El pasado sábado, el director de la emisora de radio CMQ 1300, Armando Echeverri, me pidió hablar a su audiencia sobre la historia del Círculo Cubano de Tampa. El programa, que transmiten desde el Centenial Park de Ybor City todos los sábados, entre las 10 a. m y las 2 p. m., tiene entre sus propósitos divulgar la historia de la ciudad y la presencia hispana en ella.
Qué decir del Círculo Cubano, ubicado en ese hermoso
edificio de estilo neoclásico, imponente por más de cien años en
el corazón de Ybor City, orgullo del patrimonio arquitectónico de la ciudad,
enclave de la evolución de la cultura cubana anunciada desde el busto de José
Martí en su pórtico y sitio acogedor de la comunidad tampeña y visitantes a
nuestra hermosa bahía.
Para hablar de este lugar registrado entre los sitios
históricos de la nación, hay que empezar por su antecesor, El Liceo Cubano creado en 1890 en la 7.ª avenida y calle 13, edificio de madera
donado por Vicente Martínez Ybor a los trabajadores de su fábrica de tabacos.
Allí se reunieron las organizaciones cubanas Club Ignacio Agramonte y Liga
Patriótica, convirtiéndolo en el centro de sus actividades patrióticas y
culturales. A ese lugar llegaba José Martí en cada una de sus visitas a Tampa,
desde la primera vez en que fue invitado a la ciudad. La primera vez, el 26 de
noviembre de 1891, pronunció el discurso “Con todos y para el bien de todos”,
uno de los más profundos y hermosos del ideario hispanoamericano.
El Liceo Cubano de Ybor City
no solo fue el lugar donde nació el Partido Revolucionario Cubano, sino
el centro desde el que se dio apoyo en Tampa a la preparación, inicio y
desarrollo de la Guerra de Independencia de Cuba. Al terminarse el conflicto
armado, la mayoría de los cubanos que vivían en la ciudad regresaron a la Isla,
entre ellos quienes habían ocupado un papel dirigente entre su comunidad, como
es el caso de Ramón Rivero, Néstor y Eligio Carbonell y muchos de los que
fueron fundadores del Liceo Cubano.
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En el Círculo Cubano, durante la grabación de un programa de radio en español de la emisora WALT, en 1946. |
Pero quedaron en la ciudad cientos de cubanos, asentados para siempre con su familia en la tierra que les dio abrigo y donde muchos eran profesionales, empresarios, trabajadores. Por ello, en 1900 decidieron crear una nueva institución, una especie de continuidad de lo que había sido el glorioso Liceo. Así, un grupo de patriotas, entre los que figuraban Manuel Granado, Joaquín Álvarez, Guillermo Sorondo, Alberto Varona, Juan Llépe y otros, propusieron fundar el Club Diez de Octubre, nombrado así en homenaje a la fecha en que Carlos Manuel de Céspedes inció la Guerra de Independencia de su país. En un edificio de madera, ubicado en la calle República de Cuba (14) con esquina a la avenida Palm, fue inaugurado aquel “centro de instrucción y recreo”, según su primera declaración.
Hay que decir toda la verdad. La nueva institución, a
diferencia de la que le antecedió, no vendría a acoger a todos los cubanos por
igual, dando prioridad a las jerarquías
sociales y piel blanca. Eran días oscuros en que la segregación racial era
atizada por leyes como las de Jim Crow y, alejados del clima unificador
potenciado en torno a un ideal independentista, penetró en las nuevas
directivas del Club un componente racista. Ello provocó que, a su vez, los cubanos
de visible mezcla africana fundaran su propia organización, a la que llamaron
Unión Martí-Maceo, juntando significativamente al mayor líder de procedencia
blanca con el cimero adalid de piel negra de su historia.
Con todo, el Círculo Cubano jugó un papel activo en la
representación y apoyo a la comunidad, gracias a su enfoque en la cultura, la
educación, la salud y la recreación.
En 1902, los miembros del Club Diez de Octubre decidieron
cambiar su nombre y, desde entonces, se llama Círculo Cubano. Sin embargo,
hacia 1907 la edificación sufrió el embate de las llamas y, probablemente, gran
parte de su documentación original fue incinerada. A partir de entonces se hizo
un esfuerzo en levantar un nuevo edificio en el mismo lugar. En 1914, comenzó
la nueva construcción, de ladrillo amarillo, al estilo neoclásico. Su
arquitecto fue M. Leo Elliot, a quien debemos su imponente belleza.
El que disfrutamos hoy es el edificio inaugurado en
1917, con un teatro, cantina, salones
amplios, si bien carece en la actualidad de su original biblioteca, salón de
lectura, balneario, farmacia y diversos servicios de salud y educación que
ofreciera durante muchas décadas.
Las relaciones del Círculo con Cuba siempre fueron
estrechas. La biblioteca del centro
mantenía suscripciones con periódicos y revistas de la Isla como
Bohemia, Carteles, El Diario de la Marina y otros. Frecuentemente, venían músicos cubanos a
ofrecer espectáculos, entre los que se destaca la visita de Benny Moré, Celia
Cruz, La Sonora Matancera, Arsenio Rodríguez, Ñico Saquito y otros artistas de
renombre.
En nuestros días, el Círculo Cubano –presidido por Patrick
Manteiga–, mantiene sus puertas abiertas
a diversas actividades mediante el alquiler de sus espacios, cuyas ganancias se
dirigen a remozar y mantener el edificio en buen estado. Asimismo, acoge
eventos culturales y conserva el espíritu de cubanía con el que fue creado, si
bien se expande a toda la comunidad sin distinción de clases, orígenes o
credos. Así, conserva su esplendor e identidad en el rico escenario
arquitectónico, histórico, social y cultural de nuestra ciudad.
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