Por Gabriel Cartaya
A
principios de esta semana, estuvo de visita en Tampa el escritor cubano José
Miguel Sánchez Gómez, conocido por el apelativo monosilábico con que siempre
firma sus libros. Representante de la generación literaria que emerge en la
Isla en los años 80 y que fuera bautizada como “Los Novísimos” y de la que
proceden varios escritores y poetas que han alcanzado relevancia a nivel
internacional. De ellos, Yoss ha sido uno de los más publicados y los cuentos
suyos aparecen en antologías publicadas en Argentina, Francia, España y otgros
países.
A Tampa fue invitado por la Biblioteca de
la Universidad del Sur de la Florida, con la que ha colaborado en su colección de
literatura cubana de ficción. En una de sus salas, ofreció una charla el pasado
lunes. La rapidez y gentileza con que respondió a nuestra solicitud de
entrevistarle para La Gaceta, devino en las líneas que presentamos al
lector tampeño.
Hay ya muchos libros y revistas donde el
lector reconoce que está leyendo a un autor que se denomina Yoss, sin saber el
nombre verdadero del autor. ¿A qué se debe esta preferencia por el monosílabo
con que se te reconoce?
Bueno, ante todo Yoss, más que un seudónimo,
es un nombrete, debido al defecto en el habla de una profesora de Educación
Física de la secundaria. Cada vez que quería pronunciar mi nombre, José,
sonaba así más o menos... Yoss... y por años muchos me llamaron así, sin
mayores consecuencias. Hasta que empecé a escribir, en 1984, y a mandar a
concursos, en los que necesitaba un seudónimo, lo tuve que escribir por primera
vez. Luego, José Rodríguez Feo, el mecenas de Lezama Lima y Virgilio Piñera,
que fue el editor de mi primer libro, Timshel, en 1989, me dijo que con
un nombre tan bonito como el mío no debía usar un seudónimo tan egocéntrico.
Pero un amigo del judo encontró el libro firmado José
Miguel Sánchez y vino a casa muy furioso, para avisarme de que alguien había
publicado con su nombre cuentos que él sabía que yo había escrito... así que
le aclaré que ese era mi nombre. Me respondió que si quería que supieran que
yo era yo, pusiera en mis libros el apelativo por el que todos me conocían. Mi
segundo libro, W, ya fue publicado como Yoss... y todos los demás desde
entonces.
Tus primeros textos se publican a fines
de la década de los 80. ¿Cómo ves la literatura cubana que arranca en esa etapa,
cuando se comienza a rebasar el período al que muchos llaman “quinquenio gris”?
Nuestra
generación fue bautizada por Salvador Redonet como “Los Novísimos”. Nunca me
gustó ese rótulo, pero parece que era obligado, después de los Nuevos Narradores,
como Arturo Arango, Francisco López Sacha, Senel Paz. A mí me habría gustado
más los Posmodernos, porque queríamos hablar de las heridas infectadas en el
socialismo cubano: de los balseros, la homofobia, la corrupción policial, la
intolerancia con los rockeros, de las cicatrices de la guerra de Angola, de
todo lo que el periódico Granma no hablaba ni habla aún.
Hacíamos una narrativa de sustitución
periodística, éramos ingenuos, queríamos epatar, pero no teníamos miedo, y en
el pulso eterno entre la cultura y el poder, hicimos retroceder un poco el
brazo de hierro de la censura. Ahora, casi 30 años después, ya no somos tan
novísimos, ni tan temidos, ni muchos están siquiera en Cuba, ni siguen
escribiendo. Creo que fue la última generación de la Revolución que creyó que
podíamos cambiar el proceso y mejorarlo desde adentro. De ahí en adelante,
nadie más lo intentó, ni le importó.
Creo que el cuento, como género literario,
ha sido el que más ha proliferado dentro de la narrativa cubana de las últimas
décadas. De ser así, ¿a qué se debe esta preferencia por obras de corta extensión?
Es fácil: resulta mucho más simple
escribir un cuento y sobre todo, ¡publicarlo!, que una novela. Un cuento puede
ser incluido en una antología de las que proliferan y siguen proliferando en
nuestra narrativa. Y si es en el extranjero, ganar unos dólares o euros que
nunca vienen mal para alguien que, como yo y otros, vive total o parcialmente
del cuento. Una novela, si eres desconocido, nadie querrá arriesgare con ella.
En la narrativa cubana hay una especie de jerarquía paulatina muy bien establecida,
aunque nunca escrita: primero cuentos, luego un libro de cuentos, luego
novelas.
En tu caso, ¿es en el cuento donde mejor
te realizas como escritor?
Me gusta más escribir cuentos, varios, que
pertenezcan al mismo universo, y luego ir armando con ellos una novela, como
vértebras de una espina dorsal. Es el fix/up, una género que adoro y que tiene
lo mejor de novela y de cuento. Y creo que soy realmente bueno ensamblándolos.
¿Qué influencia ha tenido sobre los
escritores cubanos de tu generación el ambiente socio-político del país,
especialmente a partir de la desintegración del llamado “campo socialista”?
