La
andaluza, el secreto y otras miradas humanas a ciertas historias
Por Amir Valle
José Martí es, de muchos modos, un mito
controversial. Y es que, sobre esta trascendental figura de la historia de
Cuba, se han generado manipulaciones de toda índole, un abuso que ha provocado
que muchos cubanos vean al Martí (en ese todo que fue en tanto
héroe/patriota/poeta/ser humano) como un arma ideológica en manos del poder
político, o como una figura histórica veleta que se sopla a conveniencia del
poder político o la oposición. Incluso hay quienes consideran que es una
personalidad sobrevalorada e intentan desacreditar su rol en la historia y la
literatura.
Por suerte para quienes seguimos creyendo que fue
un ser excepcional y de muchos modos modélico, la literatura cubana está
intentando despojar al ser humano llamado José Martí de todos esos
esquematismos ideológicos, políticos y hasta chismográficos de su intimidad con
los cuales la historiografía y el discurso político han erigido su estatua de
mármol o bronce en el ideario del pueblo cubano.
Mucho se ha escrito sobre José Martí, lo cual
habla de la excepcionalidad de su figura en la historia nacional. Debemos
precisar también que, lamentablemente, se ha escrito “mucho y mal”, pues entre
tan múltiple y numerosa bibliografía son raros los acercamientos que no
padezcan de sesgos que enrarecen la grandeza de un hombre que apenas en 42 años
de existencia se inscribió en el gran libro de la historia hispanoamericana.
Pero en los últimos dos años he tenido el privilegio de editar dos excelentes
novelas cubanas que buscan humanizar la tan vapuleada figura de quien ha sido
ensalzado, con igual rabia o pasión, en términos místicos como “apóstol”,
patrioteros como “héroe nacional”, y hasta propagandísticos como “autor
intelectual del Moncada”… Me refiero a las novelas La noche bella no
deja dormir, de Froilán Escobar (Ilíada Ediciones, 2023), y Cuba y
la noche, de Yandrey Lay (Ilíada Ediciones, 2024). Ahora llega a mis manos,
esta novela, El secreto de la andaluza, del historiador y escritor
cubano Gabriel Cartaya, editada en Estados Unidos por Classic Subversive
Editions, que dirige el poeta cubano Alberto Sicilia.
Y nótese que, al hablar del autor de esta novela,
dije primero “historiador”. Porque esta novela está edificada capítulo a
capítulo sobre la base de hechos, evidencias y detalles históricos en torno a
la existencia de Martí, que Gabriel Cartaya conoce a la perfección porque lleva
años investigando todas esas áreas tan dispersas y discutibles de nuestra
historia patria. Ese conocimiento profundo de los detalles es el primer gran
mérito que tiene El secreto de la andaluza: en la novela,
entrelazados dramáticamente, el hecho comprobado, la suposición histórica
basada en análisis de evidencias y hasta el rumor de veracidad posible,
configuran la humanidad de Martí, en su más íntima y pública actuación, para
ofrecer un retrato creíble de sus virtudes y defectos, léase de su más natural
posible comportamiento como individuo. Pero, además, aquí se reconstruye el
escenario de esa Cuba enrarecida que vivieron los cubanos, mambises o de pueblo
llano, tras la muerte de Martí en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, la entrada de
los norteamericanos en la guerra cubana contra España, las imposiciones
impuestas por Estados Unidos a los guerrilleros mambises una vez terminada la
guerra, y muchas de las manquedades, oscuridades y vergüenzas históricas con
las que nació nuestra República. Una reconstrucción hecha desde la perspectiva
de los de abajo, esos que ganaron la guerra contra España, pero, al final, no
obtuvieron la victoria que soñaban. Y mucho menos, el reconocimiento que
merecían.
El contrapunteo que Cartaya establece todo el
tiempo entre Martí y otras grandes personalidades de la historia cubana
–digamos, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Guillermo Moncada, Flor Crombet, Jesús
Rabí, por solo citar algunos– no se utiliza en esta novela para reafirmar la
grandeza de este catálogo de héroes, sino para desnudar sus más pequeños actos
humanos: la fidelidad, la envidia, la honestidad, los celos, la complicidad,
las desavenencias, la confianza, las dudas… imperfecciones y virtudes que equilibran
incluso la presencia novelada de los personajes menos relevantes en la historia
aquí contada y les quitan, a todos, protagonistas o secundarios, esa pátina de
estatua fría y muerta con la que los estudios historiográficos suelen pintar a
ciertos personajes históricos y a ciertos momentos de la historia patria.
