Por Gabriel Cartaya
Parece ser
que el primer municipio hispano –esencialmente cubano- incorporado a la
estructura político-administrativa de Estados Unidos, fue un pequeño pueblo
fundado alrededor de unas fábricas de tabaco en Ocala, en la década de 1890.
Esa primacía, que por sí misma cobra un enorme sentido histórico, alcanza una
trascendencia muy significativa cuando constatamos que fue también el primer
sitio del mundo en recibir un nombre que en el siglo siguiente se esparciría a
centenares de calles, parques, plazas, escuelas, bibliotecas y también a otros
pueblos: el nombre venerado de José Martí.
La
nominación ocurrió en el marco de la efervescencia independentista cubana
desatada a partir del primer viaje de José Martí a la Florida, en noviembre de
1891. Para esa fecha comenzaban a fundarse algunas fábricas de tabaco en el
oeste del condado de Marion, en Ocala, donde un grupo de cubanos extendió la
experiencia adquirida en Cayo Hueso y
Tampa en la fabricación de puros. La existencia de una línea de ferrocarriles,
desde 1881, estimuló el crecimiento económico del lugar e hizo posible su
inclusión en la expansión fabril tabacalera que se estaba operando en la
cercana Tampa.
Con la inauguración de aquellas
fábricas, como La Crio-lla (en N.W.
27th St. y Warren Ave. ) y la J.
Vidal Cruz y Co. (en Félix Varela Street y Broadway) llegaron varios cientos de cubanos, entre los
que se destacan algunas figuras que jugarían un rol destacado en la historia de
Cuba, como es el caso de Carlos Baliño y Gerardo Castellanos Leonard.
Vista de Martí City, en la década de 1890 |
Es natural
que José Martí fuera invitado a visitar aquel sitio cubano al que nombraban
“Havana City”, seguramente por la cantidad de hijos de esa ciudad cubana que se establecieron allí y
que estaba creciendo a la par del Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado
a raíz de la primera Lo hizo por primera vez el 21 de julio de 1892, acompañado
por tres figuras relevantes del independentismo cubano: Serafín Sánchez, Carlos
Roloff y José Dolores Poyo. Hacía tres meses que se había declarado la
fundación oficial del PRC y la tercera vez que su fundador se desplazaba de
Nueva York a la Florida. Al ser informado de la existencia de un grupo de
cubanos en Ocala, quiso inmediatamente visitarles. Cuando se desmontó con sus
entusiastas acompañantes en la estación de ferrocarril de Ocala, el sol le
pareció cubano, tanto como el ambiente que encontró en la fábrica ese jueves,
en medio de la jornada laboral. Lo recibieron con aplausos, pues ya les había
llegado la voz de los discursos tampeños y muchos se sabían de memoria sus
mejores frases.
Desde esa vez, Martí quedó impresionado con esa bella localidad,
especialmente con la confraternidad que encontró entre estadounidenses y
cubanos, entre negros y blancos, así como entre personas de diferente estatus
social. En la tribuna improvisada tuvo que hablar en español y en inglés, para
que todos le entendieran directamente, sin el peligro de que se perdiera un
matiz con la traducción. Al día siguiente, desde allí, escribió a Gonzalo de
Quesada: “Ayer llegamos a Ocala, que es tierra de delicias, donde los cubanos
viven dichosos (…) El pueblo construye
cien casas para los cubanos, y esta noche,
en el banquete que nos dan el comercio y las autoridades, pido una más
para casa de estudio y de lectura”.
En esa carta, nos presenta a algunos de sus compatriotas: “Los cubanos
todos, conmovidos y lealísimos. Cabrera,
un corazonazo. Y Barreto, y Vidal, y Camino, y Cañizares”. En esa carta, donde confiesa que este nuevo
lugar “sereno y frondoso, recuerda a Cuba”, después de contarle a Gonzalo los
frutos valiosos de su visita a Tampa y Cayo Hueso, le agrega: “Y ahora
Ocala, con la demostración de los
americanos en nuestro hogar”.
