viernes, 2 de diciembre de 2016

Entrevista al escritor cubano José Miguel Sánchez Gómez “Yoss”

Por Gabriel Cartaya 

A principios de esta semana, estuvo de visita en Tampa el escritor cubano José Miguel Sánchez Gómez, conocido por el apelativo monosilábico con que siempre firma sus libros. Representante de la generación literaria que emerge en la Isla en los años 80 y que fuera bau­tizada como “Los Novísimos” y de la que proceden varios escritores y poetas que han alcanzado relevancia a nivel internacional. De ellos, Yoss ha sido uno de los más publicados y los cuentos suyos aparecen en antologías publicadas en Argentina, Francia, España y otgros países.
     A Tampa fue invitado por la Biblioteca de la Universidad del Sur de la Florida, con la que ha colaborado en su colección de literatura cubana de ficción. En una de sus salas, ofreció una charla el pasado lunes. La rapidez y gentileza con que res­pondió a nuestra solicitud de entrevistarle para La Gaceta, devino en las líneas que pre­sentamos al lector tampeño.
    Hay ya muchos libros y re­vistas donde el lector reconoce que está leyendo a un autor que se denomina Yoss, sin saber el nombre verdadero del autor. ¿A qué se debe esta preferencia por el monosílabo con que se te reconoce?
     Bueno, ante todo Yoss, más que un seudónimo, es un nombrete, debido al defecto en el habla de una profesora de Educación Física de la se­cundaria. Cada vez que quería pronunciar mi nombre, José, sonaba así más o menos... Yoss... y por años muchos me llamaron así, sin mayores consecuencias. Hasta que empecé a escribir, en 1984, y a mandar a concursos, en los que necesitaba un seudónimo, lo tuve que escribir por primera vez. Luego, José Rodríguez Feo, el mecenas de Lezama Lima y Virgilio Piñera, que fue el editor de mi primer libro, Timshel, en 1989, me dijo que con un nom­bre tan bonito como el mío no debía usar un seudónimo tan egocéntrico. Pero un amigo del judo encontró el libro firmado  José Miguel Sánchez y vino a casa muy furioso, para avisar­me de que alguien había publi­cado con su nombre cuentos que él sabía que yo había escrito... así que le aclaré que ese era mi nombre. Me respon­dió que si quería que supieran que yo era yo, pusiera en mis libros el apelativo por el que todos me conocían. Mi segundo libro, W, ya fue publicado como Yoss... y todos los demás desde entonces.
      Tus primeros textos se publican a fines de la dé­cada de los 80. ¿Cómo ves la literatura cubana que arranca en esa eta­pa, cuando se comienza a rebasar el período al que muchos llaman “quinquenio gris”?
       Nuestra generación fue bautizada por Salvador Re­donet como “Los Novísimos”. Nunca me gustó ese rótulo, pero parece que era obligado, después de los Nuevos Narra­dores, como Arturo Arango, Francisco López Sacha, Senel Paz. A mí me habría gustado más los Posmodernos, porque queríamos hablar de las heri­das infectadas en el socialismo cubano: de los balseros, la homofobia, la corrupción po­licial, la intolerancia con los rockeros, de las cicatrices de la guerra de Angola, de todo lo que el periódico Granma no hablaba ni habla aún.
      Hacíamos una narrativa de sustitución periodística, éramos ingenuos, queríamos epatar, pero no teníamos mie­do, y en el pulso eterno entre la cultura y el poder, hicimos retroceder un poco el brazo de hierro de la censura. Ahora, casi 30 años después, ya no somos tan novísimos, ni tan temidos, ni muchos están siquiera en Cuba, ni siguen escribiendo. Creo que fue la última generación de la Revo­lución que creyó que podíamos cambiar el proceso y mejorarlo desde adentro. De ahí en ade­lante, nadie más lo intentó, ni le importó.
     Creo que el cuento, como género literario, ha sido el que más ha proliferado dentro de la narrativa cubana de las últimas décadas. De ser así, ¿a qué se debe esta preferencia por obras de corta extensión?
     Es fácil: resulta mucho más simple escribir un cuento y sobre todo, ¡publicarlo!, que una novela. Un cuento puede ser incluido en una antología de las que proliferan y siguen proliferando en nuestra narra­tiva. Y si es en el extranjero, ganar unos dólares o euros que nunca vienen mal para alguien que, como yo y otros, vive total o parcialmente del cuento. Una novela, si eres desconocido, na­die querrá arriesgare con ella. En la narrativa cubana hay una especie de jerarquía paulatina muy bien establecida, aunque nunca escrita: primero cuen­tos, luego un libro de cuentos, luego novelas.
     En tu caso, ¿es en el cuento donde mejor te realizas como escritor?
     Me gusta más escribir cuentos, varios, que perte­nezcan al mismo universo, y luego ir armando con ellos una novela, como vértebras de una espina dorsal. Es el fix/up, una género que adoro y que tiene lo mejor de novela y de cuento. Y creo que soy realmente bueno ensam­blándolos.
     ¿Qué influencia ha te­nido sobre los escritores cubanos de tu generación el ambiente socio-político del país, especialmente a partir de la desintegración del llamado “campo socialista”?
