jueves, 19 de marzo de 2015

Entrevista a Emiliano Salcines

Por Gabriel Cartaya 

Aunque Salcines, en Tampa, no necesita presentación, pues es conocido y querido por todos, me permito cumplir la formalidad de un breve proemio: Emiliano Salcines es jurista, historiador, profesor. Fue Fiscal Federal y Estatal durante muchos años. Ha sido distinguido con diversos premios por universidades, colegios de abogados y por la Ciudad de Tampa. Fue nombrado Caballero por el Rey Juan Carlos, de España, y ha sido invitado más de una vez a la Casa Blanca por el Presidente de Estados Unidos. Es un extraordinario conocedor, divulgador y defensor de la Historia de Tampa. Por estas y otras muchas razones, quise saber sobre su ­aleccionadora historia y él, con su amabilidad característica,  respondió a estas preguntas.
Salcines, su niñez y juventud se desarrollaron en esta ciudad de Tampa que tanto usted ama. ¿Cómo recuerda esa etapa de su vida?
Nací en Tampa, hijo de inmigrantes españoles.  Mis padres vinieron de España, vía Cuba, y se conocieron en esta ciudad. Tampa era una ciudad bilingüe, donde el español era muy dominante. Yo nací en el Hospital del Centro Asturiano y me crié en West Tampa que era, como Ybor, una ciudad tabacalera. Es el lugar donde  transcurre mi niñez y donde vivo todavía.
¿Qué peso tenía la cultura hispana en ese entorno?
La cultura hispana era muy importante aquí desde antes de iniciarse el siglo XX. Había periódicos en español y también teatro, música, funciones, zarzuelas, orquestas, así que la cultura hispana tiene unas raíces muy largas en Tampa.
    Creo que la primera función que se presentó fue en el año 1887, en un lugar que los cubanos conocen bien, porque fue el sitio donde José Martí dio sus discursos famosos. Y en ese pequeño teatro se empezaron a presentar funciones, hasta bufos cubanos, antes de que empezara el siglo XX.
Hábleme de los recuerdos escolares.
Bueno, recuerdo mi niñez, particularmente a las monjas salesianas. Yo estudié en un colegio católico, el San José, de West Tampa. De ahí pasé a un colegio público y más tarde a una academia militar llamada Riverside, en Gainesville, Georgia, donde hice el Bachillerato. Después seguí a la universidad; me matriculé en la Facultad de Derecho. 
¿Que le  hizo optar por la carrera de Abogado?
Esa decisión la hice cuando todavía era muy joven. Yo me ganaba unas pesetas los sábados, como limpiabotas. Un día, un señor que se está limpiando los zapatos me dice:  “Salcines,  tú debes estudiar para abogado”. Y me fui interesando. Hasta visité un tribunal siendo muy pequeño, porque ya me hacía ideas de que no iba a quedarme con la tienda de ropas de mi padre. Yo quería ser abogado y  desde una edad muy temprana me estaba enfocando en esa carrera.
¿Los mejores recuerdos de la universidad?
Muy buenos recuerdos y muy buenos profesores. Me hice mejor estudiante en la universidad. Ya entonces los libros me fascinaban; leía mucho y tenía un padre que también leía bastante. Teníamos unas conversaciones  profundas acerca de distintos temas. A mi padre le gustaba mucho la historia y la geografía. Tengo una memoria muy especial de la época de la Segunda Guerra Mundial. Realizaban ejercicios por la noche, por si acaso los japoneses o los alemanes nos tiraban algunas bombas. Había  unos simulacros y teníamos que apagar todas las luces en la ciudad. Entonces mi padre nos acostaba, a mí y a mi hermano, que era más pequeño, y nos entretenía durante esas horas de oscuridad, preguntándonos cuál era la capital de España, de México, de Cuba y así...de varios países.
A pesar de recibir toda la educación en inglés,  no ha perdido el acento español, por cierto, muy distinguido en usted. ¿A  qué lo atribuye?
Bueno, es gracias a mis padres que insistían en que, aunque en la escuela hablara  inglés, en la casa había que hablar el español. Ellos insistían en que debía hablar bien el español. Si yo decía zapatos,  con ese, mi padre me decía: No,  hijo,  se dice zapatos (pronunciando bien la zeta).  A veces yo le decía: Papá, los muchachos se van a reir de mí. Y él respondía: Aprenda usted a hablar bien el español, que algún día, con esos dos idiomas,  a usted se le van a abrir muchas puertas. Y tenía toda la razón y todos los días le doy gracias a mis padres por la enseñanza de su cultura y de su lengua.
