martes, 20 de diciembre de 2016

Simón Bolívar y la República de Florida

Por Gabriel Cartaya
                                                                                                   Para Manuela Ball

       La lista de libertadores americanos es extensa, repleta de fulgurantes rostros continentales que se alzaron contra la dominación colonial en cada esquina donde los europeos implantaron la bandera conquistadora. Pero cuando se dice El Libertador, la imagen que viene a los ojos es la de Simón Bolívar, como si el extraordinario caraqueño condensara el símbolo de todos los que consagraron sus vidas “para que América fuera del hombre americano”, como nos dijo José Martí en “Tres Héroes”, el bello artículo para La Edad de Oro dedicado al venezolano, al Padre Hidalgo, de México, y al argentino José de San Martín.
       Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco murió el 17 de diciembre de 1830, hace ahora 186 años.  Aunque solo vivió 47 años, la extensa biografía del héroe ha ­reclamado millares de páginas, desde sus campañas militares admirables por la independencia de ­Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú, hasta la hondura de pensamiento político con que acompañó el corpus ideológico que ­trasciende a nuestro tiempo hispanoamericano.
       Pero esta vez quiero detenerme en una página ­biográfica de Bolívar que ha sido menos recurrida,  cuyo escenario floridano la acerca al  lector habitual de La Gaceta. Cuando se repasa la historia del estado número 27 de esta nación, se atiende a las poblaciones aborígenes que le habitaron, a la larga presencia española en la península, al traspaso de su propiedad a Estados Unidos, a su participación en la evolución histórica del país y a la cultura multiracial que ha cimentado durante siglos, pero pocas veces se le inserta dentro del proyecto independentista continental de Simón Bolívar.
      En medio de las campañas de El Libertador para conseguir y mantener la independencia de los pueblos hispanoamericanos donde actuaba, concibió el proyecto que devino en la fundación de la efímera República de Florida, cuya duración se limitó a casi cinco meses, desde el 29 de junio hasta el 23 de diciembre del año 1817.
En ese tiempo Bolívar se encontraba en la Provincia de Guayana, esforzándose por recuperar la libertad de ­Venezuela, territorio que había sido reconquistado por las fuerzas españolas con la caída de su Segunda República. Entonces el venezolano consideró la posibilidad de  tomar la  isla española de Cuba, como estrategia para impedir el paso de barcos que, desde los puertos de Boston y La Habana, trasladaban armamentos y municiones a los ­realistas que él enfrentaba en el sur del continente, y de paso, liberar a Cuba –y después a Puerto Rico–  de la dominación española.
  Para este propósito, lo ­primero debía ser la ocupación de la Florida. En esa dirección y desde Angostura, destinó a su oficial Gregor MacGregor para que dirigiera una expedición a este lugar. MacGregor cumple las orientaciones y recluta en Charleston y Savannah alrededor de 150 hombres, casi todos veteranos de la guerra de independencia de Estados Unidos. Entre ­ellos se destacaron Pedro Gual, Constante Ferrari y Lino de Clemente, quien fue propuesto por Bolívar para atender  las posibles relaciones entre la República a crearse y el ­gobierno estadounidense.

Gregor McGregor
   El 25 de junio de 1817, McGregor toma por sorpresa la isla de Amelia,  donde izó la bandera venezolana y la Cruz Verde de la Florida. La guarnición española –que radicaba en el  Fuerte San Carlos de Fernandina, bajo el mando del  brigadier Francisco Morales–, fue sometida y se consideró a este sitio como sede para la ­fundación de una nueva  República.
    Inmediatamente, se  crearon las instituciones que debían regir al nuevo gobierno y se fijaron plazos para que los inconformes abandonaran la isla. El 1.º de julio de 1817 se ­proclamó oficialmente la República de Florida, desde un poblado llamado ­Vacapilatca –ubicado en el actual Jacksonville– y se nombró a  Pedro Gual para que redactara su Constitución. 
  Bolívar se sintió tan ­complacido con la noticia del nacimiento de la República de Florida, que se animó a violar un acuerdo que establecía no apresar barcos de bandera estadounidense, aun cuando ­sospechara que podían ­contener material bélico que sirviera a fuerzas españolas. Enseguida detuvo en el Orinoco a las goletas “Tiger” y “Liberty”, lo que provocó una airada ­respuesta de Estados Unidos.
  MacGregor se mantuvo en la isla de Amelia hasta septiembre de 1817, cuando se trasladó con sus naves a las Bahamas. Al abandonarla, encargó al corsario francés Louis Aury, que actuaba con patente mexicana, para que se ocupara de la recién fundada República, aunque éste la declarara una extensión del país que lo cobijaba. El filibustero, de gran pericia militar, fue muy efectivo en cortar los sumistros de armas que salían de La Habana para las campañas españolas que combatían a Bolívar.


  
Por supuesto que la denominada República de Florida chocó con los intereses de Estados Unidos, que miraba cercano el día de desplazar a España de ese territorio. Entonces, el presidente James Monroe  consideró una afrenta a su país el ­atrevimiento de llamar República de Florida a la ocupación de la isla de Amelia. Lo evaluó como un acto de piratería, peligroso para los intereses nacionales, pues favorecía a los indios seminolas que entonces “perturbaban” a los colonos de la vecina Georgia.
 El Presidente solicitó al Congreso la autorización para ­aniquilar aquel proyecto bolivariano, avivando su determinación con la explicación de que el buque venezolano  “Tentativa” había invadido sus aguas. El 22 de diciembre de 1817, el comodoro J. D. Henley y el mayor J. Bankhead le informaron a Aury la determinación estadounidense de tomar la isla de Amelia. Un día después, tropas provenientes de Texas, bajo el mando de Andrew Jackson, ocuparon la isla y expulsaron a las fuerzas concentradas en el  Fuerte San Carlos de Fernandina, poniendo fin a la brevísima República de marras. 
    Para reforzar la victoria estadounidense y evitar acusaciones de  ­ilegitimidad, se designó al propio Jackson como Gobernador de la Florida, mientras se ­adelantaba la adquisición del territorio que jurídicamente pertenecía a la Corona de España. Poco tiempo después, el gobierno de Estados Unidos negoció con España el Tratado  Adams-Onís, firmado el 22 de febrero de 1819, con el que incorporaron definitivamente este territorio a la primera nación libre del continente americano.


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