miércoles, 26 de junio de 2019

Despedida a Chencho Sariol


                       A Gertrudis, Yulius, Lesyanis, Gabriela e Isabela

     Ha amanecido el día de hoy –23 de junio de 2019– sin un hombre que hace casi 99 años era habitante activo de la tierra. Ha muerto Graciliano Sariol Machado en el crepúsculo de ayer, cerca del mar, en un pequeño y cálido pueblo del oriente cubano que se llama Niquero.
Sariol, a quien nunca oí decirle Graciliano, pues para la familia y su pueblo siempre fue Chencho, nació en uno de los barrios de campo cercanos a Niquero, en el lejano 1920, cuando apenas su país llevaba dos décadas ensayando un proyecto de república que apenas conseguía enderezar el curso democrático que le propuso su primera Constitución, pues los rezagos de caudillismo, soberbias doctoriles y ambiciones de riqueza y mando entre líderes que emergieron de la independencia, habían marcado la política (politiquería es más exacto) de la que se oyó hablar, sin muchas explicaciones, en el barrio donde creció el hombre que se despide ahora de la vida con casi cien años.
Con Chencho y mi hijo, 2018
     Sariol estuvo lejos, hasta siempre, de la política. Su padre, de origen español, enseñó a sus hijos a trabajar y en los códigos de la rectitud moral y la palabra. Entonces ser “hombre de palabra” era crédito suficiente para confiar en alguien, una condición que a los políticos le es tan difícil alcanzar. Chencho eligió el camino del trabajo. Siendo joven, en su barrio de Piloncito, además de trabajar la tierra en la finca del padre junto a numerosos hermanos, armó un cunyaye para sacarle el guarapo a la caña, con la intuición de que las raspaduras que salieran de su cocción darían mejores ganancias que vendiéndolas al central azucarero más cercano.
     Vendiendo esos dulces turrones conoció a una muchacha en un barrio cercano y en medio del enamoramiento ella le dijo, además de su límpido nombre –Margarita Mariño– que dando pedales a una máquina de coser había logrado comprar dos vacas.  Se casaron y  el dinero que juntos reunieron con el expendio de dulces y vestidos, lo invirtieron en un aserrío que, finalmente, pasó a ser íntegramente de su propiedad.
     Casado y con una hija, Sariol vio que con su trabajo y esfuerzo ascendía su bienestar. Se hizo de una buena casa en Niquero, compró un jeep y mantenía su almacén de madera aserrada repleto para atender las solicitudes de diferentes regiones del país. Cuando había conseguido tranquilidad económica y veía con claridad el futuro, la guerra contra el gobierno de turno, presidido por un tal Fulgencio Batista, se desató en sus barrios cercanos y escaló a la Sierra Maestra. Aunque algunos jóvenes del lugar se fueron con los rebeldes, él continuó atendiendo su aserrío y familia.
     En 1959, ya con el gobierno revolucionario, sin que él hiciera ningún tipo de manifestación en su contra –probablemente se animó con el júbilo popular– fue maltratado por primera vez: un grupo de rebeldes, tal vez con unos tragos de más, dieron golpes en la puerta de su casa, entraron y, a la fuerza, se llevaron el jeep. A la semana fue a recogerlo en una cuneta llena de fango, gracias a que la teniente Olguita Guevara, que lo conocía, influyó en que se lo devolvieran. Después le intervinieron el aserrío y en el inventario del decomiso incluyeron hasta el serrucho de la casa. Sin embargo, cada vez que le preguntaron por qué no se había ido de Cuba, respondió: Porque este es mi país.
     Mientras avanzaba el proceso de radicalización socialista, Sariol siguió trabajando por su cuenta. Compró nuevas herramientas y armó una carpintería en el patio de su casa. Cuando lo conocí, a inicios de la década de 1970 –fecha en que me casé con su hija– compartía su tiempo de trabajo entre la carpintería, alquilando el jeep manejado por él y, a su vez, atendía un pedazo de tierra en la finca que correspondió a su padre y estaba dividida entre varios hermanos. En realidad, vivía trabajando, diez, doce, catorce horas al día, excepto los domingos, que dedicaba íntegramente a la familia. Como el mejor modo de hacer patria es trabajar y producir, Chencho Sariol fue un verdadero patriota, un patriota que nunca vivió del trabajo ajeno.
     Cuando la vida me llevó por los rumbos que me esperaban –desposorios incluídos–, seguí yendo invariablemente a la casa de Chencho Sariol, no sólo porque allí nació y ha vivido siempre mi primer hijo varón –Yulius Gabriel–, sino también por el cariño a esa prolongación de mi familia. A partir del año 2003 comencé a vivir en Tampa y sólo me fue posible seguir viendo a Chencho (Margarita ya había fallecido) en mis viajes a Cuba. En el abrazo de recibimiento y despedida, siempre se le aguaron (se nos aguaron) los ojos. Los suyos, ya apagados, apenas me reconocieron el año pasado, cuando le di un beso en la frente.  Hoy se ha ido, se me ha ido, se nos ha ido. En Niquero, muchos recordarán largo tiempo al hombre bueno, a quien algunos decían compaíto, otros cuñaíto, con simpatía a quien usaba tan frecuentemente esos diminutivos para saludar a quienes se encontraba, sin importarle su modo de pensar o el cargo que desempeñara en la compleja madeja social de su entorno, siempre que el contenido humano del saludo tocara su ancho corazón.
     Adiós, Chencho Sariol, y si en la bruma que sucede a la vida hubiera conexiones entre espíritus que encarnaron en este mundo, espérame confiado, que allí nos abrazamos.

