viernes, 21 de mayo de 2021

Del Liceo Cubano a la Casa Socarrás

 

   Cuando una tarde del lejano 1885 Vicente Martínez Ybor se paró en una explanada enmarañada al este del poblado de Tampa, sabía que había llegado al lugar donde levantaría su fábrica de tabacos. Y aunque entonces no imaginara que allí estaba al nacer una ciudad que lo honraría con su nombre, le dijo a su amigo Gabino Gutiérrez que enterrara un poste para señalar donde iba la primera construcción y que, caminando hacia el poniente, fuera marcando la calle que hoy es la 7.ª Avenida de Ybor City.

   Más de un siglo y cuarto después, el constructor Ariel Quintela se detuvo en la misma esquina en que lo hiciera el emprendedor valenciano y con similar voluntad y optimismo se dijo que en aquel viejo inmueble que sustituyó a la construcción original, abandonado y ruinoso, renacería una hermosa edificación que llevaría por nombre Casa Socarrás.

Liceo Cubano en Ybor City, donde José Martí dijo los discursos
Con todos y para el bien de todos  y Los Pinos Nuevos

   Entre uno y otro hecho, ¡cuánta historia acumulada! Aquel caserón de madera, al que llegaron las primeras ramas de tabaco de la isla de Cuba en 1886, dos años después se convirtió en el Liceo Cubano. El venerable industrial, al inaugurar su potente edificio de ladrillos donde radicaría El Príncipe de Gales, pensó que los trabajadores de su fábrica de tabacos necesitaban un lugar donde reunirse, distraerse y soñar. Entonces les ofreció aquella casa de madera de dos pisos, que ellos convirtieron en teatro, sala de juegos, lugar de reuniones y, finalmente, en el Liceo Cubano que significó, como ellos decían, un Templo de la Patria.

   Aquel Liceo, en la esquina de la 7.ª Avenida y la Calle 13, se transformó en el centro donde, desde Tampa, los cubanos de la ciudad se unieron en el ideal de una patria libre. Allí, los miembros de la Liga Patriótica Cubana, el Club Ignacio Agramonte y otros, recibieron a José Martí y de sus labios oyeron los discursos “Con todos y para el bien de todos”, “Los Pinos Nuevos” y muchos más que, lamentablemente, no se conservaron. Allí aprobaron las Bases del Partido Revolucionario Cubano y entregaron todas sus fuerzas, talento y entusiasmo en aras de fundar en Cuba una república libre, democrática y justa. Entre ellos, los nombres de Néstor y Eligio Carbonell, Ramón Rivero, Juan Arnao, Carolina Rodríguez, Paulina Pedroso, Esteban Candau, Cornelio Brito, Bruno Roig, Joaquín Granados, y muchos más, emergen en la grandiosa constelación de abanderados hacia un mundo mejor.

   Cuando uno se detiene en esa esquina y mira hacia los cuatro puntos cardinales, piensa en aquel español que, con 67 años, miró a los matorrales arenosos donde pululaban insectos y reptiles y convirtió en realidad el sueño de crear allí un pueblo nuevo. Y, consciente de que un asentamiento humano está incompleto sin un espacio para el arte y la cultura donde se nutre el espíritu, propició a la naciente población la creación de su primer teatro, que fue también escuela.

Casa Socarrás, en el lugar donde estuvo El Liceo Cubano

   Ahora, volviendo la vista hacia los cuatro lados, miramos la ciudad que renace de décadas de abandono. Vemos recién inaugurada la Casa Socarrás, con iluminadas oficinas detrás del amplio portal y confortables apartamentos; oímos, muy cerca, a los constructores afanados en la culminación de la Casa Pedroso, otro edificio revivido y nombrado así en honor al matrimonio que brindó amorosa cobija al Apóstol desterrado. Y, muy cerca, el movimiento de tierra para un edificio nuevo que se llamará José Martí. Seguramente, entre estos bellos edificios, renovados o nuevos, surgirá un espacio donde se cuide la historia y se fomente el arte, la cultura, el espíritu. Ese fue el legado de Martínez Ybor y es lo que legaremos al futuro.

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