al artista, es la especial atención con que los participantes se detienen frente a las obras. Enseguida, al fijar la vista en ellas –donde hay pinturas muy atrayentes– me detengo en los grabados dedicados  a lugares emblemáticos de Ybor City, en los que sobresalen la excelencia y  la belleza con que el artista revive y eterniza espacios y figuras que pertenecen a la historia de esta localidad. Me detengo en el que muestra la escalera del edificio en que estuvo la fábrica de tabacos de Vicente Martínez Ybor, precedida por la imagen de José Martí, reviviendo el instante de la histórica fotografía en que aparece el Apóstol  junto a un grupo de cubanos, el 19 de julio de 1892. Al sentir en la obra de Yosvany la fuerza de la figura sobre el espacio que le circunda, se adivina el mensaje a nivel de símbolo que logra el arte verdadero.

Aunque no estaba prevista una entrevista al creador, al preguntarle si quería responder  unas preguntas para La Gaceta, no solo respondió afirmativamente, sino que mostró satisfacción por la oportunidad que este medio le proporciona para extender a los tampeños un afectuoso saludo, a la par del orgullo por mostrar su obra. Así, sus respuestas cumplen un múltiple propósito al informar, agradecer y enriquecer, en el largo camino de las relaciones culturales entre Cuba y Tampa.

¿Qué te inspiró a realizar una serie de grabados sobre Ybor City?

Me inspiré en la historia. Desde mi llegada a Ybor City quedé impresionado con esta hermosa ciudad, de cómo al pasar de los años respetan el estilo de su arquitectura que, a pesar de la modernidad, mantiene la esencia y el respeto por la tradición. Me inspira saber que nuestro apóstol José Martí caminó por estas calles, donde fue recibido por personas muy queridas y hospitalarias.

Obra de Yosvany Martínez, en la que se reúnen tres
símbolos de la historia de Ybor City: la fábrica de
tabacos de Vicente Martínez Ybor, la escalera donde
fue retratado José Martí y su figura que se agiganta hasta
nuestro tiempo.

¿Qué técnicas y herramientas usas?

Para la realización de esta expo utilicé varias técnicas. La primera me ha dado un sello único, la fibra, de la cual se ha derivado un estilo diferente en la realización de las demás técnicas que domino; por ejemplo, los grabados de Ybor City usando la técnica de la linografía, otra técnica utilizada es la de taco perdido, referente también al grabado. En estas técnicas se utiliza una herramienta llamada gubia, que son unas cuchillas especiales para cortar el linóleo en diferentes grados de profundidad, lo que permite hacer la matriz que luego se imprime en las cartulinas. También pueden apreciar la técnica de óleo sobre lienzo y la escultura, para las que se usan las espátulas y los pinceles.

¿En qué categorías del grabado tienes preferencia?

Niurka Ramírez Peña, artista de la plástica cubana y excelente grabadora, a la cual tengo mucho que agradecer y que fue la persona que me apoyó y motivó, me dijo en una ocasión: “El día que empieces a trabajar y te introduzcas en el mundo del grabado, te va a atrapar de tal manera que jamás vas a poder salir porque lo amarás”; tenía toda la razón. Yo lo veo como algo que crea adicción, es un universo fascinante de creación donde se unen todas las sensaciones y pone a trabajar todos los sentidos.

He sido un artista privilegiado, ya que he podido realizar casi todas las técnicas del grabado y adentrarme en ese universo de las tintas, pigmentos, luces y sombras, la realización de las matrices de grabados es un trabajo minucioso, donde con texturas ya sean incorporándole elementos a las matrices como devastando con instrumentos filosos las planchas de metales se logran diferentes elementos visuales para el pase a la cartulina Es algo mágico porque hasta este momento no se sabe el resultado final, aunque con los años y la experiencia del día a día desde el comienzo uno va jugando con el arte de la creación.

En la técnica de la linografía, que se realiza dando pequeños y largos cortes, devastando así la superficie de linóleo con unas cuchillas que se llaman gubias, la forma resultante funciona como un cuño, el cual se entinta con unos rodillos, los cuales se cargan con pintura offset, se le pone encima una cartulina y se pasan por una máquina que se le denomina tórculo, dando así una impresión. Este proceso se realiza tantas veces como se quiera hacer la edición. La que más me agrada su realización es la técnica al taco perdido, es utilizando la explicación anterior, pero dándole a cada pase por el tórculo un color donde cada corte en la matriz lleva a un elemento tonal superior al anterior, desde los claros hasta los tonos más oscuros y todo resultante con la misma matriz hasta el último color, donde la matriz es desechada y lo más importante es que cada pase debe tener el mismo encaje de cada color hasta el final. Es una de las técnicas más difíciles de realizar, pero soy amante de los retos. En una ocasión, mi padre me dijo: “Cada vez que te veo trabajar, veo que tú mismo te vas superando, haciendo más difícil la realización de tu obra”.

