Gracias a la gentileza de su autor, acabo de leer la novela El secreto de la andaluza, de Gabriel Cartaya (ClassicSubversive Editions, 2025). Como expresión de mi agradecimiento por el gesto, he querido escribir estas notas.
No soy especialista en literatura, ni mucho menos; por
tanto, no pretendo hacer un análisis narratológico del texto, ni nada parecido,
sino, simplemente, dar mi opinión como lector no ingenuo. Digamos que haré una
crítica intencionalmente impresionista. Por eso mismo, para no hacerle perder
el tiempo a quien lea estas notas, comienzo por el final:
Me gustó mucho y la recomiendo.
Ahora bien, hago una aclaración: si no le interesa la
historia de Cuba, si la figura de José Martí no le llama la atención, o si
prefiere la lectura de novelas ligeras, de contenido fácilmente asimilable,
cordiales, antes que leer una bien escrita y con mucho material que hace
meditar, no se deje llevar por el título, pues esta no es ninguna novela de
misterios, fantástica o policial. Es solo una novela histórica, así que no
pierda su tiempo con ella.
Es solo una novela histórica situada en Cuba, desde finales
del siglo XIX hasta buena parte del XX, no en la Europa de los tiempos
medievales, con intrigas palaciegas y combates con espadas de rayos láser, como
muchas al uso.
El secreto de la andaluza es solo una novela donde, desde el
principio hasta el final, en presencia y en ausencia –pues está en esencia–,
el gran protagonista se llama José Martí. Y José Martí, visto desde cualquier
ángulo, es Cuba. La mejor Cuba.
Esta es una obra sobre Cuba, sobre el sueño martiano de
construir, desde sus cimientos, la república “con todos y para el bien de
todos” donde cada persona disfrute de la libertad de pensar y expresarse con
honestidad, sin caudillos, salvadores eternos ni preponderancia de un individuo
o un grupo sobre el resto de los ciudadanos.
Martiano y gran conocedor de la historia de su país, Cartaya
nos presenta, siguiendo los cánones de la novela narrada en primera persona (si
bien ocasionalmente el narrador da voz a otro personaje, ya usted verá cuál),
una visión general de personas y acontecimientos que jalonaron la formación de
la república, desde poco antes de la caída de Martí hasta finales de los años
cincuenta del siglo XX, y nos regala, sobre todo en sus primeros capítulos, una
visión humana del Maestro que todo lector que siga sus ideas seguramente
agradecerá. Vemos en la narración, personalizadas, sus luchas políticas, su
enfrentamiento al caudillismo, sus temores sobre el futuro de la república que
habría de nacer, sus dudas, sus dolores físicos y morales, su condición de
hombre enamorado; todo ello, y más, en ocasiones recreado desde la ficción
literaria, pero también presentado en la propia voz del héroe de Dos Ríos, por
la reproducción textual de extractos de sus escritos.
Con abstracción de otros aspectos positivos que se puedan
señalar a la obra, pues tiene muchos, pienso que ha sido un enorme acierto
desarrollarla a partir de uno de los hechos más polémicos de la historia
nacional: el encuentro/desencuentro de La Mejorana, y el gran misterio que nos
legó: las hojas perdidas del Diario de José Martí.
A los estudiosos les ha sido imposible, en mucho más de un
siglo, descubrir quién arrancó esas hojas y, sobre todo, qué ocurrió con ellas.
La gran pregunta sobre ese hecho seguirá siendo: ¿Y por qué?
Si el historiador no puede hacer más que mostrar o
interpretar hechos y adelantar hipótesis a partir de datos comprobables, el
narrador es libre de fantasear a partir de esos mismos hechos y datos, e
incluso de crear algunos que no contradigan los conocidos. Y he aquí que
Gabriel Cartaya se apropia literariamente del misterio y aprovecha para
presentar una hipótesis tan válida (o tan indemostrable, si se quiere) como
cualquier otra que un investigador pudiera adelantar.
Gracias a la ficción literaria, el lector es capaz de
adueñarse de un conocimiento que el estudioso nunca alcanzará.
“Bueno, pero eso es fantasía”, puede impugnar a Cartaya
quien se atrinchere en la cátedra. Cierto que lo es, pero, ¿y si un día se
encuentra evidencia científica de que así ocurrió en la realidad? Las veinte
mil leguas de viaje submarino fueron fantasía en su momento, así como los
viajes al espacio; sin embargo, hoy nadie se asombra con ellos.
Por tanto, y puesto que a estas alturas nadie puede afirmar
con certeza qué ocurrió con las hojas del diario, la “hipótesis no científica”
que nos presenta Cartaya en El secreto de la andaluza es una ficción que, quién
sabe, acaso se corresponde con la realidad. ¿Se imagina qué ocurriría si, un
día de estos, se descubre un archivo que la corrobora?
A todas estas, ¿quién es esa andaluza cuyo secreto da título
a la obra?
No voy a adelantar nada al respecto, sería robar una parte
de la aventura de leer; solo deseo afirmar que, para mí, la creación del
personaje de la andaluza ha sido una jugada maestra del autor. Y, ojo, la
andaluza no nace de la nada, sino de los propios textos de Martí, en especial
su Diario, y el poema que comienza “Para Aragón, / en España, tengo yo en mi
corazón…”, y termina “Donde rompió su corola/ la poca flor de mi vida”, versos
citados en la novela.
“Pero Aragón no es Andalucía”, objetará algún lector, “¿qué
tiene que ver con la andaluza?”. Tiene mucho que ver, pero yo no voy a
explicárselo, ya se enterará si tiene paciencia: la propia andaluza se lo
explicará en su momento. Quizás sea un secreto de Martí que Cartaya nos
descubre.

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