En la práctica como jurista, usted ascendió hasta el cargo de Fiscal del Estado de Florida,   ¿Cómo valora esa etapa de su vida?
Le diré que estoy muy agradecido del pueblo de Tampa. No solamente de la colonia latina, sino de toda la comunidad, pues me dio el privilegio de reelegirme en muchas ocasiones. Fui elegido el Fiscal del Estado en cuatro períodos distintos, es decir, 16 años como el Fiscal electo en este distrito de Hillsborough. Cuando me nombran para ser Magistrado del Tribunal de Apelaciones, mi nombre aparecía también en las elecciones. Y el público votó siempre a mi favor. Estoy muy agradecido del privilegio  de que a un hijo de inmigrantes se le abrieran esas puertas.
¿Cuáles fueron los momentos más dificiles en su labor como jurista?
Bueno,  yo he tenido decisiones muy difíciles, incluso cuando hay que pedir la pena de muerte a un individuo que ha cometido un homicidio espantoso. Esos son casos difíciles y he tenido varios de ellos.
También cuando he tenido que enfrentarme a la discriminación, porque en un tiempo aquí la segregación racial dominaba. Yo tomé la decisión de nombrar al primer Juez Auxiliar de la Fiscalía, de procedencia afroamericana. Eso no fue bien recibido, particularmente dentro del Colegio de Abogados. Yo le abro la puerta y le doy la oportunidad a ese joven destacado. Por cierto, hoy la Corte del Condado lleva su nombre: George  Edgecomb Hillsborough County.
También, más tarde, nombré a la primera mujer que fue Fiscal en el condado de Hillsborough. Ella no sólo hizo una labor extraordinaria, sino que con los años se convirtió en Presidenta de todos los abogados y jueces del Estado de Florida. Me refiero a  Gwenn Young.
En otra ocasión ayudé a un abogado que era impedido físico y realizaba su labor en silla de ruedas. En esa época no existían facilidades en las aceras y en los baños para personas de ese tipo de condiciones físicas. Fueron momentos difíciles para tomar esas decisiones, para que otros comenzaran a mirar que todos los seres humanos  merecen las mismas oportunidades.
Salcines, en 1979, usted fue nombrado Caballero por el Rey Juan Carlos, de España. Hábleme sobre esa experiencia tan excepcional en su vida.

Emiliano Salcines saluda al Presidente Bill Clinton en la Casa Blanca. Al fondo, los Reyes de España 

Yo me supongo que su Majestad tuvo en cuenta que yo era un político que sobresalía por  recordar las raíces hispanas. Lo hacía con discursos lo mismo en español que en inglés. Todavía a muchos les sorprendía oir que no eran los ingleses los primeros en llegar  a lo que es hoy Estados Unidos. Entonces yo les explicaba: los españoles  fueron los primeros en llegar a este territorio, ellos hicieron las primeras leyes, los primeros colegios,  los primeros hospitales. A la sazón, yo había sido electo Presidente de todos los Fiscales en el Estado de la Florida y había llegado a ser Vicepresidente de todos los fiscales de Estados Unidos. Todas esas cosas, creo yo, en algún momento se le presentaron a Su Majestad y me escogió para otorgarme la Condecoración de la Cruz de Isabel la Católica.
    Fue todo muy hermoso, vino el Embajador de España, con el Pergamino y la Medalla, muy bonita. Se presentó aquí en Tampa, en el edificio del Centro Asturiano. Posteriormente tuve el gran privilegio de estar invitado a España, a La Zarzuela. Y cada vez que él ha venido a Florida siempre recibo una invitación de Su Majestad, para ir a Pensacola,  o San Agustín, o Miami. Donde quiera que él esté me extiende una invitación para acompañarle, por ser miembro de la Orden de Isabel la Católica.
Se que Emiliano Salcines ha frecuentado la Casa Blanca y ha compartido la mesa con el Presidente de  Estados Unidos. ¿Qué han significado esos momentos para usted? 