Esta técnica permite realizar múltiples copias de la misma imagen impresa, generalmente numeradas. ¿Así será con estos grabados sobre Ybor City?, ¿tendremos acceso a ellos?

Sí, es una edición limitada, de la que se hacen muy pocos ejemplares y se desecha la matriz y no se vuelve a realizar. Todas son obras originales, producto de una matriz realizada por el artista. Pudiera hacerse también una o dos ediciones, según decida el artista, una con números naturales y, cuando se agote, realizar otra con números romanos.

Los grabados de Ybor son un conjunto de piezas de colección, ya que es una edición bella y en la cual me esmeré en los más sutiles detalles. Es importante recalcar que los grabados se realizan sobre lámina de linóleo –una goma– y se pican con cuchillas, las cuales deben tener una precisión en el corte y una mano segura para evitar un margen de error que pueda estropear la matriz.

Por supuesto, que todos tendrán acceso a los grabados y es muy importante que personas y amigos de Ybor puedan tener un recuerdo de su estancia y visita a este maravilloso terruño. Para tener acceso a esta colección, los eventos futuros que tendremos alrededor de ellas, y la posibilidad de adquirirlas, yo recomendaría estar en contacto con Ybor Art Factory al  813- 802 5469 y seguir los artículos y promociones que durante este año estaremos haciendo.

¿Tienes previsto hacer otras exhibiciones en Tampa?

Para mí sería un inmenso placer poder seguir trabajando con la ciudad. Nosotros estamos participando en un proyecto llamado Ybor Art Factory que ambiciona promover distintas manifestaciones de arte en la ciudad, incluyendo las bellas artes. Como sabes, este pasado viernes Ybor Art Factory hizo una primera presentación de algunas piezas de la serie “1920 Ybor” y por suerte otras presentaciones están en camino, incluyendo la presentación formal de la serie que tendrá lugar durante la inauguración de la Casa Martí, lo cual es un honor para mí.

¿Qué significado tiene para ti el intercambio cultural entre La Habana y Tampa?

La relación entre Tampa y La Habana tiene una profundidad que sobrepasa cualquier concepto, categorización y proyecto que pueda existir. Estas ciudades, especialmente Ybor City, comparten la misma alma. Para mi estar aquí es como estar en un pedazo de Cuba. Esta serie sobre Ybor City es mi manera de decir eso. Ella nace a partir de mi serie de grabados de La Habana, que fue muy bien recibida por la crítica y tuve el honor de que Eusebio Leal le dedicara las palabras de presentación.

Estas dos series son una especie de historias de la mitología griega en que dos enamorados están destinados a buscarse porque comparten la misma alma. Ybor City y La Habana son esos dos enamorados en esta obra. Son parte de entidades que tienen la dicha de enamorarse y ser felices. ¡Así es, y así deseo que pueda ser por siempre!

Muchas gracias.

viernes, 9 de junio de 2023

Miguel Ángel Asturias, el Premio Nobel de Literatura de Guatemala

 Cuando se alude al número de premios Nobel de literatura hispanoamericanos, generalmente en la conversación aparece el número seis, pues se fija con  mayor facilidad la cifra que el nombre de quienes lo han recibido. Sin embargo, cuando se inquiere por ellos, muchos mencionan a los más recientes: el peruano Mario Vargas LLosa (2010), el mexicano Octavio Paz (1990), el colombiano Gabriel García Márquez (1982). Pablo Neruda, chileno (1971), está siempre en la mente de quienes aman la poesía y su coterránea Gabriela Mistral (1945), por ser la primera en exhibir el prestigioso lauro.

Entonces, muchos interpelados se exprimen el cerebro buscando el número seis, a no ser que se trate de un especialista en literatura o de un guatemalteco con algunas páginas leídas. Por ello traemos a estas líneas, en el 49.° aniversario de su muerte, al escritor Miguel Ángel Asturias, quien al subir al podio sueco el 12 de diciembre de 1967, elevó por primera vez la novela hispanoamericana al reino del Premio Nobel. Aquel día inició el discurso de agradecimiento con las siguientes palabras:

La escritura de Asturias es fiel su palabra: "Toda obra,
cualquiera que sea, literaria, política, científica,
debe estar respaldada por una conducta".
 

“Mi  voz llegada de muy lejos, de mi Guatemala natal. Mi voz en el umbral de esta Academia. Es difícil entrar a formar parte de una familia. Y es fácil. Lo saben las estrellas. Las familias de antorchas luminosas. Entrar a formar parte de la familia Nobel”.

