jueves, 24 de agosto de 2017

Un poema de Wifredo Lam

       En la conversación que sostuve con Juan Castillo, el sobrino nieto de Wifredo Lam que atesora una parte de su obra –como vimos en la entrevista publicada en los dos últimos números de La Gaceta–, me habló del único poema conocido del pintor. Ante mi interés en leerlo, tuvo la gentileza de enviármelo.
      Ahora lo comparto con los lectores de esta columna, pues contribuye a conocer más al extraordinario artista cubano y universal.
Nuevo mundo
Luz
al grito que lanzara
el vigía a la una de la madrugada,
una noche de octubre de 1492
responde la voz de Cristóbal Colon:
“Es tierra”
La tierra es maravillosa,
Perpetua viajadora dentro
de un espacio sin límites.
Brotado de los cuatro puntos cardinales,
el hombre se vuelca
hacia el Nuevo Mundo,
cuando Cuba se transforma
en la encrucijada
donde se reúnen todos los bergantes,
amos, proveedores
de esclavas y esclavos.
Mientras se va despoblando
el continente africano,
la España castellana
envía a sus segundones,
sus judíos y sus árabes
–Isabel la Católica expulsa a todos
los convertidos y vacía las prisiones–
para poblar el Nuevo Mundo.
Para que así conquisten su libertad:
libertad de domesticar a los salvajes
y explotarlos hasta la muerte.
Sed de oro, voluntad de potencia
y de independencia.
Más tarde llegaron los demás:
Catalanes, Gallegos… y,
finalmente los Chinos.
Estos son los antepasados
que reclama Wifredo Lam y,
más que nadie,
representa él la herencia
de la convulsión del hombre y de la tierra.
El Nuevo Mundo.
La tierra de Cuba,
durante tanto tiempo aislada
en medio del mar de Caribes,

un mar infestado de tiburones
piratas, esclavos, y rebeldes de toda clase.
En la familia,
se cuenta (por supuesto del lado africano)
que sus antepasados
eran de los más granados:
brujos y reyes. Pero él
primero que afirmó su personalidad,
según memoria de hombre,
fue José Castilla,
denominado Mano Cortada.
Nacido en Las Villas,
en el pueblo de los Remedios,
este mulato, terrateniente
defendió severamente
la dignidad de su vida;
católico por elección
le engañó un europeo,
un español, naturalmente,
que lo llevó ante la justicia
y le hizo perder la causa ante
el tribunal civil, cuando esta había
sido ganada ante el tribunal de la Inquisición.
Furioso por no habérsele hecho justicia,
golpeó a su enemigo con un puñetazo
tan violento que le mató.
El mismo tribunal de la Inquisición
que le había absuelto la primera vez
le condenó entonces,
pero por el último crimen. Se le embargó
la hacienda, la cual sirvió
para crear una plaza y edificar
una iglesia en Los Remedios,
que debía denominarse
la Iglesia de Cristo.
La mayor crueldad del tribunal
consistió en mandar que se le
cortara la mano derecha
por lo que se apodó José Mano Cortada
pero sublevado, huyó tras lo cual,
convertido en cimarrón,
nadie pudo decir que fue del mismo.
Su mestizaje, por el lado español,
databa de la casa llamada
Cabeza de Vaca, de Castilla.
Emigrado de la tierra donde nació
Lam Yam llegará, tras largo viaje,
A San Francisco, California, a México,
y tras México, a Cuba.
Ocurría ello durante
La segunda mitad del siglo XIX.
Con él traía
la memoria de toda clase de paisajes
–siberianos, mongoles, tártaros–:
el drama de Asia y del mar de China.
En sus ojos, salía el sol
de una isla convulsa
que luchaba por la libertad.
Estos fueron sus antepasados quienes,
en complejas circunstancias históricas
se mezclaron para elevar
el grado animal a la temperatura
del drama social universal.