Fue tremendo, para muchos el futuro dejó
de tener sentido, si ya no pertenecía por entero al socialismo. Dejaron de escribir
o lo empezaron a hacer sin ganas, sin ánimo. Otros vieron las puertas del
mercado abiertas y aún están tratando de entrar por ellas. Otros seguimos
tratando de entender este cambio que sigue ocurriendo en la Isla y preparar a
los cubanos para vivir en ese nuevo mundo que inevitablemente se nos viene
encima, sobre todo después del 17 de diciembre de 2014. Y creo
que todas las vías son igualmente válidas.
Entre Timshel (1989) y Super Extra
Grande (2012), tienes más de diez libros publicados. ¿Cómo ha reflejado la
crítica, dentro y fuera de Cuba, la aparición de tu obra?
Bueno,
ya he publicado más de 20 libros en Cuba, contando las antologías. Por mucho
tiempo la crítica, que no se ocupa mucho de la ciencia ficción y la fantasía,
no me ha tomado en serio... después de todo, es una literatura de género,
escapista, menor, y todo eso... Cuando he ganado premios internacionales,
apenas lo han notado... pero en los últimos 5 años, como la ciencia ficción y
la fantasía van cobrando más importancia, y he ido apareciendo más en la televisión
y en la prensa, algunos han empezado a considerarme como una figura más o menos
relevante y no sólo de lo fantástico. Pero ha llevado tiempo, para muchos en
la UNEAC, incluso amigos, sigo siendo una joven promesa... a los 47 años.
¿Cómo ves la literatura cubana en el
ámbito de la literatura hispanoamericana?
Ah... para muchos resulta asombroso y
difícil de creer la cantidad de escritores que hay en Cuba, en relación a la
cantidad de habitantes. Los cubanos queremos escribir, queremos contar cosas,
y tenemos muchas lecturas, porque en Cuba los libros siguen siendo baratos.
Además, existe esa maravilla que es el Centro de Formación Literaria Onelio
Jorge Cardoso, creado por Eduardo Heras León “El Chino”, escritor con más
vocación todavía de pedagogo.
Ya con 20 años, formando cada curso
entre 40 y 60 graduados, casi toda la joven generación de narradores cubanos
ha pasado por sus aulas. Pocos países, incluso los de gran tradición, como
Argentina, Chile, Colombia o México, tienen algo así.
Por desgracia, muchos de esos jóvenes se van de Cuba
y dejan de escribir. ¿Cuánto de todo eso es bueno? Muy subjetivo: algunas
novelas y cuentos funcionan bien en Cuba, otros sólo fuera de ella. Pero nombres como Leonardo Padura, Pedro Juan
Gutiérrez, Wendy Guerra, Ronaldo Menéndez, Daniel Chavarría, Ena Lucía Portela
y Karla Suárez, por sólo citar a un puñado, son insoslayables en cualquier
panorama actual de las letras cubanas. Y me olvido además de Abilio Estévez,
Daína Chaviano... la lista sería infinita, o casi.
Has sido bendecido con una gran
diversidad de premios, nacionales e internacionales. ¿Qué han significado para
ti?
En Cuba un premio es como un atajo a
publicar. Y un poquito de dinero que nunca viene mal. Y un ladrillo más para la
torre de un curriculum literario. Ya tengo tantos que cuando escriben mis notas
de contracubierta me piden que elija 5 ‘o 6 de los principales. Yo prefiero
poner diversos premios nacionales y extranjeros.
Un
premio es siempre un escalón hacia algo, una confirmación y el reto de, en lo
adelante, no decepcionar a los que te lo conceden y a los lectores que,
atraídos por ese galardón, se aceran a tu obra. El desafío de no repetirse, de
superarse, de experimentar sin miedo, y si el experimento sale mal, probar otro
y seguir adelante.
¿Cómo
recibiste la invitación de venir a Tampa, que tiene tanto de cubana?
Gracias
a la Universidad del Sur de la Florida, cuya biblioteca tiene una gran
colección de ciencia ficción y fantasía cubana, con la que estoy colaborando
desde el año 2008. Soñaba desde entonces con ver los estantes de esa colección
para la que tantas búsquedas he hecho en las librerías de viejo en Cuba.
Porque hasta temía que la memoria de nuestras publicaciones desapareciera
cuando eran retiradas de las librerías. Nancy Cunningham, de la biblioteca de
USF, coordinó esa visita, esa charla y no negaré que también un gran valor
agregado es visitar esa ciudad de importante inmigración histórica cubana,
donde tanto hizo José Martí por nuestra independencia.
¿Esperas
en estos días ser visitado por las Musas que pasean por la bahía de Tampa?
La verdad es que, salvo contestar
correos electrónicos y preguntas de entrevistas, en estas 9 semanas de viaje
por Estados Unidos no he tenido ni creo que vaya a tener tiempo para escribir
mucho. Una crónica artículo para la revista electrónica cubana BAND ERA (así
mismo, separado, en dos palabras) que quiere concederme una columna semanal y
ya. Así que si el 6 o el 7 de noviembre las musas de Tampa me visitan... les
daré mi tarjeta para que me repitan la cortesía en La Habana, a la que volveré
el 20 de noviembre. No, mejor el 27, porque el 21 me voy para República
Dominicana hasta el 26 y veremos cuantas musas me siguen el paso.
Publicado en La Gaceta, los días 4
y 11 de noviembre, 2016.
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