Esa voz, que en sus novelas expresó la realidad de su entorno continental, fue la de un poeta y escritor que entonces tenía cumplidos 68 años y publicado Hombres de maíz (1949), para muchos su mejor novela, pero también El señor Presidente (1946), que vino a ser la primera de un ciclo de narraciones en que desde la literatura se condenaba la figura política del dictador  latinoamericano: verbigracia,  El recurso del método (1974), de Alejo Carpentier; Yo el Supremo (1974), de Augusto Roa Bastos; El otoño del patriarca (1975), de Gabriel García Márquez, entre otras. En el caso de Asturias, su Señor Presidente es una condena al gobierno de Manuel Estrada Cabrera, que entre 1898 y 1920 ejerció un poder tiránico en Guatemala.

El propio Asturias, quien nació en Ciudad de Guatemala en 1899, sintió en su hogar la presión de la dictadura de Estrada, pues su padre, de ascendencia española y juez de profesión, perdió el empleo por defender a opositores del régimen. Entonces, la familia se trasladó a Baja Verapaz, donde los abuelos tenían una granja. Este hecho es importante en la vida del futuro escritor, pues le permite conocer a la población indígena de su país, de donde saldría después una de sus primeras obras: Leyendas de Guatemala (1930). Asimismo, tuvo tanta influencia en sus estudios que, al graduarse en La Universidad Nacional de Guatemala de abogado en 1923, su tesis fue titulada “El problema social del indio”.

Como estudiante universitario, Asturias integró el  movimiento revolucionario que generó profundas transformaciones en su país, tanto en el movimiento estudiantil como social, participando incluso en el levantamiento que destronó al gobierno de Estrada. En aquel movimiento, que se le conoce en su país como Generación del 20, él fue uno de los más activos participantes.

Ya recibido de abogado, Asturias viajó a Francia, matriculando Etnología en la Sorbona de Paris. Es la década de 1920 y el joven con vocación literaria se inserta en el movimiento surrealista que allí encabeza André Breton. En el círculo de escritores que le rodea, donde el cubano Alejo Carpentier es uno  de sus más cercanos amigos, su perfil profesional se adentra en la literatura. Aunque escribe poesía y prosa, sigue ahondando en la cultura maya, traduciendo en 1925 el libro sagrado Popol Vuc, obra a la que dedicó cuatro décadas de su vida. En la meca parisina, donde estuvo diez años, fundó la revista Nuevos Tiempos y publicó, en 1930, su obra  Leyendas de Guatemala, su primer libro.

En 1933, regresó a su país, donde continua su obra literaria, pero también ejerce como periodista y funda diversas revistas. A partir de 1946, durante el gobierno de Juan José Arévalo, ocupa diversos cargos diplomáticos que lo llevan a Argentina, Francia y otros países, pero en medio de esta ocupación sigue escribiendo, como apreciamos en sus libros Hombres de maíz, 1949; Viento fuerte, 1950;  El Papa verde, 1954; Los ojos de los enterrados, 1960; Mulata de tal, 1963 y otros. En ellos, Asturias introdujo muchas características del estilo modernista a la literatura hispanoamericana, haciendo originales aportes al uso de la antropología y la lingüística en ese campo. Por ello, es considerado uno de los precursores del boom que vivió la literatura latinoamericana en los años sesenta y de su famoso realismo mágico.

Pero no es un escritor que evade la realidad en que vive, por lo que participa activamente en la vida política de su país. Apoyó tanto al gobierno de Jacobo Arbez que, a su caída con el golpe de estado del coronel Castillo Armas en 1954, este no solo expulsó al escritor de su tierra, sino que también lo despojó de su ciudadanía. Se exilió en Argentina,  en Chile y después en Francia, donde recibió la noticia de haber ganado el Premio Nobel de Literatura de 1967, “por sus logros literarios vivos, fuertemente arraigados en los rasgos nacionales y las tradiciones de los pueblos indígenas de América Latina”. Al año siguiente, el nuevo gobierno guatemalteco, presidido por Julio César Méndez Montenegro, le devolvió la ciudadanía, nombrándolo su embajador en Francia.

Hoy, el Premio Nacional de Literatura de Guatemala lleva su nombre, al igual que el Teatro Nacional y diferentes instituciones de su patria. Es lo justo, porque Asturias   es uno de los guatemaltecos que más ha contribuido no solo a la literatura,  sino también a la reivindicación de la cultura indígena hispanoamericana y, desde ella, a la universal. Como él expresó, al recibir el Nobel: “La evasión es imposible. El hombre. Sus problemas. Un continente que habla. Y que fue escuchado en esta Academia. No nos pidáis genealogías, escuelas, tratados. Os traemos las probabilidades de un mundo”.

 

 

 

viernes, 2 de junio de 2023

Hacia la Primera Feria Internacional del Libro en Tampa (II)

Hace algunas semanas, publicamos en esta columna unos párrafos sobre el proyecto de una Feria del Libro en Tampa, por lo que  al título de hoy le adicionamos el número II, que a su vez antecederá a otros que aparecerán en los próximos meses, siempre que sea útil a este propósito cultural informar acerca de los avances del mismo, mientras se convierte en realidad.