En la mirada eterna del sol,
el flujo y el reflujo de las migraciones
bajo el trópico de Cáncer.
Una mañana de verano,
pletórica de calor y de ruidos
Wifredo
se despierta más tarde que de costumbre
aunque se queda en la cama,
fija la mirada;
De la cocina viene el rumor de palabras
indistintas:
es la familia que está tomando el desayuno.
Del techo
le cae sobre el rostro la negrísima
silueta de un ave con
la cabeza colgando:
un murciélago que está durmiendo
su sueño diario
Para mí, dice, esa figura tenía dos cabezas
En el campo, en la calle, en el jardín,
en el cielo, reina tirano el sol.
No le resiste ningún obstáculo:
no le detiene ni la ventana echada
ni la puerta cerrada de la casa de madera
y se proyectan los rayos de luz,
trocando la habitación
en una linterna mágica,
invirtiendo todas las imágenes que surgen
y desaparecen con la misma
rapidez en la pared y el techo de la alcoba de mi madre.
















Todas esas sombras chinescas
que se devoran unas a otras:
un caballo que pasa, hombres,
una carreta y su rueda forman
un círculo móvil.
De la calle llega el ruido
de todo lo que pasa,
invertido, a la habitación;
un ruido infernal.
Por vez primera,
siento el vértigo de la soledad,
la distancia entre los objetos,
y mi medida.
En este pequeño espacio,
experimento por primera
vez la zozobra de no ser sino
una cosa entre las cosas,
una presencia muda frente
a objetos sin nombre.
Ocurre esto en 1907.
Aquel día fue para mí
el comienzo
del sentimiento del paso de los días,
de una vinculación en la memoria
y de un tiempo que no se detiene.
En aquella habitación
cuyo armario abierto deja ver,
como un hombre decapitado,
los trajes de mi padre,
en su luna se reflejaba
la magia de
las imágenes móviles,
mi propia imagen
y la del murciélago despierto
al vuelo oscilante,
en busca de su sombra.
De esa mañana de 1907,
de la presencia de aquella ave
asustada,
data el primer momento
de mi conciencia de estar aquí.

Publicado en La Gaceta, 8 de agosto, 2017.


martes, 22 de agosto de 2017

Entrevista a Juan Castillo, sobrino nieto de Wilfredo Lam

Por Gabriel Cartaya

Hace unos días recibí un correo electrónico de Juan Castillo, en el que me anunciaba sobre su próxima visita a Estados Unidos, para inaugurar una exposición con obras del más universal de los pintores cubanos: Wifredo Lam.
Sabía que Castillo es sobrino nieto del autor de “La Jungla”, pues la última vez que nos vimos, a mediados de la década de 1990, fui a saludarlo al Centro Cultural que lleva el nombre del distinguido artista, en La Habana Vieja y, claro, hablamos sobre este tema. Pero no conocía que era dueño de una importante colección de dibujos de su famoso ­ascendiente, la que se ha presentado en diversos países y que ahora, por primera vez, va a ser exhibida en Estados Unidos.
Aprecié en la noticia una ­buena razón  para invitarle a  que me respondiera un cuestionario, no sólo para asomarnos a uno de los más destacados pintores hispanoamericanos de todos los tiempos, sino también como un oportuno homenaje al artista cuya desaparición física se produjo un 15 de septiembre, hace casi 35 años. A su vez, pudiera ser el anuncio de la disposición de Castillo a presentar en Tampa esa rica colección   de Wifredo Lam, a la que no hemos accedido.
El próximo 30 de agosto vas a presentar un grupo de dibujos del pintor Wifredo Lam en LUAG Main Gallery, Zoellner Arts Center,  Pensilvania. ¿Qué significa para ti ser el propietario de una colección de obras de arte de esa magnitud?
