viernes, 10 de julio de 2020

Algunas interrogantes ante una derribada estatua de Colón



Durante los últimos días, hemos visto en la televisión imágenes que muestran el derribo de diversas estatuas, destruidas en segundos frente al aplauso enfebrecido de una multitud. En Estados Unidos, algunas efigies ahora deshechas corresponden a figuras que durante la Guerra Civil se alinearon con las tropas que defendieron la conservación de la esclavitud, cuando el incipiente capitalismo que se abría paso en los estados del norte demandaba la abolición como una necesidad de contar con mano de obra asalariada. Quienes en aquel momento estuvieron en el lado equivocado de la historia, por muy valientes generales que llegaran a ser –mérito de guerra que le hizo merecer de sus obstinados contemporáneos una estatua que los salvara del olvido– están siendo reevaluados por una generación  rebelada contra  continuas  muestras de discriminación racial que prevalecen y cuyas raíces vienen de la esclavitud.
Estatua de Cristóbal Colón, derribada en St. Paul, Minessota
     Es comprensible que una rectificación razonada de la historia enjuicie a aquellos que defendieron la esclavitud, pero la evaluación necesaria y útil requiere interpretar los hechos a la luz de la mentalidad del tiempo en que se produjeron. En el marco de las protestas contra cualquier tipo de rebajamiento de un ser humano por pertenecer a un grupo considerado absurdamente “minoría” –donde la totalidad demográfica es la suma de diversos orígenes–, podría comprenderse la actitud hacia quienes combatieron por preservar la esclavitud.
     Sin embargo, es un extremo que se derribe una estatua de Cristóbal Colón,  el intrépido navegante europeo que unió al viejo continente con el mundo americano. Es verdad que el encuentro supuso el posterior sojuzgamiento y aniquilación de millones de seres humanos en América, pero esa mancha no corresponde al  Almirante, sino a las estructuras dominantes que financiaron su empresa y cuya ambición de riqueza y poder le pasaron la cuenta al propio “descubridor”.
     A la hora de pensar una hipotética evolución de América sin el arribo de Colón, habría que considerar los niveles de desigualdad existentes en sus diferentes regiones, las guerras fratricidas que se sucedían y la existencia de diversas formas de esclavitud que se practicaban.
     Puede mirarse a  Colón como el pionero en el encuentro de dos civilizaciones. Él ni siquiera vaticinó que podría encontrarse con un nuevo continente al tropezar con América cuando iba para la India, ni de llamarle indios a los habitantes de estas tierras por creer que había cumplido el destino para el que enfiló sus naves. Atribuirle el rostro negativo de la conquista y colonización de América, sería como culpar a Einstein de las bombas atómicas que fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagazaki, sólo porque el científico desbrozó el camino hacia la energía nuclear. Colón y Einstein abrieron un camino al desarrollo de la humanidad, aunque su obra fuera también utilizada contra una parte de ella.
     La civilización antigua se erigió con mano de obra esclava. Entonces los esclavos eran blancos, pues la expansión griega y romana esclavizó a millones de hombres en los  pueblos conquistados. Los sitios arquitectónicos hoy venerados en aquellos lugares  –el Partenón, el Coliseo, por sólo citar dos– fueron ­construidos por esclavos.  ¿Habría que derribarlos por ese origen? Porque en la construcción  de la Gran Murralla China murieron miles y miles de hombres sojuzgados, ¿necesitaríamos destruirla para eliminar esa vergüenza? ¿Cuál quedaría en pie de las maravillas de la humanidad? ¿Podríamos seguirle diciendo “maravilla” a una obra levantada con la sangre de tantos seres humanos?
     Está bien revisar la historia y pedirle cuentas para entender el por qué a esta altura de la civilización prevalecen formas de discriminación racial. Pero es entendiendo los procesos que condujeron a su evolución, a base de educación y razonamiento, como vamos a conseguir que el mundo sea mejor cada día. No es condenando a Colón como símbolo del hombre blanco que sojuzgó a América como vamos a eliminar los prejuicios raciales que subsisten. Es verdad que la esclavitud de los africanos que se impuso en el continente en los siglos posteriores al mal llamado “descubrimiento de América”, tuvo en su viaje el primer antecedente, pero lo es también que muchos líderes africanos cazaban como animales a sus propios coterráneos para venderlos como esclavos a los traficantes europeos. Fue una etapa de la historia en verdad cruel, pero la mentalidad de su tiempo legitimaba esa barbarie desde un fundamento económico avalado moralmente por la política y la religión.
     En la historia de la humanidad, el hombre ha sido quien ha aniquilado a más seres humanos. Miremos sólo las guerras mundiales del siglo XX. Los mismos héroes que pululan en estatuas en todo el mundo, cuánto exterminio humano provocaron en nombre de una ideología, religión, orgullo  nacional y, esencialmente, afán de riqueza y poder. Si en aras de una rectificación histórica se aniquilan las imágenes de todo el que tenga en su biografía una hoja sangrienta, ¿cuántas podrían conservarse?
     Desde el nivel de desarrollo que ha alcanzado hoy la humanidad, desde la mentalidad cada vez más inclusiva que  se va abriendo paso a través del ejercicio de la educación, desde una mirada cada vez más comprensiva a todo el que  nos acompaña en el corto viaje por el mundo, es perentorio concentrarse en cuanto hoy lastima al ser humano y educar a todos en la observancia de su plena dignidad.

1 comentario:

  1. Excelente comentario.Negar a Colón es como negarnos a nosotros mismos.

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