Lo considero como algo muy especial en mi vida, que distintos presidentes de mi país me invitaran a la Casa Blanca. Pero la más especial de todas fue cuando el Presidente Clinton y su esposa  nos invitaron a mi esposa y a mí para una comida de gala, la cena de Estado que se le daba al Rey Juan Carlos y a su esposa la Reina Sofía. Fue una cosa extraordinaria estar compartiendo con su Majestad, el Presidente de  Estados Unidos y otros altos funcionarios.  La cena se sirvió en un salón donde, desde muchacho, yo había visto al Presidente hablar a la nación, donde está la hermosa pintura de Abrahan Lincoln. Durante esa cena, pensé: un muchacho de West Tampa está aquí sentado con el Presidente de los Estados Unidos y con el Rey de España. Dios ha sido muy bueno conmigo.
Emiliano Salcines ha sido profesor y varias universidades le han distinguido con premios por su labor. Creo que sus conferencias y publicaciones dirigidas a la docencia han contribuido a los estudios jurídicos de este país. Podría hablarme sobre esta importante labor.
Bueno, eso ocurrió cuando yo estaba despuntando con mi actividad en la Asociación Nacional de Fiscales de Distrito. Un día, un catedrático muy famoso de la Facultad de Derecho en la Universidad de Northwestern, en Chicago, me dijo: Yo quisiera que usted impartiera clases en los cursos que anualmente ofrecemos en Chicago para los fiscales. Le dije que sí y me pasé 35 veranos viajando por una semana a ese estado, preparando a los profesionales que hoy son los fiscales electos, jueces, magistrados o senadores. Entonces, la Facultad de Derecho en Stetson –que actualmente tiene una sede aquí en Tampa–  me pidió que fuera  Profesor Adjunto y he tenido el privilegio de representar a Stetson en conferencias que he dado en España, Argentina, Colombia y México.
Usted es autor de un Manual para estudiantes de Derecho, ¿no es así?
Sí, es un libro que escribí para ayudar a que el abogado, el letrado que entra a una Sala Judicial, se oriente en cómo presentar las pruebas, tanto de los testigos normales como de los científicos forenses. A su vez, que pueda presentar bien  las pruebas que existen, de forma que cuando los Tribunales de Apelación lo requieran no se presenten problemas con esas pruebas.  Ese libro se sigue usando en muchos estados de la Unión, muchos fiscales aún entran en la sala con ese libro, para guiarse en la presentación de huellas digitales, ejemplares de sangre, de balística, o cualquier prueba forense.
Usted siempre ha estado vinculado al trabajo con la comunidad hispana de Tampa. En 1993 fue nombrado  el Hombre Hispano del Año. ¿Como aprecia esta labor?
Yo nunca me he separado de la comunidad latina de Tampa. Aquí usamos más el término latino que el de hispano, porque tenemos una mezcla de españoles, italianos e hispanoamericanos. Muchos italianos se casaron con mujeres hispanas y viceversa, lo que ha fusionado a las dos procedencias étnicas. Entonces, para no excluir, en Tampa preferimos decir latinos y no hispanos, aunque en los últimos 25 o 30 años la palabra hispano se ha comenzado a utilizar más.
Pero, en fin, yo siempre he estado muy vinculado a la comunidad nuestra. He estado activo en las comunidades regionales, en el teatro hispano,  en musicales, recitales, en todo lo que tenga que ver con la cultura hispana, que siempre me ha fascinado. En la Universidad del Sur de la Florida, y en otras instituciones, he dado muchas conferencias acerca de la presencia hispana en los Estados Unidos.
Es dentro de esa ­integración con la comunidad que se inserta una especie de tertulia sabatina que usted comparte con un grupo de amigos, ­reuniéndose en un restaurante a desayunar y conversar...
En realidad eso empezó con 4 o 5 amigos: “Oye, vamos a tomarnos un café”. Y nos íbamos al 4 de julio, a Arena Plaza, o  al Gallo de Oro. Más de 20 años estuvimos reuniéndonos en El Gallo de Oro y ahora nos hemos trasladado a El Arco Iris, en la calle Habana. Los temas de esa tertulia no tienen una agenda prefijada; lo mismo uno habla de lo que se está leyendo en el periódico del día, que de un acontecimiento que acaba de ocurrir en la Conchinchina. Se habla de literatura, geografía, de cualquier tema. Eso te estimula la mente y siempre aprendes algo nuevo. Yo siempre salgo enriquecido de esas tertulias. Y ahora también nos reunimos los domingos por la mañana; es el grupito que nos vemos en La Oriental, en la calle Columbus. A unos les gusta la historia antigua, a otros la contemporánea, a otros la poesía, pero siempre es muy interesante.
Es evidente su pasión por la historia. ¿No tiene previsto escribir un libro sobre la historia de la ciudad?