Para mí, ha sido siempre un gran honor y una enorme responsabilidad liderar esta colección de obras de Wifredo Lam. Viene de esas circunstancias que surgen en la vida de manera inesperada, ante las cuales uno debe asumir posiciones de principios. En consecuencia con ello, durante más de veinte años hemos promovido la vida y obra del pintor cubano Wifredo Lam, especialmente exponiendo estas obras.
¿Qué lazos te unen a Wifredo Lam?
Wifredo fue mi tío abuelo,  hermano de mi abuela Eloisa. Ella fue quien lo crió, pues era de sus hermanas mayores, entre ocho hermanos de los que Wifredo era el menor. El hijo único de Eloisa, Juan, nació seis años después que Wifredo, en la misma casa de Sagua la Grande, en la provincia de Santa Clara. Siendo esos dos niños los únicos varones,  crecieron como hermanos, durante muchos años bajo el mismo techo. Juan era mi padre, Juan Castillo.  Con el  decursar de los años, no obstante haber transcurrido la vida de Lam fundamentalmente fuera de Cuba, siempre mantuvo estrecha comunicación con su familia cubana y en particular con mi padre.
¿Tienes recuerdos personales de Lam?
Muchos. Mi infancia y adolescencia las viví en el interior del país. Visitaba La Habana durante las vacaciones de verano y mi mayor agrado era visitar la casa estudio de Wifredo, situada en aquel entonces frente a la pista de aviación del campamento militar  “Columbia”,  enclavado en el municipio de Marianao. Ver despegar y aterrizar los aviones desde la azotea de esa casa era, de niño, mi más agradable atracción. Mi tía abuela Agustina, hermana de Wifredo,  a la que yo acompañaba en cada ocasión durante las vacaciones de verano, era la encargada de preparar y llevar cada dos días la comida a los perros y gatos de Wifredo y Helena, que se encontraban generalmente fuera del país.
Para llegar a la azotea, debía atravesar toda la casa,  cuyas paredes estaban llenas de grandes lienzos. Allí había obras importantes, como “Belial, emperador de las moscas”. Había diversas esculturas de máscaras, cabezas reducidas y hachas de piedras africanas, que impregnaban un olor muy peculiar y un ambiente de fantasía embrujada a aquel lugar. Al recorrer su  interior me erizaba de pies a cabeza y me impresionaba mucho cada vez que lo hacía. Estos recuerdos me han acompañado a lo largo de mi vida, así como los pocos encuentros familiares que de niño presencié entre Wifredo y mis padres.
Wifredo Lam felicita a Alicia Alonso, en París, por la presentación de Giselle.
Al centro, aparece Juan Castillo. Fotografía de Osvaldo Salas, 1966.
Ya siendo adulto conversé con él en varias ocasiones, una de ellas en París. En 1966, en ocasión del Salón de Mayo en La Habana, cuando ya él estaba convaleciente de su hemiplejía, tuvimos la última reunión ­familiar en casa de mis padres, en 1981. Desde siempre fue el paradigma de la familia.
¿Hay referencias familiares en los dibujos de la colección que atesoras?
Los dibujos de la colección que poseo eran parte de los fondos del propio archivo de Wifredo. A principios de 1958, cuando decide no continuar manteniendo su casa estudio, dejó estas obras a la familia. Era un excelente retratista. De las décadas de 1920 y 1930 hay varios autoretratos y un dibujo de su padre, Lam Yam. En los años cuarenta, son famosos sus retratos de H.H., inspirados en su  segunda esposa, Helena Holzer. Fuera de las obras mencionadas, no conozco otra de su vasta creación que se refiera a algún familiar.
Tu ascendencia, que es la de Lam, es una mezcla de sangre china,  africana, española y tal vez amerindia. ¿Considera la crítica que el reflejo de esa mezcla es la influencia más poderosa en la obra de Lam?