La segunda vez que Martí llega a Ocala es el 14 de diciembre de 1892,
otra vez acompañado por Carlos Roloff y
José Dolores Poyo, pero en esta oportunidad se incorpora también la patriota
Carolina Rodríguez, que entonces vivía en Tampa. Según el investigador cubano
Ibrahim Hidalgo, quien ha publicado la
más completa cronología del Apóstol cubano,
en esta ocasión los ilustres visitantes “participan en la inauguración
del nuevo poblado que los emigrados denominan Martí City”. Es probable que desde entonces los cubanos
hayan querido identificar a su nuevo pueblo con el nombre de quien les estaba
dibujando el ideal de patria a
conquistar, pero su nominación oficial se produce más tarde, cuando queda
incorporado como municipio al condado de Orange. Según un artículo aparecido en Patria,
el 22 de septiembre de 1894, Martín
Rodríguez, residente en ese lugar, da a conocer: “…la constitución de nuestra
comunidad independiente, levantada y regida por los propios cubanos. El primer
municipio cubano que se establece en este continente es el de Martí City (…) El
10 de los corrientes se celebró en esta ciudad la elección y constitución del
Ayuntamiento. Se comenzó por la votación del nombre de la ciudad y nos cabe la
honrosa satisfacción de que por unanimidad fuese escogido el nombre de Martí
City, este era el colmo de nuestras aspiraciones, y no hubo ni una sola voz en
contra de este añorado deseo”.
En el acto de constitución de ese primer municipio cubano-hispano en
Estados Unidos –antecedió en algo más de un año al Municipio de West Tampa-,
que es a la vez el primer lugar en recibir el nombre de Martí, quedaron electos
José E. de la Cuesta, como Alcalde, y Carlos Baliño, Guillermo Sorondo y
Segundo González, como consejales, todos llegados desde Cuba.
II
Martí City,
cuya breve existencia se enmarca entre la última década del siglo XIX y los
primeros años de la centuria siguiente, probablemente se hubiera perdido en
algún documento de la época, de no haber sido por la presencia en ella del
héroe cuyo nombre recibe, pues no fueron conservadas las ruinas de las
edificaciones, especialmente las que dieron cobijo a algunas fábricas de
tabaco, cuyo efímero dinamismo justificó el asentamiento de cientos de
trabajadores cubanos que llegaron a ese lugar con su familia, inspirados en
construir un espacio como ya lo era Cayo Hueso, Ybor City, West Tampa y otras
localidades propicias a la emigración cubana de ese tiempo.
La
coincidencia de la apertura de las primeras fábricas de tabaco en ese espacio
ubicado al oeste de la ciudad de Ocala, con el momento en que José Martí está
unificando al movimiento revolucionario independentista cubano en torno al Partido
Revolucionario Cubano (PRC), determinó que los entusiastas cubanos llegados a
este lugar, identificados con su prédica, decidieran que su pequeño poblado
llevara su nombre, lo que legalizaron con su fundación como municipio
independiente, en 1894, cuando ya todos le estaban llamando de esa manera, aun
cuando su nombramiento inicial era Havanatown, ubicado entre lo que es hoy
Southwest 17th Avenue y Martin Luther King Avenue, a lo largo de West Silver
Springs Boulevard (antiguo West Broadway). Los mapas más antiguos muestran que
Martí City fue dividida por lo que ahora es Southwest 20th Avenue.
El límite sur era
Southwest 10th Street
(State Road 200) y el límite norte se encontraba cerca de Northwest Fourth Street .
Aunque las ciudades de la Florida más visitadas
por José Martí fueron Tampa y Cayo Hueso, por la densidad de cubanos que
radicaban en ellas, cada vez que le era posible también llegaba a Ocala y
Jacksonville, donde también fueron apareciendo clubes patrióticos adscritos al Partido Revolucionario Cubano.
Como vimos anteriormente, casi siempre iba
acompañado por gloriosos representantes de la generación de 1868, como lo eran
los generales Carlos Roloff, Serafín Sánchez y otros. Pero también lo hizo con
los más jóvenes, como fue el caso de llegar, el 22 de diciembre de 1893,
acompañado de Bernardo Figueredo –uno de los hijos de su amigo Fernando–, quien
viaja con Martí de Cayo Hueso a Nueva York. Es justamente en la travesía en
tren entre Tampa y Ocala, cuando el jovencito eterniza la imagen del Maestro en
un dibujo a lápiz, como él mismo contara años después de ésta, una de las
escasas pinturas conservadas que se le hicieron en vida al Apóstol, quien
probablemente iba leyendo o escribiendo en el tren, mientras su acompañante lo
mira y dibuja.