Bueno, a mi me lo han propuesto en muchas ocasiones. Y siempre digo:  Lo voy a hacer. Pero no he comenzado a recopilar los muchos estudios que tengo, con temas variados sobre lo que es la rica historia latina de Tampa. Algunos amigos  han escrito libros muy bien documentados sobre la historia de esta población. Y si Dios quiere, y me da la luz,  algún día podré escribir un libro sobre esta fenomenal ciudad que ha sido acogedora de tantos latinos durante más de 150 años.
¿Sobre la familia?
Soy hijo de españoles y me he casado con una chica de apellido Fernández. Ella nació en Tampa, hija de cubano y tampeña y nieta de españoles. De ese matrimonio, que ha cumplido 55 años, tenemos dos hijas: una es Doctora en Química y vive en Tampa; la otra es Licenciada en Óptica y vive en San Antonio, Texas. Tengo dos nietos universitarios: el mayor de ellos está en su primer año de Medicina en Philadephia y la nieta está cursando el segundo año en la Universidad de ­Oregón.
¿Cuáles son sus  distracciones preferidas?
Me gusta muchísimo la música. Ella ha sido parte de mi vida, desde el momento en que yo podía oír los cantares que me hacían mis padres en la cuna; así que la música ha sido para mí muy importante.  Me apasiona mucho el teatro. Y me gusta, como usted ha dicho, la historia; es lo que más me fascina.  Y gracias a Dios que me dio buena retentiva y puedo recordar cosas que tal vez a otros se le olvidan. Así es con la música: yo recuerdo las canciones que escuché de muchacho. También me ha gustado mucho el cine, desde pequeño yo veía películas y conocía a todos los artistas famosos de la cinematografía mexicana, argentina, cubana, española. Recuerdo a los artistas famosos de los años 40, 50 y principios de los 60, porque veía sus películas, repetía frases que decían y poesías que recitaban.
Entonces, visitaba mucho a La Habana con mis padres, a quienes les gustaba mucho la zarzuela y la cabalgata española. Por eso llegué a aprenderme las canciones que disfrutaba en un teatro famoso de La Habana, el Teatro Martí. Muchos artistas venían desde La Habana a Tampa y traían sus espectáculos, que se presentaban en el Círculo Cubano, en el Centro Asturiano o en el Centro Español de West Tampa.  Siempre había cultura, incluso en el círculo de los afrocubanos, en el Club Martí-Maceo. Siempre había cultura, música, teatro... Es lo que me ha fascinado siempre y me ha ayudado mucho.
¿Hay costumbres, manías, hábitos, de los que usted no se ha querido (o podido) desprender?
Le diré que, como soy graduado de una academia militar, aprendí a limpiar y tener bien preparado el fusil. Lo sigo haciendo para ir de cacería con los amigos. Una vez al año nos damos una escapada al monte, a la caza mayor.
Tengo la costumbre de estar siempre involucrado con la comunidad. La manía de ayudar... porque lo que he llegado a ser, es porque otros me ayudaron. Porque mientras tú estas subiendo los escalones, hay que tomar un momento y mirar atrás, para darle la mano al que viene subiendo después de ti, para ayudarlo a que suba también. Es como se hace comunidad, para dejarla mejor de lo que la encontramos.
¿Algún deseo por cumplir?
Ah, muchos deseos... y pido a  Dios una larga vida para hacer todo lo que me falta por hacer. Me gusta mucho viajar y tengo todavía una lista de países donde quisiera ir. Aprendo mucho, pues comienzo a estudiar el lugar antes de visitarlo.
¿Es Emiliano Salcines un  hombre optimista?
Yo he nacido optimista. He sido siempre del Club Optimista de West Tampa. Veo el futuro con optimismo. Me crece esa inspiración cuando voy a distintas universidades a dar charlas. Cuando percibo el ánimo de los estudiantes, veo que el futuro de este país está en buenas manos.
¿Algún mensaje?
La educación es lo más importante que un padre puede legar a sus hijos. El dinero lo puedes perder, el banco puede irse a bancarrota, pero lo que tú tienes en la mente, lo que tú has aprendido, eso nadie te lo va a quitar.
Tener fe en que Tampa, los Estados Unidos y la humanidad, van a vivir en un futuro mejor.
Gracias, Salcines, por el privilegio de poder transmitir en “La Gaceta” el mensaje que viene de una vida ejemplar. Y rogamos a Dios que  sea una vida centenaria.