¡Absolutamente, sí!, Mi ascendencia, que es la de Lam, como dices, es un sello inconfundible del mestizaje, como lo es la cubanía. En la obra de Lam, a través de su propia iconografía, de finales de los años 30 y a partir de los 40, se refleja su visión del hombre y la naturaleza, en medio de los conflictos históricos, políticos y sociales de la época. En todo ese proceso, a mi juicio,  influyó también su interacción con Picasso. Me atrevo a decir que como ningún otro artista reflejó, de una manera muy original, la imagen  de esa mezcla. La obra cumbre de Lam, “La Jungla”, que se exhibe en el Museo de Arte Metropolitano de New York (MOMA), es la expresión más fehaciente de esta afirmación. Sobre ella, expresó el afamado escritor y crítico de arte francés Alain Jouffroy: “Fue el primer manifiesto plástico del tercer ­mundo”.
La colección de dibujos que vas a presentar en Pensilvania corresponde a una etapa en que Wifredo Lam vivió en Cuba, entre 1940 y 1955, un período de intensa creación para el pintor,  al que corresponde  “La Jungla”  (1943),  la serie “Canaima” (1945-1947) y “Umbral”, (1950), por solo citar algunas. ¿Hasta dónde influyó temáticamente la cultura cubana en la realización de los dibujos que presentas en esta exhibición?
Hay que decir que la explosión creativa de Wifredo se produce a su regreso a Cuba en 1941. Es a lo largo de los años 40 que realiza sus más importantes obras. Me contaron mis hermanas y mi prima Ana, que vivieron junto a él en  la casa de Panorama #42 y después en la avenida 8va.,  que trabajaba infatigablemente, dibujando y pintando primero sobre papel y cartulina,  y después cuando pudo contar con lienzo, utilizando ese soporte. Las obras de esta muestra de pequeño formato que se exhibirán en LUAG, son fundamentalmente creaciones, en las que presenta dibujos usando tinta china y colores para darle forma a sus extraordinarias plasmaciones.  Muchas de estas obras muestran una iconografía que sirvió de base a Lam a modo de bocetos para proyectar las figuras que aparecen en las obras mayores que realiza en esa etapa. Entre estas, a diferencia de las mencionadas, debo distinguir por su singularidad la denominada “Animal de cuatro Patas”, pues es la única obra con un amplio texto de Wifredo, relacionada con la situación política de Cuba en el momento que la realiza y la figura central no se repite en obras posteriores.
       La edición en español del libro de poemas Cuaderno de un retorno al país natal, de Aimé Césaire (1943), presentado en Cuba por Lydia Cabrera, incluye dibujos realizados por Wifredo Lam, ¿hay alguno de ellos en tu colección?
       No, aunque la colección sí tiene varias obras que sirvieron para ilustrar publicaciones de la época de otros artistas amigos. Sin embargo, hay algunas piezas de nuestra colección que reflejan en su iconografía gran similitud con las que sirvieron para ilustrar el poemario de Aimé Cesaire. A propósito, en el año 2002 celebramos el Centenario del nacimiento de Wifredo Lam, y tuvimos el privilegio de llevar a Martinica nuestra colección con 70 piezas, estando aún con vida Aimé Cesaire, quien nos visitó y disfrutó de la exposi­ción, contándonos anécdotas personales de su primer en­cuentro con Helena y Wifredo, cuando arribaron a esa isla en 1941.
      ¿Qué divulgación internacio­nal ha tenido la colección de dibujos que vas a presentar?
      Esta muestra de dibujos forma parte de nuestra Co­lección, que cuenta con 70 piezas. En su totalidad fue expuesta en la Sede del Con­sejo Regional de Martinica, en 2002, con motivo del Centena­rio de Wifredo Lam. Se presen­tó con el título “Wifredo Lam, testimonios de intimidad”. Además, ha tenido la siguien­te itinerancia internacional:
En España: Wifredo Lam. Cartografía íntima, Madrid, Círculo de Bellas Artes / La Coruña, Ayto. de A Coruña, Kiosko Alfonso / Tenerife, Cír­culo de Bellas Artes / Cuenca, Fundación Antonio Pérez / Santillana del Mar, Sede de Exposiciones del Palacio Caja Cantabria, 2003 / Salaman­ca, Fundación Salamanca, Ciudad de Cultura, Sede de Exposiciones Santo Domingo, 2004 / Alcalá de Henares, Sede Instituto Cervantes Al­calá de Henares.