Además de humanizar a los personajes, otro de los
méritos de esta novela es colocar en juicio el rumor: en este caso, el más
controvertido de los rumores políticos que Martí ha generado, ese que habla de
unas páginas pérdidas (o arrancadas a propósito por alguien) en su Diario que
mostrarían verdades que otros líderes mambises desearían ocultar a la opinión
pública, se aborda mediante un contrapunteo dramático en el que cada uno de los
personajes implicados (encabezados magistralmente por Emilia, la andaluza amiga
de Martí) juega una carta escondida, que se anuncia al lector mediante el
narrador correspondiente, pero nunca se devela del todo. La intriga, de ese
modo, crece, se expande de un escenario geográfico a otro, y se erige en
leitmotiv de la trama para lanzar un cuestionamiento esencial a la gesta
liberadora cubana y al futuro de la Isla: ¿es válido ocultar la verdad, cuando
esa verdad pueda generar polémica y división?, ¿está justificada la omisión de
ciertos hechos oscuros, bajas reacciones, comportamientos innobles y defectos
humanos para no enlodar fines supuestamente más excelsos y trascendentales en
la historia nacional?, ¿hasta dónde no exponer las miserias humanas y las
equivocaciones humanas sirve para preservar una aspiración futura? El autor,
Cartaya, pone aquí a Martí y a otros fieles a su idea de país a cuestionarse
ciertos procederes de los líderes que podían afectar la Cuba libre y
democrática –y de los cubanos, con los cubanos y para los cubanos– por la que
todos decían luchar. Cuestionamiento que junto a otras ocultaciones intrigantes
y a maquinaciones cuestionables de algunos de los protagonistas (incluidos
Martí y su amiga andaluza Emilia), y, a partir de un punto en el conflicto de
la novela: los retos humanísimos y los titubeos e incertidumbres de
la andaluza ante la comisión que Martí le ha dejado en las manos, mantienen el
interés por el desarrollo de la trama y colocan ante el lector nuevas
preguntas, de las que solo quiero referir una para no adelantar nada sobre esa
nueva oleada de conflictos: ¿hasta dónde debe llegar la fidelidad a una promesa
y a un recuerdo sentimental cuando se trata de un secreto que podría cambiar la
historia?
Cartaya, además de historiador, es un excelente
narrador. Ha sabido combinar con excelencia el relato histórico con el relato
especulativo sin que se vea afectada ni la HISTORIA, así escrita toda la
palabra con mayúscula, ni la credibilidad que debe poseer todo escenario
ficcionado que se respete. Ha logrado construir personajes de una singular
fortaleza psicológica, muchos de ellos históricos, rompiendo los tópicos con
los que la historiografía cubana los había delineado. En el plano lingüístico
ha estructurado una novela que oscila entre el lenguaje poético, la inclusión
de muy acertados fragmentos de la obra ensayística o de memoria de Martí, y una
también muy lograda narración de los sucesos con una visualidad que posibilita
recordar grandes pasajes de esta novela. Y en lo concerniente a la dramaturgia
de la obra, ha sabido jugar con todos los ganchos de interés en las historias
de cada personaje, para imbricarlos en una puesta en escena llena de
sensibilidad, estremecimientos, impactos, en torno a una pregunta mayor, de
impresionante actualidad: ¿pueden las miserias humanas de los grandes
protagonistas de la historia destruir esa república “con todos y para el bien
de todos” que tantos cubanos han soñado desde el mismo día en que comenzamos a
pensar como nación?
Yo encontré mi respuesta en esta novela y
atisbando esa realidad difícil y controvertida que vive hoy la Isla. Ahora
deberán ser ustedes, los lectores que seguro tendrá esta exquisita e importante
novela de Gabriel Cartaya, quienes aquí, en El secreto de la andaluza, deberán
encontrar sus propias respuestas.
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