Dibujo a Martí por Bernardo Figueredo |
Sobre la visita del 14 de septiembre de 1893,
un testimonio suyo es la carta que dirige a Manuel Barranco, en que dice
escribirle desde “los vientos de Ocala, que es un cesto de luz…” En esa misma epístola, añade su contento de
ver a “Ocala como nunca”, “Ocala de fiesta y de mucha amistad”.
En 1894 el delegado del Partido Revolucionario
Cubano debió pasar por Martí City en dos
ocasiones, aunque no hay constancia de ello en sus textos. Pero seguramente al
visitar Jacksonville (consignado en sus
letras), en mayo de ese año, llegó también al pueblo que ostentaba su nombre. Y
con más razón al saber que en esa visita estaba acompañado por Francisco Gómez
Toro “Panchito”, el hijo del General
Máximo Gómez, al que iba presentando con orgullo de padre en cada localidad
donde había un grupo de cubanos.
José Martí vuelve a Florida a principios de octubre de 1894,
cuando ya está casi concluida la obra de preparación para el estallido de la
guerra en Cuba. El 8 de ese mes llega a Jacksonville, pero en los últimos engranajes
que va haciendo desde Cayo Hueso hacia el norte, el eslabón de Martí City debió
constituir una parada necesaria.
Merece investigarse, paso a paso, todos los
detalles del último viaje de Martí a Florida, a partir del momento en que
llega a Fernandina, el 12 de enero de
1895, a tomar el barco que lo hubiera llevado a Santo Domingo, donde
preveía recoger a Máximo Gómez y seguir
para Cuba a desatar la guerra. El fracaso de la expedición por el apresamiento
de los tres barcos (uno de ellos en Fernandina), llevó a sus líderes a
ocultarse inmediatamente. Martí sale, con nombre falso, hacia Jacksonville y de
allí a Nueva York. Tal vez no pudo llegar a despedirse de aquel pueblo que
llevaba su nombre, pero seguramente pensó en sus fieles habitantes y en el aire
que tanto le recordó al de Cuba.
El paso del Apóstol cubano por ese fragmento
de Ocala al que llamaron Martí City, es suficiente para considerarle un lugar
histórico. Fui hasta allí acompañado de mi amigo Henry
Echezabal y no encontramos huellas de las fábricas de tabaco,
de los clubes donde se reunían los cubanos a fines del siglo XIX.
Algunos han escrito que unos fríos y ventiscas
nevadas de 1896 azotaron las fábricas de tabaco y los dueños las trasladaron a
Tampa y Cayo Hueso, que los habitantes de la casitas recién levantadas tuvieron
que abandonarlas, que se fue apagando el efímero fulgor del primer pueblo que
honró a Martí con su nombre y que hombres como Carlos Baliño, Gerardo
Castellanos y otros afirmados en la historia de las profundas relaciones entre
Cuba y Estados Unidos, se mudaron a Cayo Hueso y Tampa, donde siguieron
trabajando por una Cuba libre.
Cuando ya había escrito estas notas, me
regalaron en Cuba el Anuario 38 del Centro de Estudios Martianos. Al abrirlo,
encontré el artículo “El cuaderno de Ocala: Martí, el diálogo y la escucha”,
escrito por Carmen Suárez León, investigadora de dicho centro. Para mi
sorpresa, la prestigiosa ensayista cubana da a
conocer que el número 17 de los 22 Cuadernos de Apuntes que
corresponden a Martí, fue escrito en una libreta comprada en Ocala y en cuyo
grabado de portada se lee The Ocala
Commercial & Bazan Co. En los apuntes que contiene, Martí refleja
interesantes detalles sobre sus vivencias en este pueblecito que le fue tan
querido.
Nota: Mi gratitud a Henry Echezabal, que
buscó los mapas antiguos de Ocala y me acompañó hasta allí. Y a Emliano
Salcines, por el préstamo de un libro de Loy Glenn Westfall sobre la
manufactura tabacalera en Martí City y los comentarios alrededor de este tema.
Publicado en La Gaceta, los días 25 de noviembre y 9 de diciembre, 2016
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