También hemos presentado esta exposición en Berlín, Bruselas, Génova, Estocolmo, Bucarest y junto con obras del Museo de Bellas Artes de Cuba en el Museo Arte Mo­derno de Monterrey, México, en el 2008. Y ahora la presen­taremos, por primera vez, en Estados Unidos.
       Sabemos que la obra de Lam incursiona en diferentes cam­pos de la plástica –pintura, dibujo, grabado, escultura, litografía, mural–. Pero no co­nozco de su poesía. Por eso me llamó la atención saber que en la apertura de la exposición vas a leer un poema suyo. ¿Es inédito? Me gustaría publicar ese poema en La Gaceta.
    Que yo conozca sólo existe un poema de Lam, al que te refieres. Te lo enviaré próxi­mamente.
     Hace poco tiempo, se incau­taron en España varias obras atribuidas a Wifredo Lam que eran falsas. Se dijo que los cua­dros falsificados, localizados en colecciones privadas, procedían de Cuba. En el esclarecimiento de la verdad participó Eskil Lam, hijo del artista. ¿Hubo contactos de las autoridades española con el centro Cultural Wilfredo Lam, de Cuba, a favor de la investigación?
     No tengo conocimiento, no creo haya sido necesario. Tengo relaciones frecuentes con los hijos de Lam, en par­ticular con Eskil Lam que es el encargado de la SDO de W.Lam (Sociedad de Defensa de la Obra de Wifredo Lam) y dirige y ad­ministra todo lo relacionado con el derecho de autor (co­pyright) de su obra.
     Los falsifi­adores que hay en diver­sos países , generalmente toman como base las obras que reflejan una iconogra­fía y fecha en su firma que las enmarcan como supues­tamente he ­chas en Cuba, algunas pue­den haber sido c o n f e c c i o n a ­das aquí. Son por tanto de la época mejor valorada de su creación. Las autoridades del Registro de Bienes Culturales del MIN­CULT y aduanales cubanas han ocupado decenas de pie­zas falsas atribuidas a Lam y a otros artistas.
       Espero que en Tampa, donde hay tanta cercanía con Cuba, se exhiba en algún momento la colección de dibujos de Wifre­do Lam, ¿te parece bien?
      Para la familia cubana de Wifredo Lam y para mí, en particular, sería un gran honor mostrar nuestras obras en Tampa. Espero y deseo pueda concretarse.

Publicado en La Gaceta, 11 y 18 de agosto, 2017

viernes, 4 de agosto de 2017

Alberto Sicilia: el lenguaje de la poesía

Alberto Sicilia es un poeta cubano que hace tres años vino a radicar en Tampa, una ciudad que entre los múltiples vínculos con Cuba incluye los líricos, pues significativos bardos cubanos han vivido o visitado esta ciudad. Entre ­ellos, ­primero hay que mencionar a José Martí, quien nos dejó imágenes poéticas tan hermosas como aquella con que concluyó uno de sus discursos: “Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos”. De Tampa retornaba el poeta Bonifacio Byrne a Cuba cuando escribió: “Al volver de distante ribera/ con el alma enlutada y sombría/ afanoso busqué mi bandera/ y otra he visto además de la mía”.  Aquí han vivido decenas de poetas cubanos y entre los que hoy reciben a las musas al anclar en su hermosa bahía está Alberto Sicilia, quien seguramente las atiende con devoción.
 El poeta entró a la ciudad con varios libros suyos publicados, después de adquirir premios importantes y atención favorable de la crítica, tanto en Cuba como en otros países del continente. Llegó desde los caminos de Cabaiguán, en el centro de la Isla, donde manejaba un camión verde que parecía más un taller literario rodante que un carro de pasajeros, pero dejemos que él sea quien nos cuente.