viernes, 21 de junio de 2019

Diálogo con el Excmo. Sr. Santiago Cabanas Ansorena, embajador de España en Estados Unidos


El viernes pasado, tuvimos la grata ocasión de participar en la recepción que se le brindó al embajador de España en Estados Unidos en el Centro Asturiano de Tampa. Allí, durante alrededor de tres horas, el Ilustrísimo Sr. Santiago Cabanas Ansorena conversó largamente con decenas de españoles radicados en Tampa, mostrando invariablemente un rostro afectuoso y una palabra de cariño hacia cada uno de los que se le acercaron a saludarle, hacerle una pregunta, oír un comentario suyo o tomarse una fotografía a su lado que dejara ­constancia de la feliz oportunidad de compartir con el máximo representante del país originario en la nación donde hoy se vive.
Esa relación de solidaridad con los connacionales que debe corresponder a quien se le ha otorgado el privilegio de representarlos, además de las complejas responsabilidades diplomáticas que oficialmente le ocupan –que no siempre vemos en embajadores y cónsules– se hizo evidente con absoluta naturalidad en el exquisito trato dispensado por el alto diplomático español a quienes fueron a saludarle en el Centro Asturiano de nuestra ciudad.

El Sr. Cabanas Ansorena es licenciado en Derecho y tiene una larga experiencia diplomática, pues ingresó muy joven a trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, cuando, en la década de 1980, se le confiaron responsabilidades consulares en la Embajada de su país en Irán.
Ha sido Embajador en la República Checa, Jordania y  Argelia. Ha tenido altas responsabilidades en representación de su país, como la de Director General de Asuntos Consulares y Migratorios,  Director General de Política Exterior y Asuntos Multilaterales, Globales y de Seguridad, así como Director del Gabinete del Ministerio de Asuntos Exteriores. En Estados Unidos  ha ocupado diversos cargos, entre ellos el de Cónsul General en Miami, entre 2005 y 2010, y desde septiembre de 2018 es el Embajador de su país.
Al conocer los altos cargos desempeñados por el ilustre diplomático, me sorprendió la sencillez con que me saludó cuando fuimos presentados en el Centro Asturiano y, aunque estaba rodeado de varios de sus significativos compatriotas radicados en Tampa, accedió a una breve entrevista para La Gaceta y pudimos separarnos unos minutos del bullicio para poder conversar.
Le pregunté por Irán, país que conoce bien y que, ahora, enfrenta una crisis fuerte con Estados Unidos, agravada con los recientes ataques a petroleros en el Golfo de Omán, de los que ambos países se acusan de haberlos provocado.
“Todos confiamos en que las tensiones se resuelvan de la mejor manera posible, a favor de la estabilidad en el mundo. Yo conozco a Irán hace más de 30 años. Entre 1985 y 1988 estuve trabajando en la Embajada de España en Teherán. Es un país con una rica historia y como persona que he vivido allí, lo mejor que puedo desear es que evolucione hacia un país más abierto y que las tensiones se resuelvan pacíficamente y podamos superar el conflicto actual”, comenta.
De izq. a derec.: John A. Rañón, Santiago Cabanas, Emiliano Salcines,
G. Cartaya, Gilberto Fernández y José Vivero
Le pregunté sobre México, acerca de los acuerdos convenidos con López Obrador cuando, frente a las amenazas con los aranceles, aceptó observar un rigor con los inmigrantes que complaciera las demandas del presidente Donald Trump.
“Me alegro que se haya logrado un acuerdo”, expresó Cabanas, inclinando el comentario hacia un horizonte más planetario sobre el fenómeno migratorio.