      Fue tremendo, para mu­chos el futuro dejó de tener sentido, si ya no pertenecía por entero al socialismo. Deja­ron de escribir o lo empezaron a hacer sin ganas, sin ánimo. Otros vieron las puertas del mercado abiertas y aún están tratando de entrar por ellas. Otros seguimos tratando de entender este cambio que sigue ocurriendo en la Isla y preparar a los cubanos para vivir en ese nuevo mundo que inevitablemente se nos viene encima, sobre todo después del 17 de diciembre de 2014. Y creo que todas las vías son igualmente válidas.
       Entre Timshel (1989) y Super Extra Grande (2012), tienes más de diez libros publicados. ¿Cómo ha reflejado la crítica, dentro y fuera de Cuba, la aparición de tu obra?
Bueno, ya he publicado más de 20 libros en Cuba, contando las antologías. Por mucho tiem­po la crítica, que no se ocupa mucho de la ciencia ficción y la fantasía, no me ha tomado en serio... después de todo, es una literatura de género, escapista, menor, y todo eso... Cuando he ganado premios internaciona­les, apenas lo han notado... pero en los últimos 5 años, como la ciencia ficción y la fantasía van cobrando más importancia, y he ido apareciendo más en la tele­visión y en la prensa, algunos han empezado a considerarme como una figura más o menos relevante y no sólo de lo fan­tástico. Pero ha llevado tiempo, para muchos en la UNEAC, incluso amigos, sigo siendo una joven promesa... a los 47 años.
     ¿Cómo ves la literatura cu­bana en el ámbito de la literatura hispanoamericana?
     Ah... para muchos resulta asombroso y difícil de creer la cantidad de escritores que hay en Cuba, en relación a la canti­dad de habitantes. Los cubanos queremos escribir, queremos contar cosas, y tenemos muchas lecturas, porque en Cuba los libros siguen siendo baratos. Además, existe esa maravilla que es el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, creado por Eduardo Heras León “El Chino”, escritor con más vocación todavía de pedagogo.
      Ya con 20 años, forman­do cada curso entre 40 y 60 graduados, casi toda la joven generación de narradores cu­banos ha pasado por sus aulas. Pocos países, incluso los de gran tradición, como Argentina, Chile, Colombia o México, tienen algo así.
Por desgracia, muchos de esos jóvenes se van de Cuba y dejan de escribir. ¿Cuánto de todo eso es bueno? Muy subje­tivo: algunas novelas y cuentos funcionan bien en Cuba, otros sólo fuera de ella. Pero nom­bres como Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez, Wendy Guerra, Ronaldo Menéndez, Daniel Chavarría, Ena Lucía Portela y Karla Suárez, por sólo citar a un puñado, son insoslayables en cualquier panorama actual de las letras cubanas. Y me olvido además de Abilio Estévez, Daína Cha­viano... la lista sería infinita, o casi.
   Has sido bendecido con una gran diversidad de premios, nacionales e internacionales. ¿Qué han significado para ti?
      En Cuba un premio es como un atajo a publicar. Y un poquito de dinero que nunca viene mal. Y un ladrillo más para la torre de un curriculum literario. Ya tengo tantos que cuando escriben mis notas de contracubierta me piden que elija 5 ‘o 6 de los principales. Yo prefiero poner diversos pre­mios nacionales y extranjeros.
Un premio es siempre un escalón hacia algo, una con­firmación y el reto de, en lo adelante, no decepcionar a los que te lo conceden y a los lectores que, atraídos por ese galardón, se aceran a tu obra. El desafío de no repetirse, de superarse, de experimentar sin miedo, y si el experimento sale mal, probar otro y seguir adelante.
     ¿Cómo recibiste la invit­ación de venir a Tampa, que tiene tanto de cubana?
Gracias a la Universidad del Sur de la Florida, cuya biblio­teca tiene una gran colección de ciencia ficción y fantasía cubana, con la que estoy co­laborando desde el año 2008. Soñaba desde entonces con ver los estantes de esa colección para la que tantas búsquedas he hecho en las librerías de vie­jo en Cuba. Porque hasta temía que la memoria de nuestras publicaciones desapareciera cuando eran retiradas de las librerías. Nancy Cunningham, de la biblioteca de USF, co­ordinó esa visita, esa charla y no negaré que también un gran valor agregado es visitar esa ciudad de importante in­migración histórica cubana, donde tanto hizo José Martí por nuestra independencia.
      ¿Esperas en estos días ser visitado por las Musas que pasean por la bahía de Tampa?
       La verdad es que, salvo contestar correos electrónicos y preguntas de entrevistas, en estas 9 semanas de viaje por Estados Unidos no he tenido ni creo que vaya a tener tiem­po para escribir mucho. Una crónica artículo para la revista electrónica cubana BAND ERA (así mismo, separado, en dos palabras) que quiere conce­derme una columna semanal y ya. Así que si el 6 o el 7 de noviembre las musas de Tampa me visitan... les daré mi tarjeta para que me repitan la cortesía en La Habana, a la que volveré el 20 de noviembre. No, mejor el 27, porque el 21 me voy para República Dominicana hasta el 26 y veremos cuantas musas me siguen el paso.

                                                       Publicado en La Gaceta, los días 4 y 11 de noviembre, 2016.

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