 ¿Eliges  a Tampa para vivir o los tantos amigos cabaiguanenses influyeron en tu decisión de radicarte aquí?
 Tampa siempre ha sido un sitio muy cercano a los cubanos, desde pequeño escuchaba las historias de los viejos tabaqueros de Cabaiguán. Fui creciendo en el conocimiento y el amor a la figura de Martí. Mi bisabuela paterna, Doña Evarista, fue mensajera de los mambises y, aunque la recuerdo en cama de muy avanzada edad, supo trasmitir a sus descendientes esa historia real que sólo saben contar los participantes. Antes de saber que llegaría a esta hermosa bahía la había mencionado en mis poemas. Luego mi mejor amigo, Evelio Piñeiro, emigró a Tampa con su esposa y dos hijos y antes de marchar me dijo: Alberto, cuando quieras, habrá un lugar para ti allá. En cada visita reafirmaba su intención de recibirme con el mismo afecto de siempre. Unos años después llegué a Tampa y en la primera oportunidad visité Ybor City, los lugares que consagró el Apóstol.
 Tu primer libro, El camión verde, fue publicado por la Editorial Letras Cubanas en 1994. ¿Qué significó para ti esa especie de reconocimiento nacional a tu naciente obra, en una de las editoriales más importantes del país?
Alberto Sicilia, conocido en Cuba como 'El poeta del camión verde'

 Era una etapa muy difícil. El libro llevaba un tiempo en la editorial pero la escasez alejaba el momento de su publicación. Los textos de El camión Verde son poemas de adolescencia y primera juventud. Son poemas de una insana rebeldía. Letras Cubanas aprovecha un intercambio con intelectuales de Argentina para rendir tributo a Martí y publicar una colección bajo el título de “Los pinos nuevos”, en alusión al importante discurso de Martí en Tampa. Todo es muy simbólico y los poetas de ese momento estábamos abriendo una brecha en la madeja de cerrojos del panorama literario cubano. Ese reconocimiento y el hecho de que apareciera bajo la aprobación de Eliseo Diego, Fina García Marruz y Roberto Fernández Retamar fue definitivo en mi vida. De alguna manera era la fusión de mi dos actividades por muchos años, conducir un camión por las carreteras de Cuba y escribir la experiencia que encarnaba. Un ansia de libertad en cada espacio entrevisto.
 Otros libros tuyos –A favor de la roca, de 1998; Viajando al sur, 2006, y Miniatura con abismo, 2009– tienen años de distancia entre uno y otro. ¿Hay lapsos de tiempo sin escribir o sólo de publicar?  Creo que ya corresponde otro libro, ¿está preparado?
 Hay mucha poesía escrita pero más poesia vivida, tiempo vivo en poesía. A veces he dicho que tengo un enorme respeto por la palabra, creo que es el mayor contaminante del presente y que puede ser salvadora en un momento como el silencio lo es. El poema preciso es el que nace espontáneo del asombro o de la sombra, se hace luz y es verbo. Puede encarnar. De Cuba vinieron unas libras de poemas en mi equipaje, por suerte no pagué por ellas al llegar y esperan junto a los irreverentes ‘bills’ para ser atendidos por su creador.
  En una presentación a tu libro Miniatura con abismo (2009), señaló Racso Pérez ­Morejón que se trata de “un libro sólido, profundo, ontológico si se quiere, referencial”.  Mirando el profundo lirismo reflexivo que habita en tus poemas, ¿puedo agregar el calificativo filosófico a ese significativo sumario?