“El problema de la inmigración es un tema preocupante en el mundo. España, como país europeo que es, está muy atenta también a este asunto. Nosotros queremos dar el frente a todos estos grandes retos: a la emigración, los cambios climáticos, la violencia, la inestabilidad, las grandes tensiones. Todos estos retos queremos que se resuelvan  a través de los mecanismos multilaterales que están creados y evitar los enfrentamientos”, señala.
Luego, añade: “Confiamos en que sea mediante la cooperación y el diálogo que se solucionen los problemas en este mundo que estamos creando. Nosotros estamos pegados a África y estamos siendo muy atentos al problema de la emigración”.
Después de una pequeña pausa, aclara: “Nosotros hemos sido un país de emigrantes y Tampa es un ejemplo de la emigración nuestra a Estados Unidos. Para mí es un orgullo poder estar aquí, haber visitado el Centro Español y ahora el Centro Asturiano. Aquí vinieron muchos españoles a fines del siglo XIX y en el siglo XX y con su esfuerzo, con sus  brazos y su educación levantaron estos centros”.
Le comenté al Embajador que, como soy cubano, me gustaría oír su opinión acerca de la actitud  de España hacia la reciente aplicación del capítulo III de la Ley Helms-Burton.
Me conmueve la sinceridad, el visible sentimiento con que me habla del significado de la Isla para su país, distanciándose de una interpretación centralmente política.
“Cuba es un país hermano. Los cubanos y los españoles somos, yo no diría que primos, somos hermanos. Cuba es algo muy especial, allí tenemos familia. Por eso decimos ‘La Perla del Caribe’, pues es algo muy querido para los españoles. Yo tengo familia en Cuba y me siento muy orgulloso de ir allí, como tantos españoles. Nuestra política hacia Cuba siempre ha estado marcada por esa sensación  de hermandad, de cariño entre nosotros. Eso no se puede cambiar, ha sido una constante. El cariño ha estado por encima de los gobiernos o el régimen que haya existido en España o en Cuba. Después de la independencia, los ­españoles siguieron yendo a Cuba, es algo que es muy natural”, afirma.
Entonces, como cuando se ha dicho lo más importante, me aclara que no rehúye la pregunta y afirma: “Y por tanto, esa cercanía no se puede alterar. España siempre ha dicho que se opone a la aplicación de leyes extraterritoriales como el título III y IV de la Ley Helms-Burton.  Hemos dicho que consideramos que no es esa la manera, porque son acciones extraterritoriales. Confiamos en que se pueda llegar a soluciones que impidan que entremos en litigios durante años. Las inversiones españolas en Cuba no son tan grandes. Por el momento son limitadas. Es verdad que las hay, en los hoteles son más visibles y confiamos en que, en su día, sean mayores. No aspiramos a entrar en una espiral de demandas y contrademandas que no benefician a nadie”.
Miro hacia el amplio salón del Centro Asturiano, donde decenas de españoles esperan a su Embajador y me siento sin derecho a prolongar más la conversación. Le agradezco y le doy la mano, sumándonos al grupo. Allí converso, entre vinos y tapas, con el cónsul de España en Florida Central, Sr. José Vivero, siempre cordial; con el Honorable Juez Emiliano Salcines, con John A. Rañón, presidente del Centro Español, con Henry Echezábal, y en todos  siento el respeto y admiración por el ilustre visitante. En un momento, Vivero ocupa la tribuna y todos se acercan cuando presenta al Embajador, quien pronuncia un emotivo discurso, agradeciendo a los españoles, a los presentes y a los que, a lo largo de la historia, han contribuido al enriquecimiento de esta ciudad y conservan con orgullo la cultura de España.



