viernes, 2 de octubre de 2020

Nat Turner, líder de una rebelión de esclavos

 El ansia de justicia impulsa a su búsqueda incluso con actos de crueldad, cuando el maltrato excesivo obnubila el cerebro de quien es humillado en su condición humana y, al rebelarse, extiende la venganza incluso a aquellos que dentro de la clase dominante no comparten los métodos de sojuzgar. Desde este ángulo me asomo a la rebelión de afroamericanos estadounidenses guiada por Nat Turner, hace casi doscientos años.

     Entonces, se había cumplido medio siglo de la independencia y proclamación de la constitución estadounidense, nacida con un canto a la libertad cuando los propios redactores de la Carta Magna de la nación tenían esclavos, cuyos derechos humanos fueron excluidos del texto fundador.

Nat Turner
      Aunque hay discrepancias en las fuentes bibliográficas sobre el número de esclavos en Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XIX, se calcula que existían alrededor de un millón trescientos mil seres humanos que no disfrutaban de los derechos civiles proclamados y podían ser vendidos, golpeados y castigados brutalmente, según el carácter y sensibilidad de sus propietarios. Sobran ejemplos –muchos dramatizados en el teatro y el cine– sobre persecuciones a esclavos que trataban de huir y eran cazados con perros y escopetas y, una vez capturados, los sometían a torturas que muchas veces llegaban hasta la muerte. Ante aquellas atrocidades que la propia iglesia miraba callada, los más atrevidos, valientes y sensibles esclavos optaron por la rebelión. Eso hizo Nat Turner,  esclavo de una plantación en el condado de Southampton, en la Virginia de 1831.

     No hay una biografía amplia sobre Turner, pero la historiografía estadounidense ha conservado muchos datos sobre su vida y el cine presentó su actuación en la breve rebelión que encabezó a través del filme  “The Birth of a Nation” (2016), donde el actor Nate Parker protagonizó al héroe negro. Por ello, sabemos que nació en el condado citado, en el año 1800 y algunos ubican la fecha exacta el 2 de octubre. Se dice que mostró gran inteligencia desde la primera niñez, cuando   aprendió a leer y escribir por sí mismo. También, que era muy sensible a la religión y podía vérsele frecuentemente orando y ayunando. Después de su muerte, muchos contaron que se veía a sí mismo como un mensajero de Dios y que poseía la rara capacidad de oír mensajes que creía les eran transmitidos desde lo Alto. Muchos, cuando le veían rezar o caminar ensimismado, le llamaban “El Profeta”.

     En realidad, Nat Turner no pudo soportar el grado de humillación que pesaba sobre su raza y, en su justa indignación, culpó de la esclavitud a todos los hombres blancos. Su primera reacción fue huir de la plantación esclavista, lo que hizo teniendo 21 años. Pero, en sus profundas cavilaciones en solitario, creyó recibir un mensaje a través de un eclipse solar que se observó en Virginia el 12 de febrero de 1831. El vio en aquel fenómeno astronómico el aviso de que debía preparar una rebelión contra los hombres blancos que maltrataban a su raza e, inmediatamente, regresó a fomentarla desde la plantación a la que perteneció.

Con su gran capacidad de persuasión, convenció a algunos esclavos y negros libres y llegó a movilizar a unos cincuenta, quienes a pie y a caballo se lanzaron a la rebelión. La fecha del levantamiento también la tomó el líder como un aviso celestial, cuando interpretó el tono azulado de una turbulencia atmosférica como una señal divina. El 21 de agosto, los rebeldes, bajo su mando, salieron casa por casa liberando esclavos y matando a los dueños que encontraron con machetes, hachas, cuchillos y cuánta arma blanca tuvieron a la mano. La orden, tan terrible como la propia esclavitud que soportaban, era “matar a todos los blancos”, sin importar sexo ni edad.

     Naturalmente, una rebelión de esa naturaleza, frente al inmenso poder económico, político, militar e incluso religioso de los dueños de la plantación –de la nación–, quienes habían amparado en la Constitución el derecho de tener armas, no podía extenderse más allá de su comarca y de las decenas de afroamericanos sumados. Enseguida una milicia de blancos, bien armados, alcanzó a los rebeldes y los derrotó. Aunque a los dos días ya habían sido vencidos, capturados y muertos los complotados, Nat Turner logró escapar de la persecución blanca unos dos meses.  Finalmente, lo capturaron el 30 de octubre de ese año e inmediatamente fue juzgado y llevado a la horca. Le pusieron un abogado que no podría salvar su vida –Thomas Ruffin Gray–,  pero el letrado tuvo el acierto de publicar un folleto en que plasmó las ideas transmitidas por Turner antes de morir.

     Turner murió en la horca el 11 de noviembre de 1831, en un poblado de Virginia llamado Jerusalén, como si el nombre del lugar pudiera relacionarse con el mensaje cristiano que creyó oír. Su cuerpo no fue crucificado, pero sí decapitado, descuartizado, vejado, con todo el grado de violencia impuesto por los autores y beneficiarios del sistema de explotación esclavista. Con todo, Nat Turner dejó un ejemplo de resistencia de los negros ante la explotación a que fueron sometidos por los blancos.

     Hoy, cuando persisten rezagos de discriminación entre seres humanos de diferentes razas y que en Estados Unidos está provocando diversas manifestaciones, podríamos encontrar en la acción de Nat Turner una doble enseñanza: es justa la protesta frente a la injusticia, pero  no es legítimo atacar indiscriminadamente la infraestructura y superestructura  de la sociedad donde vivimos.

 

 

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