 Tanto como la historia, la filosofia es un tema que me apasiona. En distintas etapas de mi vida he sido Sócrates, Confucio, Pitágoras, Félix Varela, sintiendo y trasmitiendo sus ideas a las personas que se acercaban a mis charlas de talleres literarios en Cuba. Creo, con poca fortuna en esta fe, que el conocimiento y la sabiduría pueden cambiar el destino de un pueblo, de la humanidad entera. Reconozco que Salomón necesitó más que eso para consolidar su reino. Hoy siento, como dije en algún poema de juventud, que el poder es oscuro y se pierde en el tiempo de las deudas. Doy gracias a Erza Pound por concederme luz sobre ese aspecto.
 ¿Qué rasgos dominantes encuentras en la poesía cubana de tu generación, que ya en la década de los ochenta se comienza a alejar del coloquialismo, con acento épico, que vivió el decenio precedente?
  Aunque nos encontrábamos dispersos por todo el país se comenzaron a desarrollar eventos de literatura en distintas provincias, pudimos entrar en contacto con  generaciones o grupos generacionales, para decirlo con propiedad, que tenían otra visión. Dos antologías marcan un paso importante, Usted es la culpable y Retrato de Grupo. Un poeta cierra la primera y luego aparece en la segunda (Sigfredo Ariel).
 Este detalle es significativo, muchos de los textos publicados allí se identifican con la poética de la generación de Orígenes y constituyen la antítesis del discurso de la mayoría de los poetas de la generación del 50. Alternativamente, estaban los muchachos del Puente y por supuesto toda una obra vedada para nosotros que se escribía en la diáspora. Era una poesía que se distinguía por su acercamiento a la crítica de la sociedad pero soslayaba el enfoque directo, en muchos casos llegó a convertirse en el panfleto al revés y, en algunos poetas, el hermetismo heredado de Orígenes, del surrealismo y de los poetas malditos que plagaban el discurso de veladas resonancias.
 El hecho de que los jóvenes poetas cubanos de la década de 1990 se rencuentren con Lezama Lima y Virgilio Piñera, ¿crees que influyó en los nuevos cánones de la expresión poética?
 Como te explicaba, y es una visión muy personal y acaso apasionada, muchos de nosotros entramos en contacto con esas fuentes. En un momento llegó a existir una línea divisoria que mimetizaba las diferencias entre esos dos grandes maestros. Por una parte la imagen lezamiana, llena de azarosas reminiscencias culturales y por la otra el descarnado, visceral verbo de Virgilio. De esa mezcla sólo podían salir –en su momento y luego del consabido reposo–, ya en el sedimento de la gracia, algunas de las voces más ­destacadas de la poesía ­cubana actual.
 En la poesía cubana –la que se escribe dentro y fuera de la Isla– ,  a pesar de que el corpus poético contiene los más diversos estilos, estética y focalidad temática, algo es común en sus grandes exponentes: el imaginario de patria, que desde un Heredia o Gertrudis Gómez de Avellaneda hasta hoy, está latente en sus poetas. ¿Es que esa honda subjetividad habita mejor en la poesía?
 En la poesía subyace lo imperecedero y lo perecedero, lo imperfecto y lo perfectible, ha sido desde tiempos remotos y en diferentes formas la expresión épica de los pueblos. Desde los Cantares hasta un pareado popular representa el imaginario ­colectivo desde la intuición poética de su creador. Es también un diálogo con el yo que simboliza el cuestionamiento de la existencia ante lo desconocido, en ese trance hace énfasis en el espacio y el tiempo de su génesis y forma valores característicos de nacionalidades y épocas. Llegar a reducir ese conocimiento y, sobre todo, convertir en arte mayor ese sentir colectivo es sólo  patrimonio de los poetas. Recuerda que, cuando convoca esas deidades, una buena novela es también un gran poema.