viernes, 14 de junio de 2019

Breves apuntes sobre la presencia histórica de España en Tampa


No es posible explicar la historia y cultura de la ciudad de Tampa sin mencionar la presencia centenaria de España en esta ciudad. Fue un español, Hernando de Escalante y Fontaneda, quien primero escribe su nombre, al relatar sus peripecias entre los indígenas calusas, después de sobrevivir a un naufragio en estas costas floridanas a mediados del siglo XVI.
Aunque hay diversas versiones, se cree que Fontaneda fue rescatado hacia 1566 por Pedro Menéndez de Avilés, quien fuera el fundador de San Agustín y a quien sirvió de intérprete  ante  los pobladores nativos gracias al tiempo que estuvo viviendo entre ellos.
Al regresar a España, este explorador de origen cartaginés escribió Memoria de las cosas y costa y indios de la Florida (1575), en el que se refiere a varios sitios floridanos: “Primeramente, un lugar que se dice Tampa, pueblo grande...”. Muchos historiadores de aquella época, entre ellos, Antonio Herrera y Tordesillas, otorgaron mucho valor al texto de Fontaneda. 
Hernando de Escalante y Fontaneda (1536-1575)
Como parte de Florida, Tampa fue una posesión española hasta 1821, cuando pasa oficialmente a Estados Unidos. Aunque durante ese tiempo, a diferencia de San Agustín y San Carlos de Pensacola, aquí no se asentó una población española. Vino a tener una gran significación la presencia ibérica en Tampa a fines del siglo XIX, cuando comienza el florecimiento de esta ciudad a partir del desarrollo de la industria del tabaco, que en pocas décadas contó con decenas de fábricas construidas en Ybor City, Wets Tampa y Port Tampa y elevó a millares su nueva población, sumando a los estadounidenses cientos de españoles, cubanos, italianos y de otros diversos orígenes.
 En este proceso, inaugurado en 1886 –cuando apenas llegaba a un millar la población del lugar– muchos hijos de España tuvieron una posición preponderante. Fue el valenciano Vicente Martínez Ybor quien inauguró esta ruta de desarrollo a la ciudad y a quien debemos el nombre de uno de sus más emblemáticos barrios.  También era español el  ingeniero Gabino Gutiérrez, hijo de Cantabria,  quien marcó las primeras calles y casas de Ybor City. Asimismo, el primer industrial a quien Martínez Ybor llamó para que le acompañara en el fomento de la industria del tabaco en Tampa fue a Ignacio Haya, quien llegó junto a su amigo Serafín Sánchez, ambos españoles, e ­inauguraron la fábrica La Flor de Sánchez y Haya, de la que salió el primer tabaco tampeño al mercado, en abril de 1886.
He mencionado a Martínez Ybor, Gabino Gutiérrez, Ignacio Haya y Serafín Sánchez por ser los españoles pioneros en el desarrollo de la industria del tabaco en Tampa, pero podrían anotarse cientos de nombres procedentes de la nación ibérica que, en esta y otras industrias, contribuyeron al crecimiento económico, social y cultural de esta ciudad. Los apellidos Pendás, Bustamante, Nistal, Avellanal, Vega, Cuesta, Riaño, González, Salcines, Vivero, son sólo algunos de los que, hasta hoy, dignifican la prosapia española en la bahía de Tampa.
Cuando se camina por Ybor City y West Tampa, la huella española es persistente y llamativa. Si se entra al restaurante Columbia, pudiera creerse que se está en una ciudad de España, más que por comidas procedentes de ese país, como la paella, por las imágenes en las paredes, especialmente en el salón Don Quijote. Detenerse frente a los edificios que tuvo el Centro Español, tanto en Ybor City como en West Tampa, remeda el papel jugado por estas instituciones durante décadas como entidades de socorro mutuo, actividades recreativas y culturales, conservación identitaria, en las que miles de españoles encontraron crecimiento y apoyo. Asimismo, el Centro Asturiano es un paradigma de la presencia de la nación ibérica en Tampa y al igual que el edificio del Centro Español guarda en el interior de su bella arquitectura fragmentos significativos de la historia española en nuestra ciudad.
La fuerte presencia de la cultura de España está viva en la generación actual y aunque con la evolución de la sociedad se ha prescindido de servicios que hicieron de varias de sus organizaciones un referente de fuerte solidaridad entre sus nacionales, están vivos los aportes de su cultura. Un ejemplo ha sido el Teatro Lírico Español, fundado por René González, en cuyo repertorio la puesta en escena de una “Verbena de la Paloma” hace sentir el maravilloso influjo de su identidad. En restaurantes, funciones teatrales, música, bailes, libros, acentos de conversación, frases  e idiosincrasia en general, tenemos la suerte de encontrarnos en Tampa, cada día, la presencia de España.


viernes, 7 de junio de 2019

Diálogo con Emiliano Salcines en “La Oriental”