En un evento que consideramos de gran significación para la ciudad, pues la incluiría entre aquellas del mundo que anualmente  transforman en fiesta de lectura la presentación de centenares de libros,  sus habitantes  no solo son favorecidos al tener en su entorno la posibilidad de adquirir libros, conversar con sus autores y participar de siempre enriquecedoras charlas literarias, sino también protagonistas de su fundación y perdurabilidad. Por ello, su más mínimo aporte a su existencia le convierte en actor de la misma.

En una reunión preparatoria de la Feria del Libro, de izq. a der.: 
Mario Javier, Antonio Bechily, Alberto Sicilia, Efraín Taveras, 
Fernando Valdivia, Frank Rojas, Eileen Valdés, Gabriel Cartaya
 y Rufino Pavón.

El grupo inicial que se aunó a la propuesta –actualmente unas 20 personas– ha conseguido en poco tiempo ir perfilando el proyecto de la feria aludida, para la que ya se han dado algunos pasos concretos: Se fundó la companía Tampa Lector Consortium LLC, registrada en el estado de Florida, con capacidad legal de convocatoria y ejecución del evento cultural propuesto; se abrió una cuenta de banco con el fin de reunir y controlar el presupuesto monetario requerido para su realización;  se han realizado varias reuniones con integrantes del Comité creado para su organización y, a su vez, se expanden las invitaciones a incrementar su grupo de apoyo y a las instituciones que, por su propia naturaleza, se vinculan a la producción y utilización de los libros, como es el caso de las editoriales, universidades, bibliotecas, escuelas.

Entre las reuniones necesarias para debatir acerca del evento que proponemos, destacamos la realizada el pasado domingo en una sala del excelente restaurante “Happy Fish”, en West Tampa, donde un grupo del comité organizador se reunió con Antonio Bechily, dueño de The Viera Trust, quien facilitó la creación legal de Tampa Lector  Consortium,  el uso del local en que está registrada su dirección  (400 North Ashley Drive, Suite 1900, Tampa, FL 33602); la apertura de la cuenta bancaria y apoyo en la solicitud de fondos a través de su companía fiduciaria, cuya oficina central está ubicada en Coral Gables, Miami. Por el peso de este apoyo y la promesa de continuarlo hasta su realización, es que en el artículo anterior relacioné su nombre con el de aquellos mecenas que, gracias a su  posición económica y sensibilidad, han contribuido con creces al florecimiento de la cultura.

La conversación con Bechily fue enriquecedora, no solo en torno al proyecto que lo acercó a nosotros, sino por todos los temas que afloraron en la larga conversación. Mostró ser un lector infatigable, conocedor de literatura, cine y otras expresiones artísticas, así como filosofía e historia, además del mundo financiero, empresarial, bancario, en que se mueve su actividad. Aunque vive fuera de Cuba desde 1961 –fue uno de los Peter Pan de aquel año– conoce profundamente la historia de la patria que lleva en él. Se enorgullece de ser miembro de una de las primeras familias que pobló la Isla desde el siglo XVI (Carreño, que le viene por línea materna) y, también, de tener en sus antepasados a los fundadores del pueblo de Matanzas a fines del siglo XVII, en la época de del rey Carlos II, dice, con conocimiento y júbilo.

En la reunión referida, el poeta Alberto Sicilia, quien ha sido el primero en echarse a cuestas la idea,  precisó algunos objetivos centrales:   organizar la Primera Feria Internacional del Libro en Tampa, crear una infraestructura para la promoción y distribución del libro en universidades y escuelas,  consolidar el intercambio entre diferentes proyectos editoriales y dar a conocer de manera bidireccional y multilingüístico el acervo literario de nuestras nacionalidades.

Entre los pasos siguientes hacia este evento, aspiramos a sumar a los directivos de la Ciudad, el Condado, la Cámara de Comercio, las Bibliotecas Públicas, universidades y otras instituciones, con el propósito de que nuestra población pueda disfrutar –en la 7.ª Avenida de Ybor City– de una Feria Internacional del Libro que, previsto su alumbramiento en el próximo diciembre, se pueda establecer como una fiesta cultural a celebrarse anualmente.

Cada opinión, sugerencia, aporte económico, interrogante, es bienvenida, porque cada lector de la ciudad puede sentir como suya, porque sería suya,  una Feria Internacional del Libro en Tampa. Para ello, puede dirigirse a:

-Alberto Sicilia (camio.verde@gmail.com, 813-919 3864); Gabriel Cartaya (cartayalopez@gmail.com, 813 849 8113) o a Fernando Valdivia (813-808 9842).