lunes, 26 de febrero de 2024

La escritora puertorriqueña Yolanda Arroyo estará en la Feria del Libro de Tampa

 Yolanda Arroyo Pizarro es una escritora puertorriqueña que goza de un gran prestigio internacional y sus textos se estudian en diversos centros académicos europeos, latinoamericanos y estadounidenses. 

Entre sus primeros libros se encuentran Vimbi Botella, Origami de letras y Los documentados, novela que ganó el Premio PEN Club 2006. Después publicó el libro de cuentos Ojos de Luna,  seleccionado por el periódico El Nuevo Día como uno de los mejores del 2007.  Ese mismo año  fue elegida como  una de  las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39, un evento convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá.

En 2013, Arroyo Pizarro publicó las Negras, en cuyas narraciones propone una recuperación de la memoria histórica de la población afrofemenina de Puerto Rico y, por extensión, a todas las afroamericanas que han sido víctimas de la violencia contra su raza y género. La autora que recibiremos en Tampa ha sido publicada en varios países y en muchos de ellos aparece en antologías.

Cuando invitamos a Yolanda a venir a la Primera Feria Internacional del Libro de Tampa accedió cariñosamente, como lo hizo para responder unas preguntas para La Gaceta, cuyas respuestas acompañamos de unos fragmentos que nos hace llegar sobre su obra las Negras.

Después de algunos comentarios sobre su origen y evolución como escritora, le comenté que su coterránea Luisa Capetillo vivió un breve tiempo en Tampa, donde fue lectora de tabaquería. Sobre ella afirmó la escritora: “Soy admiradora de esta mujer cuyo pensamiento liberador nos inspira. Actualmente estoy escribiendo un libro sobre su huella, inspirada en las noticias publicadas en el periódico La Gaceta de Puerto Rico, la que la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos ha digitalizado. Me hace mucha ilusión saber que voy sobre los pasos de Capetillo, de su reivindicación femenina y feminista, para liberar a muchas más mujeres a través de un pensamiento afrofeminista”.

Al preguntarle si en una hipotética clasificación a los escritores solo se les permitieran salvar uno de sus libros, respondió con toda seguridad: “Salvaría el libro las Negras,  porque es un recuento de mi propia historia y la de mis ancestras. Este libro es un “Herstory” de las cimarronas que nacieron con los apellidos Arroyo-Pizarro. Me gustaría que las futuras generaciones le conocieran y que mis futuras nietas y biznietas se sintieran tan orgullosas y dignas como me siento Yo”.

La autora, quien ha publicado Afroqueridades, Golpes de gracia, Violeta y varios más–,  también fundó en Puerto Rico una editorial que ha enriquecido los espacios de publicación en su país. Al inquirirle sobre ello, contestó: “Me impulsó a fundar la Editorial Boreales el deseo de aportar saberes literarios a mi cultura. Luego, en 2015, cuando Boreales se convierte en la Cátedra de Mujeres Negras Ancestrales, ese sueño se agrandó. La Cátedra de Mujeres Negras Ancestrales es un proyecto de creación literaria, que responde a la convocatoria promulgada por la UNESCO de celebrar el Decenio Internacional de los Afrodescencientes (2015-2024).  El objetivo de la Cátedra es estudiar la historia de la negritud y la afrodescendencia desde una óptica antirracista. Los textos creativos hacen énfasis en la presencia de las mujeres negras que ha sido invisibilizada a lo largo de la historia”.

Evidentemente, debíamos comentar sobre la próxima Feria del Libro en Tampa, ciudad a la que Yolanda llegará por primera vez, motivada por el evento. Entonces ella afirmó: “Para mí es un gran honor participar en esta Feria del Libro de Tampa y de todas las Ferias a las que he sido invitada, como la de Guadalajara, la de Bogotá, la de República Dominicana y las de Puerto Rico. Cada celebración ferial es un diálogo hermoso que se abre con los lectores de esas metrópolis”.

A su vez, aprovechó para enviar un mensaje especial a los asistientes:

“A los lectores, gracias por hacerme visible entre ustedes. Gracias por ver mis hermosos colores, mi lucha feminista, mis anhelos, mi deseo de acercarme a ustedes desde  las palabras. Es un orgullo y un honor. Ustedes me demuestran que hay esperanza para vivir en un mundo ideal que puede ser construido desde la manifestación más óptima de la justicia social”.


Yolanda Arroyo habla sobre la escritura de las Negras:

Por eso cuando me senté a las 3:00 a.m. aquella vez, a escribir el primer párrafo de las Negras en 2003, supe que quería resaltar el femenino de la negritud. Supe que deseaba que el título de mi libro empezara con la minúscula del artículo y le siguiera la mayúscula del sustantivo. Quise que la adjetivación de aquel sustantivo, o la sustantivación de aquel adjetivo, fuera protagonista. Fuera prietagonista. Por eso en 2003, ante el dolor del fallecimiento de mi abuelamadre, solo me restó entrar en trance…, escribir las historias que Petronila me había contado, escuchar el dictado de las mujeres de mi casta en la voz de la memoria de mami Toní.

Tengo en la memoria el recuerdo de mi abuela haciéndome estas historias de sus propias abuelas. Las negras que llegaron en barco, las negras que labraron la tierra, las negras que fueron comadronas, las negras que pavimentaron los caminos, que fueron castigadas, amonestadas, que se vengaron, que envenenaron captores. Abuela me hacía dictados cuando estaba viva, en presencia, en carne y hueso, y luego de fallecida también me hizo dictados en mis sueños, en mis recuerdos, en mis alucinaciones, porque yo alucinaba de tanto llorarla, y de tanto necesitarla, y de tanto extrañarla.

Por eso aquel día de 1978 cuando la monja enseñó la foto del risueño indio taíno y el gallardo conquistador español junto al encadenado y “feliz” africano que llevábamos semanas “aprendiendo” como parte de la historia de nuestra Isla, yo convoqué a mi “espíritu de contradicciones” y altanera articulé a lo Petronila: “nadie encadenado puede ser feliz”. Acto seguido el salón estalló en risas, alborotos y griteríos que como era de esperarse, culminaron con mi visita a la oficina de la principal del Colegio San Vicente Ferrer. Sor Soledad recomendó la escritura en cursivas en la pizarra, de una sentencia amonestadora como castigo infalible y frente a todos: “Debo respetar la autoridad”. Y yo así así lo hice. Escribí con tiza blanca en aquella plataforma verde, mis letras caligrafiadas a la perfección, mientras recitaba “la autoridad es mi abuela Petronila”.

Nadie encadenado puede ser feliz. Por eso en el ejercicio de mi libertad, resucito a mi abuelamadre cada vez que me da la gana, cada vez que la sueño, cada vez que la alucino, cada vez que la escribo. Cada vez que ustedes leen “las Negras”.

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