El sábado pasado, en la pequeña cafetería “La Oriental”, ubicada en la  calle Columbus, West Tampa, nos reunimos el poeta Alberto Sicilia y yo con Emiliano Salcines y un grupo de sus dilectos amigos jubilados, quienes acostumbran encontrarse en ese cálido sitio en mañanas sabatinas y/o dominicales, para conversar de cuánto viene a la buena memoria de cada quien.
El evento podría ­llamarse “La tertulia de Salcines”, porque él es como el centro de la conversación. La naturaleza concedió a quien fue el primer Juez hispano del condado de Hillsborough la riqueza de la palabra, el  buen humor,  viva
inteligencia y un don de gentes que, en su sencillez natural, lo hacen sobresalir en cuanta reunión tiene el privilegio de contar con su asistencia.
Pero ahora voy a ocupar estas líneas con sólo una parte de la conversación, dedicada de forma imprevista a la biblioteca de West Tampa radicada en la calle Howard,  un bello edificio de estilo neoclásico inaugurado en 1914. La exquisita disertación de Salcines –también historiador y profesor de mérito– se produjo ante una interrogante sobre los libros en español con que cuenta este centro de lecturas.  –Tuvo muchos– dijo Emilano, remontando la explicación al momento en que los lectores de tabaquería tenían sus bibliotecas particulares, de donde extraían las diversas lecturas que llevaban a la sala de los operarios.
En la cafetería "La Oriental", el sábado 1.° de junio, 2019
–Eran lecturas muy bien elegidas– puntualizó Salcines, acaparando la atención de todos y cuyo diálogo interrumpía cada vez que al abrirse la puerta entró alguien, a quien invariablemente saludó con su nombre y una palabra de cariño. Los lectores –continuó– encargaban los libros a Cuba, Nueva York y otros lugares y correspondían a  los mejores autores de su tiempo. Se leía a Cervantes, Víctor Hugo, Dostoievski, Blasco Ibáñez, Alejandro Dumas, Balzac, Tolstoi, en fin, a los grandes escritores. Muchas veces los lectores, que además de cultos tenían un don actoral y declamaban modulando la voz (en ese momento nuestro amigo hizo una imitación variando la voz de un personaje masculino a uno femenino, con lo que mostró que habría sido un excelente lector), se intercambiaban esas obras y El Conde de Montecristo podía empezar en una fábrica cuando había concluido en otra. Bueno, muchos de esos libros fueron donados a esa biblioteca, que desde su inauguración ofreció sus servicios gratuitos en West Tampa, un municipio que tuvo gobierno propio hasta 1925.
A fines de la década de 1920 comienza a decaer, hasta ­desaparecer, el oficio del lector de tabaquería. Entre otras cosas, se les fue acorralando porque muchos incentivaban el sindicalismo, la jornada de trabajo de ocho horas, que la mujer no perdiera el trabajo cuando fuera a parir y esas lecturas chocaban con las políticas de los propietarios. Cientos de esos libros fueron donados a West Tampa Branch Library. Pero unos años después, con la entrada de nuevos libros en idioma inglés, se decidió guardar esa amplia bibliografía hispana en el sótano, un lugar inapropiado en este lugar, porque el agua está cerca de la superficie y hay permanente humedad. 
Es bueno recordar –apunta Emiliano– que el multimillonario Andrew Carnegie financió la construcción  de esa institución. Se eligieron once bibliotecas en Florida para recibir la donación de Carnegie y entre ellas estuvo la de nosotros. Pero, por alguna razón, en los planos aprobados por el benefactor estaba diseñado un sótano. La opción fue clara: “O se le hace sótano, o no hay biblioteca”, según nos cuenta el letrado locuaz. De manera que el recinto contaba con esa catacumba cuando unos años después llegó la indicación de darle espacio a los nuevos libros que se leerían en la lengua de Shakespeare.
En ese momento, El Conde de Montecristo, Ana Karenina y Los hermanos Karamazov se fueron al sótano junto a  La Barraca y Los Miserables. En aquel lugar los fue cubriendo una capa de moho y al cabo de unos años no les quedó otro remedio que ser trasladados a los depósitos de desperdicios.
–Por eso hoy no vas a encontrar muchos libros en español en este lugar– concluyó Salcines, en el instante en que todos se pusieron de pie, siguiéndolo a él, para aplaudir con visible alegría la entrada de un amigo que recién fue dado de alta de un hospital de la ciudad. 
Sé, porque he estado varias veces en esta tertulia sabatina alrededor de Emiliano Salcines, la riqueza humana que rodea a este grupo que hace más de un cuarto de siglo se viene reuniendo en una cafetería de West Tampa, primero en El Gallo de Oro, después en El Arcoiris y La Oriental, donde hablan de todo y de todos, hacen cuentos, recuerdan sus historias, inquieren por la salud del que se ausenta, toman café, meriendan, se alegran con las buenas noticias, se preocupan por los destinos del mundo y les desean a todos buena salud.