viernes, 15 de noviembre de 2019

La Habana cumple 500 años


Esta semana se está celebrando el 500 aniversario de la fundación de La Habana, una de las más míticas y hermosas ciudades que surgieron en América con la conquista española del Nuevo Mundo.
A los festejos asisten los Reyes de España, como un símbolo de lo mejor que incorporó la nación europea a la capital de la mayor de las Antillas, que se expresa en la cultura, el idioma y la idiosincracia como uno de los elementos principales de la cubanía. Ello, y no los conflictos que enfrentaron a los dos países a fines del siglo XIX, ni los que pudieran existir entre modelos políticos distintos, es lo trascendente.
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Desde esta columna, nos sumamos a la celebración publicando algunos poemas dedicados a La Habana, porque nada como la poesía expresa la sensibilidad con que la ciudad queda en quienes la conocen, la sienten, la viven.
Muchos opinan que el primer poema conocido que se dedicó a la capital cubana fue escrito por José Martín Félix de Arrate y Acosta (1701-1765). Arrate, quien nació en esa ciudad, está considerado uno de los primeros historiadores de la Isla, por su obra Llave del Nuevo Mundo. Antemural de las Indias Occidentales, escrito a mediados del siglo XVIII, cuando era Regidor perpetuo del Ayuntamiento de La Habana. Su poema es el siguiente:
Aquí suelto la pluma ¡oh patria amada
noble Habana, ciudad esclarecida!
pues si harto bien volaba presumida,
ya es justo se retire avergonzada.
Si a delinearte, patria venerada,
se alentó de mi pulso mal regida,
poco hace en retirarse ya corrida,
cuando es tanto dejarte mal copiada.
Más si aun así ha logrado desairarte,
pues si tanto hijo tuyo sabio y fuerte
en las palestras de Minerva y Marte
te acreditan y exaltan, bien se advierte
que donde han sido tantos a ilustrarte,
no he de bastar yo solo a oscurecerte.
Gabriel de la Concepción Valdés "Plácido" (1809-1844), uno de los poetas más importantes del Romanticismo en Cuba, enamorado de su ciudad natal, le dedicó el bello poema al que llamó “La Habana”:
    Mirad La Habana allí color de nieve,
gentil indiana de estructura fina,
Dominando una fuente cristalina,
Sentada en trono de alabastro breve.
Jamás murmura de su suerte aleve,
Ni se lamenta al sol que la fascina,
Ni la cruda intemperie la extermina,
Ni la furiosa tempestad la mueve.
¡Oh, beldad!, es mayor tu sufrimiento
Que este tenaz y dilatado muro
Que circunda tu hermoso pavimento;
Empero tú eres toda mármol puro,
Sin alma, sin calor, sin sentimiento,
Hecha a los golpes con el hierro duro.
Claro que cientos de poetas han dedicado conmovidos versos a La Habana. Hemos visto una muestra del siglo XVIII y otra del XIX. En el siglo XX, uno de los más grandes poetas nacidos en esa bella ciudad,  José Lezama Lima,  dedicó muchas páginas a ella. El poema que elegimos para sumarlo a esta celebración, él lo nombró “Bahía de La Habana”:
Al pie de las murallas
el aire tartamudo
desliza sus sirenas,
plata mansa sin hoy
mana sus lunares
entre lunas cansadas
sin balcones. ¿Qué será,
qué será? bajo el arco
y pestañas, la tarde,
-codorniz de ceilán-
rompe en flechas sus co
lores.
Descuidas las islas
pie ligero y concha reciente,
de sonrisas y flautas,
sobre faldas tan lindas
pasajeros con cintas
y mañanas redondas!
verdinegros incógnitos
los celos de la noche
¿qué será, qué será?
el alfiler del rocío
redobles del aire tierno,
se extingue en ay, ay, ay, ay.
La sorpresa de la rosa en el
agua,
vida entre vidas,
la rechazan las olas
con heridas sin gritos.
Las estrellas se mecen
al compás que no existe
del agua amanecida,
y así puede mecer
a los niños de Arabia,
con heridas y gritos.
Y loca entre balcones
la tarde recurvando,
empina entre algodones
su voz que ni se escucha
perdida entre latidos:
¿qué será, qué será?




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