 En Cuba, desde sus orígenes como nación, la poesía es una asunción del alma colectiva, de lo que llamamos cubanidad. Heredia, la Avellaneda, Milanés, el Cucalambé, Martí, Lezama, Piñera, entre otros, llegaron de manera estelar a reafirmar el sentimiento de patria, unos bajo la honda opresión del destierro y otros, como el viajero inmóvil, en el dolor de las esencias de una singularidad, el llamado ajiaco de razas que conforman la personalidad del cubano. La poesía ha representado en los últimos decenios, por razones obvias, una columna de fuego que si fuéramos capaces de atender serviría de guía en el desierto gnoseológico de la Isla. A partir de la década del 80 del pasado siglo se retomaron en el país las voces que parecían apagarse con el advenimiento del realismo socialista y se hizo una relectura del acervo poético de la nación. Muchos de los poetas que participamos de ese renacer debimos transitar el camino de nuestros ilustres antecesores, guiar nuestros pasos a un auto-exilio o mascullar nuestras disonancias con la maldita circunstancia del agua por todas partes, como diría Virgilio.
 ¿Qué ha significado Tampa para el poeta Alberto Sicilia?
 En Tampa he tenido un rencuentro con Alberto Sicilia. Guardo una petición de pasaporte con fecha de 1966 y una foto mía, con apenas 9 meses. La familia no pudo emigrar porque mi hermano estaba cercano a la edad militar y luego por la prisión de mi padre. Este sujeto que está frente al espejo me dice que es incompleto y pusilánime, que podía haber dado más de sí para tener serenidad en su yo… por un momento duda y se ilumina, sopesa los espacios ocupados, el tiempo compartido y se siente feliz. Tampa es una ciudad bella, aquel se ha rencontrado con un hijo, con viejos amigos, el otro y yo hemos encontrado nuevas amistades. Aun nos llena el ferviente deseo de trasformarlo todo. Me apasiona la historia de Tampa, tan vinculada a la de Cuba, de la que tú, Gabriel, tanto conoces y que tan bien la sabes contar. Me apasiona ese descubrimiento de las raíces de Ybor City y el beneficio que aporta a las generaciones presentes y futuras el rescate de ellas. Escucho con admiración el recuento de la vida de aquellos hombres que en condiciones bien difíciles fundaron un proyecto sin menoscabo de las individualidades, sino con el apego a los valores de la decencia y la honestidad. En Tampa espero que crezca mi hija pequeña y quisiera trasmitirle este legado, pero ansío más reiterar mis encuentros con la Cuba de mi imaginación, un lugar iluminado por la belleza del verbo.
 Hace unos días, cuando me comentabas la entrevista que publiqué en este espacio con Rafael Martínez Ybor, me preguntaste y, a la vez, te preguntabas: ¿Por qué no se crea una Fundación Martínez Ybor en Tampa? ¿Podrías extender la idea a los lectores de La Gaceta?
 Tienes razón, tu entrevista a Rafael Martínez Ybor, biznieto del fundador de un pueblo que lleva su apellido, provocó en mí reflexiones sobre el rescate de la historia y la forma de aunar esfuerzos para realizar diferentes proyectos encaminados a la utilidad pública, sobre todo a los emigrantes hispanoamericanos y sus descendientes. La idea de una Fundación Martínez-Ybor, que propicie el intercambio entre los pueblos, agrupe los proyectos más destacados de la comunidad y genere eventos y premios como ferias del libro, concursos,  etc., a la vez que se preocupe por el entorno arquitectónico, la biodiversidad, entre otros aspectos. También pudiera contribuir a encaminar una idea que recientemente ha presentado la Dra. Diana Arufe en las redes sociales: que Ybor City sea reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
 Sé que tu expresión poética se viste, esencialmente, del verso libre. Pero también has escrito sonetos, décimas y  otros géneros clásicos. Por ello quiero terminar con una solicitud, aunque comprendo que a la poesía no se le provoca, ¿una décima a Tampa?
Con los versos de Martí
el mar besa la floresta
Y trae esa brisa fiesta
de calma a mi frenesí.
Los lamentos del cemí
aun se escuchan en la 
                        rampa
de mi corazón. Acampa
en el exilio la herida,
desde mi Cuba querida
a la bahía de Tampa.